Argentina: La lucha continúa
|
Memoria Verdad y Justicia
Padres de Plaza de Mayo: Oscar García Buelas
Eso que no se puede explicar
Gisela Gaeta
Oscar o "Coco", tal como lo conocen en su entorno, me espera en su oficina del
centro. Desde el octavo piso se avistan automóviles entrecruzándose por la
Avenida 9 de Julio, siguiendo las instrucciones de los policías de tránsito,
evitando cualquier accidente que pudiera enlutar una vez más la columna de
jóvenes que caminan como en un vía crucis hacia la Plaza de Mayo. Juntos y
abrazados en nombre de sus muertos caídos absurdamente, estúpidamente, esa noche
de rock and roll fatal. La noche del 30 de diciembre. La noche que cambió, una
vez más, la historia de la Argentina.
Treinta fueron los cadáveres dinamitados que se hallaron el 21 de agosto de 1976
en Fátima, una localidad de Pilar al norte del Gran Buenos Aires. El año que
viene se cumplirán 30 años.
Horacio García Castelú fue secuestrado el 7 de agosto de 1976. El hijo de Haydee
García Castelú y Oscar García Buelas.
Dos semanas después, el titular del diario "La Opinión" vomitaba los restos de
odio que el terrorismo de Estado, indigesto por su propia inmundicia, debía
liberar del cuerpo.
"FUERON HALLADOS 30 CADÁVERES EN PILAR". La noticia pegó en el medio de la
frente de Oscar. Algo que nunca se pudo explicar le hizo sentir que entre
aquellos cadáveres de Pilar estaba Horacio. No fue certeza ni intuición. Fue
algo silencioso, intangible; eso que no se puede explicar.
- En esta carpeta guardo todo lo que encontré en los diarios de esa época, cada
noticia que pudiese darnos una pista que nos llevara a un destino referencial y
encontrar a Horacio. Por supuesto que jamás lo imaginamos muerto. Horacio no ha
sido un militante de la lucha armada, por eso en nuestra inocencia no podíamos
asumir que mataran a un pibe como él. No podíamos entender que mataran a alguien
y mucho menos de la forma en que han asesinado a tanta gente durante la
dictadura militar.
-
Horacio fue un hijo ejemplar. Ha tenido siempre las mejores notas en la escuela,
tanto en la primaria como en el secundario. Él hizo la escuela primaria en el
Colegio Ward de Ramos Mejía (Oeste del Gran Buenos Aires) porque allí vivíamos
entonces. Cada año que terminaba las maestras le escribían una nota de despedida
en tarjetas que ellas mismas les hacían a los chicos. Mira, acá están todas, año
por año. La que le escribió su maestra de quinto grado parece premonitoria.
Oscar me muestra una carpeta en la cual están todas esas tarjetas. Prolijamente
resguardadas en folios, impecables. Si no conociera la historia creería que han
sido escritas hace un mes. Pero hay más recuerdos; fotos tomadas por Horacio con
la calidad de un fotógrafo profesional. Me llama la atención hacia dónde
apuntaba la mirada; abuelos solos y tristes, perros de la calle, niños jugando
en la plaza, humildes y excluidos. El blanco y negro le imprime aún más un halo
de dolor y ternura a la vez. Los ojos sensibles de Horacio no se detenían en
superficialidades ni paisajes suntuosos. Horacio no era un chico con problemas
económicos, sin embargo podía sentir el dolor de los humildes y solos, no era
indiferente al sufrimiento de sus semejantes.
Leo con atención y en voz alta la tarjeta escrita por su maestra de quinto
grado. Advierto que Oscar quiere escuchar una vez más esas palabras que por un
momento le traen a su hijo de diez años a su lado.
La última estrofa me impacta. Hay una especie de oración premonitoria. Tal vez
su maestra, con agudeza, comprendía que los seres como ese alumno suyo de diez
años dejarían su huella tempranamente.
"… Dios te ha dotado de grandes cualidades para que trabajes en esta maravillosa
oportunidad de construir un mundo mejor: ¡úsalas! Adelante, y cuando creas no
poder hacer más, recuerda que hay muchos seres que te quieren y para los cuales
sos toda su esperanza."
