Argentina: La lucha continúa
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Colectivo Nuevo Proyecto Histórico
"Las Elecciones son esas cosas por la cual cierran los bares los domingos"
(Barny, Los Simpsons, 1ª temporada)
"A los conservadores les digo: ¿Cómo pudieron dejar de entender que el sufragio
universal es el instrumento
para terminar todos los conflictos pacíficamente y para resolver todas las
crisis?
¿Como pudieron dejar de entender que si el sufragio universal funciona en
plenitud de su soberanía
la REVOLUCIÓN ya no es posible porque ya no puede intentarse?"
(M. Gambetta, político republicano francés, 1877)
"El carácter de las elecciones no depende de sus denominaciones
sino de sus fundamentos económicos,
de los vínculos económicos entre los miembros del electorado"
(K. Marx, 1865)
"Los esclavos asalariados modernos viven tan agobiados por la penuria y la
miseria,
que 'no están para democracia burguesa', 'no están para política'"
(Lenin, 1918)
"La miseria engendra sufrimiento, también engendra crimen.
Si termina en el hospital, también conduce a la prisión.
Hace esclavos; hace a la mayoría de los ladrones, los asesinos, las prostitutas"
(Louis Blanc, 1850)
¿Rifles y bayonetas por urnas?: la paradoja del sufragio del capital: la primera
elección nacional bajo el sistema de sufragio universal (sólo varones) se
realizó en Francia en abril de 1848. La decisión del gobierno provisional luego
de la revolución de febrero (retratada por Marx) se asoció, para cierta
historiografía neoliberal y la tradición del jacobinismo político, a un hito
histórico, a una gigantesca concesión que las masas le habían arrancado por la
fuerza a la burguesía. Todos los franceses en edad de votar recibieron ese
derecho cuando en todo el mundo burgués o no se votaba o se lo hacía según rango
y riqueza (el peor de los mundos posibles eran los EE.UU. donde además se le
sumaban restricciones chauvinistas y el esclavismo). Una visión desde el punto
de vista autónomo de clase, el "Standpunkt" obrero del que hablaban los
clásicos, sugiere una interpretación distinta, incluso si incluimos en él a
protagonistas y actores de esa revolución. ¿Cómo el capital le conc
ede ese derecho a la multitud turbulenta, armada, desordenada e impulsiva de
Paris, que acababa de realizar su tercera revolución en dos generaciones? El
capital entronizó sabiamente las elecciones representativas como la única forma
legítima de expresión de intereses y opiniones. Efectivamente, el voto universal
era un nuevo derecho, pero además significaba una restricción a la participación
en política y a las formas de acción política, con sagacidad reconocieron los
republicanos burgueses. Reprimía la participación a una forma pasiva,
retardataria, decantada y relativamente inocua. EN la época los mismos
proletarios y militantes la vivieron como una derrota. Existe en la Bibliothequè
Nationale de Paris, en el Cabinet de Estampes, una bella imagen de 1848. En ella
se sintetiza el ánimo oscuro de la multitud: un trabajador urbano, con su mono
de trabajo y tiradores, descamisado, renuncia desconfiado a su rifle con
bayoneta con su mano izquierda; simultáneamente con su mano
derecha desganada deposita una papeleta electoral en una urna que reza: "Suffrage
Universal". Su mirada salvaje denota duda, escepticismo y remordimiento: la
tensión entre lo social y lo político encarnaba la paradoja del sufragio del
capital. El instinto de clase desconfiaba de este derecho "democrático-formal".
Como lo recordaba el político profesional Gambetta el sufragio era, además, un
procedimiento para desactivar y contrarrestar las inclinaciones parisinas de
desobediencia, sus impulsos constituyentes, su autonomía hacia la acción directa
por el contrapeso electoral del conservadurismo de las provincias. Que el
sufragio fue en su nacimiento un dispositivo de orden, una medida conservadora
de facto, lo sugiere el resultado de las elecciones de abril de 1848 para la
Constituyente y, lo que es más importante para entender la hiperactividad del
gobierno de Kirchner, el sufragio permitía construir una legitimidad densa, una
fuerza moral que la propia Constituyente opuso co
ntra los insurgentes en junio de 1848. EL sufragio del capital es la
transustanción de la explotación económica en violencia de estado. Para los
revolucionarios de la época (de Blanqui a Marx) la implantación del sufragio era
un antídoto contra la marea revolucionaria. El problema del voto no es que el
resultado de la votación esté predeterminado (¡que lo está!) por la distribución
del poder en la economía dentro de la sociedad, sino que el voto "capital-style",
priva de legitimidad y legalidad a otras formas políticas de participación
(quizá las más importantes para los trabajadores), sean postpolíticas o
sociales. Las formas que se excluyen y criminalizan, obviamente, son aquellas
más eficaces y transformadoras. El sufragio del capital hecho institución
madura, el "Capital-Parlamentarismo", este estado de los partidos políticos, es
el régimen del postfordismo, cuyo núcleo es la incapacidad de que intereses
genuinos se filtran en la toma de decisiones. Órgano de dominio no
significa centro del poder efectivo, sino, de modo más genérico, centro de una
función social del poder, que puede desarrollarse asimismo en sujeto de
facultades directas, pero representa en determinadas circunstancias una ficción
o se deja caracterizar por un valor ficticio de posición. Una sociedad
desgarrada entre clases necesita instituciones simbólicas que no dispongan de
poder efectivo (material) pero que realicen, en el sistema de poder,
determinadas funciones sin las cuales el poder dominante podría hundirse. Cuando
el público se queja de la "impotencia" del pueblo llano frente a la
representación por medio de elecciones, de la "impotencia" de la representación
popular frente al despotismo del poder ejecutivo, de la "impotencia" frente al
