Argentina: La lucha continúa
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Las razones de la derrota y "desaparición" de la izquierda
parlamentaria en las elecciones del domingo.
¿Para qué se vota en Latinoamérica y en la Argentina?
Redacción IAR-Noticias
Informe especial
Así como la nueva elección del domingo en la Argentina sirvió para
"legitimar" al turno gerencial de Kirchner también sirvió para borrar a la
izquierda electoralera de todos los lugares que solía frecuentar en el
Parlamento.
La atomización de los partidos de izquierda, unido a su asimilación al sistema
de corrupción parlamentaria, a su falta de discurso alternativo a los
partidos del sistema, llevó a que todos sus representantes perdieran las bancas
que pusieron en juego.
De esta manera Luis Zamora, Mario Cafiero, Patricia Walsh, Ariel Basteiro y
Jorge Rivas fueron barridos por la derechización creciente del electorado
que dividió sus preferencias entre los candidatos del "menú" tradicional, como
Macri, Carrió y el mismo gerente de turno del Imperio, representado por sus
esposa Cristina Kirchner.
Desde la elección legislativa de agosto de 2003 hasta la de ayer, Luis Zamora no
sólo perdió su espacio sino que también se le fugó el caudal de votantes
que había logrado conseguir.
Su partido, Autodeterminación y Libertad (AyL) -que en la última elección
consiguió 8 bancas en la Legislatura porteña- rondaba el 3,5% de los votos
y luchaba por apenas un puesto en la Legislatura de la Ciudad.
En cuanto al resto de la izquierda electoral no le fue mejor que a Zamora.
El Movimiento Socialista de los Trabajadores, de Patricia Walsh, arañaba
un 2%, y por debajo del 1% de los sufragios quedaban el Partido Humanista,
el Partido Obrero de Jorge Altamira y otras organizaciones de
izquierda que en las elecciones de mayo de 2000 habían sumado un 11% de
los votos, sin la competencia de Zamora
"Evidentemente la gente no contempla a la izquierda como alternativa porque ve
que la forma de hacer política es la misma que la de los partidos
tradicionales", señaló Luis Zamora luego del cierre de los comicios.
La participación mayoritaria en la votación (más del 72% del padrón)
demuestra a su vez que la Argentina continúa siendo uno de los enclaves
paradigmáticos de la estrategia de "dominio democrático" impulsada por
Washington en la región.
El país donde hace cuatro años se desarrolló el Cacerolazo con la consigna del
"que se vayan todos" votó masivamente "eligiendo" los candidatos del sistema,
sin tener en claro porqué ni para qué, dado que todos están nivelados en un
mismo discurso y las "propuestas" son las mismas para todo el conjunto: no
salirse de los programas impuestos desde el Departamento de Estado y el Tesoro
norteamericano.
Luis Zamora, Patricia Walsh, Mario Cafiero, Jorge Rivas y Ariel Basteiro,
dejarán el Congreso el 10 de diciembre.
Ninguna de las "propuestas" que desplegaron alcanzó el número necesario para
acceder a un escaño parlamentario y estuvieron lejos de transformarse en una
alternativa electoral para los propios sectores sociales que aspiran a
representar.
La izquierda pagó así el precio de su "juego electoralero" que la lleva a servir
de claque minoritaria "opositora" en el Congreso, y sin poder
transformar la realidad dominante donde los grupos mayoritarios que
controlan las cámaras se reparten los negocios y votan por simple mayoría las
leyes que envía el Ejecutivo para beneficiar a los grupos económicos, que a su
vez reparten las coimas entre los legisladores.
De esta manera, en un sistema político-electoral controlado por el dinero del
establishment económico y de los consorcios mediáticos (también propiedad de los
grupos económicos) la izquierda parlamentaria, minoritaria y sin ninguna chance
de cambiar nada, legitima, en carácter de "oposición", el "debate
democrático" formal que se realiza antes de "votar" una ley cuya
aprobación ya fue arreglada en negociaciones previas.
Los "discursos" de la izquierda en el Congreso, cada vez más parecidos a
los de cualquier partido político del sistema, hacen bostezar y hasta aburren a
un electorado al que cada vez le importa menos lo que le sucede al semejante, y
que -debido a la alienación mediática y al lavado de cerebro- carece de
conciencia y de motivación para conmoverse con el sufrimiento social.
