Argentina: La lucha continúa
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Fernando Del Corro
Las elecciones del pasado domingo revistan una serie de características que
marcan hitos profundos respecto de las estructuras del poder político en el país
y la consolidación de un modelo socio-económico que, en lo esencial, constituye
la ratificación del que arrancó con el 'Rodrigazo' a mediados de 1975 y que se
mantuvo con matices y algún efímero atisbo de corrección durante la primera
etapa de gestión de Raúl Alfonsín.
El gran vencedor de estas elecciones, además de los propios candidatos
específicos, comenzando por la senadora santacruceña Cristina Elizabeth
Fernández, y del presidente Néstor Carlos Kirchner, fue el ministro de Economía,
Roberto Lavagna, virtualmente objetado por nadie, ya que coincidieron en él
todos con las escasísimas excepciones de los partidos de izquierda cuyos
resultados electorales debieran hacer reflexionar seriamente a sus dirigentes.
En la provincia de Buenos Aires, el principal distrito electoral del país, con
casi diez millones de votantes, todos los que obtuvieron representación
parlamentaria, con más o con menos, coincidieron con la marcha de la política
económica que lleva adelante Lavagna. De hecho la gran perdedora, Hilda González
o 'Chiche' Duhalde, como se prefiera, es la esposa de quién puso al ministro en
su cargo y la vencedora de quién lo mantiene en él.
Lo mismo sucedió en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) donde la victoria
fue para el candidato del frente de derecha Mauricio Macri, aliado en la
provincia a Ricardo López Murphy; en Neuquén a Jorge Sobisch y, de hecho,
estratégicamente, al propio Eduardo Duhalde. Para Macri la marcha de la economía
es buena, aunque él dice tener algunas ideas para hacerla aún mejor. Y tampoco
Elisa Carrió tiene diferencias estratégicas con Lavagna.
Además está claro que muchos votantes depositaron su boleta oficialista en las
urnas pensando en que avalaban la candidatura de Lavagna. No constituyen la
mayoría ni mucho menos, pero son una cifra nada despreciable. Si el ministro no
hubiera pesado en la cabeza de esos votantes los números, seguramente, habrían
sido bastante diferentes, sin comprometer con ello, el primer lugar bonaerense
para la primera dama.
Ahora el ministro tiene ante así algunas cuestiones no menores. La principal es
la de tratar de frenar el lento pero firme crecimiento del proceso
inflacionario. El propio presidente Kirchner lo urge en esa dirección. Los
actuales índices ya son preocupantes, aunque todavía no se hayan desmadrado.
Pero con los valores ya verificados se hace necesaria una recomposición salarial
que de no concretarse irá empujando al conflicto social.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) pretende que se pare la inflación, que se
aumenten las tarifas de los servicios públicos privatizados y que se solucione
la situación de los bonistas que no entraron en el canje. Implícitamente también
pretende que no haya aumentos salariales. Lavagna no parece estar lejos de esa
postura aunque en algunos puntos, si avanza en esa dirección, chocará con
Kirchner.
Aunque el poder de los sindicatos fabriles se deshilachó bajo la conducción de
Lorenzo Miguel durante el gobierno de Carlos Menem, aún quedan cuotas de vigor
en las organizaciones que agrupan a los trabajadores de servicios y de
estructuras del Estado. El secretario general de la Confederación General del
Trabajo (CGT), Hugo Moyano, las representa. La experiencia de Miguel seguramente
deberá servir a Moyano para no repetir algunos de los errores de aquél.
Lavagna se opondrá, sin dudas, a una política activa de ajustes salariales.
Seguramente apostará a aplicar topes que irán por debajo de la inflación con la
consecuente pérdida de poder adquisitivo por parte del salario. Mientras, a
pesar del FMI, no resignará su estrategia de tener un tipo de cambio con un peso
depreciado ni de tener atadas las tasas de interés, más allá de que ya se
escuchen voces que piden frenar el crecimiento para atacar la inflación.
Por ahora el viento de cola que tiene la economía argentina desde el ámbito
internacional no hace temer demasiado a la conducción económica por las cuentas
fiscales. Aún hay margen para seguir implementando subsidios y hasta para no
asustarse con la eventual aparición de los síntomas del llamado 'Efecto Olivera-Tanzi'
en el caso de que la inflación adquiera el carácter endémico de décadas pasadas
y se afirme algo más allá de los valores actuales.