aparato burocrático-clientelístico d elos partidos del sistema, olvida
preguntarse si esta "impotencia" no es, justamente, el "elemento constitutivo" y
garante del sistema de dominio, a cuyo fortalecimiento él mismo contribuye tambi
én mediante este olvido. Y es que la tendencia hacia el debilitamiento y
neutralización del parlamento (anulación total del órgano legislativo) encuentra
sus fronteras en las exigencias ideológicas del propio sistema de gobierno. Para
un método eficaz de poder es imprescindible que una parte de las oligarquías
políticas y sociales (incluida la izquierda folklórica) sea activamente visible
en el Parlamento (o sea: públicamente "controlable", accountability), este
visiblemente elegida más o menos por el Pueblo (legitimada democráticamente para
los actos del mandato) y sea visiblemente titular de poder (y en condiciones
potencialmente posibles de hacer prevalecer deseos, intereses, moralmente
obligatorios de los electores). SI esto no fuera así, la población no entraría
en absoluto en el juego del "Capital-Parlamentarismo" y no consideraría el
fetichismo del sufragio del capital como una expresión esencial de su libertad
política. Solamente, como decía Agnoli y Brückner, es est
a presencia fantasmal de poder en el parlamento (y no el Poder del
Parlamento¡¡¡¡) lo que hace posible el cumplimiento de las tareas de legitimidad
que le corresponden como órgano del poder burgués. El Congreso es un órgano de
constitucionalización que hace aparecer las decisiones (ligadas al interés) como
si fueran conformes a la constitución y les confiere, tanto ideológica como
institucionalmente, la consagración de la decisión democrática "par excellence".
Si el Parlamento no es el locus de la decisión (como lo demuestra hasta el
cansancio Kirchner), ni el lgar del debate de ideas (como lo demuestra los
diarios de sesiones) sí forma el lugar de paso y configuración de la paz social
(y política). El Parlamento (Congreso) ha representado históricamente, de menor
a mayor, la "ficción" de la libertad popular realizada por medio del maravilloso
sufragio del capital. Como señalaba el jurista burgués Kelsen: "de todos los
elementos que limitan la libertad y, por lo tanto, la de
mocracia, el Parlamento es tal vez el más importante". El Parlamento, como
sabemos todos, es una "máquina de registrar", que reproduce pasivamente las
decisiones que se toman en otro lado (empresas y poder ejecutivo). Pareto ya
había apreciado para el capital el poder de ese órgano constitucional
presuntamente sin función para la disciplina de las masas. El poder del
Parlamento no es el poder del Pueblo. Y el sufragio del capital no es ningún
arma eficaz en espera de un hábil estratega "rojo". Lo lamentable es que la
vieja izquierda crea que puede ser una arena de la lucha de clases al nivel
estatal. Ignora que en una democracia posfordista correctamente entendida como
normativa, la representación popular debe ser un centro secundario de poder, o
no ser. El sufragio del capital nació para combatir, domar y cooptar a la
república social de las masas.
El año que vivimos en peligro: elecciones en Santiago del Estero, Catamarca y
Corrientes: ¿continuidad silenciosa del QSVT?: las elecciones, los ciclos
políticos del capital nos sirven como instrumento de emancipación. ¿En qué
sentido? Favorecen el recuento de votos de las fuerzas progresistas; nos
informan con exactitud acerca de la fuerza del movimiento y la de los partidos
adversarios, suministrándonos el mejor instrumento posible para calcular las
proporciones de nuestra propaganda y de nuestras acciones. Además nos corporizan
las conductas e instintos de clase de las masas, incluso aquellas más atrasadas
o las que no tienen acceso a la propaganda del movimiento. Es un indicador
indirecto del grado de legitimidad de masas del "Capital-Parlamentarismo", de la
adhesión al ritual electoral y de la fortaleza o debilidad del "Partei-Staat".
Los estudios electorales de la sociología burguesa identifican tradicionalmente
la abstención con la ausencia del ejercicio del derecho de
sufragio activo, es decir, con el no acudir a votar en un proceso
electoral determinado. Anclado en una vieja ideología del fetiche parlamentario
(en la falsa dialéctica democracia-dictadura) se presuponía que la abstención
era patrimonio del lumpen-proletariado, de los sectores desclasados o,
paradójicamente, de capas altamente politizadas y concientizadas de la derecha
social. A partir del afianzamiento y maduración del "Capital-Parlamentarismo"
(la llamada tercera ola de democratización en América Latina), paralelo al
establecimiento del postfordismo, de la propia capacidad de autorreflexión de la
nueva izquierda, este punto de vista demócrata-liberal a comenzado a cambiar. La
abstención electoral ya no es percibida como un déficit de las masas, como una
carencia de nichos precapitalistas, o virtudes de la clase media alta, sino como
una discrepancia radical con el régimen político (o, incluso, con la democracia
in toto: como sistema del capital), en los que no se desea
participar de ninguna forma, en un desinterés por la política o en un
convencimiento de que nada puede cambiar realmente gane quien gane las
elecciones. Sabotaje activo. Es una suspensión en la creencia burguesa en el
mito de la representación y el fetiche del mandato. En la teoría de la acción
colectiva es una salida, un éxodo por sobre la voz, sobre la lealtad al sistema
(medido incluso con el voto en blanco). Pero, en cualquier caso, sea voluntaria
o técnica, la abstención electoral que acabamos de explicitar se caracteriza por
la no participación en el proceso electoral, subrayada por el sesgo obligatorio
que tiene legalmente en Argentina por ser una abstención no participante, que
consiste precisamente en un no hacer, en un no votar, en violar la legalidad de
manera consciente.