En la Argentina y en el resto de América Latina, como cualquier observador
inteligente lo puede comprobar, no se votan "ideas" ni proyectos estratégicos
de país, se votan "candidatos" posicionados en las góndolas
mediático-electorales por las encuestas, que cumplen la función de "instalar" a
los competidores en la psicología masiva que los elegirá en las urnas.
Además, y como se sabe, con la instauración del "libre mercado", de la "economía
sin fronteras", y de la destrucción de la función estratégica del Estado
nacional en la década del noventa, se terminaron las políticas "soberanas"
en América Latina y en el resto del mundo dependiente.
Como sabe (y no lo dice) cualquier experto, los gobiernos que asumen con las
elecciones no están para ejecutar proyectos estratégicos soberanos destinados a
beneficiar a las mayorías, sino para ejecutar programas nivelados igualmente
para toda la región y cuyo objetivo es beneficiar a las minorías del
poder que controlan los resortes del Estado (poder Ejecutivo, Parlamento y
poder Judicial).
Cualquiera que analice atentamente los "programas de gobierno" de cualquier
administración latinoamericana, sea de "derecha" o "progresista", (salvo
Cuba y Venezuela), comprobará que todas se parametran en los mismos objetivos:
A) política económica sujeta a los programas y "monitoreos" del FMI
(Tesoro estadounidense),
B) políticas de "combate al narcotráfico y el "crimen organizado"
(Departamento de Estado), y
C) políticas de "combate al terrorismo" (Pentágono y CIA).
En estos tres preceptos estratégicos centrales, impuestos por Washington en la
región, se basa el funcionamiento de cualquiera de la treintena de
administraciones de América Latina que periódicamente son elegidas por "voto
popular" en las urnas.
Diga lo que diga, ningún gobierno "democrático" elegido en las urnas, puede
traspasar con "juego propio" la regla esencial impuesta por el FMI como axioma
de correcta administración: achicamiento del déficit fiscal y reducción del
gasto social.
Esto significa que todo el ingreso por el "crecimiento de la economía"
(como sucede en la Argentina de Kirchner) no será destinado al aumento de
salarios o al gasto social orientado a la salud, o a planes para combatir
estructuralmente a la pobreza y la desocupación, sino al pago de la deuda
contraída con los organismo de usura capitalistas internacionales.
Y la pregunta del millón: ¿para qué se vota, si todos hacen lo mismo?
Se vota porque Washington necesita legitimar con la "democracia
participativa" un sistema de dominación y de saqueo económico que de
otra manera, y como ya sucedió en la década del 70, tendría que ser impuesto por
medio de dictaduras y represión militar.
De tal manera que la "democracia participativa" y el sistema
electivo-parlamentario, cumplen las funciones de "catarsis colectiva", de
simulacro de "cambio", de falsas alternativas con "candidatos" que, con
diferentes "discursos", representan a los intereses de los bancos, corporaciones
y establishment económico que controlan las estructuras económico-productivas y
los recursos naturales de la región.
Las elecciones son "libres" y cualquier candidato puede presentarse.
Pero sólo tienen chance los que no cuestionan ni combaten al sistema de
macro-robo imperante (sistema capitalista) y se prestan a las reglas de juego
del doble discurso: prometer gobernar para las mayorías y, tras ser elegido,
gobernar para las minorías.
Quien se someta a esas reglas previas, a ese contrato "no explícito" con los
grupos de poder, podrá competir "libremente" (en Argentina, Bolivia o en
cualquier parte) contando con el universo de "potencialización de imagen" que
brindan las encuestas y las entrevistas mediáticas con las cuales se
"posiciona" un candidato para ser votado masivamente.
Y hay otra lógica inexorable: si no hay "esponsoreo" ni apoyo del poder
económico, en sus diversas variantes y expresiones, el candidato simplemente
"no existe", ni jamás va tener chance de ser votado masivamente.
