Argentina: La lucha continúa
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El debate ausente y la argentina desmemoriada
Ricardo Luis Mascheroni
TMO
Por Ricardo Mascheroni- Nadie puede pensar que yo crea que Bush, sea un
dechado de virtudes o que la política llevada adelante por el Gobierno de EE.UU.
sea un ejemplo a imitar (lejos de ello), pero intentar personalizar todos
nuestros males en ambos, es cuando menos una exageración.
Pasó la Cumbre de las Américas de Mar del Plata, su balance negativo no llenó
las expectativas de muchos y se perdió una oportunidad más, para discutir de
cara al futuro los graves problemas que nos afectan y nos seguirán afectando en
los tiempos venideros.
Bajo el exclusivo pretexto de una oposición encarnizada a un ALCA inviable, que
no conforma ni encanta a nadie (ni a sus defensores más acérrimos),
deliberadamente se omitió incluir en la agenda otros temas de incidencia directa
e inmediata, que merecían una atención prioritaria.
Dentro de la columna del "debe" de la Cumbre, el tema ambiental se destaca con
nitidez dentro de la compleja problemática americana, el que abarca desde
cuestiones macro a temas domésticos, pero que todos en mayor o menor medida
inciden en la dignidad y calidad de vida de millones de seres humanos que
habitan este continente.
El repudio a Bush (un oscuro actor de la política imperial norteamericana,
reemplazable por otra parte), vino como anillo al dedo, para que cual canto de
tero, se ocultaran otras urgencias, sobre las cuales pocos quieren abordar
seriamente en la política nacional.
Con excepción del Presidente Venezolano Hugo Chávez, en un kilométrico discurso,
clásico del comunismo ruso o del socialismo cubano, nadie más encaró la temática
del ambiente, alertando claramente sobre los riesgos que se ciernen sobre el
futuro común.
No dejó de extrañar a todos aquellos que privilegiamos la calidad de vida de los
seres humanos por encima de los acuerdos comerciales, la ausencia de
planteamientos relativos al cambio climático y sus graves consecuencias
motivadas por lluvias torrenciales, tifones, huracanes, inundaciones, sequías,
aumento de las temperaturas medias o el elevamiento del nivel del mar, sobre
todo estando presente el país (EE.UU.) que más gases de efecto invernadero emite
y que no ha ratificado el Protocolo de Kioto.
A esta crítica cuestión, sumemos: el agujero de la capa de ozono, asentado sobre
el Sur del continente, la deforestación, cuya tasa es de las más altas del
mundo, la transferencia de industrias contaminantes, el aprovechamiento
insustentable del agua dulce, la minería a cielo abierto con la destrucción de
ecosistemas sensibles, realizada prioritariamente por empresas del Norte
americano, algunas asociada con el Gobierno de Santa Cruz.
Insisto, Bush y el FMI fueron una buena excusa para disfrazar los ejes y no
asumir que desde el Gobierno Nacional se insiste en el modelo agroexportador de
recursos naturales, especialmente sojero. Menos se intentó proponer un sistema
de desarrollo más sustentable y equitativo. Tampoco hubo alusión alguna al hecho
de que hoy y pese a los discursos altisonantes en contrario, Argentina paga más
que nunca al injusto sistema financiero internacional, que consume gran parte de
los esfuerzos y recursos de todos sus habitantes.
Ningún analista, comunicador o funcionario se acordó de mencionar que la
transferencia a empresas o países extranjeros del petróleo, el gas, el carbón,
los teléfonos, la energía eléctrica, el acero, las líneas aéreas, los servicios
sanitarios (cloacas y agua) y red ferroviaria, puertos, aeropuertos, rutas y
autopistas, no fue consecuencia del ALCA o intervenciones foráneas, sino de la
acción directa de nuestros representantes, algunos sentados en el sillón de
Rivadavia, legisladores y gobernadores de provincias, con la aquiescencia
social, quienes en la mayoría de los casos siguen desempeñando esos cargos,
también por decisión de la soberanía popular.
Nadie se hizo cargo de cómo un país de ciudadanos, haya devenido en uno de
pobres e indigentes que viven de la basura. Ninguno expresó que lo que Chávez
anuncia como un logro, el arribo por primera vez en 100 años a la Argentina de
un barco con petróleo venezolano, sea un baldón difícil de sobrellevar y que no
se exijan responsabilidades al respecto. Más teniendo en cuenta, según algunas
fuentes, que producir un barril de petróleo cuesta en el país cuatro dólares y
medio y en el mercado vale 70 dólares y que el petróleo y el gas se extraigan
sin control del estado.Dentro de tantas rarezas, extraña que no se haya reseñado
cuál debería ser el modelo energético común para los próximos años, mientras en
el plano interno se sigue financiando la terminación de la Central Nuclear de
Atucha II o se suscriban compromisos para la construcción de nuevas represas.
Oponerse al ALCA no está mal, lo que no está bien es rehuir un debate por la
positiva planteando cuál es la visión estratégica de Argentina para una
integración equitativa y superadora de la visión neoliberal imperante y que
redunde en una mayor eficacia en el despegue nacional.