Sin embargo, la abstención electoral a la que nos hemos referido hasta aquí no
agota las posibilidades abstencionistas de un potencial elector en un proceso
electoral determinado. Abstenerse electoralmente no significa tan sólo no votar
o no participar en las elecciones. También puede significar no expresar
preferencia por ninguna de las opciones electorales concurrentes. Por supuesto,
el no votar ya implica la no expresión de preferencia alguna, incluso la plena
conciencia de estar bloqueando al maquinaria institucional. Pero, y aquí estaría
el matiz diferencial importante, también es posible no expresar ninguna
preferencia y, sin embargo, no dejar de participar en el proceso electoral (voz
sobre salida), porque manifestar preferencia y votar no son ni acciones
idénticas ni sinónimos. Se trata, que duda cabe, también de una abstención
electoral, pero de una abstención distinta de la anterior y de otro orden, de
una abstención participante, que nosotros denominamos abstención
activa o leal. Este es un año electoral, previsible con sólo ver el
histrionismo en acción de Kirchner, y ya se han celebrado tres elecciones
provinciales en provincias de poca importancia económica y social. En dos ha
perdido el candidato del comisario, lección aprendida que se aplicó en
Corrientes donde K. se subió al caballo del que ganara en las encuestas.
Analicemos brevemente los resultados:
. Santiago del Estero: es la primera provincia en realizar elecciones este año.
Es parte de la zona más pobre de Argentina, con casi un 30% de hogares con NBI
(Necesidades Básicas Insatisfechas). Esto quiere decir que el 70% no tiene
cobertura médica, el 84% carece de agua potable, un 53% tiene piso de tierra en
su hogar y el 93% no posee teléfono. Estaban habilitadas para votar 522.101
personas, para elegir gobernador y vice, además de 50 diputados provinciales. El
27 de febrero la UCR, encarnada en el Frente Cívico, venció al PJ en la carrera
por la gobernación. Escrutados más del 28% de los votos, Zamora aventajaba al
candidato justicialista Oscar Figueroa 46,5% a 39,8%. Por otro lado, si bien el
Frente Cívico se impuso en las elecciones legislativas de la provincia, no logró
tener quorum propio, al obtener sólo 24 de las 50 bancas disponibles, mientras
que el PJ consiguió 21. Este distrito con una Legislatura unicameral y
representación proporcional (D'Hont) por secciones
electorales, con la novedad de que, para esta elección, se abandonó el
sistema de lemas. En cuanto a la división político-electoral, cuenta con 27
departamentos. La abstención fue récord: ignoraron el circo entre el PJ y la UCR
casi un 40% de santiagueños. Podemos medir este sabotaje en la tendencia
histórica: en el 2003 la abstención fue de un 34%.
. Catamarca: provincia pobre, con un 19% de hogares con NBI (datos no
actualizados del 2001). El Frente Cívico y Social (FCyS), coalición encabezada
por la UCR, venció el 6 de marzo al PJ en las elecciones de senadores y
diputados provinciales. Escrutados el 98% de los votos, el FCyS obtuvo el 36,2%,
seguido por el PJ con el 25,7%, y ubicándose el MAP (Saadismo) en tercer término
con el 9,1%. La izquierda clásica, toda sumada, llegó a un 4%. El FCyS confirma
su predominio político, al obtener 11 bancas de diputados (el 54% de la cámara)
y 6 de senadores departamentales (el 62%), por lo que mantendrá su hegemonía. La
participación electoral, con una asistencia del 44,5% se ubica en el nivel más
bajo en la historia provincial desde que existe la democracia burguesa. Si en el
2003 la abstención fue del 44% y el voto en blanco el 2,7%; ahora es del 56% y
el blanco de 3,7%. Es decir: de un padrón de 222.489, sólo asistieron a las
urnas 97.216 catamarqueños. El nuevo gobierno sólo
cuenta con la legitimidad de 35.192 votos o sea: el 15% del padrón¡¡¡¡ Un
boicot silencioso, espontáneo y sin organización.
. Corrientes: provincia pobre, tiene (datos 2001) un 24% de hogares con NBI
(Necesidades Básicas insatisfechas: sin cobertura médica, sin agua corriente en
vivienda, con piso de tierra, sin teléfono), tiene un 44,7% de hogares pobres,
un 53,5% de personas pobres y un 17,7% de hogares indigentes y un 21,7% de
personas indigentes, perteneciendo a la Argentina del Cuarto Mundo. Pero esto es
más dramático cuando se lo mide con la desocupación: sólo un 10% es desocupado y
un 10% de subocupado, lo que indica la aparición del trabajador pobre
superexplotado. Una idea: el 49% de los niños menores de 18 años es indigente.
