Argentina: La lucha continúa
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Cromagnon, el Estado al desnudo
Modesto Emilio Guerrero
Rebelión
200 familiares, 41 diputados, 600 policías uniformados y una sigilosa
cantidad de los otros, unos 60 medios, 40 cámaras de televisión, asesores y
curiosos. Con esos actores se puso en escena uno de los dramas más culminantes
del caso Cromagnon, el boliche bailable donde murieron por corrupción,
ineficacia gubernamental y ganancia empresaria, 194 adolescentes el 30 de
diciembre de 2004.
El final fue como se había previsto, más o menos. La sesión fue suspendida por
un cuarto intermedio hasta el lunes, tras una maniobra de ambos gobiernos, el
local y el nacional, para impedir lo que parecía inexorable: el juicio político
al Jefe de Gobierno Aníbal Ibarra.
La brutal violencia de las 2,30 de la madrugada contra los familiares, fue la
correspondiente al plan montado por el gobierno, basado en dos determinantes:
impedir a cualquier costo el juicio a Ibarra e imponer un gigantesco operativo
policial para asegurar ese objetivo.
A las 12 de la noche faltaba un solo voto para que los familiares se vieran
conformados en su fuero ético y emotivo, viendo procesar por mal desempeño,
corrupción, desidia y autoconfesión de culpa en la función pública, al otrora
Fiscal de la Nación y prestigioso abogado derechohumanista. Ese voto costaría el
poder a Ibarra y la base de sustentación de Kirchner en la Capital.
Pruebas y confesiones
El expediente de pruebas documentales y testimoniales supera las mil fojas y la
mayoría de ellas son de absoluta fidelidad: comprometen al Jefe de Gobierno
porteño y su cadena de resposanbles y administradores, como los responsables
políticos tipificados de la masacre, 194 muertes que pudieron ser evitadas. Por
supuesto, junto a su amigo y socio político, el empresario Omar Chabán.
Autoconfesión. La primera prueba de culpabilidad la dio el propio Jefe de
Gobierno contra si mismo a comienzos de 2005, cuando dijo esto en la
Legislatura: "Si el 25 de noviembre se 2004 se hubieran hecho las inspecciones,
Cromagnon no hubiera existido". Relevo de pruebas, dicen los juristas... Ibarra
acusa a Ibarra.
La investigación arrojó datos espeluznantes como el de que existen unos 197
inspectores para inspecccionar cerca de 200 mil locales públicos en la Capital
Federal. De ese total, unos 80.000 locales fueron encontrados en estado de
"graves irregularidades".
O sea, que en sana ley 80.000 locales no podrían estar funcionando si no fuera
porque logran los permisos y habilitaciones pagando coimas (sinecuras,
comisiones ilegales, "majadas de mano") a los funcionarios de Ibarra y de todos
los Ibarras anteriores a Ibarra.
Ilusiones que matan
Pero pruebas para enjuiciar al Jefe de Gobierno sobran. De hecho, al día de hoy
ocho (8) de sus principales funcionarios están procesados por causas similares.
¿Entonces qué faltó para que un hecho tan sensible en la población y tan
verificado los culpables por dos comisiones investigadoras, no haya ganado el
Juicio Político en la Cámara Legislativa?
La respuesta está en los pasillos, sillones, gavetas y resquicios de la propia
Cámara. Allí se negoció la matemática del voto a través de la maquinaria
corporativa para impedir la caída del Jefe de Gobierno y su estructura
gubernamental.
Eso implicó, por ejemplo, enfermedades repentinas de diputados, desapariciones
sorpresivas, ausencias inexplicables, compras de legisladores recién electos y
hasta el llanto de una diputada oficialista en un baño de la Legislatura, porque
se debatía anoche jueves entre votar a favor del Juicio por razones
humanitarias, y votar en contra porque se lo pedía el aparato ibarrista-kirchnerista.
Al final de la controvertida noche, prefirió huir con su dilema.
Pero hay otra razón: Los familiares se equivocaron al creer que se podía
encontrar una solución de tamaña magnitud política, dentro de las paredes de la
Legislatura y su resbalosa madeja legal. Olvidaron provocar y organizar un
poderoso movimiento social que obligara a tan obsoleta institución a responder
al interés de los familiares. Un sentimiento podrá mover montañas, no las
transforma.
A la fecha, la clase media porteña los apoya en el terreno sentimental, pero no
se movilizaría con ellos. Eso lo confirmó la encuesta del diario La Nación, que
señaló que el 64% estaría por un juicio a Ibarra. Pero nada más.
Este error de político los llevó a rechazar el apoyo de los movimientos sociales
(piketeros y otros) y de partidos de izquierda de fuerza considerable. El
aislamiento creció con la marcha de los meses del 2005, a pesar de que nadie
duda de sus razones.
Ese aislamiento social lo aprovecharon los gobiernos nacional y local, para
actuar dentro de la Cámara Legislativa porteña contra los familiares, sus
razones, sentimientos y objetivos. Y lo lograron, por lo menos en la primera
gran prueba. Inclusive actuaron dentro de los mismos familiares, tentándolos con
ofertas monetarias, cargos y manoseos varios, usuales en ocasiones como estas.
El secreto de esta dialéctica perversa está develado: Si Ibarra es echado por
juicio político, se afectará gravemente su aliado más cercano: el gobierno de
Néstor Kirchner.
Y la matemática del poder del Estado capitalista no discute su lógica feroz: ni
amigos ni enemigos, sólo tiene intereses: Si cae Ibarra, sube Duhalde a la
jefatura gubernamental capitalina a través de Telerman, y esto, después de
perder en la Capital con Macri y ganar con Cristina en las Provincias, no es una
pieza negociable para la Casa Rosada.
A no ser que un poderoso movimiento de familiares de víctimas de Cromagnon
imponga con su fuerza el juicio a Ibarra, la redención de las víctimas y la
condena de los cómplices.