¿La explicación?: las mayorías (cada vez más derechizadas, ignorantes y
alienadas) no votan "ideas" sino candidatos, imágenes, discursos sin contenidos,
todos nivelados por los mismos eslóganes, lugares comunes y muletillas
expresados por los candidatos del sistema:
"Vamos a luchar por la gente", "es hora de cambiar la política", "hay que hacer
un recambio político", "somos la cara de la nueva política", y otras frases
parecidas que el televidente escucha aburrido en las radios o televisiones, y
luego vota en las urnas.
¿Cómo puede ser -parafraseando a Lenín- que un sistema de engaño tan estúpido,
tan a la "vista", no pueda ser captado por las mayorías que, pese a las
verificaciones estadísticas con cada turno de gobierno, sigue
votando a sus propios verdugos en las urnas?.
Hay dos explicaciones posibles:
A) La complicidad de la
izquierda con el sistema de "dominio democrático"
(sistema electivo-parlamentario) al que ve como la posibilidad de acceder al
poder sin lucha armada y sin la necesidad de una acción revolucionaria
organizada desde la clandestinidad.
A pesar de que está histórica y sobradamente probado por los hechos que el
sistema no se suicida y que sólo entrega el gobierno a quien representa
sus intereses, la izquierda parlamentaria sigue soñando con llegar al poder con
un "programa de izquierda".
¿Y qué es un auténtico programa de izquierda? Si mal no entendimos a Marx y a
Lenin, desarrollar un programa de izquierda significa terminar con el sistema
capitalista de explotación del hombre por el hombre.
Si la izquierda pretende llegar al poder con elecciones y urnas sólo hay dos
posibilidades: o es estúpida, o ya tiene un pacto con el establishment
como hizo Lula en Brasil, y ahora lo está haciendo Evo Morales en Bolivia.
Esta complicidad de la izquierda con la estrategia de "dominio democrático" la
asimila al sistema, y cierra la posibilidad de un espacio de comprensión
alternativa a los sectores que acceden a sus discursos.
Por lo tanto, salvo en los medios alternativos de Internet, las mayorías no
tienen ninguna chance de acceder a una información que les haga comprender en
forma práctica, sin ideología fragmentadora, cómo funciona el sistema de
saqueo capitalista al cual legitima en las urnas con cada elección.
La izquierda, alienada ella misma con la "democracia" capitalista, es
parte de la explicación de porqué las mayorías no cuentan con un espacio público
de concientización del sistema y de sus estrategias de engaño con las urnas y el
"voto popular".
B) Los medios de comunicación y
su prédica de que si no se vota "se cae el sistema".
Como cualquier experto o persona informada sabe, si la gente decide
mayoritariamente no votar (no emitir sufragio por ninguna lista o
candidato), el único sistema que se cae es el sistema de "dominio democrático"
con urnas y elecciones.
El sistema "administrativo colonial" de los países dependientes
(latinoamericanos o de cualquier otra parte) funcionan de la misma manera con
políticos o sin políticos (ya se demostró con las dictaduras militares).
La función de los partidos y los políticos no es administrativa sino de
legitimación de la dominación a través de las urnas y los comicios.
Los que administran el sistema son los tecnócratas que en las distintas
áreas colocan los grupos de poder, principalmente en la de economía.
Esto es simplemente verificable con sólo rastrear dónde, en qué grupo económico,
desarrollan (o desarrollaron) su actividad privada los funcionarios de cualquier
gobierno.
No obstante esta realidad fácilmente comprobable, los medios del sistema y sus
soldados mediáticos ( periodistas y "analistas") hacen votar masivamente a la
gente (que odia a los políticos) haciéndoles creer que la no elección de un
candidato (sea por voto en blanco, impugnado, o no voto) conduce al caos y a
la destrucción del sistema.
Izquierda
y alienación
Como ya está dicho y demostrado por los especialistas en psicología de masas,
en un electorado sin conciencia y sin reflexión totalizadora, las
encuestas que proyectan a los "ganadores" (aunque sean falsas al
principio) cumplen la función de "órdenes" y consignas para la psicología
colectiva que (y por afán triunfalista) termina votando a los mejor posicionados
en las encuestas y haciendo realidad las "predicciones" de los sondeos.