Botín de dinastías familiares y con récord de intervenciones federales (17) y
allí fue donde murieron a manos de la Gendarmería dos trabajadores durante el
gobierno de la Alianza. Es la única provincia que elige Gobernador, con una
segunda vuelta que se realiza el 23 de octubre junto con la elección nacional.
Kirchner apoyó al Frente de Todos, integrado por el PJ y l
a UCR, que impulsa el actual gobernador (Colombi), que lleva a Arturo -el
primo- como candidato. El Frente de Todos (UCR-PJ) sacó el 60,56%; el Frente
Unidos el 32,43%, el Frente Proyecto el 5,9%; por fuerzas políticas los
resultados fueron: UCR, 24,9%; PJ, 10,8%; Patria Libre, 3,7%, en blanco, 1,1%;
nulos, 1,48%. La izquierda clásica tuvo un apoyo simbólico: el PC, 0,4%. Como en
las anteriores elecciones provinciales la abstención fue enorme: sólo votaron
(si obviamos las irregularidades denunciadas y los padrones duplicados) un 69%.
En la tendencia histórica en Corrientes votó en 1983 el 73,2% del padrón, llegó
a un pico de participación del 81,8% en 1987, para comenzar a descender a un
70,3% en pleno voto bronca del 2001, bajar aún más en el 2003 (60,2%). El
promedio histórico de participación entre 1983 y 2003 es de 74,6%, por lo que el
resultado de esta elección baja cinco puntos su media en la década. En cuanto a
desagregación por municipios y departamentos vemos grand
es diferencias: en Capital la participación fue más alta (73%) y Patria Libre
llegó a un 6%, aunque Colombi también aumentó su porcentaje.
En todos estos casos puede verse una tendencia en el comportamiento electoral de
las masas: 1) el "voto bronca" se trasvasa hacia la abstención lisa y llana,
hacia el sabotaje, hacia proceso de salida más que de voz; 2) si se suma las
cuatro provincias el panorama es revelador de la crisis del
"Capital-Parlamentarismo" el 27 de febrero, en las elecciones a gobernador y
legisladores provinciales de Santiago del Estero, votó solo el 65,8% del padrón;
n Catamarca, el 6 de marzo, solo lo hizo el 65,8%; en julio, para la elección de
constituyentes de Santiago del Estero, se presentó nada más que el 35,4%, y en
la elección a gobernador de Corrientes, el porcentaje de votantes se ubica en
69%. Además de la dramática (para la burguesía) baja de la concurrencia, se
observa también una merma generalizada en la incidencia sobre el padrón de los
votos positivos, en blanco y nulos (el "voto Clemente"), lo cual resulta lógico,
dada la menor cantidad de votantes efectivos. No obstante, la c
aída del voto en blanco ha sido mayor a la de los demás elementos mencionados.
Mientras que el porcentaje de votos positivos cayó 6,2 puntos en lo que va de
2005 respecto de las legislativas 2003, y el voto nulo 0,3 puntos, el promedio
de los votos en blanco en 2005 fue 7,7 puntos menor al de dos años atrás. Es lo
que reflejábamos en análisis anteriores: parece empezar a delinearse el
alejamiento de sectores de masas que expresaron su disconformidad en 2001 y
2003, mediante el voto en blanco y la impugnación del sufragio. Pero este
fenómeno de caída de la concurrencia con respecto a las legislativas del 2003,
no es exclusivo de la región del Nordeste argentino, sino se enmarca en una
tendencia observada a nivel nacional, en la cual el porcentaje de asistencia a
votar sobre el padrón ha bajado desde 1999 del 81,9%, al 71,6% en 2003, pasando
por el 73,0% en 2001. Las elecciones legislativas de 2003 marcaron el nivel más
bajo de participación electoral desde la instauración del
"Capital-Parlamentarismo" en 1983, representando sólo el 71,6% del padrón
electoral, 6,8 puntos porcentuales por debajo de la media del período, que es
del 78,4%. La multitud, la alianza silenciosa de trabajadores activos,
precarios, trabajadores negados y nuevos pobres de la vieja clase media está
adoptando formas de acción de "salida" sobre la "voz", la lealtad al sistema.
Repitamos que significan estas diferencias.
Lógica de la acción colectiva: el instinto de clase: la lealtad al sistema es
siempre "voz", la "voz" como protesta institucionalizada transmite más
información al capital que la salida, que el sabotaje de la abstención
electoral. La voz, tal como la protesta subyacente en el voto en blanco o el
voto nulo planificado, es un mecanismo mucho más complejo pero recomponible. La
voz es rica en información y puede dar instrucciones precisas a la Nueva Clase
de los políticos. La voz puede ser favorecida, corregida, tratada
preferentemente por la planificación política del "Capital-Parlamentarismo".
