Argentina: La lucha continúa
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Rosario, la mejor ciudad para vivir
Grupo Editor
El Eslabón
El boom de la construcción, la ineficacia de los planes estatales de vivienda
y el sobrevaluado mercado inmobiliario acrecientan las diferencias
socioeconómicas entre los rosarinos. Un modelo de excusión que parece no tener
freno.
El futuro de Rosario como ciudad se define ahora. Esta afirmación, que parece
dramática, no lo es tanto si se tienen en cuenta las fuerzas económicas y
políticas que mueven sus piezas sobre el damero cuadriculado de la trama urbana,
en una pelea desigual y no exenta de internas e intereses non santos. Por un
lado, las cifras espectaculares del boom de la construcción posdevaluación de
2002, que atrajo la inversión de los ganadores del modelo agroexportador sojero.
En otras palabras, el dinero que en los noventa se movía en la especulación
financiera ahora lo capitaliza la especulación inmobiliaria. Por el otro, los
programas estatales de vivienda pública que intentan, sin éxito por ahora,
desandar la brecha socioeconómica entre las dos ciudades, esa que crece para el
lado de los barrios privados y los edificios de Puerto Norte y la otra, las de
las casi 300 mil personas que viven en las villas miserias locales. En esa
pelea, el municipio local lleva adelante desde hace más de una década el
programa Rosario Hábitat, un modelo de intervención tomado de experiencias como
Favela Barrio, en Río de Janeiro. La idea original, financiada por el Banco
Interamericano de Desarrollo (BID) con más de 60 millones de pesos hasta ahora,
era consolidar la estructura urbana de la ciudad en los sectores donde se
rompía: regularizar las situaciones catastrales, abrir calles para la llegada de
los servicios, "crear más ciudad" y evitar las mudanzas intempestivas a sectores
aislados. Pero estos objetivos fueron logrados a medias y son pocos los casos de
barrios intervenidos donde se evitó trasladar a menos del 30 por ciento de los
habitantes, que era la cifra acordada con el BID. Lo cierto es que los mudados
por el Plan Hábitat ya conforman nuevos barrios en zonas con déficit de
servicios alejadas de sus sitios de origen. Por si fuera poco, el futuro del
Plan Hábitat II y de la repartición a cargo del programa, el Servicio Público de
la Vivienda, se debate hoy entre las internas partidarias propias de una fuerza
política que ya lleva quince años en el municipio. A este panorama complejo se
agrega el flamante Plan Federal de Vivienda, un proyecto con millonaria
financiación nacional conducido por el gobierno santafesino que propone
construir 5 mil viviendas en Rosario, pero hasta ahora con el viejo modelo de
los Fonavis, de crear barrios en tierras baratas y aisladas de los servicios
mínimos, como una suerte de guetos de gente pobre, repitiendo experiencias que a
todas luces fueron fracasos. En resumen, Rosario vive hoy un boom de
construcción de vivienda para sectores medios y altos que recuerda a otro
momento similar durante la década del setenta. Una especie de burbuja
especulativa que amenaza con reventar y hacer daño al último eslabón de la
cadena, que son los compradores de unidades habitacionales. Mientras, los
precios de alquileres se disparan y las transacciones inmobiliarias no paran de
subir, ya que el sector al que apuntan estas nuevas construcciones no satisface
la demanda de la clase media baja por sus altos costos. Al mismo tiempo, un
programa municipal que ya lleva 10 años y decenas de millones de pesos de
inversión no ha tenido el éxito previsto en la lucha contra las desigualdades
sociales, y ahora es coto de caza de la interna socialista. En contraposición y
sin coordinación con el gobierno local, la provincia quiere construir 10 mil
viviendas sociales pero no termina de definir cómo ni dónde. SPV vs.
