Argentina: La lucha continúa
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Scilingo : las palabras nuestras y los militares callados
Andrea Benites-Dumont
Después de concluida la fase testifical de las acusaciones particulares y
populares en el juicio por delitos de genocidio, terrorismo y torturas que
contra Adolfo Scilingo se sigue en la Audiencia Nacional en Madrid, se abrió el
turno de los testigos de la defensa del ex militar argentino, y posteriormente
la parte pericial y documental con la que se concluye la faceta argumental.
Así y por sistema de videoconferencia comenzó el desfile de los militares
citados por Scilingo como testigos. Muchos de ellos se encuentran detenidos e
imputados en la misma causa que se tramita en España. Forzados por la legalidad
estuvieron en calidad de ofendidos, negándose a declarar y abstenerse de
contestar cualquier pregunta que les llegara desde Madrid. Previamente habían
presentado un escrito por el que desconocían la jurisdicción del tribunal
español, y alguno que otro lo manifestó con una diatriba patriótica.
En esa posición pasaron Jorge Acosta, alias Tigre, capitán de corbeta, jefe de
inteligencia del grupo de tareas, con un llamativo bronceado inusual en el común
de los presos; los ex-oficiales Carlos Eduardo Daviou, Jorge Raúl González,
Jorge Enrique Perrén, capitán de corbeta y asistente de Acosta, Carlos José Pazo.
el ex capitán Horacio Saux y el ex capitán de fragata y capellán de la ESMA,
Luis Malceñido.
Gonzalo Torres de Tolosa el único civil imputado en causas por violación a los
derechos humanos rechazó la posibilidad de declarar en el juicio que se sigue en
los tribunales de Madrid.
El ex jefe de la Armada argentina en 1984, el almirante Jorge Ferrer por negarse
a declarar quedó encausado como "testigo reticente" pero recuperó la libertad a
las 24 horas ya que es un delito menor y excarcelable.
Finalizada así la testifical de Scilingo con el estridente silencio de los
militares y marinos "afrentados" por encontrarse en la situación de responder
aún con una negativa frente a un juzgado extranjero. Personajes estos que
probadamente no tuvieron escozor alguno en la moral ni en su conciencia
nacional cuando se trataba de implementar el plan genocida por el que se
secuestraba, torturaba y asesinaba a miles y miles de personas, muchas de ellas
de diferentes nacionalidades. Los otrora dueños de la vida y de la muerte, sólo
han tenido un vergonzoso silencio. Han expresado su cobardía con el silencio.
En la última sesión de videoconferencia desde la cámara federal de Buenos Aires
y la Audiencia Nacional española, el juez argentino Claudio Bonadío leyó las
seis preguntas y las respuestas de Ernesto Sábato , que en 1983 presidió la
CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas) ratificó que ese
organismo "investigó de manera científica" la desaparición de personas durante
el régimen militar, documentando con 8.961 casos la existencia de "al menos 360
centros clandestinos de detención".
Posteriormente compareció el director del Equipo Argentino de Antropología
Forense, Luis Fondebrider, especialista en antropología forense con experiencia
en la ex Yugoslavia, Perú, Sudáfrica y Chile, y asesor de la ONU en crímenes de
guerra, manifestó que su equipo identificó a unos 200 de los más de 700
cadáveres exhumados de fosas comunes de cementerios de la Capital Federal, el
Gran Buenos Aires y Córdoba. "En todos los casos, los esqueletos óseos
presentaban lesiones por pistolas, (ametralladoras) itacas y fusiles, en el
cráneo, tórax o parte posterior de la cabeza".
Las labores periciales demostraron que los detenidos eran ejecutados en la vía
pública o en centros clandestinos o arrojados desde aviones, tal como los
verificaron en las pericias efectuadas en ocho esqueletos exhumados en un
cementerio de Colonia (Uruguay), pertenecientes a detenidos que habían sido
arrojados al Río de la Plata desde los "vuelos de la muerte". Exhibían "restos
de ligaduras, no tenían ninguna ropa y tenían fracturas en las extremidades
superiores", asimismo precisó que 60 cadáveres aparecieron flotando en las
costas uruguayas durante la dictadura argentina.
Concluidas las etapas testificales y periciales en conexión por video
conferencia entre España y Argentina, se dio inicio a la fase documental, en la
que se proyectaron diferentes entrevistas realizadas a Scilingo en diversos
medios televisivos, y, a continuación se dio lectura de documentos que componen
el sumario de instrucción.
