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Argentina: La lucha continúa


Bochazos: un parche y volvemos

Prof. Juan Carlos Sánchez

Los recientes aplazos en los cursos de ingreso que se realizaron en diferentes universidades nacionales nos demuestran, una vez más, la deficiente formación de nuestros jóvenes gracias al dogma de la Ley Federal de Educación y a la falta de capacitación continua de los docentes.

Sin dudas, esta problemática constituye uno de los grandes Cromagnones heredados del neoliberalismo y que condiciona la formación de recursos humanos para la actividad productiva, aunque ella todavía no genera un empleo genuino que permita la absorción de los miles de jóvenes egresados del secundario, Polimodal o de las mismas universidades.

Hacer recaer la responsabilidad en los alumnos, en los mismos estudiantes, resulta una arbitrariedad manifiesta por cuanto ellos vienen sufriendo los embates, al igual que los docentes, de una currícula que viene siendo vaciada de contenidos y de una política educativa fragmentada que provoca enormes desigualdades con respecto a los saberes enseñados en la escuela media.

Por otra parte, hacerla recaer en el secundario o Polimodal también resulta un claro despropósito pues la crisis es sistémica: comienza en el Nivel Inicial para culminar en la Universidad. Todo el sistema educativo está en crisis desde hace años; más aún, después de los coletazos del 2001, cuando lo socioeconómico primó sobre lo educativo provocando un cambio de roles en la institución escuela y en los actores que la integra.

En lugar de repensar lo curricular y la formación docente de posgrado, que debería materializarse mediante cursos de actualización dictados en la misma escuela o bien, con una licencia que permita una efectiva dedicación hacia ellos, se vuelve el enfoque hacia la evaluación corriendo el serio riesgo de convertirse en un mecanismo expulsor que amenaza con incrementar, aún más, la creciente exclusión existente en nuestra juventud.

Todos aquellos que estamos dando clase en la escuela media, con una clara conciencia acerca de la importancia de lo educativo y con una dedicación a la altura de las circunstancias, sabemos bien que lo resuelto por el Consejo Federal de Cultura y Educación es un arma de doble filo.

Si bien un examen final tiene la finalidad de integrar los conocimientos para que se constituyan en un saber, ello no siempre es una regla que se cumple a rajatabla. Lamentablemente, muchas veces, esta forma evaluativa es tomada como un arma por muchos docentes que, todavía, no han entendido lo que significa la convivencia y además, no es una garantía para verificar en forma fehaciente los aprendizajes.

Por otro lado, la evaluación bimestral o trimestral, en sí misma, reconoce la necesidad de integrar los contenidos dentro del período y en forma acumulativa hasta el final del ciclo lectivo, cuando se evalúa la adquisición integral de conocimientos mediante evaluaciones integradoras durante el último período.

Que es necesario buscar una estrategia destinada a lograr una mejor formación de nuestros niños y jóvenes, no cabe duda y es un objetivo prioritario teniendo en cuenta el diagnóstico que implican los exámenes preuniversitarios. Sin embargo, un examen final al término del ciclo lectivo resulta un mero parche ante la problemática del bajo nivel formativo de la escuela media porque no resuelve lo fundamental: lo curricular y la desarticulación existente entre los diferentes niveles educativos del sistema.

El sistema educativo argentino tiene tres grandes problemáticas que deben ser solucionadas: la fragmentación provocada por la Ley Federal de Educación, que se evidencia en lo curricular; ausencia de una verdadera formación docente continua, que permita actualizar el saber docente en tiempos tan vertiginosos como los actuales en donde lo que se aprendió ayer ya está desactualizado, junto con una concepción acumulativa destinada a los puntajes que obliga a la realización de cursos, cursillos y cursilletes de dudosa eficacia en los sindicatos docentes o en aquellos institutos de capacitación estatales que, si bien son aceptables en su calidad pedagógica, no tienen en cuenta las particularidades de la institución escuela de acuerdo a su localización geográfica y a su entorno socioeconómico y la lamentable desarticulación entre los distintos niveles educativos, porque ella conspira contra una integración destinada a consolidar los saberes previos de los alumnos con el fin de poder acceder al nivel superior.

Son tres problemáticas esenciales para comenzar a resolver, en forma efectiva, la crisis educativa actual que constituye un Cromagnon más, una tragedia educativa al decir de Jaim Etcheverry, cuya solución pasa por buscar las alternativas que permitan encontrar la salida al cerrojo impuesto por la Ley Federal de Educación y la Ley de Educación Superior que, por supuesto, debe incluir la necesaria vuelta al rol formativo que le cabe a la institución escuela sin descuidar la necesaria contención social.

Resulta, entonces, necesaria una verdadera reforma educativa en la cual puedan superarse estas problemáticas cruciales para constituir una verdadera solución de fondo y no, tan sólo, construir un mero parche que, seguramente, contribuirá a profundizar la gran exclusión social que padece la juventud argentina, que no tiene modelos ni ídolos porque solamente advierte que todo vale en un Cambalache en donde 'es lo mismo ser un burro que un gran profesor...'.