Como formas de activismo, la voz y la salida son diferentes: la voz es un
instrumento útil con un grado de organización avanzado, y con cierto nivel de
activismo de clase, la voz es un instrumento de administración del posfordismo;
la salida es la "mayoría silenciosa", una respuesta instintiva de la multitud
desprovista (todavía) de capacidad expresiva en sus propias instituciones
revoluc
ionarias, el único medio de defensa de quienes carecen de voz organizada contra
la maquinaria del sufragio capitalista. Pero aparte, como se presentan juntas,
la salida cuando es de masas, conduce a un deterioro y una deserción rápida de
los dispositivos potencialmente más influyentes de la "voz", de la lealtad al
sistema. Es decir: a un grado determinado, la salida anula la pretensión de
legitimidad absoluta de la voz en el "Capital-Parlamentarismo". Lo que provocará
un nuevo deterioro de las organizaciones constituidas (partidos-parlamento) que
responden al proceso de legitimación. La abstención es hoy, como salida de
masas, el único medio de autodefensa a quienes carecen del nivel de activismo y
organización en los parámetros del sufragio del capital. El
"Capital-Parlamentarismo" es una integración vertical de la voz, un dispositivo
de control no para anular los intereses y las necesidades radicales sino para
que no figuren en la "voz", institucionalizarla y volverla pura
rutina. Por ello todo estado capitalista requiere para su establecimiento
y existencia ciertas limitaciones o "topes" a la medida de la "salida", de la
"voz" o de ambos. En otras palabras: la burguesía sabe que hay niveles de salida
(desintegración y sabotaje) y de voz (destrucción y organización) más allá de
los cuales resulta imposible mantener la reproducción ampliada, que exista el
"Capital-Parlamentarismo" como tal. Únicamente un Parlamento, con su maquinaria
de sufragar detrás, respetado proporciona autoridad moral a los actos
constitucionales del Poder Ejecutivo. Frente al "demos" del pueblo trabajador,
frente a la multitud, el parlamento apoyado por elecciones de "voz" (sean
positivos, blancos, nulos, etc.) es una correa de transmisión de las decisiones
de la oligarquía política, la Nueva Clase. Y es que la representación
legislativa es una formadora de voluntades invertida: en lugar de transmitir
mandato imperativo de abajo hacia arriba, transmite normas del comand
o del capital de arriba abajo. El Parlamento es un aparato de estado,
representa al estado capitalista ante el ciudadano corriente y silvestre, y el
representante parlamentario (diputado, senador, concejal) se convierte en un
representante.de la razón de estado. Al mismo tiempo, el sistema necesita
niveles mínimos de salida y voz (más de voz) para recibir información necesaria
acerca de su actuación y para construir niveles creíble de legitimidad de masas.
Un organismo como el estado posfordista debe suprimir, por su propia naturaleza,
la "salida" como forma de secesión y sabotaje, se juega en ello, con en 1848, su
cobertura de legitimidad. Las próximas elecciones, conformadas como un verdadero
plebiscito y carta blanca para la actual tendencia de acumulación del capital,
seguramente serán el signo más claro de la recomposición o no del movimiento,
serán el intento postrero del capital por cerrar la brecha revolucionaria
abierta en el 2001.
La invención de la desocupación: el trabajo negado por el capital, tortura y
humillores: el trabajo tiene un origen funesto: la tortura. La verdad se deduce
de la propia etimología del concepto: trabajo viene del latín vulgar del siglo
VI, "tripaliare", que significa torturar, de "tripalium", que era un instrumento
de tortura en la antigua Roma, compuesto de tres "palus" (palos) donde se ataba
al reo para azotarlo. Si consultamos un Diccionario de Derecho Laboral con
respecto a la etimología de la palabra trabajo, aparece que, tanto en francés (travail),
como travaglio (italiano) y el trabalho portugués, se derivan de alguna voz
latina, con idea de sujeción y pena. Según algunos viene de "trabs" (viga,
traba), porque el trabajo es la traba o sujeción del hombre. El italiano ha
conservado la antigua palabra labor-is ("lavoro") con su acepción original, pero
posee también la palabra "travaglio", aunque con un significado más restringido:
'dolores del parto' (Dante la usó con el
significado de 'esfuerzo'). La expresión idiomática alemana "Joch der
Arbeit" (yugo del trabajo) evoca todavía este sentido. En castellano se
encuentra a principios del siglo XIII, la voz "trebajo", con el sentido de
"dolor", "esfuerzo" o "sufrimiento". Con razón en algunos países al trabajo le
dicen "pegue" (en Chile, "pega"), por aquello de que en el tripalium se "pegaba"
al que no trabajaba con ritmo. En castellano antiguo, y aún hoy, trabajo
conserva el sentido profundo de sufrimiento, sacrificio, esclavitud y esfuerzo.