Restan ya dos pasos trascendentales, los alegatos -acusatorios y de defensa- y
la decisión del tribunal.
Llegados a este punto ya podemos echar una mirada hacia atrás de todo lo habido.
En primer lugar, concluida la instrucción en el Juzgado nro. 5 de la Audiencia
Nacional, se califica a los delitos cometidos por la dictadura militar
argentina, de genocidio, terrorismo y torturas.
Y, entonces, es este el primer juicio que se realiza por genocidio a un miembro
de la armada argentina, y, muy a pesar de las leyes de impunidad con que los
gobiernos constitucionales protegieron a los militares argentinos, se ha
efectivizado el principio de jurisdicción universal en la persecución de los
responsables de crímenes de lesa humanidad. Este paso no es casual, proviene de
la lucha incansable e insobornable de los organismos de derechos humanos y de
compañeros de los desaparecidos arrancándolos día a día del olvido, de la
oscuridad, de la nada, de la injusticia.
Y si bien Scilingo es un inferior, un subalterno mediocre, tanto por el pacto de
sangre entre los criminales como por los hechos probados, fue sin ningún tipo de
dudas partícipe necesario en los crímenes cometidos en la ESMA (Escuela de
Mecánica de la Armada) durante el período en que cumplió funciones de oficial
encargado de Automotores y Electricidad. Cabe señalar que durante el año 1977,
año en que Scilingo estuvo en ESMA, pasaron por la misma y desde allí fueron
trasladadas (arrojadas al mar) 1500 personas.
Un segundo y no menos fundamental aspecto, es tanto el objetivo como la
metodología para la realización de este juicio. La andadura de la justicia y su
única reparación posible -juicio y castigo a todos los responsables, ejecutores
y cómplices, debe transitarse -y para que sirva de precedente- desde las voces
de los supervivientes y de las víctimas, desde las asociaciones y organismos de
derechos humanos, y no desde el arrepentimiento o posible lavada de cara y/o
reacomodamiento de los criminales. El revivir experiencias terribles, desgarros
incurables, a pesar de lo tremendamente doloroso, ha mostrado la sobrada
solidez de las denuncias contra los crímenes cometidos.
El otro aspecto que también es preciso mencionar es que a partir de este juicio
los responsables y ejecutores de crímenes aberrantes pueden ser perseguidos sin
límites temporales ni físicos, ni aún en el lugar mismo de la comisión de los
delitos aún cuando les amparara legalmente, como ha sido mediante las leyes de
Obediencia Debida y Punto Final hasta ahora en que se reabren causas en
Argentina declarando las leyes de la impunidad nulas, anticonstitucionales y
contrarias a derecho. Se ha dado un paso, habrá que seguir haciendo camino.
Por último, y a modo de devolución de todas y todos cuantos han testimoniado,
recordado, a los familiares, y, a los supervivientes de los campos de
concentración, quienes fueron objeto de hechos tan aberrantes como
inimaginables, la despersonalización, el rapto de la identidad, la capucha, la
tortura, la re-afirmación del terror en cada traslado y en cada acto cotidiano,
el haber sido colocados en su cautiverio y en forma permanente en la frágil
frontera con la muerte, no han surtido los efectos deseados planificados por los
verdugos de continuar el terror en el silencio impune. Muy por el contrario,
desde el horror vivido, conscientes de los desgarros incorporados hasta el fin
de los tiempos, se presentaron ante el tribunal en su condición humana, la que
no perdieron, la que ampliaron desde el compromiso de contar, de no olvidar, y
el compromiso entonces son los afectos por la presencia invisible de los miles
de desaparecidos que pueblan la memoria colectiva, el corazón comú
n. Los afectos imprimen humanidad a las personas, los afectos rompieron la
noche y la niebla, los afectos liberaron los campos.
Por todo ello fueron las palabras las que corporizaron los sentires, nadie quedó
sólo ni olvidado, todos fueron nombrados y traídos.
"Sin la palabra no habría historia y tampoco habría amor. Seríamos mera
perpetuación y mera sexualidad. El habla nos une como pareja, como sociedades, y
como pueblos. Hablamos porque somos, pero somos porque hablamos. Es entonces que
en las encrucijadas críticas, en el enfrentamiento de la luz contra las
tinieblas, de la razón contra la brutalidad, de la democracia contra el
fascismo, el habla asume un valor del que no siempre nos damos plena cuenta.
JULIO CORTAZAR.
Marzo, 2005. Andrea Benites-Dumont. El Inconformista digital.