Argentina: La lucha continúa
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Argentina, Negroponte y la computadora de 300 pesos
Un diálogo con el profesor del MIT que inventó un sueño descabellado, una
laptop para cada chico del mundo, producida a 100 dólares de precio final para
que los ministerios las distribuyan gratuitamente
Adrián Paenza
Página12
Aquí se inventa el futuro, o buena parte. Es el Media Lab, el Laboratorio de
Medios que depende del MIT, el Instituto de Tecnología de Massachussets. Uno de
sus cofundadores y uno de sus mecenas es Nicholas Negroponte. Una de las
personalidades más importantes del mundo, que imagina un futuro mejor para las
sociedades futuras y desde su lugar, reconoce el rol central de los chicos.
Pero, hay chicos y chicos. Unos, los muy pocos, tienen mucho, casi todo. Otros,
los más. no tienen casi nada. Negroponte quiere que cada chico tenga una
computadora portátil. Y pensó en producirlas a 100 (cien)dólares.
"Inimaginable", "imposible", "un delirio", lo bombardean desde todos lados.
Negroponte no se inmuta. Ya le dijeron que era un charlatán cuando buscaba
fondos para el Media Lab.
Por ejemplo, ¿qué pasa en los lugares donde no hay electricidad? "Diseñamos una
laptop que tenga una ‘manija’ para darle cuerda", me dice mientras me muestra
orgulloso un prototipo. "Por cada minuto que el niño mueva la manija, cargará la
batería de la laptop por diez minutos." Si bien el proyecto tiene un costado
tecnológico desafiante –producir una computadora a ese precio suena a una utopía
que muchos poderosos le enrostran vigorosamente– hay otra parte que es aún más
quijotesca: ¿quién dijo que la mayoría de los niños pueden pagar 100 dólares
aunque sea muy barato para el mercado? Nadie lo dice porque ésa no es la idea.
La idea es producir las laptops para ser vendidas a ese costo a cada país a
través de su respectivo Ministerio de Educación. Y que cada ministro se ocupe de
distribuirlas gratis entre los chicos sin recursos.
Si se quedó perplejo, no está solo. Así me sentí yo el 13 de julio cuando Nia
Lewis, la secretaria de Negroponte, me explicaba el proyecto. "Esto involucra a
todos los países del mundo", dice Nia. "Varios ya se han sumado". "¿Argentina?",
pregunto incómodo. El "no" me impacta aún más. "Argentina no figura en la lista
que tengo." "Necesito hacer una llamada", le pido. "No Adrián. No hay nada
personal que usted pueda hacer. Esto es a nivel de gobiernos", me dice con
compasión. "Entiendo, pero tengo que usar el teléfono." "¿Puede llamar al
gobierno de su país?", me pregunta. Por un instante siento que la pelota está en
mi campo. "Sí", le digo. Y llamo al número de la secretaría privada del ministro
Daniel Filmus.
Como era de esperar, Filmus no está, pero su asistente Florencia me asegura que
lo ubica y me llama en menos de media hora. Filmus me devuelve el llamado. Le
explico. Me dice que ya había escuchado hablar del proyecto, pero vagamente.
Insisto en su importancia y magnitud. Filmus entendió rápido y propone: "Adrián,
sentite representante del gobierno argentino y metele para adelante". "No,
Daniel", lo interrumpo. "Tenés que ocuparte vos. Yo te pongo en contacto con
Negroponte y contá con mi asistencia incondicional, pero la gestión es tuya."
Llamé también al entonces canciller Rafael Bielsa. Y le escribí un mail al
presidente Néstor Kirchner. El gobierno argentino reaccionó rápido. Negroponte
estuvo en Buenos Aires por 24 horas en octubre, se entrevistó con Filmus, con
Alberto Fernández. Kirchner no estaba en la Capital pero hizo lo posible para
que Negroponte entendiera que la Argentina está seriamente comprometida en el
proyecto.
Lula ya lo había invitado por un día. Y Brasil ya era uno de los precandidatos.
Este miércoles 13 de diciembre se conoció la lista de los primeros siete países
que inician el proyecto quijotesco: China (porque es la nación más poblada del
mundo), India (por el grado de pobreza de sus chicos y su población también),
Egipto (por ser la nación con la mayor población árabe en el mundo), Nigeria
(por ser el país con mayor cantidad de habitantes de Africa), Tailandia, Brasil
(por ser el más poblado de Sudamérica) y... Argentina (porque el proyecto no
puede no incluir inicialmente un país hispano-parlante).
