Argentina: La lucha continúa
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Completar el balance
Eduardo Aliverti
En forma casi unánime, se condenó no sólo la manera en que hubo aprobación
legislativa para la totalidad de lo requerido por el Gobierno sino, y con
prioridad, que éste avanza hacia una hegemonía autoritaria. Se habla inclusive
de un Kirchner ³monarca², poco menos que dictatorial y dispuesto a lo que sea
para conseguir sus objetivos, más allá de la valoración ideológica que esas
metas merezcan. Frente a tal juicio, corresponden dos apreciaciones centrales
que también sirven a un balance del año.
Por un lado, es cierto que el jefe de Estado, su señora y el círculo íntimo de
ambos no son, siendo suaves, políticos de prolijidad y formas escandinavas. Lo
cual es una característica que sobresale porque este gobierno no es mucho más en
términos de decisión y ejecución que el jefe de Estado, su señora y el círculo
íntimo de ambos. No tienen grandes cuadros (o no tienen cuadros, directamente);
no tienen ministros con peso propio; no tienen intelectuales ni comunicadores de
alta exposición; no tienen diputados ni senadores de vuelo grande. Son una
pingüinera reducida, de escasísimos aportes externos, visceral; no se diría que
sectaria pero sí desconfiada, aldeana. Y es veraz que la mayoría de las
resoluciones que toman adquieren contornos que tanto son criticables desde los
modos republicanos, como a partir del nulo lugar que le dejan al debate público.
Esto último requiere de alguna precisión, porque el firmante de estas líneas
adhiere al precepto de que el poder no se discute sino que se ejerce. Pero
reconoce legítimo el apunte de que hay en el Gobierno ciertas inclinaciones
antidemocráticas. Por ejemplo, el proyecto de ley que modifica la composición
del Consejo de la Magistratura. O la prórroga de la Emergencia Económica,
dejándole las manos libres al Ejecutivo para operar a piacere en la distribución
de los fondos públicos. Y no está mal extender el señalamiento al pago total de
la deuda con el FMI, usando las reservas con un volumen que bien hubiera servido
para corregir varios dramas de injusticia social. ¿Una medida así no requería,
por lo menos, la actitud de consultar al grueso de sectores y organizaciones
sociales, y más en una gestión que se precia de gobernar en nombre del interés
de las mayorías? Las críticas de esa índole son largas. Pero el tema es que se
está hablando de un estilo, no de una ilegalidad. Y que las críticas son
presentadas como si se tratase de lo segundo. Como si, en lugar de denostar al
Gobierno desde la observación política, subjetiva, ideologizada, fuese cuestión
de hacerlo porque el oficialismo estaría violando a la República y al mandato
popular.
Eso no tiene defensa alguna que se precie de seria.
Tomado el episodio de estos días, la única realidad es que el Gobierno alcanzó
sus pretensiones parlamentarias con el quórum virtualmente propio que le dieron
las urnas. Los diputados ³extra² que consiguió fueron sacados entre quienes
ameritan largos antecedentes de jugar con el mejor postor, y quienes habían
dejado claro que apoyan al kirchnerismo por afuera. A todos los votó el pueblo.
La ³tendencia hegemónica² que se desprende de los proyectos aprobados y por
aprobar cuenta con el respaldo de ³la gente², con sufragios ratificados y
crecidos hace dos meses. Y si ³la gente² se siente defraudada no se ve que ande
con muchas ganas de demostrarlo. Se puede argüir que eso es así por el dato de
una sociedad que fluctúa entre la estupidización y la apatía a que la condujeron
y conducen las políticas de dominación. Pero entonces a animarse y decir eso. No
que la dirigencia política opera desde un frasco de yogurt, o en este caso
específico que ³preocupan² las arbitrariedades de Kirchner y Cía. porque
reflejarían una inclinación monárquica. ¿A quiénes ³preocupa²? Las urnas han
dicho otra cosa, y si se desconfía de su dictamen bastará con tomar nota del
conformismo y la indulgencia que se observan en la temperatura social. Y la
oposición, cuyo papel continúa limitándose acomentar lo que hace el oficialismo,
habrá de hacerse cargo de lo suyo junto con sus votantes.
Siempre que se hacen balances sobre todo políticos se deja de lado la
influencia y el rol que ejercen los actores sociales. La ³gente². Y resulta que
³la gente² dice lo que dice y vota lo que vota, y también se equivoca, y también
se desentiende, y también está hoy con unos y mañana con otros como quien cambia
de amante, y también se olvida. Vaya si se olvida. Y si bien no corresponde
hablar de culpabilidad, sí debe citarse la corresponsabilidad popular en las
formas que toman los asuntos públicos.
De manera que bien puede caerse en la obviedad de recordar que los balances
deben ser completos e involucrar al conjunto. De lo contrario, estamos ante algo
así como una mirada extraplanetaria donde, en lugar de entrar todos, ingresan
únicamente los que convienen al interés colectivo de lavarse las manos.