Planeamiento. "Rosario, la mejor ciudad para vivir". El slogan ideado por los
creativos del marketing municipal sirvió como estandarte de una gestión
preocupada por embellecer la ciudad, pero también por intentar integrarla. La
herramienta ideada por el Partido Socialista para transformar la ciudad fue el
programa Rosario Hábitat, y su brazo ejecutor el Servicio Público de la Vivienda
(SPV). Sin embargo, desde que asumió el intendente Miguel Lifschitz, el ente
autárquico municipal está perdiendo protagonismo y genera un profundo malestar
dentro de la base política del partido que históricamente tuvo su búnker en el
SPV. "El SPV está perdiendo empuje y la planificación de la ciudad está quedando
en manos de los cuadros técnicos de la Secretaría de Planeamiento. Hay una
contradicción ideológica con el modelo que fundó el Rosario Hábitat. Ahora ya no
se apunta a la integración y el desarrollo social, sino a una plaza destinada a
la atracción de mercados, donde la mayoría de los rosarinos quedan excluidos",
advierte un ex asesor del diseño del programa Rosario Hábitat y actual miembro
del Instituto para la Democratización del Acceso al Suelo Urbano (Idasu), una
ONG de la que forman parte algunos empleados del SPV. Además, la organización
acusa a la gestión municipal actual por la falta de respaldo institucional al
programa. "La idea es que el SPV pase a ser una subárea de Planeamiento, y eso
ya se está viendo con los recortes presupuestarios desde diciembre pasado, como
el fondo del gas. Además todo se está haciendo más burocrático. De esta manera
se condena la autarquía del programa", explicó un referente del sector de
arquitectura del Partido Socialista, quien señaló que la candidata natural para
estar al frente de Planeamiento era la ex directora del SPV, María Isabel Garzia,
pero finalmente ese puesto lo ocupó "la amiga personal del intendente, Mirta
Levín". La temperatura sube al interior del partido que lidera en la ciudad
Lifschitz, pero todos los sectores críticos por estas decisiones hacen votos de
silencio por disciplina orgánica y para no dañar la imagen del intendente. Una
batalla ideológica. "El BID puso cerca de 60 millones de dólares en el programa
y los resultados no fueron demasiado alentadores. ¿Dónde están las mejoras?
Precisamente falló la falta de autonomía en el programa. Además, el SPV se
limitó a acompañar los procesos de cooptación de tierras municipales, pero no
peleó por tierras provinciales ni nacionales", polemizó Ricardo Kingsland, ex
responsable del Plan Director municipal hasta el año pasado y hoy a cargo del
área metropolitana de la provincia. Lejos de esta visión, desde adentro del SPV,
contratados y ex empleados del ente, entienden que el Rosario Hábitat fue una
construcción colectiva orientada a eliminar las dos ciudades, los asentamientos
formales con los informales, pero los obstáculos que existen para el desarrollo
del programa son cada vez menos sorteables y que desde que Planeamiento tiene
mayor injerencia en el diseño urbano se abre la disputa entre los "arquitectos
que ponen las patas en el barro y los de oficina". Y los dardos apuntan a
Planeamiento. "En el barrio Fanta, ubicado detrás de la embotelladora de Coca
Cola en Córdoba y México, los de Planeamiento trabajaron en base a una foto
aérea y a la hora de intervenir se comieron una calle. Esto sucede porque lo
hacen desde una oficina y no participa personal del SPV. Además, estos errores
acarrean mayores trastornos burocráticos, porque hay que dar marcha atrás con
los expedientes y volver a hacer todo para construir la calle", ejemplifica un
arquitecto del PS que no ve con buenos ojos que los cargos públicos los ocupen
cuadros técnicos ajenos al riñón del partido. "Estamos descontentos con la
nominación de cuadros técnicos en áreas clave de la gestión municipal –afirmó el
militante del PS–, como Mirta Levin en Planeamiento, porque prioriza la
inserción de Rosario en el mundo pero sin visión política". Para la Idasu, el
actual modelo de ciudad que encabeza Levín es una contradicción ideológica con
el modelo que fundó el Rosario Hábitat, un programa de integración y desarrollo
social que excedía el plano de la vivienda, que posibilitó la formación de
chicos que hoy están empleados en empresas de la zona. Además de familias, que
por el mismo proceso de integración, consiguieron préstamos para
microemprendimientos. "Ahora Planeamiento tiene la decisión política y la visión
institucional de pensar la ciudad inserta en el modelo neoliberal. Así el barrio
exclusivo que se está construyendo en la zona de los silos va a tener ganancias
altísimas y lo obtiene por medio de la obra pública, pagada por todos los
rosarinos, que se capitalizó con la construcción de la avenida de la Costa. Como
contrapartida, el urbanizador sólo tiene que hacer una plazoleta de uso
público", resaltó uno de los referentes de Idasu. Según la ONG hay un modelo
dominante que exige que el derecho constitucional de viviendas para todos deje
de tener prioridad ante el derecho constitucional para tener calles asfaltadas,
con más espacios verdes y shoppings. "Es toda una corriente –continuó un miembro
de Indasu– que habla de hacer ciudades competitivas y gobernables a costa de
expulsar a todo aquel que sea distinto a este modelo ¿Para quién es vendible?
