Argentina: La lucha continúa
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Parias Globales: de Haedo a la Banlieue
Colectivo Nuevo Proyecto Histórico
PROKLA 8
PROblema de la Lucha de KLAses
Diciembre, 2005
"¿Que te pensabas? ¡Esto es Bagdad!"
(Diálogo en el film "Banlieue 13", 2004)
"¡Policía por todas partes, justicia por ningún lado!"
MIB (Mouvement des Inmigrants et des Banlieues)
"Si no te ocupas de la política, la política se ocupa de ti"
Rockin' Squat. MC de Assassin
"El dinero es nada, el respeto es todo.
Mejor morir que vivir de rodillas"
(Skyblog del Banlieue 93, capital del rap francés)
"Es parecido a lo que sucedía en el XIX
cuando el partido liberal y el conservador
dirimían frivolidades en el Parlamento
mientras el curso de la historia
se decidía en sindicatos y fábricas"
(A. Touraine, sociólogo, 2005)
"¡Esta noche será Bagdad!"
(Joven "banlieusard" a un reportero, 2005)
Erase una vez una película: En francés, "Banlieue" es un término neutro que se
utiliza para designar cualquier suburbio de cualquier ciudad. Es sinónimo de
extrarradio, periferia, arrabal, suburbio o "afueras". La palabra se compone de
"Ban", el bando que emitía el burgomaestre, y "lieue", que es legua, es decir:
en el inicio de la burguesía significaba una legua alrededor de la ciudad en la
que era efectivo el bando del ayuntamiento. A los trenes suburbanos o de
cercanías se los llama "Train de banlieue". A las "banlieues" tradicionales,
llamados "cinturones rojos" por su composición social y política homogénea, las
de la posguerra con un PCF hegemónico (los treinta gloriosos en la mitología
política de la Vº República), les dedicó un álbum de fotos exquisito Robert
Doisneau y un poema-canción el inclasificable Boris Vian. Este antiguamente
llamado "cinturón rojo", era el bastión inexpugnable del Partido Comunista,
municipios modélicos de viviendas públicas (gobernados por l
a izquierda participativa) que constituían las ciudades obreras arraigadas en
el fordismo gracias al empleo industrial masculino, fuerte cultura obrerista,
conciencia de clase corporativa y sindical y la incorporación ciudadana a través
de una densa red burocrática de organizaciones semiestatales que generaba una
identidad inclusiva entre trabajo-hogar-voto reformista. Su crisis y
descomposición, impensable hace tan solo 20 años, fue rápida e inesperada. Sin
embargo, a partir de los años '80 ha ido adquiriendo nuevas connotaciones
sociales y políticas. El posfordismo las ha transformado en "áreas urbanas
sensibles" (ZUS), sensibles a la revuelta y al "emeuté", sensible a la exclusión
permanente y a la precariedad, sensibles a la segmentación y a la "palestinización",
sensibles a la "tolerancia cero" del capital. Se las llama con ironía "Harlem",
"Bronx" o "Chicago", como aquí. Cuando se habla de banlieue es bastante probable
que se esté haciendo referencia a la realidad coti
diana de los habitantes pobres -en su mayoría descendiente o inmigrantes, pero
también galos puros- de los extrarradios de las grandes ciudades francesas
(sobre todo del norte de París, Marsella y Lyon). La construcción en los años 60
de las grandes torres de pisos que conforman el paisaje de estos barrios, las "Cités",
(similares a Lugano I y II en Buenos Aires) fue vista como símbolo de un
capitalismo "welfare" decoroso, republicano e integrador, que había pactado con
la clase obrera para dotar a los trabajadores metropolitanos de unas condiciones
de vida dignas. La irrupción del paro masivo en los años 70, el inicio del
postfordismo, golpeó especialmente a los inmigrantes que habían llegado a
Francia para satisfacer la demanda de trabajadores "no cualificados" y que, años
después, se habían convertido en el nuevo proletariado perdedor del modelo. El
ocaso de la figura del trabajador inmigrante se inicia a partir de la
desaceleración y luego la interrupción de la inmigración laboral de 1973 y 1974.
