Argentina: La lucha continúa
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Subproductos
Enzo Vicentín
Los 4 días de desenlace que tuvo la votación en la Legislatura de la ciudad
de Buenos Aires acerca de si Aníbal Ibarra debía ir a juicio político o no
fueron dramáticos. Y me refiero al drama pensando en los familiares de las
víctimas de aquel incendio en República Cromagnon, no en la "dramaticidad" que
tienen las operaciones, especulaciones o negociaciones políticas. Hay un abismo
entre el dolor de los padres y el cinismo de Alberto Fernández o del bloque que
responde a Macri.
El resultado del desenlace -la suspensión de Ibarra como Jefe de Gobierno,
abriendo la posibilidad de su destitución dentro de 4 meses- ha sido el producto
de un proceso político en donde intervinieron varias dimensiones. Pero el
resultado ha dejado además -como toda situación política deja- varios
subproductos inmediatos. Que no cierran el proceso, claro está, ya que en el
futuro pueden aparecer subproductos mediatos, a veces de mayor fuerza. Aclaro
que tomo la palabra subproducto como consecuencia secundaria de un proceso que
tiene un producto primario. No asocio subproducto a consecuencia inesperada o
residuo del proceso.
Los subproductos que esta nota aborda son una selección de los muchos que
podrían encontrarse. Y a fin de no ser enmarañado, los desarrollo en una
secuencia.
Ibarra moribundo político
El suspendido Jefe de Gobierno de Bs. As. ha sido un político con suerte. Se ha
conservado en el "mundo de la política" más por azar y favores de otros sectores
políticos que por virtudes propias. Y en la política burguesa quien depende de
otros o apuesta a un recurrente juego azaroso a veces termina mal. En el caso de
Ibarra, el gobierno de Kirchner, que hace 2 años le dio la mano levantándolo
para que logre su reelección ganándole a Macri, hoy le ha soltado esa misma
mano. Las vueltas discursivas de los "analistas políticos" de algunos diarios
para no decir lo indisimulable son graciosas. Santiago Rodríguez, del Página 12,
habla refiriéndose al sector de Ibarra: "la impresión durante toda la semana
pasada fue que el kirchnerismo los acompañaba en la pulseada, pero hoy por hoy
no terminan de entender cómo fue posible que desde la Casa Rosada nada pudieran
hacer para sostenerlos" (Página/12, 16-11).
Kirchner le ha soltado la mano a Ibarra a partir de la escandalosa y frustrada
sesión de la Sala Acusadora que tuvo lugar el jueves pasado. Pero también hay
que decir que Ibarra no ha aprendido las lecciones de la democracia burguesa en
sus 6 años al frente del gobierno de la ciudad de Bs. As. Muchos periodistas ven
en el veredicto de la Sala Acusadora la debilidad de Ibarra al no contar con un
bloque de legisladores propio. Y otros ven una mala estrategia de Ibarra en que
éste confió en salvarse de la suspensión por 1 o 2 votos, corriendo un riesgo
que ahora termina pagando. Estos elementos hacen difícilmente defendible la
figura de Ibarra para los "analistas", incluso a pesar de que Macri esté
enfrente. El aislamiento político que padece Ibarra lo transforma en un blanco
de críticas muy accesible (la nota que le dedica H. Verbitsky en el Página/12
del martes 15 es una muestra).
Por errores propios y por el aislamiento producido por el retiro de la mano de
parte del gobierno de Kirchner, Ibarra se encuentra "moribundo políticamente".
Sería apresurado decir que ya está "muerto" porque de estas situaciones a veces
algunos salen fortalecidos (el caso del alcalde de la Ciudad de México, Andrés
Manuel López Obrador, mostró cómo a partir de un juicio en su contra pudo salir
con más apoyo que antes). Pero estar moribundo y para colmo no acertar en las
decisiones son cosas que inevitablemente llevan a la "muerte política". Me
parece que la estrategia que Ibarra busca levantar diciendo que detrás de todo
el proceso en su contra está Macri es errónea. Machacar sobre la idea del "golpe
institucional" no tiene apoyo en la "opinión pública", como se está viendo en
las encuestas.
La caída política de Ibarra muestra a otra figura (en algún momento, esperanza)
del "progresismo" nacional siendo pasada por la trituradora de carne que es la
política / democracia burguesa.
