Argentina: La lucha continúa
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A 29 años de la masacre de Margarita Belén
Sangre, Dinero y Dignidad
Carlos del Frade
desde Resistencia y Corrientes
Argenpress
El fusilamiento y la desaparición de por lo menos veintidós militantes
revolucionarios de los años setenta en cercanías de la localidad chaqueña de
Margarita Belén sirvió para "consolidar el poder mafioso del entonces coronel
Cristino Nicolaides, piedra basal del contrabando y narcotráfico en la región
del litoral", expresó una de las sobrevivientes del brutal centro clandestino
que funcionaba en la Brigada de Investigaciones de Resistencia, enfrente de la
plaza 25 de Mayo. Decenas de militantes sociales y políticos protagonizaron dos
jornadas de memoria activa que sirvieron para dejar de lado el contrato con una
empresa de vigilancia privada, conducida por un torturador que se encargaba de
custodiar el sombrío edificio de la citada brigada; producir un escrache a un
médico policial que sigue ganando dinero a partir de la sangre derramada;
activar las causas sobre la matanza de Margarita Belén y presentar denuncias
contra los actores del terrorismo de estado en Goya, ante la justicia federal de
la capital correntina. También hubo un homenaje en la legislatura chaqueña del
que participó el secretario de Derechos Humanos de la provincia de Santa Fe,
Domingo Pochettino. A casi treinta años de los hechos de Margarita Belén,
comienzan a aparecer las razones de una cacería humana que explica gran parte
del presente que soportan las mayorías de las seis provincias sobre las cuales
se imponía la fuerza del Comando del Segundo Cuerpo de Ejército, con asiento en
la ciudad de Rosario.
Recuerdos de la vida
A casi nueve meses del golpe, los presos políticos de la Brigada de
Investigaciones de Resistencia ya sabían que no había traslados los fines de
semana. Sin embargo, a media tarde del domingo 12 de diciembre de 1976,
integrantes de distintas fuerzas de seguridad y del ejército, ingresaron para
llevarse –por lo menos- dos decenas de compañeros desde los distintos
pabellones.
También trajeron militantes de otros lugares. A todos los tuvieron, durante
largas y dramáticas horas, sometidos a sesiones de implacables palizas cuyos
golpes eran más fuertes que los habituales, recuerdan los sobrevivientes.
Cuando llegaron las primeras sombras de la madrugada del lunes 13, se impuso un
silencio de muerte. Partieron los camiones del ejército y llegaron hasta un
paraje cercano a Margarita Belén, a menos de cuarenta kilómetros de Resistencia.
Varios de los militantes llegaron muertos, dicen sus compañeros, producto de las
palizas demenciales de aquella tarde noche.
Patricio Tierno, Néstor Salas, Carlos Zamudio, Luis Barco, Roberto Yedro,
Delicia González, Luis Díaz, Fernando Piérola, Carlos Cairé, Julio Pereyra,
Carlos Duarte, Carlos Tereschuk, Manuel Parodi Ocampo, Luis Fransen, Ema Cabral,
Reinaldo Zapata Soñez y Mario Cuevas, son los nombres de los veintidós fusilados
que todos los años se recuerdan en Margarita Belén.
Pero sus nombres esconden historias comprometidas con la urgencia de la
revolución que por aquel entonces conmovía la existencia de miles de argentinos.
Ellos venían de diferentes lugares del país, especialmente de la región del
litoral y aunque los diarios de estos días se empeñan en relacionarlos con el
intento de copamiento del cuartel del Regimiento de Formosa, realizado por
Montoneros en octubre de 1975, no hay datos que confirmen la teoría.
Entre los veintidós había militantes vinculados a hechos anteriores, como la
muerte del general Cáceres Moiné, en Entre Ríos; dirigentes activos de las Ligas
Agrarias; y activistas de la zona del impenetrable chaqueño.
La matanza tuvo otros intereses y motivos. No parece ser una venganza por los
hechos del pasado, sino una señal para aquel presente y el entonces futuro
inmediato. Un mensaje doble, hacia el interior de las fuerzas armadas y hacia la
sociedad en su conjunto.
La masacre tuvo como protagonistas a jóvenes oficiales del Ejército Argentino
bajo las órdenes del entonces coronel Nicolaides. Todos, sin embargo, reportaban
a las decisiones de Leopoldo Galtieri, por entonces jefe del Comando del Segundo
Cuerpo de Ejército, patrón de la vida en las provincias de Formosa, Chaco, Santa
Fe, Misiones, Corrientes y Entre Ríos.