Hasta entonces, la inmigración laboral poscolonial había provisto a la patronal
de una mano de obra barata, manejable y sumisa para los trabajos menos preciados
de una economía con pleno empleo (como casi en toda Europa). Puede hablarse de
una alteridad providencial posterior a las representaciones de la guerra
colonial, donde el inmigrante-tipo oscilaba entre el indígena y el fellagha, es
decir, una alteridad de guerra, y anterior a la que hoy nos ocupa. La economía
de desempleo masivo y la decadencia del Estado social (posfordismo)
desestabilizaron las referencias simbólicas, la mirada sobre el Otro, la
percepción de la amenaza, y obligaron a los discursos dominantes a reformularse
para no resultar totalmente desacreditados. Y el Otro empezó a
superponerse a las banlieues. Barriadas muy degradadas, en las que unos cinco
millones de habitantes (la mayoría no va a votar) -de los 61 que tiene Francia-
sobreviven en edificios de más de 9 plantas, calificados de ejemplo letal de
barraquismo vertical. El nuevo gobierno de la excedencia se vio reflejado en la
expansión sin control de los "quartiers-ghettos" en una sola generación: en 1984
eran 148, ahora son 751 las zonas urbanas calientes en toda Francia, y en Paris,
la llamada sarcásticamente "Petite Couronne", cuenta con nada menos que 78 ZUS (Val-de-Marne,
Paris, Seine-Saint-Denis y Hauts-de-Seine). ¡Hasta los territorios de ultramar
tienen sus propias y peligrosas ZUS! Los indicadores son propios del Tercer
Mundo: desempleo del 21% (40% si son jóvenes entre 18 y 30 años, en Argentina es
del 26%, aunque un 53% de los jóvenes no participa del mercado de trabajo);la
renta anual familiar no llega a los 19000 euros (en Francia es de 30000 euros).
La realidad de las "cités" se reflejó en un film de culto del año 1995, "La
Haine" (El Odio) de Mathieu Kassovitz, que relataba un día trágico en la vida de
tres jóvenes "banlieusards" (un africano, un argelino y un judío) y su
existencia sin sentido, encerrados en el espacio muerto de la urbanización,
permanentemente vigilados, sin futuro y sin otra esperanza que matar a un
policía. En el film ya se observaba la tendencia posfordista en las ciudades
globales: pronunciado ascenso de la desigualdad urbana y la cristalización de
nuevas formas de pobreza capitalista y marginalidad socioeconómica, que se
alimentaba de procesos de segregación espacial. En la situación francesa además
irrumpía, también en la película, la diseminación postcolonial y tensión
etnorracial o xenófobas como consecuencia del aumento simultáneo de la
segmentación entre el trabajador nativo y el inmigrante, la desocupación
persistente, la precariedad laboral y el asentamiento de poblaciones inmigrantes
de trabajadores con residencia temporaria. Por supuesto, el pasaje global al
posfordismo exhibe notorios factores comunes y recurrentes (ya que es una
fórmula exitosa de aumento de ganancias para el capital) que superan las
fronteras nacionales: desempleo de larga data, actividad ocupacional precaria o
falsamente autónoma, flexibilidad, trabajo en negro o infantil, recortes del
salario indirecto, achicamiento de las redes sociales, acumulación de
privaciones en barrios obreros, desaparición de las agencias del estado o
desmantelamiento de la infraestructura de asistencia pública, etc. Todas estas
tendencias pueden observarse en el Gran Buenos Aires. El cocktail explosivo del
posfordismo es una fórmula que puede sintetizarse así: desempleo estructural,
discriminación étnica social, decadencia barrial. Por supuesto: más de un
trabajador pobre argentino desearía vivir como "banlieusard" sin dudarlo: en
Francia sólo hay dos millones de pobres contra el 47% de la población argentina.
El posfordismo: una lógica institucional de segregación y excedencia: el control
de la multitud excedente se da en varias vías: una, la más sofisticada, es la
segmentación creciente del mercado laboral, la creciente brecha salarial y de
derechos sociales entre un núcleo privilegiado de trabajadores formales, luego
entre los del sector privado y el público, entre estos y los trabajadores
informales, y finalmente entre estos en conjunto con los precarios y
semiocupados, y luego entre estos y los trabajadores negados o excluidos por el
capital (los mal llamados desempleados). Tal es la laboriosa división interna
del movimiento obrero, una complejidad política, un jeroglífico para la
recomposición. Pero a esto se le suma una degradación territorial: según la
escala de exclusión aparecen "vaciaderos" masivos para pobres, para trabajadores
pobres, "underclass", hogares de trabajadores con movilidad descendiente o en
decadencia, grupos juveniles marginales, desposeídos simbólicamente de todo,
verdaderos parias sociales, "outcasts" posmodernos, iguales o muy parecidos a
los que viajan todos los días en los trenes suburbanos. Es la nueva pobreza
urbana que recluye a los pobres (y ya pobre no significa carecer de empleo) en
espacios restringidos, segregados, verdaderos "barrios de exilio", nuevas
"franja de Gaza" del capital, en las que se ven condenadas las poblaciones
superfluas y condenadas a la inutilidad social por la reorganización posfordista
del proceso de trabajo y la nueva forma "Capital-parlamentaria" del estado. Es
justamente este estigmatización en su vida cotidiana lo que contribuye a
explicar y entender la lógica de acción colectiva, la estrategia de
enfrentamiento y escape, con que la multitud responde a esta guerra civil
encubierta, a un colonialismo interno de baja intensidad, ya sea en la estación
de Haedo como en el barrio de Clichy-sous-Bois. Y es que el sujeto posfordista
internacional sufre la misma condena del capital globalizado.