Kirchner salpicado
El kirchnerismo, tan sensible a las encuestas y al humor de la opinión pública,
mostró lo lejos que está de su autoproclamada "nueva forma de hacer política".
Mostró en definitiva que el Frente para la Victoria es una construcción
frentista que busca acumular poder sumando y cooptando a organizaciones
políticas y sociales para llevar adelante un proyecto de recomposición del
capitalismo y las instituciones burguesas en Argentina. Y para eso a los
constructores del Frente no se detienen en ver de dónde vienen algunos aliados,
con tal de que tiren para el mismo lado alcanza. La maniobra de Alberto
Fernández para sumar al ex-macrista Borocotó a las filas del Frente para la
Victoria hirió a los ilusos que creían en el centroizquierdismo del gobierno
nacional y le "dio de comer" a otro sector de la derecha para criticarlo
duramente. Más que el hecho político en sí, el momento elegido para hacerlo
público fue lo que generó que el tema Borocotó se convirtiera en un boomerang
para Kirchner y compañía.
Y, al día siguiente, el bochornoso papel que jugaron los legisladores
kirchneristas en la sesión del jueves no hizo más que echar más combustible al
fuego. La posición del gobierno nacional quedó tan evidente con estos sucesos
que entonces le soltaron la mano a Ibarra para despegarse de la crisis. Pero ya
era tarde, porque del desenlace del proceso el gobierno nacional no sale limpio.
Sale acusado de apretar a sus legisladores y de "operar políticamente" (en el
sentido más negativo de la expresión) para evitar el juicio político. El Jefe de
Gabinete Alberto Fernández -mano derecha del presidente Kirchner, no caben
dudas- sale apuntado como el ideólogo de la "operación" y el culpable de que el
tema Borocotó se le haya vuelto en contra al gobierno nacional. La acusación de
repetir "prácticas de la vieja política" y la crítica a que sus errores en la
ciudad de Buenos Aires están convirtiendo a ese lugar en un karma para su
proyecto le van a doler por mucho tiempo al gobierno nacional. Ha quedado, en lo
que a política institucional se refiere, mal parado como pocas veces lo ha
estado en su gestión. Mostrando los límites de una retórica que nos quiere
vender viejo por nuevo.
Teléfono para Solá y Reutemann
Lo que le ocurrió a Ibarra en Buenos Aires ha sido caracterizado como un hecho
histórico. Es que el sentido común dice que un político elegido solo puede irse
como llegó, a través de las elecciones. La suspensión de Ibarra por el caso
Cromagnon nos hace cuestionarnos a los santafesinos acerca de qué pasa con
Reutemann y la causa inundación. Pero, como tratamos de expresar en la revista
pasada (nota "Los pibes de Magdalena"), Cromagnon también es comparable con lo
sucedido en la cárcel de Magdalena y lo (no) hecho por Ibarra con lo (no) hecho
por Felipe Solá.
Ahora resulta, según el sociólogo Nicolás Casullo, que pedir juicios políticos
para los responsables principales de las administraciones públicas es hacer
"política golpista" (Página 12, 16-11). "Cromañón nos estaría diciendo: si
mañana hay un choque de trenes donde, por diversas irresponsabilidades, mueren
desgraciadamente 500 personas debe pasar a juicio político el presidente de la
nación. Aunque parezca absurdo existe mucho de esta "política" golpista en esta
trama nacional que cumplió un nuevo acto en sus secuencias" dice la nota de
opinión de Casullo. Hasta donde yo sé, si hay responsabilidades en accidentes,
catástrofes o lo que fuera seguramente la administración pública tiene
responsabilidad al no haber garantizado / controlado / prestado las condiciones
para que ese accidente no hubiese ocurrido. Si, como generalmente ocurre, los
primeros acusados en el ámbito de la administración pública son los encargados
de las dependencias en cuya órbita se produce el hecho, también es cierto que
quienes controlan a esos funcionarios de menor rango son los funcionarios de
mayor rango (ministros) y en última instancia el poder ejecutivo. Si entonces
hay una responsabilidad del ejecutivo en tanto controlador de controladores, es
materia de discusión si eso es causal o no de un juicio político, pero de
ninguna manera es un absurdo como dice Casullo. Pedir justicia con fundamentos
no es hacer política golpista.
