Argentina: La lucha continúa
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Lecciones de una elección
Daniel Gamboa
Por estos días, y más allá del cumpleaños de Maradona y la presencia de Bush en
nuestro suelo, Cumbre de las Américas mediante, han proliferado sesudos análisis
sobre los alcances y significaciones del acto electoral celebrado el 23 de
octubre.
Tal vez los hechos ocurridos en la Estación Ferroviaria Haedo, disociados
intencionalmente de esos resultados electorales y los análisis elaborados por
políticologos de toda estirpe y los propios representantes de las
fuerzas políticas que participaron en el comisio , hayan de
operar un desplazamiento del eje informativo en los medios de comunicación
masivos, generando operativos políticos desde el gobierno, que pongan un
telón de fondo a ese proceso analítico , estableciendo así, un divisorio
entre la Argentina pre y pos electoral.
En ese marco y más allá de
estas contingencias, es necesario destacar un hecho relevante, para entender lo
que vendrá, a la luz de lo que fue. La burguesía de conjunto ha cerrado política
y económicamente la tendencia hacia una ruptura social que evidenció
embrionariamente el proceso inmediatamente anterior y posterior a la caída del
gobierno aliancista expresado en el binomio De la Rúa - Chacho Alvarez.
Las elecciones de
octubre, más allá de sus datos contingentes, han revelado el cierre de esa
tendencia y abortado toda posibilidad de ruptura social en el corto y mediano
plazo, consolidando al Estado Burgués y su gobernabilidad Kirchnerista,
entendida esta, como la construcción jurídica de su hegemonía de clase.
La "ruptura" es por definición, la constatación del surgimiento de una
diferencia cualitativamente sustancial en una relación social de manera que se
genere un corte , una discontinuidad o un salto en el orden establecido, que
suponga de por sí la construcción de una nueva relación diversa de la
anteriormente inexistente, entendida como un punto de llegada de un
proceso previo de enfrentamiento , donde uno de los polos ha sido derrotado
antes y llega vencido al proceso de formación de la nueva relación social.
Nada de esto ha terminado de ocurrir en Argentina. Lo que inicialmente supuso la
crisis del modelo de dominación por consenso establecido por el Menemismo y su
continuidad aliancista, no generó una nueva situación cualitativamente diferente
en la base social de sustento del Estado. Por el contrario, la burguesía de
conjunto, hizo de la revuelta popular del 19 y 20 de diciembre de 2001 el
escenario convulsivo para licuar un nueva variante de la acumulación capitalista
sobre la base de la intensificación y extensión de los ritmos de producción a
los que se somete a los trabajadores y la reproducción de esa
relación social dominante.
El capitalismo, de esta
forma, y pese a que no satisface económicamente las necesidades mínimas de
reproducción material de la población , amplía y sostiene su
capacidad de reproducción ideológica. Aún condenando a la muerte a gruesos
sectores de la población, por su secuela de hambre y miseria , goza por el
momento de buena salud. Una salud relativa, pues es cierto, que
existen posibilidades de manifestaciones en lo inmediato de sus crisis
económicas periódicas. Pero éstas no conducen automáticamente al derrumbe, como
algunas vertientes políticas postulan.
Si el régimen capitalista pudo sobrevivir y
reproducirse desde la crisis abierta en el 2001, pese al alto costo social
que supuso esa salida de la crisis, fue porque además de la explotación
económica (centrada fundamentalmente en la extracción de plusvalor) existe en el
ejercicio del poder otro aspecto de la dominación de clases no ponderado en su
justa significación. Ese plus, en torno del poder, se conforma con redes
de dominación e hilos de hegemonía que el capital produjo a través de sus
gestores políticos de toda estirpe , para mantenerse como relación social
fundante..
Concebir la economía, el poder y la dominación como territorios que no se
cruzan es caer en un esquematismo determinista que no conduce a una ajustada
apreciación de los hechos y deriva en comportamiento políticos ajenos a la
realidad. Es necesario advertir, todas las veces que sea posible, que el
poder no puede ser visto como una propiedad excluyente del aparato
del Estado. Ni tampoco puede pensarse El Capital, como una relación social
establecida entre fuerza productiva y modos de producción absolutamente
desconectada de la lucha de clases.