El posfordismo este nuevo régimen de pobreza y exclusión, produce los mismos
efectos: para una persona de bajos ingresos vivir en los "banlieues" o en los
suburbios populares del Gran Buenos Aires, es estar confinado a un espacio
degradado que se vive como trampa o un encarcelamiento abierto, o incluso una
reserva o parking de lo excluido por el poder dominante. Porque más allá de las
causas que producen y reproducen desigualdad y pobreza el nuevo complejo de
producción y la estructura social de acumulación que se ha consolidado desde los
años '90 ha emergido un gobierno de la excedencia que debe controlar la
creciente inseguridad económica general y las nuevas formas de pobreza centradas
en el empleo y en el trabajo negado (desempleo). Los procesos posfordistas, que
impactan en Haedo y Paris, pueden ser vistos como tres procesos, excluyendo la
desocupación permanente: 1) creciente desigualdad en las capacidades de
producción de ganancias de diferentes sectores económicos y en las capacidades
de obtención de ingresos de los distintos tipos de trabajadores (los ganadores
de la devaluación en 2001 y sus superganancias); 2) las tendencias a la
polarización incorporadas en la organización de las industrias de servicios (la
creadora de mano de obra bajo Kirchner y que tiene un salario un 40% debajo del
promedio general; el sector servicios genera el 68% del empleo asalariado
privado formal, construcción explica un 5% del empleo registrado, actividades
primarias un 7% y apenas un 18% es industrial; es más: la tendencia muestra que
en los últimos 10 años, el empleo asalariado privado registrado en servicios
crece al 5% por año mientras que el empleo industrial crece a menos del 1%!) y
en la precarización de la relación salarial del empleo (segmentación del mercado
laboral, "outsourcing", subcontratas y trabajo en negro: el 72% de los nuevos
puestos se originó en sectores cuya remuneración bruta ponderada promedio es 20%
inferior a la media del segmento formal); 3) producción de una marginalidad
urbana nueva, particularmente como resultado de nuevos procesos estructurales de
crecimiento económico más que de aquellos motivos clásicos que producían
marginalidad en el fordismo (se cae la vieja imagen del "pauper" y el pobre del
populismo). En todas las urbes capitalistas son estos tres procesos los que
operan con la cobertura y legitimidad del poder político. El posfordismo está
produciendo un nuevo tipo de economía urbana, por lo que el desarrollo de las
ciudades no puede ser entendido aislado del pasaje al posfordismo, así como
tampoco las rebeliones, los "riots", las revueltas y la guerrilla urbana
espontánea de los parias globales. La pregunta es: ¿existe una violencia
colectiva posfordista?