Lo que sigue es un extracto de una conversación que tuve con Negroponte el
miércoles. La entrevista fue grabada para el programa Científicos Industria
Argentina que emite Telefé y produce El Oso Producciones. Allí se verá una
versión más completa.
Cambridge es un suburbio de Boston. Tres estaciones de subte desde el centro.
Nada. Es como un barrio. Hace mucho frío. Camino mientras siento que por más
abrigo, gorro y guantes que use hay algo que me lastima la cara. Son los casi 15
grados bajo cero de sensación térmica. La cita es a las 6 y media pero yo llego
mucho antes. Las cámaras ya están listas. Nia Lewis y Lindsay Pretillose, la
directora del proyecto, me anuncian el acuerdo alcanzado en primeras horas de la
tarde, con Quanta, el mayor productor mundial de laptops, aunque seguro que Ud.,
como yo, nunca escuchó hablar de ellos. Se nota en la gente que entra y sale de
la oficina una atmósfera de alegría difícilmente disimulada: "Ahora el proyecto
dejó de ser sólo una fantasía. Maradona acaba de entrar a la cancha y juega para
nosotros".
Negroponte es "híper-puntual". Entra en silencio pero sonriente. Me estrecha la
mano y me dice: "Quiero que sepa que la Argentina está en esta inicial del
proyecto por usted". Intento explicarle que fue sólo una casualidad que de
tantas veces que estuve en el Media Lab, la última, la de julio de este año,
justo coincidió con el nacimiento del proyecto. "Nos dimos cuenta con los
miembros del directorio que nos faltaba un país hispanoparlante. Y justo llegó
usted." Eso me dejó más satisfecho.
–¿Por qué estoy acá?
–La primera razón por la que usted está acá es porque si usted piensa en
cualquiera de los grandes problemas de la humanidad: paz, medio ambiente,
pobreza, digamos los grandes problemas de la sociedad, la solución, sea la que
sea, siempre incluye la educación. No puede haber solución posible sin incluir
al menos algo de educación y en algunos casos, puede que sea únicamente a través
de la educación. Por lo tanto, en la raíz de cualquier cosa que logre que el
mundo sea mejor, está la educación. Estoy seguro que la mayoría estará de
acuerdo con esto, sin embargo, la educación no juega el papel tan preponderante
como debiera, porque la mayoría de los jefes de Estado no entienden que la
fuente de recursos más importante que tienen son los chicos. No es el petróleo,
no es madera, no es la producción de productos electrónicos, son los chicos. Si
usted va a los países más pobres, va a las zonas rurales, uno encuentra (y esto
es triste) maestros que no son muy buenos. Son amorosos, excelentes personas,
apasionados e increíbles en su trato con los chicos, pero ellos mismos no
tuvieron una buena educación. Nosotros entendemos el proceso de aprendizaje,
como que viene en parte por la enseñanza, en parte por curiosidad, interacción
con el medio ambiente. Entonces, el Media Lab hace más de 20 años que está
involucrado en lo que llamamos "Aprendizaje Construccionista", basado en las
teorías de Seymour Papert, que esencialmente dice "uno puede aprender un montón
simplemente haciendo". Y algunas de esas cosas se hacen como una computadora, y
por muchas razones empezamos con un proyecto de construir una laptop para chicos
jóvenes que sea tan barata que se pueda entregar como uno entrega lápices. El
programa se llama One Laptop Per Child ("una computadora por chico") y la idea
es que el chico será el dueño de esta computadora, como un lápiz, se la lleve a
su casa, la use para escuchar música, para jugar, para leer, para Internet. El
uso no se detendrá, de la misma manera que el aprendizaje para hablar y caminar
no se detiene, no tiene pausas: es continuo. No se hace con horarios, uno está
aprendiendo constantemente.
–¿Desde qué lugar se van a distribuir las laptops? ¿Desde los Estados Unidos?
–Al principio, se van a producir en China y allí comenzará la cadena de
distribución. Vamos a trabajar en forma muy íntima con cada uno de los siete
países.
–¿Cuáles van a ser los siete países?
–En Sudamérica son Brasil y Argentina. En Africa, son Egipto y Nigeria. Y
además, India, China y Tailandia.