El nuevo esquema político
Las elecciones también ratificaron algo que se venía verificando desde hace
algún tiempo y aún profundizaron ese sendero. En la Argentina han desaparecido
los partidos políticos y se han generado, en su reemplazo, máquinas electorales
aideológicas, en su mayoría incluso de carácter transitorio. La vieja Unión
Cívica Radical (UCR) hace rato que viene transitando el camino del viejo
conservadorismo en cuanto a diluirse en unas cuantas fuerzas provinciales.
Otro tanto ocurre con el extinto peronismo devenido luego en justicialismo. Pero
incluso el propio Partido Justicialista (PJ) se ha desintegrado en una serie de
aparatos que responden a los caudillos locales, sobre todo en las provincias
donde es gobierno. Del viejo peronismo-justicialismo sólo queda una cosa clara:
la decisión de luchar por el poder político sin importar para qué, por lo que se
convierte en absolutamente funcional al real poder de las corporaciones.
La organización política argentina retrocedió 125 años, cuando el general Julio
Argentino Roca puso fin al esquema de la Liga de los Gobernadores y parió el
Partido Autonomista Nacional (PAN). Lo que las elecciones del domingo último han
ratificado, entonces, es que se ha vuelto a los tiempos de la Liga de los
Gobernadores. Sólo cuatro de los jefes provinciales perdieron: los radicales de
Río Negro y Catamarca, el frentegrandista de la CABA y el justicialista de Santa
Fe.
El único caso relevante es el de la última. La permanencia de Aníbal Ibarra en
la CABA sólo se explica en la carencia de reemplazo por parte del gobierno
nacional y en el juego de desgaste y sustento que practica Macri y lo de Río
Negro y Catamarca es parte del natural agotamiento de una estructura que se va
diluyendo. En Santa Fe el PJ desde hace rato había dejado de ser la primera
fuerza y sólo se venía manteniendo gracias a la antidemocrática Ley de Lemas.
De los restantes 20 distritos electorales la realidad indica que los auténticos
vencedores son los gobernantes locales. ¿Se puede adjudicar el presidente
Kirchner la victoria de la tropa de José Manuel De la Sota en Córdoba, o de la
de Jorge Busti en Entre Ríos, o de la de Juan Carlos Romero en Salta?. Sólo le
son propios el de su hermana Alicia en Santa Cruz y, en parte principal, el de
su esposa Cristina en Buenos Aires.
Que el poder pasa por los gobernadores y no por las presuntas fuerzas políticas
y los tradicionales dirigentes quedó demostrado sobre todo en La Rioja, Buenos
Aires, Misiones y Santiago del Estero. Carlos Menem gobernó La Rioja desde 1973
hasta 1976 y desde 1983 a 1989 y la favoreció como presidente desde 1989 a 1999
pero acaba de perder frente a Angel Maza, un gobernador sin brillo que llegó al
cargo de la mano de Eduardo Menem y Domingo Cavallo.
Eduardo Duhalde es el ejemplo paradigmático de los nuevos tiempos. Su
inescrupuloso control de la provincia de Buenos Aires de una década y su gestión
presidencial de dos años no le sirvieron para mitigar lo inevitable. Sustentado
en caudillos destinados al Noveno Círculo del Infierno fue abandonado por casi
todos ellos y los pocos que aún no lo hicieron seguramente lo concretarán en
breve; lo más probable es que sus diputados electos sean los primeros. De hecho
ya se anuncia el pase de algunos legisladores provinciales. Es que,
probablemente salida de la verba del senador nacional rionegrino Miguel Angel
Pichetto, la vigésimo primera verdad peronista reza: 'hay que correr presuroso
en ayuda del vencedor'.
Un Felipe Solá que fue, como secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca de
Menem -al que luego repudió- responsable de la destrucción del patrimonio
ictícola atlántico argentino y que luego fue instalado como vicegobernador, y de
resultas gobernador, por Duhalde -al que luego enfrentó-, fue un útil
instrumento a la hora de terminar con el empresario inmobiliario de Lomas de
Zamora. Sin él habría sido virtualmente imposible para Kirchner instalarse en
Buenos Aires.
Por ello son erróneas las visiones de que Kirchner tendrá dificultades para
aprobar las leyes en el Congreso. El pejotismo de la Liga de los Gobernadores
sólo negociará sus prebendas. No existirá un bloque antipingüino o si lo existe
estará reducido a un grupo residual como ya aconteció con el menemismo. Hasta es
muy probable que el propio Adolfo Rodríguez Saá, despegado de la incómoda
sociedad con Menem, tenga un rol funcional al presidente.