Violencia posfordista, revuelta y desorganización social: ¿Cuál es el origen de
estas explosiones, estas seminsurrecciones espontáneas, estas revueltas de odio
contra lo establecido, este furor contra los símbolos del poder? El
"Capital-Parlamentarismo" mantiene como ideología la idea republicana de
representación democrática, la igualdad formal y la ciudadanía, por lo que la
idea misma de relegación a un espacio separado de inferioridad e inmovilidad
social institucionalizada por el estado (no lo olvidemos) representa una
violación moral flagrante de la "Gemeinschaft" burguesa, una ideología en la
cual creen y abrazan tanto los jóvenes de las "cités" como los pasajeros
proletarios de Haedo. Existe en los académicos y en la cultura de izquierda en
general la idea de que las formas de protesta violentas y espontáneas son una
desviación temporal e ineficaz de la línea principal de cambio social, sin
percibir que las explosiones de violencia urbana tienen relación, como en el
pasado del capitalismo, con grandes estructuraciones sociales, pasajes internos
de un régimen a otro (basta aquí señalar la inmigración del campo a la ciudad,
la desaparición del artesanado, etc.). Es decir: la violencia colectiva aparece
siempre y cuando nuevos grupos o clases sociales conquistan una posición en la
comunidad política y viejos grupos o clases la pierden: es decir con lucha por
el control de posiciones existentes en la estructura del poder. La forma
histórica de la violencia colectiva ha cambiado acompañando las metamorfosis del
capital, pudiendo clasificarlas en tres formas básicas: la violencia primitiva,
la violencia reaccionaria y la violencia fordista. La forma primitiva prevalece
cuando los estados centralizados comenzaron a introducir a los individuos en la
vida política estatal, sobre una escala más amplia que la local, alrededor del
1600, aunque declino lentamente sólo se manifiesta raramente y en los márgenes
de la vida política burguesa, Sus caracter
ísticas son su dimensión reducida, la implicancia local, la participación de
miembros de comunidades, objetivos no explícitos y no-políticos. Algunas de sus
formas son la "faire" (venganza colectiva medieval), grescas, trifulcas armadas
entre miembros de corporaciones o de rivales, combates de grupos religiosos,
incluso ciertas formas de bandidismo social. La característica de esta violencia
es la movilización de grupos sociales comunitarios con base localista, en cuanto
tales, que normalmente se oponen a otros grupos. La reaccionaria (y el término
usado aquí significa que es una "reacción a.") son de dimensión limitada, y
oponen a miembros de clases débilmente organizada con los representantes
políticos que detentan el poder, por lo que se incluye una crítica al modo en
que el poder es ejercido. La ocupación por la fuerza de campos y bosques
comunales por los campesinos sin tierra, revueltas contra los impuestos o los
recaudadores, levantamientos contra las levas militareso la conscripción,
tumultos por el precio del pan, ataques contra las máquinas (luddismo), cortes
de ruta de farmers por el precio del gas-oil o subsidios agrícolas, etc. son las
formas más conocidas de violencia reaccionaria. Se entiende aquí el sentido
reaccionario: los participantes se niegan a cualquier modificación que les prive
de los derechos que gozaban en el pasado. Y no es una fuga de la realidad, tiene
una conexión estrecha con el dominio político normal. El "tumulto del pan",
típico en Europa hasta 1848, es una forma clásica de violencia reaccionaria: los
hombres y mujeres sentían que estaban siendo privados de un derecho y que a
través de la sublevación podían restaurar una apariencia de ese derecho, aunque
sea en forma temporal. Tales explosiones recurrentes, espontáneas y sin
organización sofisticada, se realimentaban de la estructura política burguesa
local, y lejos de ser una anécdota, los "motines del pan" han signado la
centralización del estado-nación así como la urbanización capitalista. La
violencia reaccionaria muestran a un segmento significativo de las clases
populares que se rebela contra la élite local político-administrativa y los
representantes del poder central; su organización es rudimentaria: son
esencialmente agrupados en una "organización espontánea de la vida cotidiana":
usuarios del mercado, artesanos, pequeños comerciantes, jóvenes en edad de leva,
madres, niños, ancianos, curiosos, etc. El denominador común de estas rebeliones
eran acciones directas contra la integración forzosa y violenta de clases
populares en la nueva estructura social de acumulación y en el estado-nación. Se
defendía, de alguna manera, una identidad económico-política que se estaba
disolviendo o en curso de hacerlo. El pasaje de este tipo de violencia a la
fordista, que convive entre nosotros con la primitiva, se caracteriza porque las
revueltas se dan en un contexto organizacional más complejo y durable, objetivos
cada vez más explícitos y de largo término, y prospectivas de acción directa en
progreso, así como medios de negociación más sofisticados. La violencia
colectiva fordista ya asume esas características: asociaciones especializadas
con objetivos definidos, configuradas para la acción política o económica: la
mutación de la forma-estado, la incorporación y legalización de la clase obrera
en sindicatos nacionales reconocidos, impone la "demostración de fuerza", que ya
no son intrínsecamente violentas. Movilizaciones y huelgas, son dos ejemplos
claros (la violencia fordista tienen como paradigma los métodos del movimiento
obrero histórico), y la modernidad es que los participantes tienen conciencia de
luchar por derechos que quieren ampliar o que no han podido ser ejercidos: por
eso eran revueltas hacia el futuro. Los datos históricos indican que los
procesos de urbanización y de re-estructuración de la producción (acumulación),
en sí mismos, transforman el carácter y la forma de la acción colectiva
de las masas (como lo reconoció el viejo Engels). Un primer estadio
caracterizado por la respuesta caótica y espontánea a la acumulación primitiva:
un segundo estadio de desarrollo de una clase obrera militante predispuesta a la
acción directa; un tercer estadio "maduro" y terminal caracterizado por la
cooptación-integración fordista de la clase en el sistema político y económico.
