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Argentina: La lucha continúa

Más allá de la visita de Bush

Sergio González
El Militante

Además de la repudiable visita de la cabeza visible del imperialismo, los gastos ocasionados por su presencia y las graves molestias causadas por las medidas de "seguridad preventiva", creemos necesario señalar también el nefasto significado de la Cumbre. El 4 y 5 de noviembre se reúnen en Mar del Plata los jefes de estado de América, menos Cuba, en un nuevo intento de consolidar el esquema de dominación imperialista y de las distintas burguesías nacionales y asegurar la perpetuación de sus negocios y beneficios a costa de la inmensa mayoría trabajadora de nuestro continente.

La discusión del borrador de la Declaración de la Cumbre giró en torno a unas pocas opciones: impulsar la firma en abril del 2006 del Acuerdo de Libre Comercio (ALCA), continuar con los tratados bilaterales entre EEUU y cada país en particular o negociar con cada región (Nafta, CAFTA, MERCOSUR, Andinos), reconociendo liderazgos de algunas de las burguesías locales, como la brasileña. Pero las políticas que coinciden en implementar en todos los casos son las mismas que han llevado a nuestro continente a la miseria masiva y falta de perspectivas.

A lo largo del documento se insiste en promover el libre mercado, darle un rol protagónico al sector privado, crear un clima de inversión extranjera directa, con transparencia y oportunidades, mediante inversión estatal en infraestructura y "alentar tanto el espíritu emprendedor como la actividad empresarial". Además promueven "la protección eficaz de los derechos de propiedad intelectual", léase patentes. EEUU propone agregar que cada país se comprometa "a eliminar los obstáculos regulatorios y a reducir los requerimientos fiscales onerosos".

Por supuesto que todo esto, los verdaderos propósitos de la Cumbre, se esconden bajo el manto de una declaración de buenas intenciones que lleva por título Crear Trabajo para Enfrentar la Pobreza y Fortalecer la Gobernabilidad Democrática. Así, prometen "combatir la pobreza, la desigualdad, el hambre y la exclusión social para elevar las condiciones de vida de nuestros pueblos y reforzar la gobernabilidad democrática en las Américas." Y le asignan "al trabajo, como derecho humano, un lugar central en la agenda hemisférica..." Cómo se combatirá el desempleo, se erradicarán el trabajo infantil, las migraciones de desocupados, la discriminación racial y de la mujer, las deficiencias sanitarias, etc. insistiendo con las mismas políticas que las perpetuaron durante décadas (como los ajustes fiscales cíclicos), no está explicado.

Párrafo aparte merece la concepción de la educación que contiene la declaración. Sólo se la considera en tanto herramienta para aumentar la productividad de las empresas. En este sentido se exige que los estados se hagan cargo de la formación de la población para que las empresas privadas puedan contar con mano de obra calificada y barata. Y hasta están dispuestos a "sacrificar" parte de la deuda externa en un canje por educación, claro que siempre que esté bajo la supervisión de las empresas y sus necesidades de personal.

La insistencia en recuperar la productividad empresarial a lo largo de todo el documento no hace más que delatar la pretensión de incrementar los beneficios, afectados por la crisis internacional de los últimos años. Y es la causa de la virulencia de las grandes empresas y sus marionetas en los distintos gobiernos, con la creciente militarización del accionar imperialista para asegurarse recursos naturales, como el petróleo de Irak o Venezuela, o el acuífero guaraní. A esto obedece también la intolerancia hacia cualquier disidencia o modelo alternativo que se aparte de las estrechas recetas mencionadas. De allí las presiones y distintos intentos de intervención en los procesos revolucionarios cubano y venezolano.

Para eso se escudan en la excusa de "prevenir y combatir el terrorismo" y en criticar hipócritamente la supuesta falta de democracia de Cuba y Venezuela, como si no hubiesen apelado, tanto el imperialismo como las distintas clases dominantes de América, a las más sangrientas dictaduras cuando sintieron amenazada su dominación.

La voz distinta en la Cumbre es la de Chávez, con sus propuestas de superar el capitalismo mediante el camino al socialismo y con una "integración y cooperación solidarias" en áreas como la energética, alimentaria, financiera, la salud y la educación.

La tendencia de la revolución venezolana en dirección a la revolución socialista, señala el camino a los trabajadores de todo el continente. Su extensión a los demás países de América Latina, con la recuperación de las palancas fundamentales de la economía (recursos naturales, grandes empresas, la banca y el comercio exterior) y la integración en una Federación Socialista (que podría comenzar por Cuba y Venezuela) permitiría terminar definitivamente con los graves problemas sociales de nuestros pueblos.