Por lo tanto sólo tienen "vida electoral" masiva aquellos que son proyectados
como "candidatos con chance" por las encuestas, los medios de
comunicación y los "analistas" del sistema.
Sin ningún discurso coherente, con pocas apariciones reales en los distritos de
Buenos Aires, sin que se sepa para qué va a servir su presencia en el
Senado, sólo con eslóganes y posturas discursivas de "diva política",
Cristina, la mujer de Kirchner, fue proyectada masivamente a través de
"encuestas ganadoras" fabricadas por empresas contratadas.
Ni Duhalde ni su mujer, Chiche (quien contaba antes de las encuestas con el
doble de intención de voto), pudieron torcer la manipulación mediática infernal
con la imagen farandulera de Cristina que terminó volcando el voto de las
mayorías bonaerenses a su candidatura.
Si en vez de Cristina, la manipulación del aparato mediático (encuestólogos,
publicitarios, periodistas y "analistas" ) se hubiera volcado por el triunfo de
Chiche, la mujer de Duhalde (como ya pasó antes) hubiera sido la destinataria de
los votos que el domingo fueron a la mujer de Kirchner.
Como la izquierda (al menos la izquierda parlamentaria) nunca se puso a estudiar
el sistema de colonización mental y manipulación de conducta social con
los medios de comunicación (que sustituyeron a los militares como ejército de
dominación), tampoco la mayoría de sus dirigentes entienden mucho de lo que les
pasa con el electorado que no los vota.
Los dirigentes de la izquierda electoralera argentina, carentes de una visión
estratégica de la metodología y forma de control que hoy utiliza el capitalismo
en la Argentina y en América Latina, están totalmente asimilados a
la estrategia de dominio democrático con las urnas, pero sin contar con apoyo y esponsoreo
de grupos económicos que proyecte con chance a sus candidatos.
Su propia dinámica contradictoria (hablan de revolución y de "cambio de
sistema", pero quieren ocupar bancas minoritarias en el Parlamento del sistema)
los aleja de la coherencia.
No son de aquí ni son de allá, no representan a las mayorías que no los vota, ni
son opción de "poder democrático" para el establishment que sólo compra
izquierda con "votos en las urnas".
Y ese es el punto de inflexión y la razón principal de la desaparición de la
izquierda como alternativa electoral tras la elección del domingo en la
Argentina.
La izquierda argentina, sin inserción mediática como "alternativa electoral
ganadora", sin encuestas ni eslóganes que la posicionen y la inserten en el
"sistema" de candidatos con chance, con un discurso "reflexivo" de "cambio
social" en un contexto social masivo dominado por el individualismo y la
alienación, está a contramano de la historia.
Por lo menos de la historia entendida en términos del juego electoral.
Su presencia hasta ahora en el Parlamento (aparte de darles un buen sueldo,
jubilación y estructura para "hacer política" a sus dirigentes) sólo sirvió como
"tribuna discursiva" para hacer marketing electoral, sin saber hacer
marketing electoral.
Además, con un Parlamento controlado por bandas de políticos mercenarios
legitimados masivamente en las urnas, sin voces discordantes, sin tomas de
fábrica, sin huelgas generales, sin conflictos sociales violentos, con una
sociedad ignorante y alienada para la cual el sistema capitalista es el único
medio de vida posible, la izquierda parlamentaria ya ni siquiera hace falta
como simulacro de oposición en el Congreso.
Mientras no se concientice la estrategia de dominación de Washington con las
urnas y la "democracia participativa", mayoritariamente la población
argentina (incluida la que no tiene trabajo o está por debajo de la línea
pobreza) seguirá votando para legitimar a gobernantes y legisladores que
sólo representan a los bancos y consorcios económicos que saquean al país.
Y la izquierda, de no proyectarse a otros niveles de conocimiento de la realidad
y funcionamiento del poder capitalista, si no edifica un discurso y una
metodología alternativa, si sigue creyendo, como predica Bush, que el mundo se
cambia con urnas y más elecciones, seguirá haciendo de furgón de cola del
sistema.
Un sistema que, por ahora, y como se demostró con las elecciones del domingo en
la Argentina, ya ni siquiera la acepta como furgón de cola.