–¿Quién los eligió? ¿Fue usted? ¿O acaso el directorio de la organización que
usted preside? ¿Cómo fue el proceso de selección?
–Los elegimos con estos fundamentos. Queríamos los países más grandes del mundo,
por ejemplo, el más grande en Sudamérica es Brasil, pero al mismo tiempo
queríamos tener un país hispanoparlante, y por eso elegimos Argentina. En Africa,
queríamos la nación árabe más poblada, que es Egipto. Luego, el país de
población negra más grande, Nigeria. Por otro lado, India y China creo que no
necesitan explicación, y en el caso de Tailandia, fue porque ya tenemos
experiencia allí, es un país enorme, tiene también un alfabeto diferente, y
presenta sus propios desafíos. Nos pareció que estos siete países forman una
buena mezcla geopolítica, o mejor, debería decir una mezcla neocultural muy
buena.
–Es que incluyendo a China e India, usted cubre una tercera parte del mundo con
ellos dos solos.
–Mire, con estos siete países, cubrimos la mitad de la población infantil del
mundo. Es que en realidad, la mitad de los chicos del mundo viven en China e
India sumadas.
–Hablemos un poco de la computadora.
–En muchos casos, cada país tendrá su propia tipografía, en todos los casos sus
propios idiomas, y tenga en cuenta que Argentina es muy afortunada, porque hay
un idioma fuerte que predomina, el español. En Nigeria hay 320 (trescientos
veinte) idiomas. Y nosotros dijimos, bien, los tendremos a todos. Ahora, ¿cómo
vamos a hacer? Es que la propia comunidad los va a producir, los va a generar.
No lo vamos a hacer nosotros. Lo van a hacer los chicos, los maestros. Vea,
organizaciones o compañías tan grandes como Microsoft no pueden producir 320
idiomas, porque de hecho, ¿cuán rentable puede ser para ellos? Quizás solo mil o
dos mil personas hablan un cierto dialecto o idioma. Eso es lo que hace el open
source. Ahora, en cuanto al contenido, eso lo va a decidir cada país. Hay
algunos países que ya están listos, tienen libros que tienen disponibles para
este proyecto. Otros, no.
–¿Cuál fue la reacción en la Argentina cuando usted estuvo allí?
–Muy positiva. El ministro de Educación es muy positivo, y ve esto como un medio
no para aprender algo, sino como un medio para aprender a aprender. Y eso es
clave. Es que hay mucha gente que cuando piensa en computación y educación,
inmediatamente piensa: "hagamos un curso". Tomemos un curso y pongámoslo en la
máquina. Y tomemos a los profesores o maestros y pongámoslos en las máquinas
también. Esto está bien, no me malinterprete, pero es como poner al maestro en
una caja. Esa no es la idea. Déjeme tomar un ejemplo muy concreto: chicos que
escriben programas para computadoras. Usan un lenguaje muy básico, Logo, o algo
así. ¿Qué pasa cuando uno escribe un programa? Uno escribe un programa y lo
primero que pasa es que no funciona. O mejor dicho: no hace lo que uno quería
que hiciera. Siempre hace algo. Lo que pasa es que no hace lo que nosotros
queríamos que hiciera. Entonces, uno mira a lo que hace, mira a su
comportamiento, uno quería que dibujara un círculo y en lugar de es o,
dibuja un montón de líneas. Uno mira y revisa el programa. Lo hace correr de
nuevo, y todavía no hace lo que uno quiere, pero uno aprendió en el camino. En
ese pequeño proceso, lo más interesante fue el error. Cuando usted fue al
colegio o cuando yo fui al colegio, teníamos dictados en donde se testeaba
nuestra ortografía. Si teníamos el 80 por ciento de las palabras bien, estábamos
contentos. Las que estaban mal, bueno, eran pocas. Solo el 20 por ciento, pero
habíamos hecho bien la parte más importante. Y quizás la próxima vez acertábamos
en el 90 por ciento y estábamos aún más felices. Pero ni usted ni yo estábamos
tan interesados en lo que hacíamos mal. En cambio, el chico que estaba
produciendo el programa para trazar círculos, aprende a descubrir el error, pero
en el camino, aprende de su error. La actitud, trasladada a nuestra época,
sería: "¿por qué me habré equivocado con esa palabra?". Es una nueva mentalidad
para los chicos. Sólo la cuestión en sí misma, es aprender a aprender.