Argentina: La lucha continúa
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Ya no será una excusa
Alfredo Zaiat
No hay que hacer mucha historia.
Después del perverso comportamiento de sostener por años la fantasía de la
convertibilidad, de financiar la fuga de capitales en los meses de la debacle de
Fernando de la Rúa y de boicotear sostenidamente la recuperación económica en
los últimos cuatro años, ¿quién puede dudar de que lo mejor es sacarse de encima
al FMI? Pese a todo eso había banqueros, empresarios y consultores de la city
que aconsejaban un acuerdo con Fracasos Múltiples Internacionales. Lo que no
confesaban era ¿para qué? Algunos siguen pensando que esa tecnoburocracia es un
sello de buena conducta. Otros no admiten que les sirve para seguir presionando
a favor de lobbies específicos. Y unos pocos están convencidos de que lo mejor
era refinanciar fuertes vencimientos persuadidos de que se podía negociar una
flexibilización de las históricas condicionalidades. Todos, con más o menos
argumentos, todavía le seguían asignando un papel relevante en la economía local
a ese organismo desprestigiado. La cuestión en sí no era cómo seguir atado al
FMI, sino cómo desprenderse de él. Se trata, en la práctica, de un aspecto
eminentemente financiero, porque política y económicamente no es materia de
mucha discusión desligarse de su tutela. Las alternativas eran pagar las cuotas
a medida que iban venciendo, plantear la desafiliación para conseguir en la
práctica una refinanciación a cinco años por el propio proceso de romper el
carnet de socio de esa institución o cancelar todo en efectivo. Esta última
opción fue la elegida. La duda es si ésa era la mejor de ese menú. Se trata,
simplemente, de una evaluación financiera.
Antes de abordar esa cuestión, merecen destacarse por lo menos seis buenas
razones político-económicas, que detalló en su momento el investigador Alan
Cibils, para que Argentina deje atrás al FMI.
1 La explosiva acumulación de deuda y la crisis resultante se debieron, en gran
parte, a la implementación de políticas económicas impulsadas por el Fondo
durante la década pasada.
2 Los errores garrafales del FMI son muy conocidos, sin embargo esa institución
se negó y se niega a admitirlos. La Oficina de Evaluación Independiente en
realidad, una dependencia del FMI echó de lleno la culpa por la crisis a los
funcionarios argentinos, repitiendo como un loro la línea usual sobre el gasto
fiscal descontrolado y las reformas estructurales incompletas. Los únicos
errores que el FMI admite son no haber supervisado más de cerca a Argentina. En
resumen, el FMI no estaba preparado para la crisis, prescribió políticas
económicas erróneas como recortes en el gasto público en medio de una profunda
recesión e invirtió dinero para apuntalar un sistema inviable.
3 El desempeño del FMI durante la crisis argentina (desde diciembre de 2001) ha
estado plagado de errores en el diagnóstico, en las proyecciones macroeconómicas
y en las recetas políticas.
4 El FMI continúa actuando de modo contradictorio. Por ejemplo, insiste con la
eliminación de las retenciones y del impuesto a las transacciones financieras
que suman en total un tercio de los ingresos, pero presiona para que se
incrementen significativamente los pagos a los acreedores.
5 Desde la crisis de diciembre de 2001, Argentina ha realizado pagos netos al
Fondo. O sea, durante la peor crisis económica de su historia, en lugar de
recibir nuevos préstamos y de utilizar los escasos recursos para reducir la
pobreza, generar empleo y estimular la economía, Argentina estuvo enviando
millones de dólares a ese organismo.
6 El Fondo se ha erigido en ³acreedor privilegiado², y a contramano de las leyes
del mercado que promueven tan vehementemente, no son responsables ante nadie y
tampoco pagan por sus errores.
Ahora bien: el pago al contado de la deuda es un esfuerzo mayúsculo, teniendo
en cuenta las condiciones de emergencia sociolaboral, pobreza extendida y
retroceso del aparato productivo. Lo más probable es que haya más de un motivo
para otorgar la categoría de acreedor privilegiado al Fondo Monetario. (A
propósito, en Washington empiezan a evaluar construir un monumento a Rodrigo
Rato en la puerta de la sede del organismo, en la calle 19, al cobrar como nadie
la deuda de sus principales clientes: Brasil, Argentina, Rusia y Turquía.)
Puede ser que el Gobierno haya evaluado que reclamar la refinanciación de los
vencimientos implicaría quedar condicionados a implementar medidas
inconsistentes para impulsar un crecimiento sostenido. También es posible que no
quería hacer pagar al FMI por sus recetas de recesión con una quita del capital
de la deuda, puesto que ese organismo es controlado por el Grupo de los Siete
países más poderosos del mundo y una poda implicaría que esas naciones tengan
que asumir ese quebranto. No es descartable que esa decisión tenga su origen en
la lógica financiera de honrar compromisos en momentos de bonanza, para quedar
en respetable posición cuando la mano venga cambiada.
Las condiciones de la economía mundial, con bajas tasas de interés y elevados
precios de los commodities, constituyen factores claves para explicar la actual
holgura de las cuentas fiscales que permiten avanzar en la cancelación total.
Puede ser que existan algunos motivos más para que esa institución multilateral
resulte, finalmente, premiada por haber empujado al país a un ciclo de
decadencia. Simplemente tiene que quedar claro que el desendeudamiento tienen un
costo altísimo, que hoy queda disimulado por el período de vacas gordas que
transitan sus respectivas economías.
Sin embargo, y pese a todo, parece cada vez más evidente que a Argentina le irá
mejor sin la auditoría perversa del FMI. Pero ese desendeudamiento es una cara
de la moneda. Llegó el turno de avanzar también con la ceca de esa misma moneda:
el Banco Mundial. Todo pero absolutamente todo lo que ha enfatizado Néstor
Kirchner en relación con el FMI le cabe al BM.
Desprenderse de ese organismo también sería un ³paso adelante². Sus créditos
están condicionados a políticas sociales con la matriz del Consenso de
Washington, además de llenar bolsillos de consultores con contratos de
asesoramiento que sirven para muy poco.
Para bien o para mal, empieza otra historia cuyo desenlace dependerá de si se
sabe aprovechar la oportunidad que se abre. El FMI ya no será una excusa para no
hacer bien las cosas.