Para una de las sobrevivientes de la Brigada de Investigaciones, Mirta Clara,
"la masacre de Margaria Belén sirvió para consolidar el poder mafioso de
Nicolaides, piedra basal del contrabando y narcotráfico en la región del
litoral".
La militante expresó su convencimiento sobre "el carácter de pacto de sangre que
quedó instituido a partir de entonces. Era el bautismo para todos los que
después se quedaron con las riquezas que eran del pueblo de la región".
Mirta sostiene que "Nicolaides marcó la cancha con aquel hecho y sirvió para
hacerse fuerte en la interna del poder militar y también envió una fuerte señal
a los que seguían en la resistencia".
El escrache
Antes del acto ante el monumento que recuerda los mártires de Margarita Belén,
se produjo un escrache contra el médico policial, Héctor Orlando Grillo, frente
a su domicilio en calle Salta 545, en la capital chaqueña.
Grillo pertenecía al grupo GA 7 y era "miembro del cuerpo profesional del
escalafón sanidad de la policía de la provincia del Chaco en dependencia de los
cuarteles de la Liguria", informaba un tríptico entregado por los militantes de
la Red Nacional de HIJOS.
Firmó las actas como "muertes naturales" de algunos de los fusilados en
Margarita Belén, como Manuel Parodi, Luis Francen, Luis Barco, Mario Cuevas,
Patricio Tierno, Néstor Sala, Luis Díaz y Carlos Duarte, entre otros.
En el informe final de la Cámara de Diputados del Chaco se lo menciona como el
encargado de revisar a los detenidos: "…el declarante muestra al médico oficial,
el doctor Grillo, la marca de los golpes en las manos y otras partes del cuerpo
a los que el médico oficial presta caso omiso desvirtuando la situación
dictaminando que las heridas se debían a enfermedades de la piel". También fue
denunciado como asistente de tortura al señalar cuántos voltios podía resistir
un militante y cuánto tiempo debía esperarse para repetir el vejamen.
Grillo creció patrimonialmente: lo demuestra su casa, sus varios automóviles y
la propiedad de un sanatorio privado. Negocios que vinieron de la mano de la
sangre derramada.
La vigilancia de la Brigada
Una de las novedades que produjo la insistencia de los organismos de derechos
humanos y la tozudez de diferentes militantes políticos fue la suspensión de los
contratos de parte del gobierno provincial del Chaco con la empresa de seguridad
privada de Gabino Manader y Caballero.
Estos muchachos cuidaban las dependencias de la actual Administración Provincial
del Agua que funciona en el edificio en el que trabajaba la tristemente célebre
Brigada de Investigaciones de la policía chaqueña, en pleno centro de la ciudad
capital.
Manader fue denunciado como torturador por HIJOS hace ya varios años. Recién
ahora hubo un pequeño gesto de justicia.
En forma paralela se informó que la ex Brigada de Investigaciones será
convertida en Museo de la Memoria.
La dignidad
Los recuerdos de la vida, tal como se llamaba la exhibición de paneles con las
fotografías de los revolucionarios masacrados en Margarita Belén, daban la
prueba clara del origen de la decisión de transformar la realidad que tuvo la
generación de los años setenta.
Mujeres y hombres no mayores de veinticinco años que se jugaron la vida para no
naturalizar las humillaciones que sufría el pueblo del noreste argentino.
Chicos esclavos en las grandes haciendas correntinas, mensúes misioneros
condenados a sangrar sus manos durante años y curarse sin asistencia médica
enfermedades como el paludismo, recolectores del algodón, la caña de azúcar, el
tabaco y el té que jamás tenían para comprar ropa o mandar a sus chicos a las
escuelas en el Chaco, trabajadores silenciados en Entre Ríos, Formosa y Santa
Fe; fueron las postales existenciales que generaron indignación, rebeldía y
militancia.
A casi tres décadas de los hechos, las consecuencias de la masacre de Margarita
Belén, en particular, y del terrorismo de estado, en general, están presentes en
las urgencias que devastan la niñez y la adolescencia de miles.
De allí la necesidad de entender el por qué de tanta entrega a favor de un país
distinto y diferenciar con claridad a los asesinos que se comportaron como una
banda de mafiosos que luego se enriqueció a partir de la desarticulación del
estado y la conciencia política de la población.
Sin embargo, los avances que se logran en la justicia es, en realidad,
consecuencia de aquella dignidad que primero se establece en lo político y
después llega a los tribunales.
De eso se trató la notable doble jornada que se vivió tanto en Corrientes como
en el Chaco al cumplirse los veintinueve años de los fusilamientos de Margarita
Belén.
Del avance de la dignidad a través de la memoria de los sueños colectivos
inconclusos en busca de justicia y contra las pesadillas impuestas desde
entonces.