Argentina: La lucha continúa
|
Opinión
El "caso" Calamaro
El padrino no olvida ni perdona
Pablo E. Chacón
Los tribunales de Mar del Plata se preparan para recibir al compositor argentino
radicado en España, Andrés Calamaro, acusado de apología del delito por haber
dicho, en medio de un recital multitudinario en la ciudad de La Plata, el 19 de
noviembre de 1994, "me estoy sintiendo tan a gusto que me fumaría un porrito".
Extrañas causas que no prescriben o que se reactivan, al contrario de otras,
mucho más graves, entre las que no conviene olvidar las que señalan al
expresidente (interino) Eduardo Duhalde y su aparato político, supuestamente
financiado -en connivencia con la policía provincial- por el narcotráfico (y la
prostitución, el juego clandestino, los desarmaderos de autos y hasta los
secuestros extorsivos).
El dinero "negro" que aparentemente corría (y corre) desde lupanares y otras
cuevas a las "cajas" del sector más importante del peronismo bonaerense, fue el
objetivo de la denuncia que en su momento tuvo como vocero a Marcelo Saín, ex
subsecretario de Seguridad provincial de Felipe Solá, cuando el secretario era
Juan Pablo Cafiero. Saín sólo duró unos días en el cargo.
El recuerdo viene a cuento del actual promotor del juicio al músico: se trata de
Alejandro Granillo Fernández, otro ex subsecretario de Seguridad provincial… de
Duhalde.
En el diario oficialista Infobae (cuyo titular es el ex vocero "carapintada"
Daniel Hadad, actual socio de Raúl Moneta en Canal 9 y en la revista "El
Federal") puede leerse hoy que "en la sala, la gente reconstruirá en su memoria
la noche del recital. En 1994, cuando fue convocado para el recital en la plaza,
Calamaro destilaba a pleno su modo excéntrico de rockero mujeriego y de excesos
(sic)".
El juicio, que será oral y público, comenzará el próximo 18 de abril. El
defensor del músico será Albino Stefanuolo; el fiscal general, Carlos Dulau Dumm.
La representación promete un espectáculo inolvidable: de un lado, las libertades
públicas; del otro, el país profundo, golpista y paleolítico, que ha encontrado,
a falta de políticas de seguridad serias, un chivo expiatorio: un caso testigo,
en la jerga leguleya, un casus belli.
Andrés Calamaro es, junto a Carlos "el Indio" Solari, el compositor de rock más
importante de la Argentina, digno heredero de los "padres fundadores": Luis
Alberto Spinetta, Charly García y Luca Prodan, alguien que además de mostrar una
producción sobresaliente, también articula ideas; casi todo lo contrario de lo
que puede decirse del resto de los grupos y bandas nacionales.
Pero es obvio: antes que eso, lo que está en juego en la maniobra, pensada muy
probablemente en las entrañas de Lomas de Zamora, es enviar, como una bengala,
una señal "moral" a quienes practican diversos estilos de vida o simplemente
disienten con el gobierno nacional, en esa materia tan reaccionario como el de
Duhalde, aunque menos viciado en su legitimidad.
Calamaro suena, hace ruido, asegura titulares, en un momento particular: la
capital del país todavía enlutada por la tragedia en un local bailable,
comprometió tanto a la administración de Aníbal Ibarra que para no ahogarse,
tuvo que pedir ayuda al peronismo bonaerense (prohijado por el presidente
"centroizquierdista" Néstor Kirchner).
De ese riñón llegó a la secretaria de Seguridad porteña otro ex "carapintada":
Juan José Alvarez, un "compadrito" de cabotaje, íntimo de Mauricio Macri y de
Duhalde, y responsable político de los asesinatos de dos militantes piqueteros
en el 2002, cuando ocupaba, no por casualidad, la secretaria de Seguridad
provincial.