Realmente es impresionante. ¿Volvieron a verla a ella? ¿Supo lo que pasó con
Horacio?
- Si, nos comunicamos y le contamos lo que había pasado. Se angustió mucho
porque no entendía por qué terminaron de esa manera con la vida de un muchacho
que era maravilloso. De tanto en tanto nos ponemos en contacto con ella.
¿Por qué dice usted que la mañana que vio ese titular en el diario, algo le hizo
pensar que Horacio estaba entre esos muertos?
- No, no lo sé. No puedo explicarlo. Tal vez porque la incertidumbre de no saber
qué habían hecho con él, no conocer el destino al cual lo habían derivado, nos
llevaba a pensar siempre en lo peor. Pero algo raro sentí en el pecho, llámese
angustia, dolor, no lo sé. El solo hecho de que mi hijo estuviera detenido, era
algo que no podía asimilar.
- Ese titular no hacía otra cosa más que confirmar que esos cadáveres eran el
producto de un "ojo por ojo". Unos días atrás habían asesinado al general del
Ejército Omar Actis, y en venganza cayeron 30 jóvenes que nada tuvieron que ver
con ese crimen. De hecho ya estaban detenidos. Con el tiempo supimos por boca de
sobrevivientes que, tanto Horacio como los 29 restantes, estaban detenidos en la
Superintendencia de Seguridad Federal de la Policía Federal, a pocas cuadras de
acá. Ojalá yo hubiera sabido que mi hijo estaba tan cerca.
¿Hubiera ido a buscarlo aun poniendo en riesgo su propia vida?
- Si, sin ninguna duda. Supe más tarde que una señora se enteró de que su hijo
estaba allí y consiguió que le permitieran llevarle comida, desconozco cómo. Tal
vez alguno de los policías se apiadó y le concedió ese beneficio. No sería
extraño, existieron casos de hombres de las fuerzas armadas que no estaban de
acuerdo con las atrocidades que se estaban cometiendo.
Si, yo también quiero pensar que alguno de ellos tenía una mínima brizna de
sensibilidad…
Vuelvo los ojos una vez más hacia ese amarillento diario, producto del paso del
los años y no por lo que se entiende hoy por "amarillento". El copete de la
noticia reza: "NA: Despacho indica que habrían dejado un cartel señalando la
filiación de los muertos."
¿Cómo es esto de que "habrían dejado un cartel señalando la filiación de los
muertos"?
- Entre los restos encontraron una tarjeta que tenía escrito "30 x 1", un claro
mensaje de venganza por el asesinato del General Actis. Ellos quisieron hacer
pasar la masacre de manera confusa. Con esa tarjeta confirmaban que estos
muertos pagaron el asesinato de Actis. Y la realidad es que al general Actis lo
mató su propia fuerza. Entre ellos siempre existieron las famosas "internas",
que no eran más que luchas por el poder. Actis no fue muerto por Montoneros, lo
mataron los militares.
-
Estas víctimas hoy conocidas como de la "Masacre de Fátima", fueron dinamitadas.
Aparentemente las tiraron amontonadas sobre un gran cargamento de dinamita.
Primero los arrojaron adentro de una fosa común en el Cementerio de Derqui.
Después, como el impacto en la sociedad había sido muy fuerte y se sintieron
presionados, los desenterraron y metieron adentro de un galpón. Allí quedaron
hasta que los restos fueron recuperados.
Nosotros supimos que el cuerpo de Horacio estaba entre esos treinta cadáveres
recién en el año 2001. Unos años antes habíamos dejado la muestra de sangre al
Equipo de Antropología Forense, como la mayoría de los padres que buscábamos a
nuestros hijos. Y bueno, una mañana llamaron los del Equipo y nos pidieron que
fuésemos para su oficina porque tenían novedades. Y allí nos enteramos. Ellos lo
sabían desde hacía un tiempo, pero para que no hubiera dudas, enviaron las
muestras a Inglaterra a un forense especializado en lo concerniente a ADN.
Cuando regresó el informe que daba un 99% de compatibilidad con la sangre
nuestra, entonces nos enteraron.