Para los que pueden pagar servicio, calles anchas para mejorar las
comunicaciones y fértiles para inversiones". El dilema del Plan Federal. La
Nación financiará un ambicioso programa para construir en todo el país el Plan
Federal, que contempla la construcción de 1.500.000 viviendas económicas. En
Santa Fe la encargada de la ejecución es la Dirección Provincial de Vivienda y
Urbanismo, que deberá construir en Rosario 5.000 viviendas. Según la versión
oficial, las obras estaban detenidas porque no había tierras disponibles con la
infraestructura necesaria como agua y cloacas. Aunque se habrían afectado
tierras en Nuevo Alberdi, justo detrás de barrio Rucci. "Más allá de esos
inconvenientes el problema de fondo tiene que ver con la visión con que se
aborda el proyecto, si es como servicio social o como un bien de cambio. La
Provincia se cortó de la Municipalidad de Rosario, es decir, que por la realidad
política de Santa Fe no hay una integración en políticas de vivienda", remarcó
Ricardo Kingsland, quien estuvo junto a María Eugenia Bielsa en la cocina del
diseño del Plan Federal. Kingsland argumentó que trasladar 20 mil personas con
los bajos recursos del plan y los problemas de servicio y transporte que habría
en la zona, es lo mismo que instalar un gueto en el territorio ocupado. "Esto
responde a problemas ideológicos, no se quiere avanzar en el plan porque hay
poco presupuesto y sobra burocracia. Además la municipalidad no reclama más
participación y no colabora porque no tiene decisión política en el proyecto. La
lógica se plantea en responder como partido y no desde el problema concreto",
explicó Kingsland. Una explosión peligrosa. Si se tiene en cuenta que en lo que
va del año se solicitaron más de dos mil permisos de edificación, duplicando la
cifra total del 2004, Rosario vive un impresionante boom de la construcción. A
pesar de este dato impresionante, los colegios profesionales del ramo y las
cámaras de constructores solicitaron una entrevista con el intendente para que
acelere los trámites, ya que acusan a la Dirección de Obras Particulares de
poner trabas a sus proyectos. Ya están en marcha los megaedificios de Puerto
Norte, y los countries vecinos ya están poblados y no paran de crecer. No hay
vieja casona en pie que no corra el riesgo de ser demolida para instalar una
propiedad horizontal. Este panorama parece contraponerse con los que viene
describiendo esta nota: una Rosario con déficit habitacional, alquileres
altísimos y el valor de la propiedad que no para de subir. Todo esto tiene una
explicación. El periodista especializado en economía Daniel Muchnik da algunas
pautas en un artículo reciente publicado en El Ciudadano: "La gran tentación es
la construcción. Según el último número de la revista del Centro de Estudios
Financieros del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, cuando a fines de
2001 los ahorristas no podían disponer libremente de sus ahorros, se advertía
que la clase media que tenía suficiente dinero fuera del sistema bancario gozaba
de mayores ventajas. Tras el corralito el precio de las propiedades siguió
estable, de tal manera que los que tenían "dólares en el colchón" aprovecharon
para comprar inmuebles. Se ‘pasaron al ladrillo’. A principios de 2003 el precio
de los inmuebles comenzó a trepar de manera inaudita. Se compraron propiedades
no con la intención de vivir en ellas sino para ‘resguardar capitales’. De este
modo el país ha pasado de la especulación financiera de los años ochenta y
noventa a la especulación inmobiliaria. Al devaluarse, los exportadores
comenzaron a triplicar ingresos (por los precios de las colocaciones externas) y
buscaron inversiones para dirigir sus excedentes. No las ubicaron en las
fábricas ni en equipos nuevos. No: lo hicieron en el mercado inmobiliario
argentino. Muchas de esas inversiones se orientaron con fines especulativos
(comprar para vender antes de concluida la obra)". De esta manera, la ciudad
recibió los capitales de los exportadores de soja beneficiados por la
devaluación y se comenzó a construir a diestra y siniestra, con un modelo
similar a lo sucedido a principios de la década del 70, que por su descontrol
casi destruye por completo el patrimonio arquitectónico y urbanístico local. La
mayor parte de la vivienda que se construye está dirigida a niveles medios altos
y altos, inaccesible para la clase baja y media baja, ni siquiera para alquilar.
Esos inversores tampoco liberan propiedades de menor costo económico al mudarse
dentro de la ciudad, ya que un gran porcentaje no vive en Rosario, otros
invierten para resguardar su capital y el resto son actuales propietarios de
viviendas también inaccesibles para el bolsillo de un asalariado promedio. El
peligro de esta burbuja especulativa es que el precio de las propiedades se
congele o caiga en el mediano plazo cuando el mercado se sature perjudicando a
los compradores finales de esas unidades habitacionales y no a los
desarrolladores de los proyectos, que ya hicieron su negocio. Por eso la premura
de los constructores para terminar sus edificios cuanto antes. En medio de esto
se discute un modelo de ciudad turístico y que atraiga negocios, la necesidad de
preservar cierto atractivo urbano que hable del pasado de Rosario, la
inseguridad producto de las desigualdades sociales, y el sistema productivo para
sostener el crecimiento regional. Todos estos aspectos aparecen desarticulados,
sin regulación del estado, sin estudios a largo plazo de los empresarios, sin
planificación que haga soñar con esa ciudad bella y solidaria de la que hablan
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