Argentina: La lucha continúa
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Navidad argentina: hambre, miseria, desocupación y represión
Daniel Gamboa
Resulta sumamente acotado, ya en el curso de lo que lleva este siglo XXI, pensar
la navidad solamente como una expresión de la religiosidad cristiana. El arribo
año calendario del 24 de diciembre permite, entre otras cosas, hacer una pausa y
esbozar algunas consideraciones de lo recorrido a modo de balance, tanto en lo
personal, como para el conjunto del país.
En este sentido todo balance, presenta matices de conjetura, pues se tiñe de la
subjetividad que impone nuestro hacer social y el lugar que ocupamos en la
estructura colectiva que permite la reproducción de nuestra existencia.
Visto desde ese ángulo, los que garantizamos nuestros medios de vida a través de
la venta de nuestra fuerza de trabajo, no cerramos un año con tendencias
favorables a nuestros intereses. Los medios materiales necesarios para vivir nos
cuestan cada vez más, porque sólo accedemos a empleos precarios,'en negro' o mal
remunerados, con salarios promedios inferiores a los indicados para cubrir los
requerimientos de una canasta familiar.
Este dato objetivo, que es constatable sin necesidad de recurrir a artificios de
orden teórico-económico o esquemas estadísticos, es además, suficiente indicador
para advertir que la distribución de la riqueza en argentina resulta cada vez
más injusta , pues quienes con esfuerzo generamos valor, incorporando trabajo a
las materias primas, cada vez participamos en menor medida en esa riqueza que
producimos, la que es apropiada en mayor proporción por los grupos económicos
concentrados del Capital.
Lejos del lo que podrían indicar las apariencias, en este fenómeno de despojo y
acumulación capitalista, tiene carácter preponderante el Estado.
Esta presencia del gobierno K, cuidadosamente ocultada a través de manejos
mediáticos y operaciones políticas, se advierte aún cuando los conflictos que
desarrollamos en este año los trabajadores, en diversas áreas de servicios o de
la producción fueron directamente librados contra empleadores privados. En todos
ellos el Estado jugo, un papel cada vez más creciente, sea como 'congelador' del
conflicto a favor de las patronales por vía de la 'conciliación obligatoria',
sea como generador intencional del conflicto mismo, a través de medidas
económicas que afectaban a ese sector de la producción o los servicios.
Sin ir más lejos y a solo titulo ejemplificador, el conflicto en el Hospital
Garrahan, superficialmente enmascarado en una puja salarial oculto intencional y
deliberadamente por los formadores de opinión, los efectos de una política del
área salud estructurada en función de los intereses de los sanatorios privados y
obras sociales prepagas.
En otro sentido, la puja salarial tuvo al Estado como protagonista directo y
exclusivo en tanto empleador obligado a garantizar el derecho a la educación.
Allí la trampa de la provincialización y municipalización de las estructuras
educativas atomizó los conflictos que no quiso coordinar ni nacionalizar la
dirigencia de CTERA, condenando a sus organizaciones miembros al aislamiento, o
traicionándolas lisa y llanamente, como en Salta en donde ofició de bombero del
conflicto a favor del oligarca Romero, a pesar de la feroz represión lanzada por
éste, sobre los trabajadores de la educación.
Igual rol de acompañamiento de la política clasista burguesa del Estado K tuvo
CTERA, dando apoyo explícito a las leyes de financiamiento educativo y de
Educación técnica, que no fue más que otra vuelta de tuerca del capital sobre el
derecho a la educación y la penetración de los grupos privados en este área de
servicios.
Este panorama negativo que describimos como tendencia general en la situación de
quienes somos asalariados, no podría haberse desarrollado sino por vía de un
impresionante despliegue mediático que el gobierno montó a través de una
intervención casi monopólica de las empresas dueñas de los medios, a quienes
como contrapartida se les respetaron privilegios y se les concedieron tratos
prebendarios a la hora de que estas asumieran los compromisos contraídos con sus
acreedores.
Esta intervención en búsqueda de consenso social por adhesión a lo hecho, se
combinó con episodios de represión social lisa y llana y el acatamiento de una
política de control social sustentada en la criminalización de la pobreza y la
protesta.
Todo esto también aparece como respuesta preventiva de la burguesía a toda
posibilidad de una agudización de la confrontación social y que la lucha de
clases pueda asumir contornos más definidos en orden a la impugnación general
del sistema y no quede reducida como hasta ahora a la mera puja distributiva por
aumento salarial. Por eso es un dato relevante el creciente protagonismo social
alcanzado en el curso del año por la clase trabajadora y la aún embrionaria
incidencia que esos movimientos tienen dentro de las estructuras de los
organismos de masas que nos contienen como trabajadores.
En ese marco, es aún evidente la carencia de una estructura política abarcativa
de un programa estratégico de la clase obrera, en la perspectiva de diseño y
consolidación de estructuras de poder. Una vez más el problema de la dirección
política emerge con carácter relevante, pues si bien la dominación capitalista
no opera por su propia lógica de reproducción la posibilidad de superar los
problemas de desempleo, hambre y miseria que ella misma genera en el desarrollo
de la acumulación del valor que se apropia la burguesía, esa circunstancia no
supone por si misma y en forma mecánica un agotamiento como modelo histórico de
producción.
Los trabajadores necesitamos imperiosamente diseñar nuestra política obrera.
Ello supone la construcción de nuestro partido, que por las tareas históricas
pendientes no puede asumir otro rol que el revolucionario, pues se necesita
revolucionar toda la sociedad, para superar la crisis del modelo capitalista,
imponiendo el Estado de los Trabajadores.
La religiosidad supone en la mayoría de los casos un aprovechamiento ideológico
de los dogmas por la burguesía, para perpetuar su dominación en función, de
estructuras de conocimiento no racionales. Sin embargo, es posible que nosotros
trabajadores, a partir incluso de esa forma de saber, podamos apropiarnos de esa
significación simbólica y hacer nuestra propia Navidad, que no es otra cosa que
producir el alumbramiento. Natividad obrera es en este 24 de diciembre de 2005,
lucha por el nacimiento del Hombre Nuevo, construido desde los restos de una
sociedad en crisis y construyéndose en una sociedad sin explotadores ni
explotados.