Argentina: La lucha continúa
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Dime qué deudas pagas...
Daniel CampioneEn el recuadro humorístico de Rudy y Daniel Paz que el matutino Página 12
inserta diariamente en sus ediciones, en la del 17/12 puede verse a un anónimo
funcionario del FMI anunciándole a Rodrigo Rato el pago de Argentina, ante lo
que este último se pregunta en tono apesadumbrado qué le pedirá ahora a Papa
Noel para Navidad.
El mismo dia, en declaraciones radiales, el jefe del bloque de diputados del
oficialismo declara que el "desendeudamiento" implica "terminar con el tutelaje
que tuvo (el Fondo) sobre la política económica argentina en los últimos 30
años".
Como suele ocurrir en la mirada humorística, ésta denota la verdad con mayor
aproximación que la declaración del parlamentario. Para un FMI que busca reducir
su exposición en Argentina, Brasil, Turquía y alguna otra economía más o menos
"emergente" la casi simultánea decisión de los presidentes Lula y Kirchner tiene
bastante de bendición del cielo. Y en eso piensan los voceros del gobierno, que
mientras pulsan la cuerda "emancipatoria", también propagandizan la medida con
la idea de que la demostración de solvencia a realizar atraerá inversiones
extranjeras. El capital "productivo"es bueno, sólo el "financiero" es malo,
eterna monserga que pese a su carácter falaz sigue brindando réditos políticos.
Pero asimismo es verdad que, al menos en el caso del mandatario argentino, la
operación de "desendeudamiento" aparece ante vastos sectores sociales al modo de
evidencia de que la economía argentina ha salido de la crisis, y lo hace de la
mano de políticas que "por lo menos" (una valoración conformista muy cara al
sentido común de nuestros compatriotas) aprovechan los "excedentes" para
instrumentar decisiones compatibles con una cierta idea de autonomía nacional.
Por cierto que esta visión no toma en cuenta los cuestionamientos radicales de
la legitimidad de la deuda externa, ni la flagrante prioridad que deberían tener
los esfuerzos financieros del sector público dirigidos a combatir el desempleo,
los bajos salarios estatales, las menguantes jubilaciones, y demás sufrimientos
de una buena parte de la población argentina. Menos aún alcanza razonamientos
más complejos, como el de que la recaudación impositiva cuyo acentuado
incremento permite cancelar la deuda, sería aún mayor si se hubiesen tomado
acciones consecuentes para revertir el regresivo esquema tributario argentino;
en lugar de limitarse a "morder" desde el sector público una parte de las
superrentas de los exportadores, y al mismo tiempo caer con toda la furia sobre
los salarios de aquéllos trabajadores que superan en algo la exigüidad de la
mayoría de los sueldos. El "argentino medio" suele encontrar bien áridos, bien
demasiado audaces esos planteos. Prefiere extender su crédito al gobierno
Kirchner, lo que en su mente sirve de simbólica expiación de la confianza
otorgada, hace una década, a la cabalgata privatizadora y "primermundista" del
presidente Menem.
La cancelación de la totalidad de la deuda con el FMI ha logrado además no sólo
el obvio alborozo del organismo, sino el aplauso del empresariado y la mayoría
de los economistas del establishment de Argentina. Pero al mismo tiempo,
la más locuaz de las voces opositoras de "centroizquierda", la de Elisa Carrió,
ha salido a cuestionar no en nombre de las alternativas de inversión desechadas
o del dudoso sentido progresivo de suprimir deuda pagando de una vez y por
adelantado, sino arguyendo el riesgo en que se coloca la "sustentabilidad" del
Banco Central, razonamiento monetarista más propio de economistas conservadores
que de aspirantes al liderazgo "progresista". Ningún aporte, al contrario, a la
hora de hacer una crítica incisiva a la decisión gubernamental. Son voces con
mucho menor resonancia mediática, por tanto menos audibles, las que se han
aproximado a una verdadera postura de izquierda sobre el problema, como el
Frente Popular Darío Santillán cuando hace notar que: "El mismo día que Kirchner
festejó el anuncio del desembolso millonario destinado a la Deuda Externa, su
ministro de Acción Social, Juan Carlos Nadalich, anunció que el gobierno este
año recortaría el "aguinaldo social" que venía pagando en años anteriores a 1
millón 800 mil familias que aún reciben planes sociales de 150 pesos como único
ingreso." Una muestra tajante de las contradicciones que surcan la era Kirchner,
y de los límites infranqueables del "capitalismo serio"