Argentina: La lucha continúa
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Cooperativas Gestionadas por Trabajadores en Buenos Aires
Benjamin Dangl
Durante la crisis económica en 2001, cuando políticos y bancos se colapsaron,
muchos argentinos tomaron los problemas en sus propias manos. Pobreza, gente sin
vivienda y el desempleo eran contrarrestados con sistemas de trueque y programas
de préstamo de micro-créditos otorgados por las mismas bases sociales. Los
grupos comunitarios fueron creados para proporcionar solidaridad, comida y apoyo
en los barrios de todo el país.
Quizá la mejor conocida de estas iniciativas fue la recuperación de las fábricas
y negocios en bancarrota, las cuales fueron ocupadas por trabajadores y
gestionadas por ellos como cooperativas. Hay aproximadamente 200 fábricas y
negocios gestionados por los trabajadores en Argentina (muchos de ellos
comenzaron a mitad de la crisis de 2001); 15 mil personas trabajan en estas
cooperativas y en fábricas que producen desde autopartes hasta globos. Dos
negocios recuperados con historias representativas de este movimiento son el
Hotel Bauen y la editora de libros Chilavert.
Hotel Bauen
El Hotel Bauen se inauguró durante la dictadura militar en 1978, cuando Buenos
Aires era sede de la Copa del Mundo. En ese entonces, el hotel era un lugar de
encuentro para los dueños de grandes negocios, gente asociada a la dictadura y
políticos, como el ex-presidente argentino Carlos Menem. Irónicamente, desde la
toma de los trabajadores, en 2003, el Hotel Bauen ha sido el lugar de encuentro
para grupos de activistas de izquierda y miembros de sindicatos. Recientemente,
los trabajadores del metro de la ciudad se fueron a huelga y muchas de las
decisiones tomadas y la organización fueron coordinadas desde el hotel.
Marcelo Iurcovich dirigió el hotel por años, hasta 1997, cuando se lo vendió a
Solaris, una compañía chilena. En 2001 el hotel quebró y el 21 de diciembre
Solaris despidió a todos sus trabajadores. La mayoría de los 90 empleados
estuvieron sin trabajo de 12 y 14 meses. "Nuestra decisión de tomar el hotel no
fue caprichosa", explica Horacio Lalli, miembro de la cooperativa del hotel.
"Mucha de la gente aquí eran padres o madres de familia. No había trabajo.
Teníamos que hacer algo, así que, después de muchas reuniones, decidimos
recuperar el hotel."
El 21 de marzo de 2003, en la noche, los trabajadores del Hotel Bauen se
reunieron en la intersección de las calles Corrientes y Calloa en el centro de
Buenos Aires. Caminaron una corta distancia de ahí hasta el hotel y entraron al
edificio. Los gritos entusiasmados llenaron el aire. Habían logrado el primer
paso en el proceso de recuperación: la ocupación.
El hotel no se encontraba en óptimas condiciones para su apertura. Mucho del
material y equipo había sido vendido por los dueños anteriores o robado. Los
trabajadores aún enfrentarían meses de arduo trabajo para poner al hotel de
nuevo en marcha. "Durante todo ese tiempo, los hombres de negocios y estudiantes
en Buenos Aires nos ayudaron reuniendo dinero para que pudiéramos comer",
explica Lalli. "Aún teníamos miedo de que los dueños del hotel regresaran y nos
sacaran. Ese fue un período lleno de temores."
Tomó a los trabajadores hasta agosto de 2004 para reabrir el hotel. Hasta el día
de hoy, el destino del hotel continúa en manos de un juez. De acuerdo con Lalli,
el juez probablemente decida que los trabajadores deben pagar renta o
comprárselo a su anterior propietario.
Mientras tanto, el hotel está de regreso en el negocio. A pesar de que aún no
está trabajando completamente en orden, es un bullicioso centro para eventos
políticos y culturales y esto genera suficientes ganancias para mantenerlo en
operación. Los trabajadores están administrando su negocio como una cooperativa.
No todos reciben el mismo salario, pero todas las decisiones de importancia son
tomadas en asambleas a las que asisten todos los trabajadores del hotel.
Fabio Resino ha estado trabajando en el hotel desde que fue tomado por los
trabajadores en 2003. "Si el hotel hubiera sido manejado como cooperativa no
habría cerrado. Había mucha corrupción y una mala administración con el dueño
anterior", explica. "Puedes preguntar a las 90 personas que ahora trabajan aquí
y todos te responderán que prefieren este sistema que el trabajar para un dueño.
Toma más tiempo de esta manera, tienes que trabajar por más horas con menos
recursos, pero vale la pena."
"Antes, trabajábamos para un jefe", continúa. "Ahora trabajamos para nosotros
mismos. Cuando es una cooperativa, quieres trabajar mejor porque es tu negocio,
tu propio proceso. Antes, los trabajadores eran números. Ahora somos personas."
Chilavert
La editora de libros Chilavert se encuentra fuera del centro de Buenos Aires, en
un barrio más tranquilo. En la fachada del edificio hay un colorido mural el
cual contiene el lema del movimiento de las fábricas recuperadas: "Ocupar,
Resistir, Producir."
La fábrica está dividida en oficinas, una cocina, un centro cultural y una gran
área llena de imprentas y máquinas de encuadernación. Las máquinas varían en
antigüedad: algunas de ellas son de los 50’s y las más nuevas son de los 70’s.