Ibarra, Solá y Reutemann pueden ser acusados con los mismos argumentos. Por qué
no se clausuró República Cromagnon; por qué los matafuegos de las cárceles
bonaerenses están vencidos; por qué no se le avisó a los habitantes de los
barrios del oeste que se iban a inundar. ¿Acaso Ibarra ignoraba el circuito de
coimas entre sus funcionarios y empresarios como Chabán? ¿Acaso Solá desconocía
la corrupción y las prácticas del Servicio Penitenciario de su provincia? ¿Acaso
Reutemann no sabía que existían estudios que calculaban que si el agua superaba
la defensa oeste quedaba un tercio de la ciudad bajo agua? Cuesta creer que no
lo supieran. Y si lo sabían y no hicieron nada para cambiarlo, ¿no son
responsables? La imprevisión, la desidia, la negligencia o la corrupción que
causan muertes son motivos suficientes para exigir responsabilidades y reclamar
juicios que determinen culpabilidades.
Si ante situaciones comparables, Ibarra es llevado a juicio político por
Cromagnon, entonces exijamos / sigamos exigiendo qué Solá por la cárcel de
Magdalena y Reutemann por la inundación también tengan que dar explicaciones en
un juicio. ¿Será demasiado golpista eso?
La lucha consigue
Tal vez sea el subproducto más alentador para los luchadores sociales. Sin la
presión de los familiares de las víctimas de Cromagnon, Ibarra se hubiese
salvado. Y no hablo solo de su presencia en las barras durante la sesión del
jueves, sino de todo el proceso de lucha que vienen dando -con divisiones y
cierto aislamiento- en distintos frentes con el fin de encontrar justicia. Su
presión pudo más que las operaciones políticas y las lealtades corporativas de
los bloques. La actitud del legislador Farías Gómez lo demuestra. Y la
metodología "violenta" que en algunos casos utilizaron y que tanto horroriza a
los puristas defensores de las formas racionales de hacer política muestra una
cosa muy clara: la práctica política incluye en su cuerpo a la violencia. Esta
afirmación es negada sistemáticamente por varios periodistas, que ven a la
violencia contaminando la práctica política. Pero esta se encuentra atravesada
por la violencia, generalmente simbólica dentro de las reglas institucionales,
pero a veces explícita. Violencia que por otro lado responde a lo que propuso el
kirchnerismo por ejemplo. Algunos padres usaron las mismas armas que los
operadores políticos, en inferioridad de poder, pero sin embargo ganaron esta
pequeña batalla legal atravesada por violencia que para ellos es un gran
triunfo.
Bien por los familiares, que mostraron una vez más que luchando permanentemente
se puede ganar. Y aunque haber logrado lo que logaron puede ser visto apenas
como un pequeño avance en el camino hacia la transformación de la sociedad, el
hecho tiene un valor muy importante como ejemplo de que se puede, como ejemplo y
espejo para otras luchas populares que necesitan como el agua saber que hay
otros luchadores que pelean y ganan.
Instituciones fortalecidas
Un subproducto que puede ser visto como una desazón después de haber leído el
anterior. Es una interpretación polémica, pero creo que la suspensión a Ibarra
ubica en un lugar tan central a la persona-funcionario que no deja lugar para
discutir la institución -en este caso la Jefatura- y la democracia
representativa. Cuando todos los focos se ponen sobre Aníbal Ibarra, y su
culpabilidad, sus declaraciones, etc. (que no digo que eso esté mal, sino que
anula otra discusión) se pierde de vista, como decía una madre de una
adolescente que murió en Cromagnon, que Ibarra es una "circunstancia", que así
como le pasó a él le pudiera haber pasado a cualquiera, porque el problema no es
tanto la (o falta de) honestidad de las personas que ocupan los cargos sino la
manera en que las instituciones de la democracia burguesa se estructuran y
funcionan. Pero discutir eso se torna peligroso para la óptica de los "analistas
políticos". Porque ya no se hablaría de cambiar pieza por pieza, de poner bueno
por malo, y listo. De lo que se trata es de criticar la estructura de la
burocracia. Y discutir dónde actúan y donde no actúan las instituciones, cuanto
le dedican a una cosa y cuanto a la otra. Y a partir de eso entenderemos con más
razones que el funcionamiento (y la lógica) de la burocracia la lleva a su
alienación con respecto a la mayor parte de la sociedad y que las instituciones
están moldeadas para escuchar con un oído y taparse el otro, al cual le habla la
mayoría.