Argentina: La lucha continúa
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¿Los amigos del pueblo?
Omar Acha
Argenpress
La defensa del gobierno de Néstor Kirchner se constituyó, para algunos movimientos que se dicen partidarios del pueblo, en la brújula fundamental de sus decisiones políticas. A la gobernabilidad de la alianza kirchnerista, a la defensa contra los ataques de 'la derecha', se debe sacrificar todo. Una falaz dicotomía escinde a los presuntos amigos del pueblo, que no temen diluir sus críticas aunque sean justificadas, y aunque para ello deban pasar por alto la muerte de casi doscientos jóvenes.
Cromañón y después
En la vida política los hechos siempre son complejos, y no es sencillo decidir
entre dos alternativas. Y generalmente existen más de dos posibilidades. La duda
no es 'la jactancia de los intelectuales', sino un condimento inevitable de
situaciones inciertas. Pero a veces los posicionamientos son menos viscosos,
están más cargados de sentido. Ante ciertos eventos se puede adoptar una u otra
posición, pero la decisión es ineludible. En tales casos, el silencio o la
evasiva son opiniones. Eso es justamente lo que sucede con el asunto Cromañón.
Las actitudes adoptadas por diversos sectores políticos con respecto a la
ventolera desatada por la tragedia del boliche Cromañón desnudó el
reordenamiento de las lealtades obligadas por el poder hegemónico. Los hechos
son suficientemente conocidos. El hecho, terrible en sí mismo, remitió a un
entramado de responsabilidades que concernían, de diversa manera, a las
instituciones políticas de la ciudad autónoma de Buenos Aires y al propio
gobierno Nacional.
El incendio del boliche fue letal porque en la desidia de sus responsables
inmediatos se acumulaban extensas cadenas de complicidades, corrupciones e
incompetencias. Las personas implicadas no eran sólo el empresario Omar Chabán o
los inspectores municipales, sino toda una maquinaria estatal y comercial que se
articulaba a través de la coima. La presión popular podrá obligar a determinar
la responsabilidad que le cabe como funcionario al jefe de gobierno Aníbal
Ibarra. En todo caso, la dimensión de la matanza producida se transformó en la
crisis política del verano, y seguramente en la más importante causa de debate
público desde el inicio de la gestión de Néstor Kirchner.
Como sea que se asignen las responsabilidades, el hecho es que el
cuestionamiento de Ibarra, aliado del gobierno kirchnerista, se convirtió en un
eje ordenador de los alineamientos de las izquierdas. Mientras los partidos
orgánicos de la izquierda se concentraron en que se lograra la inculpación de
Ibarra, otros sectores se preocuparon por acompañar a los reclamos de familiares
de las víctimas. Los familiares no constituyeron un grupo homogéneo, y con
diversos matices demandaban que tanto los responsables civiles como políticos
fueran juzgados.
Pero lo llamativo de una variedad de instituciones, grupos y organizaciones del
espectro de los llamados transversales, fue el silencio y luego las evasivas
respecto a las responsabilidades y causas de la tragedia. Esas organizaciones,
que apoyan 'críticamente' al gobierno de Kirchner por considerarlo progresista,
antimenemista e incluso antiimperialista, decidieron que era preferible no hacer
declaraciones públicas contundentes pues éstas podían afectar la lucha del
presidente de la nación contra sus enemigos jurados, y lo que es peor,
manteniéndose ausentes del reclamo de Justicia.
El fantasma de 'la derecha'
La noción de derecha adquirió vigor muy poco después de la asunción del gobierno
de Kirchner. 'La derecha' reúne a los sectores noventistas que se vieron
desplazados luego de la crisis de diciembre de 2001. La derecha agrupa a
intereses diversos, que se caracterizan, con diversas tonalidades, por su pasado
menemista, por la reivindicación de la represión de la dictadura militar, por
una economía monopólica y una distribución regresiva del ingreso. Posee
importantes medios de comunicación (Ambito Financiero, Telenueve, La Nación,
etc.), y tienen una vocación autoritaria que se anuda en la demanda de represión
y 'seguridad'. Contra ese monstruo derechista se alzaría Kirchner, artífice de
una Argentina nueva.
Toda crítica al gobierno nacional es interpretada por los sectores que apoyan
'críticamente' a Kirchner, como pasto para las fieras derechistas.
En ese alineamiento hay un gran equívoco, porque la lectura antiimperialista de
la política gubernamental se lleva muy mal con los hechos: este gobierno acepta
como un hecho inmodificable, como un signo de realismo, que los compromisos
fraudulentos de la deuda externa deben ser cumplidos para que continúe y aumente
la inversión extranjera. Es cierto que, como suele suceder luego de la profunda
destrucción causada por una crisis, que se asiste a un proceso de recuperación
económica, y que el crecimiento puede prolongarse. Pero es igualmente fatal que
el ciclo de alza y atoramiento de la economía se reproduzca. Sólo habrá que
temer una caída de los precios de la soja, un aumento del valor internacional
del petróleo, o el fortalecimiento del dólar, para que este país pensado por el
ministro Roberto Lavagna (atento a sus características capitalistas de largo
plazo) como un proveedor de bienes semi o no-manufacturados retorne a la crisis.
