Argentina: La lucha continúa
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Argentina: Control Social. Los gobiernos y sus drogas
En la calle
La tarea primordial hoy es encarar la lucha contra la pasta base, asumiendo cada una de las contradicciones que la cuestión nos impone
LA PASTA TIENE QUIEN LE CANTE (y la banKe).
Un dato alarmante se mantiene relegado en la oscuridad de las estadísticas oficiales: entre 1994 y 2005 se triplicó la mortandad adolescente. Mueren hoy tres veces más chicos y chicas que hace tres décadas. Esto es solo una cara de la moneda cuya correspondencia es el hecho de que el 90% de esas muertes son evitables.(1)
Que el consumo de drogas y alcohol estén vinculados con 7 de cada diez de esas muertes, nos introduce en la realidad cotidiana, tan cruel y tan concreta, que solo en el conurbano bonaerense afecta a unas 400 mil personas. Y es adentrarse también en la complejidad de los factores que se conjugan en el estado de las cosas en nuestros barrios.
Hábitos de consumo, posturas frente a la despenalización, concepciones diversas sobre la moral y la libertad nunca pueden apartarse del narcotráfico, el lavado de dinero y –lo que ocupa esta sección- el control social.
COMPLETTE CONTROL.
El "retorno a la democracia" alfonsinista trajo consigo un halo de euforia y optimismo. La participación iba de la mano de un incipiente destape y el auge de la marihuana a escala masiva. Eran tiempos de encuentros y, sobre todo, de reencuentros; "los colores volvían" a las calles como los exiliados de la triple A y de la dictadura militar, y el porro era la droga ideal. Por su naturaleza y forma de consumir (compartiendo, en ronda) y por la desinhibición que produce, fue una suerte de droga ‘alegre’ que acompañó la ilusión de libertad de más de uno.
En los noventa la cosa fue bien distinta. La paridad 1 peso = 1 dólar de Menem/Cavallo convirtió al país en un paraíso para "capitales buitres" (¿hay alguno que no lo sea?), fondos de "inversión" y empresas estatales europeas que se hacían cargo de los servicios públicos privatizados. También los carteles de la droga obtendrían dólares aquí sin necesidad de trasladar ningún cargamento hacia Europa. Técnicamente, se habla de que Argentina pasó de país de tránsito a país de consumo.
Y es que la revolución productiva importó el ritmo de vida del primer mundo; nada de quietud, nada de silencio: ocho, doce, catorce horas de fiesta en boliches, casinos y cabarets de Puerto Madero para los privilegiados del paraíso mememista. Las mismas horas pero de trabajo para portadores de contratos basura. (2) La cocaína tiene mucho de ese trajinar ilimitado, y el modo de consumirla es marca de época: nada de compartir, nada de solidaridad.
"Me siento una Madre De Plaza De Mayo", sentenciaba –y sentencia- una de las tantas madres que golpeaba puertas de comisarías, dealers y juzgados
Ahora tenemos encima al "pako". En el lenguaje del mercado, pako es el nombre comercial del genérico Pasta Base de Cocaína (PBC). Hemos estado dando cuenta de los factores económicos y geopolíticos que hicieron de la pasta base una de las drogas mas consumidas en la región sudamericana. (3)
Los primeros "casos" de consumo masivo se registran allá por el 2002 y es Berazategui, en la costa sudeste del Gran Buenos Aires desde donde comenzó a expandirse. El Río de La Plata habría hecho de nexo para que ingrese al país la pasta base que un año antes desembarcó en el Uruguay pero que por ejemplo en Chile estaba instalada desde una década atrás.
En ediciones anteriores de ELC también referimos a los efectos físicos y psíquicos que produce el consumo de PBC, que podrían resumirse así: de siete meses a un año de ‘vida útil’ del adicto; a partir de allí, algún tipo de parálisis convierte a la persona en un zombi. Mientras tanto, la conducta agresiva y antisocial de la persona bajo los efectos del pako se va profundizando.
La novedad es el pako de cinco pesos, con un ‘flash mas largo’ que causa menos ‘bajón’, lo que garantiza clientes por algún tiempo mas. El poder de adaptación del mercado no tiene por qué asombrarnos.
PAKO SE ESCRIBE CON K.
En su Postdata sobre las Sociedades de Control, Gilles Deleuze (4) marca que a cada sociedad le corresponde un tipo de máquina. No porque la máquina determine a las sociedades, sino porque expresan las formas sociales capaces de crear y utilizar esas máquinas.
Al capitalismo de las sociedades disciplinarias del siglo XIX y el siglo XX, le correspondieron máquinas simples, poleas y palancas basaban su mecanismo de funcionamiento. La fábrica era el lugar donde se sintetizaban las fuerzas y contradicciones internas. El control, entonces, estaba dado por los lugares de encierro: la casa, la escuela, el cuartel y la fábrica; eventualmente, la cárcel y el manicomio albergaban las disidencias.