Por supuesto que lo único que recibimos fue una caja con huesos. Supimos que su
cráneo tenía un orificio de bala, es probable que lo hayan matado antes de la
dinamita. Lo llevamos a la bóveda de la familia de Haydée en San Justo. Yo nunca
he sido de ir a los cementerios, pero de tanto en tanto voy para tener aunque
sea algún contacto con mi hijo. No lo puedo entender, todavía no puedo entender
que a mi hijo le haya pasado esto. Un muchacho tan bueno, tan inteligente… Nunca
me dio trabajo para nada, yo les sugería a él y al hermano que estudiaran
idiomas. Los dos se prepararon muy bien en idiomas. Cuando secuestraron a
Horacio envié a Diego a perfeccionarse en inglés a Londres. Quise preservarlo,
incluso quien fue su tutor en Inglaterra, cuando Diego ya había terminado los
estudios, me recomendó que lo dejara allá. Ahora Diego es ingeniero
electromecánico, está acá en Argentina. Es el menor.
¿Cuántos hijos han tenido, Oscar?
- Tres hijos. La mayor es Alicia Ester quien nació con Síndrome de Down, El
segundo Horacio Oscar y el menor Diego Fernando.
¿Cómo fue la relación de Horacio con su hermana? ¿Cómo vivió ella la
desaparición de Horacio?
- Alicia y Horacio se adoraban. Él la cuidaba mucho, la mimaba, y cuando eran
chicos jugaban juntos. Jamás Horacio la trató como una nena diferente. Alicia
sintió mucho la desaparición de su hermano, para ella la palabra "desaparecido"
no tiene explicación; desde ya que, por lo que ella puede entender, explicación
no existe para informar sobre el destino de una persona, en la cabeza de Alicia
esa palabra no se puede procesar. La pobrecita muchas veces habla de él, lo
tiene muy presente, todo parece demostrar que lo extraña. Era su mejor amigo.
¿Horacio ya había terminado sus estudios secundarios cuando lo secuestraron,
verdad?
-- Si, no sólo eso, ya estaba en la facultad. Pero al momento de su secuestro
estaba haciendo el servicio militar.
Oscar busca en su carpeta de recuerdos y extrae el boletín del último año del
secundario hecho en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Con orgullo me hace
leer las notas que conseguía su hijo gracias al esfuerzo y horas de dedicación
al estudio. Notas como esas, no son fáciles de lograr en el Buenos Aires. Parten
desde 8 hacia arriba, salvo algunas materias en las que califica con 10. Por
ejemplo: latín.
Sinceramente, hay que calificar con 10 en latín… O mejor dicho: hay que tener
esas notas en el Buenos Aires…
-- Era un pibe inteligentísimo. Nunca tuve que pedirle que se pusiera a
estudiar, él solo lo hacía. Y por supuesto, una natural inteligencia lo
favorecía.
El Colegio Nacional de Buenos Aires, siempre se caracterizó por abarcar un
alumnado muy politizado. Hoy día continúa así. ¿Horacio comenzó allí su
militancia? Había un importante grupo de jóvenes Montoneros en esos años en el
Buenos Aires…
Él era militante, sí, y entiendo que a partir del comienzo del secundario se
conectó aún más con esa realidad. Simpatizaba con la JP, como todos los chicos
de esa edad. Fue una generación muy politizada. Horacio militaba en las villas y
con la gente. Ayudaban a realizar mejoras en las viviendas precarias, de manera
que no se inundaran cuando llovía, alfabetizaban, concientizaban a los más
humildes para que no fuesen explotados por sus patrones, de eso básicamente se
trataba su militancia. Horacio jamás durmió fuera de nuestra casa, salvo
aquellas veces que se quedaba en la casa de su novia, pero lo sabíamos con
anterioridad o nos llamaba desde allí para que no nos preocupáramos. Y mientras
estudiaba en la facultad siempre regresó a casa a la misma hora. Por eso estamos
seguros de que realmente no tenía que ver con la lucha armada.