Los fenómenos más importantes del pasaje de la violencia reaccionaria a la
fordista fueron: 1) la victoria del estado-nación sobre todos los poderes
rivales, la política burguesa fue nacionalizada y centralizada; 2) la
instalación de formas de "welfarismo", de estado ampliado, que integró al estado
asociaciones complejas como partidos políticos, empresas, sindicatos, clubs,
cámaras, organizaciones criminales. La violencia colectiva fordista realiza un
pasaje de una base material comunitaria-grupal a una eminentemente asociativa.
Estamos ahora en el pasaje del fordismo al posfordismo y vemos formas
perversas y mixtas de violencia colectiva que no acaban de madurar o
estabilizarse. La violencia colectiva posfordista es por ahora una acción
directa de transición, que mezcla viejas y nuevas formas de la lucha de clases,
pero que como atributo de una nueva subjetividad se asemeja de un lado al
tumulto primitivo, de otro a la insurrección. Es decir: tumulto, en el sentido
de violencia de grupos relativamente espontánea y contraria a las normas
tradicionales; insurrección, en el sentido táctico, ya que se emplean principios
del arte, como la gran superioridad numérica absoluta en tiempo y lugar, la
búsqueda del primer éxito, consignas adecuadas y la necesidad de la ofensiva (en
el caso francés incluso formas nuevas de lucha callejera que los especialistas
han bautizado como "guerrilla de tumulto").
"Jóvenes posfordistas": ¿una categoría materialista?: es francés pero se siente
"extranjero" como sus padres y abuelos (árabes, magrebíes o africanos), apenas
terminó los estudios primarios, tiene entre 14 y 30 años, si tiene mayoría de
edad será un desocupado o semiocupado en trabajos miserables, o de una changa
ocasional, o viven de la economía informal del delito, no pasan hambre como sus
pares argentinos, tienen sus subsidios de reinserción (RMI) y representan casi
el 50% de los 8 millones de personas de la corona de Paris. Es el protagonista
de la rebelión de casi doce días, son la "Racaille", la chusma, la escoria del
postfordismo, y no están solos: tienen en sus "cités" miles de compatriotas
auténticamente galos con el mismo estigma de pobreza y "no future". Si un
antagonismo dominante recorre hoy los trasmundos del capitalismo posfordista (en
Argentina y Francia) no se trata ni de exclusivamente los trabajadores negados
(desocupados), ni tan siquiera los precarios e informales, mucho menos la clase
fordista (la nueva aristocracia obrera) ni tampoco con la simplificación de los
medios (que simplemente "copy & paste" el discurso oficial de la derecha
política francesa como si fuera una descripción científica de la realidad) que
opone a los inmigrantes de segunda y tercera generación con los franceses
nativos (montando la grilla del ghetto negro del West Side sobre las banlieues
al estilo "Gangs o New York"), sino un nuevo clivaje discriminatorio que divide
a todos los jóvenes juntos, nativos y extranjeros pero pobres que sólo pueden
vender su fuerza de trabajo, de todas las demás categorías de clases sociales.