Del dolor y sufrir se pasó, junto con el origen del capital, a esfuerzo, sudor y
lágrimas: laborar. Ya en el castellano medieval la palabra trabajo aglutinaba
sufrimiento corporal, castigo divino, tortura, sudor. En la Antigüedad sólo los
esclavos podían ser torturados cuando sospechaban que trabajaban a desgano o
cometían alguna falta contra la propiedad. Existían dos tipos de ciudadanos
libres: los "honestiores", clase gobernante de propietarios y los
"humillares", la multitud del pueblo trabajador. A partir del Digesto de
Justiniano (siglo VI) los "humillares" fueron los primeros romanos libres
susceptibles de ser torturados legalmente en procedimiento judicial. Para ser
"trabajado" con el "tripalium" había que ser "trabajador". La tortura nace unida
al trabajo, la tortura tenía como objeto a los "humilllores" y esclavos, a los
trabajadores La unidad originaria sólo se desplazó con el capitalismo,
transformándose el objeto de la actividad en sujeto, en trabajador libre, en el
asalariado del capital. La economía política oculta la alienación en la esencia
del trabajo, la dimensión de tortura y sujeción forzosa a un amo, por el hecho
de que no considera la relación directa entre obrero (trabajo) y la producción,
afirmaba un joven Marx en 1844. Es decir: para descubrir el carácter alienado de
los fenómenos socio-económicos, es preciso observarlos bajo el ángulo de su
constitución. Y esto sigue siendo válido para uno de los
efectos más perversos del capitalismo en su fase posfordista: la mal
llamada desocupación. El trabajo, en su forma más abstracta y universal, es un
metabolismo entre el hombre y la naturaleza; sus momentos esenciales son tres:
actividad orientada, un objeto y su medio. Pero, com bien recordaba Debord. si
el concepto de trabajo se entiende como "intercambio orgánico con la
naturaleza", entonces es tan verdadero y tan inútil conceptualmente como la
afirmación de que el hombre tiene que respirar. Si se entiende, en cambio, como
una modalidad de organización de dicho intercambio, el trabajo se convierte en
un dato histórico potencialmente superado por el propio desarrollo del
capitalismo. En su forma capitalista el trabajo debe producir "valor de cambio",
o sea: dinero. Para ello debe adoptar la forma de trabajo asalariado. Aquí el
trabajo en su faz humana, creativa, lúdica o artística, incluso como mero
servicio para la satisfacción de necesidades inmediatas, no tiene nada que
ver con el capital, aspectos que no necesita en absoluto. El trabajo
asalariado es un instrumento que puede utilizarse y reemplazarse, importando
poco el sentido social de la acción productiva. Llegado a este punto el capital
es un impulso hacia la ganancia, primero hacia el plusvalor absoluto, luego
hacia el relativo. ¿Qué significa esto? Que la tendencia objetiva del
capitalismo hacia la extracción de plusvalor relativo lo obliga a poner como
"no-necesario" a muchos obreros. El capital en determinada fase de su desarrollo
está acicateado por una ley: aumentar el número de horas de plustrabajo
mediante, ya no la prolongación de la jornada laboral, la reducción del trabajo
necesario. Este impulso recibe la rastrera forma de reducir al mínimo la fuerza
de trabajo (obreros) necesaria. Por supuesto, como vemos en Argentina desde
1998, el capital tiende a ligar el plusvalor relativo con el absoluto, porque su
aspiración es la máxima cantidad de jornadas laborales simultáneas, p
ero, al mismo tiempo, con la reducción al mínimo, por un lado, del tiempo de
trabajo necesario, por otro lado, de la cantidad de trabajadores necesarios. Al
discutir los efectos de lo que después se llamó "Ejercito Industrial de
Reserva", un término que no usó Marx sino que utilizó Engels en su libro sobre
la clase obrera inglesa de 1845, los clásicos comprobaron que estas dos
tendencias necesarias y opuestas eran una contradicción viva del capital, y que
la unidad pasajera, una síntesis transitoria, se producía en la maquinaria, que
sólo disminuye el trabajo necesario para aumentar el plustrabajo y que se revela
como el medio más poderoso para la producción del plusvalor (tanto relativo como
absoluto). Esto implicaba a todas las relaciones de la población, e incluso de
las formas fundamentales de plusvalor derivan todas las contradicciones de
cualquier teoría moderna sobre la población.A la ley forzosa que obliga al
capital a embolsar la mayor masa absoluta de trabajo neces
ario con la mayor masa relativa de plustrabajo corresponde una ley igualmente
ambigua de transformar, por un lado, a una parte lo más grande de la población
en trabajadores independientes, y por el otro, poner permanentemente a una parte
de la misma como "sobrepoblación". Marx llamó a esta población "excedente",
opuesta a la "necesaria", también "reserva" o "reserva para uso posterior". Marx
lo sintetizaba con esta fórmula: "El capital sólo es, en la medida en que el
trabajo necesario es y, al mismo tiempo, no es" (Grundrisse). La "desocupación"
es un producto de la producción de plusvalor relativo, de una decisión subjetiva
del poder de mando del capital en la esfera económica. La desocupación es
trabajo negado por el capital, no se trata de un fenómeno natural, ni siquiera
un proceso sin sujeto: es un acto soberano y planificado de quienes manejan el
poder.