Hay que decir que la realidad, no responde a este esquema. Marx , en las
páginas del 18 Brumario de Luis Bonaparte y el Manifiesto Comunista,
describió numerosos elementos para elaborar una teoría critica de la política,
concentrando su análisis en la forma específicamente moderna de la dominación
política burguesa: "La república parlamentaria"- En esta específica
formación , la relación de dominación asumida por la burguesía admite dos
calificativos: es común y universal, porque la preeminencia política, es
ejercida por el conjunto de la clase burguesa sobre el resto de los sectores
sociales explotados.
El Estado, como una de las expresiones de la relación de dominación que ejerce
la burguesía, se presenta con una pretendida universalidad,
por la que logra licuar a cada uno de los burgueses individuales, para construir
un dominio hegemónico y general que se impone sobre el conjunto de las demás
clases."Jamás es neutral", representa al conjunto de la clase burguesa. Su
dominación expresa el promedio de todas las fracciones de la clase dominante. La
república burguesa parlamentaria, representa así, al conjunto de la clase, más
allá de sus rivalidades y competencias facciosas o fraccionales. El
Gobierno Kirchner con los parlamentarios elegidos el 23 de octubre pasado,"no es
más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase
burguesa".
Es esta faceta del Estado - como aparato productor de consenso- la que cohabita
con el ejercicio monopólico de la violencia , que es intrínseco al modo de
producción capitalista , lo que le permite a la burguesía , construir su
hegemonía cultural y política que se corporiza en la república
parlamentaria con su dominación general , anónima y universal
Esto significa, que
el régimen consolidado en las urnas, ocupará no solamente la condición de
aparato armado o Estado Fuerza, hecha valer con destreza en la estación
ferroviaria Haedo, sino que abarcará también, al aparato productor
de consenso. Esto supone que además de violencia, se desplegara un ámbito
de negociación y compromisos políticos entre las diferentes fracciones de la
burguesía entendida de conjunto como clase social dominante para reproducir la
hegemonía conquistada, de modo tal que todo aquel factor social que con su obrar
cuestione ese orden de cosas, con potencialidad de impedir su realización, será
visto y tratado como enemigo del régimen y estigmatizado como sujeto social
"peligroso".-
En este rol de aparato productor de consenso , el Estado de la burguesía , a
través de su forma jurídica de República Parlamentaria se vale del derecho como
una herramienta más para la construcción de ese " consenso" que no es otra cosa
que, la imposición pacífica de los intereses de una clase sobre otra.
El Derecho, deviene entonces, en la voluntad de la clase dominante erigida en
ley. Es en ese marco conceptual, donde corresponde, desmitificar las meras
formulaciones abstractas de Derechos que no pueden emerger de una efectiva
relación de fuerza en la situación social concreta, que los materialice, en el
terreno de la realidad específica. No es posible aceptar el fetiche jurídico, ni
la ficción de un sujeto libre, autónomo y contractualista que emerge de las
declaraciones universales de derechos humanos, en la medida en que la
construcción jurídica de los Estados Nacionales, sea reflejo formal de la
relación capitalista dominante y de los intereses de la burguesía en su
conjunto, por cuanto la misma supone una relación de explotación que rompe con
el pretendido igualitarismo que subyace a esas declaraciones formales. Su
universalidad es, meramente abstracta y especulativa, nunca efectiva y
real, en tanto el dominio de una clase se imponga sobre otra.
Desmitificar este entramado, sigue siendo la
tarea pendiente. Esto supone en lo inmediato y en lo táctico, la necesidad de
asumir la defensa en todos los planos posibles de nuestras libertades
democráticas, impulsando una campaña nacional con actos y movilizaciones en todo
el país exigiendo la satisfacción de nuestras demandas por empleo,
salario, salud y educación.
Operar, la superación de la hegemonía cultural de una clase -la burguesía-
sobre el conjunto de los explotados, a través de la formulación política de una
Democracia Obrera, sigue siendo el objetivo estratégico de los trabajadores y
demás sectores oprimidos.
Daniel Gamboa