Lo más probable, en cambio, es que Kirchner intente fortalecerse frente a la
Liga y asuma la presidencia nacional del PJ. Esto, si lo decidiera, le
resultaría bastante fácil, pero no le aseguraría domeñar a los gobernadores.
Estos le van a ceder todo lo que quiera a nivel nacional en la medida en que
sigan gobernando sin objeciones sus feudos. La Liga tendrá más problemas con
Lavagna a la hora de discutir los fondos de las provincias, sobre todo cuando
presione el FMI.
La izquierda y la derecha
Los análisis simplistas pretenden mostrar que los ciudadanos han quedado
separados en una franja de centro-izquierda y otra de centro-derecha ignorando
la verdadera realidad de que hay un poder económico que subyace debajo de casi
todo el espectro y en la superficie el esquema de la Liga de los Gobernadores ya
comentado. Dentro de la Liga están los que juegan a alinearse más hacia un lado
o hacia el otro: Busti o el derrotado santafesino Jorge Obeid más hacia la
izquierda; Romero o el sanjuanino José Luis Gioja más a la derecha, pero en
definitiva todos funcionan de similar manera.
Si se trata de dar a la derecha una mayor entidad estructural a partir de los
resultados del domingo también es algo falso. Los resultados en los diferentes
distritos son también hechos aislados que luego podrán sumarse o no. Macri,
Sobisch, Duhalde, el comisario Luis Patti y otros tienen posturas similares pero
no comparten una estructura, aunque los resultados hicieron que los dos primeros
sean los más relevantes.
López Murphy, con una estructura nacional más extendida, tampoco tiene un
partido strictu sensu pero es el que más se parece, por su mayor cohesión
ideológica, aunque también claramente limitado por la dependencia hacia él. Hay
que reconocerle al 'Bull Dog' de Adrogué que es quién con más sinceridad se ha
manejado, aunque no se compartan sus posturas. Es el único al que se le podía
creer que iba a hacer lo que decía, o que al menos lo iba a intentar.
Seguramente esto lo perjudicó a la hora de los votos. Seguramente también fue
perjudicado por la visión electoral-turfística por la que hay que votar al que
tiene chances de ganar o de ser primer opositor, por lo que muchos de sus
votantes, antikirchneristas, lo deben haber abandonado a favor de Hilda
González.
Todo indica que liderados por Macri y Sobisch se podrán sumar otros
representantes de las derechas populistas como los señalados Patti y Duhalde y
tal vez el no populista López Murphy y partidos provinciales diversos como el
muy golpeado Demócrata Progresista de Santa Fe, que realizó, por primera vez
desde 1983, una elección tan pobre. Pero seguramente será muy difícil que Macri
y Sobisch acuerden dejar el paso al otro para que lidere una confrontación que,
por ahora, parece perdedora.
Cabe indicar que la victoria de Macri no fue casual. Por un lado se vio
favorecido por la catastrófica gestión de Aníbal Ibarra de quién el gobierno
nacional no terminó de desprenderse aunque sí trató de hacerlo el canciller
Rafael Bielsa. Pero éste no sólo fue víctima de la ligazón que la gente le
atribuyó injustamente con Ibarra sino también de la carencia de propuestas para
los porteños. Repetir los hechos de Kirchner como presidente no fue suficiente
para votantes más exigentes.
En cambio Macri sí tuvo propuestas, independientemente de lo que vaya a hacer,
como la relacionada con el trabajo para los mayores de 45 años. Por otro lado
hay que reconocerle a Macri tener un buen bloque en la Legislatura porteña en
cuanto a conocimiento de los temas, al margen de las posturas ideológicas como
los planteos represivos manifestados por algunos de los integrantes de su
bancada al discutirse la reforma al anterior Código de Convivencia.
El espacio de la derecha también lo disputará Carrió. Lejos han quedado los días
en que se presentaba como una expresión de centro-izquierda. El 'contrato moral'
no implica proyecto alguno. López Murphy, en los hechos, es una buena
representación del mismo. Lo sucedido con la candidatura de la chaqueña de
Quitilipi en la CABA es muy claro. Los votantes ya han constatado hacia donde
apunta 'Lilita'.