- Su mejor amigo de la infancia y compañero del Buenos Aires fue fusilado en
Quilmes a los 19 años. Su caso fue muy conocido porque era el presidente de la
UES: Eduardo Beckerman. Esta es la foto del sepelio, cuando lo están llevando
hacia el cementerio (Oscar me muestra la foto del diario "Noticias", prensa de
los Montoneros, en la cual se ve una multitud de chicas y muchachos despidiendo
al compañero con sus dedos en "V "). Nosotros no lo dejamos ir ese día. Sentimos
mucho dolor porque era su mejor amigo, su íntimo amigo de la infancia; pero
tuvimos mucho miedo.
- Muchas veces le dije que dejara la militancia, que lo iban a matar, pero él me
decía: "¿Por qué?, si yo no hice nada…". Le ofrecimos enviarlo a otro país, pero
repetía lo mismo. Él estaba seguro de que no había motivos para que lo mataran.
Me dijo que estaba cumpliendo con el servicio militar cuando lo secuestraron.
¿Estaba en día de franco?
Estaba de licencia. A él le tocó Marina y lo enviaron a Bahía Blanca. Nosotros
fuimos en varias oportunidades a visitarlo. Estaba en ese momento el teniente
coronel de León.
- Hacía pocos días que había salido de licencia. Estaba en la casa de su novia
en Banfield (Sur del Gran Buenos Aires) cuando en la madrugada del 7 de agosto,
entró un grupo vestido con ropa de las Fuerzas Armadas y violentamente se
metieron en el cuarto en el que dormían Ada y Horacio. Se los llevaron a los
dos. De ella no se supo nunca más. Se llamaba Ada Victoria Porta. Tampoco
sabemos si su cuerpo estaba entre los 30 de Fátima. Los padres no continuaron
con las investigaciones, muchos padres prefirieron no indagar. No es fácil, nada
fácil afrontar todo lo que sigue a partir de la desaparición.
- Haydée y yo continuamos relacionados con ellos. Hemos hecho una buena amistad.
A ellos les tocó darnos la noticia sobre el secuestro de Horacio.
¿Ada también militaba?
-- No, ella no. Su padre es un ingeniero muy reconocido, incluso a nivel
mundial. Trabajó en Estados Unidos y Cuba en importantes proyectos. Por lo que
yo sé, Ada no tenía militancia alguna.
¿Por dónde comenzaron ustedes la búsqueda?
Seguimos lo pasos de todos los padres. Acudimos a organismos internacionales,
establecimos varios habeas corpus en Provincia y Capital Federal, y Haydée se
sumó a las Madres de Plaza de Mayo en sus comienzos. Ahora pertenece a Madres
Línea Fundadora. Ella va a la Plaza siempre, yo la verdad que no. Trabajo mucho,
todo el día. Siempre trabajé demasiado, mi profesión no me permite moverme de la
oficina. Toda la vida fue así. Cuando mis hijos eran chicos, quería que tuvieran
la mejor educación y no me importaba renunciar al descanso con tal de que no les
faltara nada. Pero sobre todo me importaba que estudiasen. Ahora me aboco mucho
al trabajo, un poco también para evadirme y mantener la cabeza ocupada, y al ser
contador nacional en estos momentos las empresas requieren dedicación por los
impuestos nuevos y una serie de cosas que no se pueden descuidar. Trabajo con
empresas muy importantes que me exigen dedicación personal. Pero reconozco que
me encierro mucho en mis tareas para no pensar. No puedo asumir la ausencia de
Horacio, un hijo ejemplar que no merecía el final que le tocó.
- Su muerte no la podré superar nunca. Mi hijo, mientras vivió, nos hizo sentir
orgullosos de ser sus padres, lo amamos y lo seguiremos amando por el resto de
nuestras vidas.
Antes de retirarme de la oficina de Oscar García Buelas, le solicito el teléfono
para realizar una llamada. Mientras me comunico vuelvo a echar una mirada al
lugar de trabajo de ese papá que no se resigna. Todo está rodeado de imágenes de
Horacio; con sus hermanos, con la familia, la foto sonriente con su traje de
conscripto de la Marina, una placa de bronce con una frase en su memoria, la
foto con Ada y otra con Alicia, su hermanita especial, la misma que hoy día lo
nombra continuamente, la hermana que jamás comprenderá el significado de la
palabra "desaparecido".