Pequeña historia del derecho al trabajo: Los niveles de desempleo que en 1974 se
ubicaban en torno al 4,2% promediaron el 12% durante la década de 1990,
alcanzaron el 21,5% después de la devaluación de Duhalde-Kirchner y se han
reducido al 16% gracias a la baratura de la mano de obra. A su vez, los salarios
reales de 2002 eran la mitad de los de 1974. En 1974 la diferencia de ingresos
entre el 10% de los hogares más pobres y el 10% de los más ricos no llegaba a
diez veces. En 2004 llegó a 50 veces. El pasaje del fordismo al postfordismo,
como respuesta del comando del capital a una presencia salarial de la clase
obrera intolerable, llevó a la desocupación masiva, al trabajo precario y la
flexibilidad a nuevas formas de regulación inéditas. No se trata de
desindustrialización abstracta (como señalan la ideología cepalina de muchos
economistas y fundaciones) o un vago efecto de época llamado "neoliberalismo", o
como sostienen los economistas "marxistas" falta de inversión (¡?)
sino de lucha de clases concreta. A mediados del siglo XIX la percepción de la
desocupación como inactividad voluntaria seguía siendo muy imprecisa: el estado
distinguía mal al indigente marginal (linyera), al mendigo y el trabajador
privado de empleo. Era la categoría indiferenciada de "pauperismo" la que
recubría estos diferentes estratos que mezclaban al lumpenproletariado con el
trabajador negado. Esa vaguedad comienza a disiparse ya a comienzos del siglo XX:
la noción administrativa capitalista moderna de "desocupado" (una inactividad
forzosa debido a una falta de trabajo) hace su aparición, se comienza a
distinguir una independiente de la voluntad y el comportamiento del individuo:
la que provenía de una "disfunción" del mercado laboral, de causas
macroeconómicas, a la que se la califica con un término apolítico y aséptico:
desocupado. El concepto aparecía en el cruce entre una dinámica social (lucha
contra el pauperismo), una económica (la construcción de la instituci
ón del mercado laboral) y jurídica (el estatuto del salario mínimo en el
derecho laboral). El desocupado era, para la administración capitalista, una
disfunción de la sociedad industrial, una persona afectada por un proceso
"natural" pero imprevisto, casi como un refugiado o una víctima de un terremoto.
Sólo a partir del 1900 se incorpora en la alta teoría económica en la voz de
Wicksell y Casell, economistas suecos, quienes relacionan "desocupado" con
la idea de involuntario ("ofrivillig"), o incluso "desocupado forzado" ("tvungen
arbetslöshet"), por lo que se intuía que detrás de la desocupación existían
intencionalidades y fuerzas políticas y económicas responsables. Ya existía una
larga tradición en la economía burguesa que había analizado la acción
involuntaria del trabajador que quiere trabajar y es impedido, desde Henry
George (1879), Alfred Marshall (1890), John Hobson (1895), Arthur Pigou (1913)
and Wesley Mitchell (1913), hasta llegar a Keynes (1936). Todos habían
descubierto, cuarenta años más tarde que Engels y Marx, que el desempleo
capitalista era peculiar de un modo de producción histórico. A partir de la
década del 30' la idea del derecho al trabajo iba a disolverse progresivamente
en la perspectiva keynesiana (populista en Argentina) de las políticas públicas
de estimulación de la economía, transformando la vieja idea decimonónica de
asistencia por el trabajo. Roosevelt y el WPA, Hitler con el DAF y el RAD.: en
lo sucesivo el capitalismo esperaba que la creación de empleos para los
desocupados proviniera del gasto público y el sostenimiento desde el estado de
la demanda. El ideólogo del "Welfare", Beveridge sostenía ya en 1919 que el
desempleo moderno era un problema de la industria. Con la crisis del estado de
bienestar apareció en EE.UU., Europa y América Latina la idea del estado mínimo,
el "Workfare State": quienes recibían ayuda pública por asistencia de desempleo
debían a cambio brindar un trabajo o prestación de servici
os. La pobreza ya no era, para los "neocons" que abrían la transición al
posfordismo, un defecto del capital sino un problema de conducta individual. El
desocupado no sólo no tenía trabajo, no quería tenerlo: había perdido la
disciplina y la formación que requería la nueva economía. Poner a trabajar a los
inútiles de la asistencia social era una tarea moralizante que asumía el estado,
y que podía incluir hasta la planificación familiar. No nos extrañemos que nos
resuenen estos tópicos: los políticos argentinos repiten con más o menos
fidelidad los viejos argumentos, tantos keynesianos como posfordistas. Ya no era
un derecho al trabajo sino una contraprestación. Al mismo tiempo, el populismo
descubrió que el manejo estatal de los lazos de dependencia y clientelismo sobre
la asistencia era una palanca de poder fáctico de enorme alcance. Contra la idea
de autonomía personal y de derecho universal, el mecanismo asistencial peronista
de los '90 se transformó en una forma posmoder
na de vasallaje y de asistencia degradante. Los estados stalinistas no se
quedaron atrás, creando un derecho al trabajo sin ciudadanía, que dependía de la
arbitrariedad paternalista del Estado-Partido: se aseguraban derechos materiales
como contrapartida de la subordinación política. Lo cierto es que todavía hoy
hay que volver al viejo debate entre Malthus y Marx para aclarar los puntos
oscuros y las mistificaciones del problema del trabajador negado por el capital:
el mal llamado desocupado.
Plustrabajo y trabajo necesario: el jeroglífico del capital: es ley del capital
crear tiempo disponible, plustrabajo y sólo puede hacerlo al poner en movimiento
"trabajo necesario", es decir: intercambiarse con el obrero (muchos, no uno).
Tienen la tendencia a crear la mayor cantidad posible de trabajo, y reducir el
trabajo necesario al mínimo. Recordemos que el trabajo necesario es esa parte de
la jornada en la que el obrero trabaja para cubrir los bienes necesarios para su
subsistencia (indirectamente), es necesario para el trabajador para vivir y
reproducirse; necesario al capital para la reproducción de la fuerza de trabajo.