A partir de mediados del siglo pasado, se evidencia la presencia de un nuevo tipo de sociedad. Una transformación mediante la cual el capitalismo de producción pasó a ser capitalismo de producto, para la venta y el mercado. Un capitalismo que no emplaza parques industriales ni corredores productivos, sino que compra acciones y vende servicios. Vivimos hoy el auge de esta sociedad llamada por Miguel Foucault "Sociedad de Control", con máquinas complejas que se activan a través de operaciones algebraicas, con software y programas de inicio.
Sin embargo, en la sociedad de control el capitalismo mantiene la lógica de someter a dos tercios de la población hundida en la ciénaga de la pobreza: demasiados cuerpos que encerrar, diría Foucault; demasiadas deudas que cobrar, dice Deleuze.
Se puede trazar, a partir de lo expuesto, un paralelismo entre las máquinas y las drogas en cada desarrollo de la sociedad. Sobre todo teniendo en cuenta que nada tiene lugar dentro del capitalismo si no es rentable o si no es patrocinado por los Estados y sus gobiernos
Al radicalismo le fue tan funcional el hábito y financiamiento de la producción a gran escala de la marihuana en los ’80 como al peronismo la cocaína en los ’90. Así pues, la pasta base que invade a nuestros barrios hoy se aprecia en "sintonía" con el actual gobierno de Néstor Kirchner y su política de control social sin disparar ni un solo tiro y aparece ante la opinión pública desligado de los procesos a los luchadores sociales y de su responsabilidad en los presos y presas políticas; y coincide con la necesidad de los gobiernos - desde diciembre de 2001- de que el pueblo abandone de una vez la protesta social.
Son las mismas estadísticas oficiales las que reconocen que desde su aparición hasta mediados de 2005 unas 30 mil personas se han volcado al consumo de pako (6). La desaparición de personas como expresión máxima de control social durante el siglo pasado encuentra hoy su correlato en las víctimas de la pasta base, que incluso coinciden en edad con los asesinatos del gatillo fácil y de Cromañon.
El ritmo de producción se acelera para producir cada vez más con menos trabajadoras y trabajadores, y también los efectos ("a corto plazo y de rotación") se aceleran: en solo tres años que lleva en forma masiva en el país, la PBC se llevó, chupó y pasó a otro estadio la misma cantidad de almas que la última dictadura militar en siete años. El largo y penoso peregrinar de madres y familiares no para de reproducirse.
Y no es la única coincidencia: al Río de la Plata que tres décadas atrás devolvía los cuerpos de enemigos y enemigas declaradas del régimen, hoy le toca ser partícipe necesario del tráfico de la pasta base que aniquilará sin disparar un tiro ni apresar en cárceles de gobiernos que dicen reivindicar la lucha por la memoria y la justicia.
El control social es cuestión de clase. En la etapa actual, el control continuo e ilimitado se vuelca cada vez más hacia los aspectos culturales. Coincidentemente con el arribo del pako se fue desarrollando la cumbia villera, la "cumbia base". La nomenclatura de base marca una dualidad: "base por la base de programación de batería; base por la pasta base a la que le canta, la base de una pirámide social imposible de escalar".
No se trata de estereotipar, sino de avanzar en un debate serio en pos de acciones concretas que liberen los barrios de esta lacra, que no es la musical.
Ese pako a $1 no puede ser ganancia si debe repartirse entre laboratorios, distribuidores, ‘mayoristas’, punteros o dealers, policías y políticos: ¿por qué no sería patrocinado por el departamento de estado norteamericano, como lo denuncian las FARC de Colombia?
Si aniquila a una población pobre, que bien puede convertirse en fuente de rebeldía popular, ¿cómo los gobiernos no van a dejar actuar a la pasta base?
Si le canta a la pasta base ¿cómo Kirchner no va a decir "Yo banco la cumbia villera"?
Hay quienes vinculan el consumo de drogas a cuestiones personales y piden legalización ya. Por otro lado, existe un rechazo cerrado encarado por quienes siempre terminan desconfiando del pueblo. Si hay algo que caracteriza a los y las anarquistas es la confianza profunda en las masas, en su fuerza, en su poder de acción y reflexión.
La tarea primordial hoy es encarar esta lucha contra la pasta base, asumiendo cada una de las contradicciones que la cuestión nos impone. En ese camino no importa que nos señalen con el dedo o que nos miren confundidos, sino que –como diría, como dice el Urubú- "habrá gente que te sorprenderá con un abrazo. En cualquier caso, esa es la situación a la que queríamos llegar".
Notas
1. Informe para el año 2005 de la Subsecretaría de Atención a las Adicciones,
www.sada.gov.ar2. Los contratos basura son la expresión máxima de la flexibilización laboral que se inició durante el primer gobierno de Carlos Menem (1989-1995).
3. Pasta Base. Un ataque químico de EEUU contra Latinoamérica. ELC Nº 54, marzo de 2005.
4. Deleuze Gilles. "Postdata sobre las sociedades de control". En: El Lenguaje Libertario, Christian Ferrer (Compilador). Grupo Editorial Altamira. Bs As.1999
5. Ídem 1.
*Organo de difusión del anarquismo organizado.
N°56 septiembre de 2005.