Así como la fuerza de choque en la revuelta de Haedo (y en el 2001) fueron los
jóvenes "conurbanos", los "banlieusards" son a la vez causa y víctimas del nuevo
gobierno de la excedencia y su violencia cotidiana, y aunque tiene una
existencia más digna que sus contrapartes nacionales, encuentran una salida en
la furia permanente del condenado en vida. Actualmente, 1 de cada 3 jóvenes
entre 20 y 25 años de edad tiene bajo nivel de educación de los cuales el 90% ya
dejó de estudiar en Argentina, mientras casi un 30% de los jóvenes está
desempleado: ¿para qué estudiar si de toda manera no tendrá trabajo o tendrá uno
miserable y precario? Son las mismas conclusiones de los "banlieusards": cinismo
político, nihilismo retórico, fatalismo existencial, que se condensa en la
glorificación de la depredación "per se" y la violencia como métodos de acceso a
la esfera del consumo (paradigma posfordista de ciudadanía) y que, al no poder
modificar o atenuar los mecanismos del gobierno de la excedencia, se centra en
la figura más odiada: la policía, la "cana". Para los jóvenes de las "cités" las
características personales están por encima de la pertenencia étnica: sus redes
solidarias horizontales (como se ve en la película "La Haine") atraviesan
sistemáticamente las fronteras de color y los agrupamientos por nacionalidad, es
más: no existe clima de intolerancia racial o desprecio xenófobo, como si hay en
Chicago o en las barriadas inglesas de inmigrantes. La Banlieue es sinónimo de
convivencia multicultural, no existen las jerarquías étnicas, la dicotomía
"inmigrante/nativo" existen en la ideología de los mass-media: ningún "quartier"
es territorio exclusivo de un grupo o nacionalidad específica, no existe en
Francia el control social segmentado de espacio urbano, como en EE.UU.. Las "cités"
se componen de una mayoría de familias nativas francesas y un estimado 25% de
agrupamiento de hogares mixtos de quince o más nacionalidades diferentes (lo
extranjeros son el 11% de la población total), pero esta situación no es por una
segmentación etnorracial planificada desde el estado, sino resultante de su
composición de clase desequilibrada (Wacquant), es decir: es en esencia una
función de la posición social, de clase, de las poblaciones, esto es: un
subproducto de la ubicación mucho más baja de
las familias inmigrantes en la estructura posfordista de clases. Los
barrios más ruinosos y miserables de los suburbios tampoco se superponen
simétricamente con los barrios con más extranjeros. La experiencia vital, la
estrategia de supervivencia y la identidad simbólica de los jóvenes posfordistas
de antecedentes franceses o argelinos es semejante (Bordieu), como es semejante
la de un argentino de tres generaciones o el criollo hijo de un tano o gallego
que malvive en Merlo. Las bandas juveniles no se forman de acuerdo a división de
inmigrantes versus nativos (como los Cobra Kings hispanos de Chicago o los
Skinhead de Londres), sus lazos locales y de clase son más fuertes que las
raíces nacionales, étnicas y religiosas. Las bandas de rap francés, en
contraparte con las norteamericanas, son multiétnicas, "black-blanc-bleur"
(negro-blanco-árabe) y sus letras son más clasistas. Como en los EE.UU. estamos
viendo desarrollarse la tercera generación de bandas juveniles, mucho más
autónomas, politizadas, con sofisticación media, liderazgos policéntricos y en
el umbral de la guerra en la Red. El panico mediático por la "integración" o la
falta de ella, es un síntoma del nuevo gobierno capitalista de la multitud y la
desaparición del trabajo asalariado fordista como centro de equilibrio de la
dominación. Y tanto en Paris como en el Gran Buenos Aires, con las diferencias
nacionales del caso, el posfordismo genera una tipo nuevo de agitación urbana
que se nutre de las mezclas de categorías etnonacionales (vivienda y escuela) y
el acercamiento de la brecha económica, social y cultural entre los inmigrantes
y las fracciones estancadas, excluidas e inútiles de la clase obrera francesa. Y
tanto en los dos casos es la punta del iceberg de una crisis social provocada
por el "Capital-Parlamentarismo", por las modificaciones en la estructura social
de acumulación, que necesita desocupación, subocupación, precarización,
flexibilidad persistente, sistemática y planificada, además de la conjunción
espacial de la exclusión educativa, la miseria habitacional, la indigencia en
los transportes, la amenaza del "Gulag" penal.en el contexto del derrumbe de los
mecanismos fordistas de representación que traducían y diluían esos conflictos
en demandas y votos en el sistema político. Las nuevas subjetividades
posfordistas aparecen profundamente atomizadas y segmentadas, exteriores a los
procesos de ciudadanía fordistas, irrepresentables en el estado de partidos del
"Capital-Parlamentarismo", con un instinto de resistencia al nueva ciclo de
explotación del capital que asemeja sus revueltas a los tumultos primitivos, con
presencia de creencias generalizadas y acción instrumental, son una mezcla de
revuelta "hacia atrás" (derechos perdidos) con rebelión "hacia delante" (lucha
por crear derecho), son autónomos y el desafío más grande con que se enfrenta
hoy el "Capital-Parlamentarismo", de Haedo a Clichy-sous-Bois, y además la
encrucijada de época para la vieja izquierda y su paradigma de construcción de
clase.
Nicolás Varelian (NGV)
Colectivo Nuevo Proyecto Histórico
www.colectivonph.com.ar