Asimismo es "Tendenz" del capital la de aumentar la población trabajadora, así
como la de colocar permanentemente a una parte de la misma como "sobrepoblación"
("Surplusbevölkerung"): población que es inútil hasta que el capital pueda
valorizarla o no. Es tambien otra tendencia del capital la de volver superfluo
(relativamente, ojo¡) el trabajo humano
, la de empujarlo como trabajo humano hasta límites desmesurados. Si
consideramos que el valor no es más que trabajo objetivado y el "plusvalor"
(valorización del capital) es el excedente por encima del trabajo necesario. El
trabajo es siempre el supuesto del capital y el plustrabajo sólo existe en
relación con el trabajo necesario: sólo en medida en que éste existe. Para poner
plustrabajo el capital debe poner trabajo necesario continuamente, tiene que
acrecentarlo para poder aumentar el excedente de la jornada; pero asimismo debe
eliminar aquel trabajo en cuanto necesario, para ponerlo como plustrabajo. Desde
el punto de vista de un simple día de trabajo, el proceso es simple, decía Marx:
1) prolongar la jornada laboral hasta los límites de la posibilidad natural
(plusvalía absoluta); 2) disminuir cada vez más la parte necesaria de la jornada
(y, por lo tanto, acrecentar desmesuradamente el desarrollo de las fuerzas
productivas). En determinada etapa del desarrollo del cap
ital sólo puede salvar el límite natural constituido por el día de trabajo vivo
de un obrero poniendo otro obrero. Es decir: el capital promueve el aumento de
la población trabajadora y el proceso mismo por el cual se reduce el trabajo
necesario. Como decían los clásicos: la producción de los obreros mismos se
vuelve más barata, en la medida en que el tiempo de trabajo necesario se reduce.
Por eso el propio aumento de la población trabajadora constituye el medio
fundamental para la reducción de la parte necesaria para el capital (poniéndola
como reserva). No sólo crea sobrante, incluso para Marx el capital crea "minus-trabajo",
ociosidad relativa y permanente, formas de trabajo no-productivo. Es decir: en
la condición de apropiación de plustrabajo ajeno (esencia del capitalismo) está
implícito que a la población necesaria (=la población que representa en un
momento histórico dado el trabajo necesario, indispensable para la producción
capitalista) corresponde una población ex
cedente que no trabaja. "Excede" las proporciones entre trabajo vivo y muerto
que el comando del capital decide en la producción, en la economía, y que el
estado sanciona. Esto deriva simplemente de la naturaleza del capital. La
población sólo es necesaria en la medida en que es condición para que se
valorice el capital. La relación entre trabajo necesario y plustrabajo cambia
bruscamente por la propia ley del valor: parte del trabajo necesario (el que
reproduce la capacidad de trabajo) es superfluo, esta capacidad es utilizada
como "excedente" de la población trabajadora necesaria para el capital. Como el
desarrollo de la fuerza productiva consiste en aumentar (como vimos en Argentina
en la década del '90) la proporción de plustrabajo frente al necesario, debe
reducirse necesaria y continuamente la proporción de trabajo necesario. El poner
como superfluo trabajadores es consecuencia necesaria del crecimiento del
plustrabajo en proporción al necesario. Parcialmente el capita
lista se saca de encima los costos de reproducción de la clase obrera excedente
y "pauperiza" en su beneficio a la población restante. Por eso, decía Marx, que
en el concepto de trabajador libre está ya implícito que el mismo es "pauper",
un pobre virtual. Con arreglo a sus condiciones económicas es mera capacidad
viva de trabajo, sólo puede vivir en la medida en que entra en el intercambio
forzoso con el capital. Tal intercambio está ligado a condiciones que para el
trabajador son fortuitas, casuales, indiferentes a su ser orgánico y
existencial. Por lo tanto, virtualmente, es en todo momento un "pauper" (pobre).
La fórmula es simple: al desarrollo de plustrabajo corresponde el de población
excedente, desocupados. Paradójicamente como la condición del capital es que el
trabajador produzca cada vez más plustrabajo, se libera más y más trabajo
necesario, con lo cual aumenta la amenaza del pauperismo. No es sino en el modo
de producción capitalista donde la pobreza se presenta
como resultado del trabajo mismo, del desarrollo de la fuerza productiva
del trabajo. La invención de trabajadores excedentes, de poblaciones inútiles,
de verdadero "intocables", outcasts del posfordismo, sin utilidad económica,
hombres privados de su propiedad y que sólo tienen para intercambiar su
capacidad para trabajar, es propia de la época del capital. Como decía el
filósofo romano Libanio: "la esclavitud no es nada semejante a la miseria del
pobre; el escalvo duerme en paz, nutrido por los cuidados de su amo, mientras
que el hombre libre y pobre vela durante la noche para ganarse la vida, sometido
a la miseria que lo extenúa de hambre". El desempleo y su compañero de ruta, el
trabajo precario (atípico, intermitente, flexible, marginal) están inscritos en
la dinámica actual del posfordismo. Muchas veces la precisión de un concepto nos
permite un nuevo enfoque en términos de acción política y social. Desocupados,
no: trabajadores negados por el capital.
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