Dejando de lado a Macri que ganó en las 28 circunscripciones porteñas, el mal
candidato oficialista Rafael Bielsa superó a la jefa del ARI en toda la zona
sur, la de pobladores con menor capacidad adquisitiva: Barracas, Boedo, La Boca,
Mataderos, Nueva Pompeya, Parque Patricios, Villa Lugano, Villa Riachuelo, Villa
Soldati y otros, y en Liniers, el barrio más pobre de la franja central. En
cambio Carrió batió a Bielsa en el resto de esa franja central: Flores,
Caballito, Almagro y otros, y en toda la zona norte: Palermo, Belgrano, Barrio
Norte y demás; es decir donde habitan personas con mayor capacidad económica.
Cuando el gobierno dice que Carrió representa a la derecha no miente ni se
equivoca.
En lo que hace a la izquierda su panorama es tétrico. Los innumerables
agrupamientos trotkistas que surgen de división tras división, con la excepción
del Partido Obrero que se mantiene unido, no han logrado entusiasmar ni siquiera
a sectores minoritarios de la sociedad. Han perdido el rumbo y carecen de
propuestas serias. Discutir acerca de lo que dijera León Trotzky hace 80 años,
organizar marchas piqueteros o hacer proclamas obreristas cuando la histórica
clase obrera fabril ha perdido su capacidad para liderar un proceso
revolucionario parece entusiasmar a casi nadie.
Se escucha decir que el problema es que la izquierda no se une. Aún si hubieran
estado todos juntos no habrían sacado un solo diputado nacional, apenas si algún
legislador porteño. Incluso es posible que haya sido su vecindad la que hizo que
Mario Cafiero, alguien que realizó un serio trabajo como legislador, sacase tan
pocos votos en la provincia de Buenos Aires.
Los diferentes grupos de izquierda podrán sobrevivir como sectas pero
difícilmente puedan volver a proyectarse como partidos con peso social como
algunos lo fueran en el pasado. El Partido Comunista (PC) que otrora, bajo la
conducción de Vittorio Codovilla, al margen de sus grandes errores, llegó a
tener una inserción significativa, hoy es una mascarada que electoralmente no
llega ni al uno por ciento en su viejo baluarte porteño y que se presenta como
la simple pata política del Banco Credicoop. También aparece como una
organización en liquidación, aunque puede llegar a intentar refundarse aliándose
a la izquierda del Partido Socialista (PS), representada en la provincia de
Buenos Aires por Jorge Rivas y el aeronáutico Ariel Basteiro. De todos modos el
Proyecto Rosario está liquidado.
En lo que hace a la derecha del PS, expresada por el vencedor santafesino Hermes
Binner y el legislador procesista porteño Norberto La Porta, va a actuar como un
ala del pankirchnerismo y probablemente confluya con los restos de la UCR con la
que ya realizó una experiencia electoral conjunta el domingo en Córdoba y Santa
Fe. El PS tampoco es un partido nacional ya que sólo se expresa en unos pocos
distritos aunque su figura mayor, el médico Binner, puede ser un buen candidato
para acompañar la actual gestión presidencial y su eventual reelección o para
aspirar, con la bendición oficial, a la gobernación de su provincia.
Aunque él haya renegado públicamente de la izquierda, como hay que ubicarlo en
algún lado, también merece aquí un párrafo el diputado saliente Luis Zamora,
cabeza del también en extinción Autodeterminación y Libertad (AyL), que mejor
debiera haberse llamado Autodestrucción y Liquidación. Después de haber ocupado,
inútilmente, una banca en la Cámara de Diputados de la Nación durante ocho años
-en dos períodos no consecutivos- su imagen terminó por mostrar la realidad de
quién se negó a votar la anulación de las leyes de Punto Final y Obediencia
Debida y a acompañar otras iniciativas populares apelando a argumentos
insólitos, mientras su esposa, Noemí Olivetto, en la Legislatura porteña brilló
por su inoperancia y su apoyo indisimulado a Ibarra.
Quienes dentro de la izquierda pueden sentirse satisfechos son los dirigentes
del Partido Comunista Revolucionario (PCR) y su brazo de masas, la Corriente
Clasista y Combativa (CCC). Apostaron al voto en blanco y a la abstención y
acertaron, aunque mal pueden sentirse dueños de esa decisión popular ya que si
así fuera podrían estar preparándose para la toma del poder. Fue algo asumido
espontáneamente por una parte importante de la población.