Justamente por esa limitación que está acompañada por una recuperación es que
'la derecha' no puede ocultar su incapacidad de oponer a las élites
kirchneristas sino reproches que no van muy lejos: basta con observar el ascenso
y caída de la estrella mediática de Juan Carlos Blumberg, para concluir que su
proyecto de conformación de un polo de oposición fue demasiado frágil para
resistir la hegemonía neoperonista.
La derecha es magnificada para construir un monstruo que contenga a las
voluntades realmente populares porque maniata toda acción a apoyar al
progresista de turno, aunque ese paladín lleve a cabo una política en varios
sentidos antipopular. No se trata de que no existan matices entre el gobierno
nacional o el porteño y 'la derecha', sino que esas diferencias no afectan la
defensa que hacen (y eso lo tienen perfectamente claro) de un mundo que no
admite la autoorganización del pueblo y la propuesta de cambios sociales,
políticos y económicos reales. En este sentido, la derecha es un fantasma
hábilmente utilizado para dividir y maniatar a sectores de izquierda que
resignan su independencia política en defensa de un gobierno 'progresista'.
El silencio y la multiplicación de la responsabilidad
¿Qué han dicho los sectores de izquierda que apoyan 'críticamente' al gobierno?
Se han llamado a silencio, primero, y luego han expresado que de alguna manera
todos somos responsables. Dicen que Chabán e Ibarra tienen sus culpas, pero que
no son los únicos. La multiplicación de las responsabilidades también fue la
meditada estrategia elegida por los 'apoyos críticos' que pretenden tender un
cordón sanitario para no salpicar a Kirchner. Estela de Carlotto, de las
Abuelas, y otras ONGs, fue más franca y salió por los medios a prevenir que
estábamos en el umbral de un golpe institucional de 'la derecha'.
Estas posiciones han sido meditadas porque temen que una demanda profunda de
investigación y castigo por la matanza ocurrida abra las puertas del macrismo al
poder porteño. Pero ninguno de esos sectores que se dicen amigos del pueblo se
rasgó las vestiduras cuando el progresismo ibarrista y el macrismo se unieron en
la última semana de enero para aprobar las modificaciones al 'código de
convivencia urbana' que aumentaba la represión, castigaba a las travestis,
prohibía las marchas y piquetes.
Los sectores más osados de los sectores transversales sólo atinaron a señalar
que la designación de Juan José Alvarez como responsable de la 'seguridad'
porteña era una intromisión del duhaldismo en el virgen jardín del progresismo
capitalino. ¿Y quién negoció esta nueva alianza del Partido del Orden, sino
ibarristas, duhaldistas y kirchneristas? ¿Qué dicen ahora quienes clamaban por
el castigo a la 'mafia bonaerense' que había asesinado a Kosteki y a Santillán,
ahora digo, que su máximo responsable abraza al aliado de Kirchner?
Los apoyos de izquierda al kirchnerismo se encuentran apresados por una
dicotomía (pro-K o anti-K) ante la que resignan su independencia. No solamente
sostienen una política social y económica que sin ser la de la década pasada
carece de una visión de futuro. Tampoco se limitan a alegrarse (con razón, por
lo demás) de una política respecto a la violación de los derechos humanos que
era ya insostenible porque la batalla cultural contra la impunidad fue perdida
por los vencedores dictatoriales. Van mucho más lejos y consolidan con el 'todos
somos responsables' la impunidad que asesinó a varias docenas de jóvenes. Esto
es llamativo porque justamente la demanda de justicia como primer e
intransigente exigencia fue lo que condujo a que los represores, con todos los
reparos que se quieran, han sido condenados socialmente y sea posible su castigo
judicial.
¿Quiénes son los amigos del pueblo?
Es siempre debatible en qué medida una política social o económica posee rasgos
progresivos o no. Sobre todo si, como sucede con el gobierno nacional, hay una
retórica desplegada para subrayar la diferencia con los años '90. Pero cuando
ante la muerte injustificable de jóvenes del pueblo y ante el dolor de sus
familiares y amigos se opone la cara de piedra para proteger al poder (sea éste
del signo que fuera), es que se ha reflexionado sobre que es preferible pasar
por alto un clamor popular para defender a un estado de cosas que se considera
básicamente incuestionable.
Es imposible saber si la inercia cómplice del sector transversal, del
nacionalismo 'popular-revolucionario', o de ciertas agrupaciones de derechos
humanos, es irreversible. En cualquier caso las actitudes prevalecientes en los
grupos simpatizantes del gobierno Kirchner desde fuera del peronismo (o en sus
márgenes) eligió concientemente solidarizarse con las instituciones existentes
antes que con el dolor de los familiares y del pueblo. Podemos preguntarnos con
motivos cuál es la independencia política de los sectores embanderados en la
alianza kirchnerista que no dudaron en abroquelarse contra el fantasma de 'la
derecha' sabiendo muy bien que así pasaban al costado de los cuerpos sin vida y
de la indignación popular que exige justicia.
Kirchner no sólo puede felicitarse de haber impuesto el 'que se queden todos'.
También logró que las exigencias del pueblo se subordinaran a las luchas
facciosas de los poderosos de siempre. Los silentes o claudicantes sectores que
se tragaron el sapo de Cromañón para proteger a la Alianza Kirchnerista deberán
replantear sus posiciones para no moverse, indiferentes al pueblo, al ritmo de
las pujas de los poderosos.