Argentina: La lucha continúa
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192 niños, adolescentes y jóvenes asesinados en una discoteca
Ni una bengala, ni el rocanroll...
Andrea D’Atri
Son 192 las víctimas de la masacre de Cromañón. La mayoría, adolescentes y
jóvenes del conurbano bonaerense, de zapatillas gastadas, de viajes colados en
el tren para venir hasta Once a ver a su banda favorita. Jóvenes de una
generación que enarbola, con cierto orgullo, "no hacer política", con un odio
comprensible contra la corruptela de una democracia para ricos que los excluye
cada vez más.
Mientras el dolor invadía los hogares de todo el país, los medios acompañaron
hipócritamente a las víctimas y los sobrevivientes. Poco después, cuando el
dolor daba paso a la indignación y los empresarios, funcionarios y políticos
empezaban a ser acusados por los familiares y amigos, los "opinólogos"
desbordaron los medios con ampulosos discursos que revictimizaban a las
víctimas.
Pronto, la "inconciencia" juvenil, la "falta de educación" de los más pobres, la
"irresponsabilidad" de los padres o un supuesto desborde "intrínseco" al
rocanroll fueron sentados en el banquillo de los acusados, intentando que no se
hablara de Ibarra, ni de Kirchner –que continuó sus vacaciones en el glaciar
Perito Moreno.
Un paso más y todos éramos responsables. Quisieron transformar las
responsabilidades criminales de algunos en una culpa colectiva y anónima. Algo
así como culpar a todos para que nadie sea culpable.
Mientras tanto pretendieron sobornar a las familias con reparaciones económicas
a cambio de silencio. Derivaron a jóvenes y adultos a la atención en
consultorios para que desahoguen su angustia entre cuatro paredes, intentando
evitar que esa misma angustia –confluyendo con la de cientos de personas más- se
transformara en fuerza de rebelión.
Y cuando, a pesar de todo, esos jóvenes sobrevivientes, sus amigos y familiares
expresaron su bronca y su dolor manifestándose por miles frente a la sede del
gobierno de la Ciudad al grito de "Ibarra y Chabán la tienen que pagar", el
gobierno ordenó la represión, Duhalde metió a Juanjo Alvarez –el asesino de
Puente Pueyrredón- en el gabinete y comenzó una campaña coordinada con los
medios contra la eventual politización de las marchas.
A esos jóvenes a los que se arrancó el derecho a la vida, a la diversión, al
trabajo y a la educación, también se les quiere arrancar el derecho a la
política.
***
Gobiernos cipayos, empresarios esclavistas y una podrida burocracia sindical los
condenaron, en las últimas décadas, a la flexibilización laboral, la
desocupación y la precarización del trabajo. Los jóvenes fueron "arrojados",
literalmente, de la educación, del trabajo, de la cultura y las actividades
sociales en las que compartían sus experiencias. Sólo en el Gran Buenos Aires,
el 52% de los menores de 18 años vive hoy en condiciones de indigencia. Ellos
constituyen casi el 100% de las víctimas del gatillo fácil policial, las redes
de tráfico sexual y de explotación del trabajo infantil.
Los que aún pueden trabajar, lo hacen sin derechos sindicales, previsionales ni
cobertura médica, soportando las condiciones esclavistas de los Mac Donald’s,
las estaciones de servicio o las grandes multinacionales como las telefónicas y
otras empresas que, bajo la mentira de las pasantías, superexplotan a la
juventud con sus contratos "basura".
Al mismo tiempo, la privatización de los servicios, de los espacios públicos e
incluso de los barrios para ricos y el deterioro de la educación y la salud
públicas contribuyeron a una mayor segregación de la población, debilitando la
interacción social y promoviendo la formación de grupos de pares, centrados en
la acción de rituales y emociones compartidas. Porque si la única política
visible es la de la frivolidad y la corrupción televisadas, los jóvenes
difícilmente avizoran perspectivas de cambiar sus condiciones de existencia.
Entonces, sólo queda el refugio de las bandas, las tribus urbanas y otros grupos
de pares, como los que hemos visto en cada movilización exigiendo justicia por
los pibes asesinados en Cromañón, como lo demuestran las banderas entregadas
como tributo junto a las vallas que aún cierran el paso al boliche de la
masacre.
***
Hoy, los partidos patronales siguen haciendo su política sobre la masacre,
intentando plebiscitar la permanencia de Ibarra en su cargo, después de que el
jefe de Gobierno encargara una encuesta de opinión ciudadana, mientras aún
lloramos a los muertos.
Con el respaldo del matrimonio Kirchner y el padrinazgo mafioso de Duhalde,
Aníbal "Cara de Piedra" Ibarra montó el circo de la Legislatura que indignó a
las familias de las víctimas y ahora se prepara para la consulta sobre su
permanencia en el cargo, que tiene resultado cantado.
Y esas no son las únicas maniobras políticas... Hay otra, la peor, la más
certera: la de agitar el fantasma de la "política" ante cada acción de justa y
sana rebeldía, como si sólo ellos tuvieran derecho a ejercerla. ¡No hagan
política con el dolor! ¡En las marchas se infiltran los partidos políticos de
izquierda! En República (burguesa) Cromañón, sus dueños pretenden que la
política sea monopolio exclusivo de doctores corruptos y empresarios
Su política es explotación, entrega, miseria y también muerte de tantos
inocentes. Pero también existe la política de la fraternidad, la solidaridad, la
lucha inclaudicable contra la opresión y el ideal de una sociedad sin
explotadores. Los políticos patronales saben perfectamente que esas ideas cuajan
en los jóvenes necesitados de ideales y ávidos de justicia. Por eso les preocupa
tanto que el dolor se transforme en la política de los de abajo, golpeando
arteramente en la crisis política que tienen ellos, los de arriba.
¡Las calles son nuestras!, dicen los pibes callejeros... hagamos también que la
política de la justicia y la rebelión, la política de los explotados
–independiente de todos los que hacen la política de los explotadores- también
sea nuestra.