A pesar del anuncio fallido de la senadora santacruceña Cristina Fernández,
ahora vencedora en Buenos Aires, de que había votado un significativo 81 por
ciento, la realidad final fue que sólo lo hizo un 70 por ciento, la cifra más
baja de la historia moderna argentina, desde la Ley Sáenz Peña en adelante, 20
puntos menos que el número récord, registrado en 1958 cuando fue electo
presidente Arturo Frondizi y tres puntos menos que dos años atrás.
Si a eso se suma que los votos en blanco y anulados estuvieron en
aproximadamente el nueve por ciento de los sufragios emitidos, o sea
aproximadamente un seis por ciento del padrón, tenemos que sólo se pronunció por
algún candidato aproximadamente el 64 por ciento, una cifra significativamente
baja si se tiene en cuenta que en la Argentina hay un sistema donde el voto el
presuntamente obligatorio, algo que cada vez importa menos a más.
Los pankirchneristas
Por último cabe hacer alguna apreciación respecto del pankirchnerismo,
manifestaciones diversas de lo que se dio en llamar la 'transversalidad'. Una
expresión que sólo funcionó en aquellos lugares donde la existencia de caciques
con poder local como en Córdoba, donde Luis Juez pilotea la municipalidad de la
capital, o en Santa Fe, donde los socialistas gobiernan la ciudad de Rosario
desde 2000. Otro tanto sucedió en Morón, donde el intendente Martín Sabatella
fue un claro vencedor con su vecinalismo. Es interesante remarcar que Sabatella,
que habla a diario por teléfono con Binner, está tratando de expandir su
territorio, no sólo hacia algunos municipios vecinos, sino hacia la CABA donde
ha captado a algunos dirigentes del casi extinto Frente Grande (FG) de Ibarra,
ahora enfrentados con éste.
De los que no tenían una posición territorial desde la que manejar un electorado
el único exitoso fue el entrerriano Emilio Martínez Garbino, cabeza del Nuevo
Espacio Entrerriano (NEE), ex intendente de Gualeguaychú, y ex diputado
nacional, cuyo paso por el Congreso lo dejó como un hombre de una línea política
clara, ligada a los mejores intereses populares, y ajeno a las tesituras de los
levantamanos de brazos enyesados.
En el caso de Martínez Garbino fue clara su postura de impulsar proyectos
creíbles, además de su trayectoria, y de la claridad de que no va a votar
cualquier cosa que impulse el Poder Ejecutivo Nacional (PEN). Algo similar a lo
de Juez quién, por ejemplo, hace poco hizo que sus dos diputados nacionales
hicieran quórum y votaran a favor de la prórroga para los deudores hipotecarios.
Donde el pankirchnerismo fracasó rotundamente fue en la CABA. Todas las listas
que asumieron ese rol obtuvieron cifras de votos insignificantes al no poder
colgarse del candidato principal. El chachista Abel Fatala, ahora funcionario de
Julio De Vido en el Ministerio de Planificación Federal, Infraestructura y
Servicios, a pesar de hacer un despliegue publicitario importante tuvo un
magrísimo caudal, como las diferentes listas locales.
La acumulación de listas oficialistas en Santa Fe tampoco dejó lugar al ex
intendente de Rosario y ex diputado nacional Héctor Cavallero. El 'Tigre', que
desde la asunción de Kirchner adoptó una postura de apoyo pleno a través del
Partido del Progreso Social (PPS), que en el Congreso reflejó la diputada
Paulina Fiol, quedó entrampado entre el kirchnerismo oficial de la lista
pejotista y el kirchnerismo 'transversal' de la alianza socialista-radical
encabezada por Binner y la presencia del ARI.
La propuesta de Cavallero, apoyado por la democracia cristiana y sectores
vecinalistas, de presentarse como un gestor de obras en la CABA del gobierno
provincial, a pesar de su eficiente trabajo como ex jefe comunal rosarino, no
entusiasmó a los santafesinos. Algo que muestra que la viabilidad de la
inserción en el pankirchnerismo pasa por tener poder territorial y por
plantearse algún grado de diferenciación razonable. De todas maneras, si el PJ
quiere retener la gobernación, en 2007 deberá buscar rehacer una alianza más
amplia sin la cual, seguramente, dejará el camino expedito al presunto
centro-izquierda socialista-radical.