Gente de todas las edades trabaja o ayuda a organizar eventos comunitarios. Una
mujer trabaja en el centro cultural, en el segundo piso; otra ordena los
artículos para la revista que Chilavert produce. Un músico visita la fábrica
para imprimir en la computadora un volante para uno de sus conciertos. Los
jóvenes trabajan como pasantes y aprenden lo intrincado de la composición y
diseño de un libro. Hacia el final del día, docenas de personas suben al centro
cultural para las clases de salsa. La fábrica tiene un ambiente festivo,
comunal, pero el trabajo continúa: un libro de poesía y un libro de texto de
ciencia están siendo producidos.
La fábrica empezó en 1923. Se llamaba entonces Gaglianone, por la familia que
manejó el negocio por décadas. Gaglianone era reconocida en Buenos Aires como
productora de libros de arte de alta calidad y material para los teatros más
importantes de la ciudad. Sin embargo, en los 90’s el negocio tuvo cada vez
menos trabajo y mucho del equipo fue vendido. Los salarios bajaron y la gente
fue despedida. En abril de 2002, la fábrica cerró sus puertas.
En parte por necesidad y por el deseo de mantener su lugar de trabajo
funcionando, los trabajadores decidieron ocupar la fábrica y nombrarla Chilavert,
por la calle en la que se encuentra. Al principio de la ocupación, producían
libros clandestinamente (como ocupantes ilegales del edificio, era contra la ley
hacerlo). Después de producirlos, sacaban los libros a hurtadillas por un hoyo
en una pared de la fábrica y dentro de la casa vecina. A pesar de que el hoyo ya
ha sido reparado, los trabajadores de Chilavert han puesto, orgullosamente, un
marco alrededor de esta sección expuesta de la pared, donde se ven sólo los
ladrillos.
Un momento dramático sucedió el 24 de mayo de 2002, cuando ocho carros de
patrulla, docenas de policías, ocho vehículos de asalto, dos ambulancias y un
camión de bomberos aparecieron en Chilavert para sacar a los trabajadores. Los
ocho trabajadores que ocupaban el edificio fueron acompañados por cerca de otras
300 personas, incluyendo vecinos, estudiantes y trabajadores de otras
cooperativas, quienes estaban ahí para ayudar a defender la fábrica. El nutrido
grupo intimidó a la policía y, cuando quedó claro que la sangre iba a correr de
ambos lados, la policía se retiró.
Ocupar, resistir, producir
Candido González trabajó para Chilavert por 42 años antes de participar en la
toma de la fábrica por parte de los trabajadores. Durante la entrevista, Candido
sonríe a menudo y, evidentemente, está orgulloso de Chilavert y su historia. Él
ha estado profundamente involucrado en el negocio por años, especialmente desde
la toma de los trabajadores. Después de un reciente ataque al corazón, que él
atribuye a la tensión y al exceso de trabajo, dice que planea tomárselo con
calma. Esto no le impidió asistir al quinto Foro Social Mundial en Brasil y
participar en una reciente huelga del metro de la ciudad.
"Ocupar, resistir y producir. Ésa es la síntesis de lo que estamos haciendo",
dice Cándido. "Y es la comunidad como un todo la que hace esto posible. Cuando
estábamos defendiendo este lugar, hubo ocho vehículos de asalto y 30 policías
que vinieron aquí a sacarnos. Pero nosotros, junto con otros miembros de la
comunidad, nos quedamos aquí y defendimos la fábrica."
Él recuerda esta lucha con lágrimas en los ojos. "Es normal para ti luchar por
ti mismo, pero cuando otros luchan por tu causa es muy conmovedor."
Parte de la economía local del barrio depende de Chilavert para sus negocios.
"Nosotros tenemos transportación, tinta, comida, café y papel —hay una fábrica
de papel a 15 cuadras de aquí— todo en este barrio. Chilavert ayuda a su
economía y si la fábrica cierra, todo el barrio sufre."
Doce personas trabajan en la fábrica y, a diferencia de otras cooperativas en la
ciudad, todos tienen el mismo salario. Las decisiones importantes se toman en
asambleas y las actividades propias de la comunidad juegan un papel importante
en la agenda de la semana. En el segundo nivel del edificio hay un centro
cultural, el cual es utilizado para clases de salsa, proyección de películas,
discusiones, lecturas de poesía, fiestas, exhibiciones de arte y bailes.
Desde la toma de los trabajadores, Chilavert ha producido muchos libros con
temas sociales y políticos, con títulos como El movimiento de los
trabajadores desocupados, Qué son las Asambleas Populares y
Dignidad Piquetera.
"Cada decisión, cada asamblea, cada libro publicado tiene algo qué ver con
política", explica Julieta Galera, una trabajadora de Chilavert. "La idea es
hacer libros y trabajos de arte que tengan algo que ver con nuestra visión
política. Hay muchos prejuicios en contra de las fábricas recuperadas en Buenos
Aires. La gente piensa que holgazaneamos, pero Chilvert hace algunos de los
mejores trabajos en este negocio."
A pesar de que Chilavert es uno de los negocios recuperados más famosos, su
historia aún es desconocida para la mayoría de los argentinos. "Casi no
existimos en los periódicos o en los programas de televisión, porque no estamos
con el gobierno", explica Candido. "Hay alrededor de 200 negocios recuperados
manejados como cooperativas en Argentina. Eso no es mucho comparado con todas
las demás que no son manejadas de esta manera."
Candido no tiene en buen concepto al actual presidente Néstor Kirchner y no le
atribuye el éxito de Chilavert a ningún político. "Nosotros no ponemos ningún
cartel de ningún partido político en la fábrica, porque nosotros somos quienes
tomamos la fábrica. Todo tipo de políticos han venido aquí pidiendo nuestro
apoyo. Incluso cuando los sindicatos fallan, cuando el estado falla, los
trabajadores comienzan una forma diferente de lucha. Si quieres tomar el poder y
no puedes tomar el estado, al menos tienes que tomar los medios de producción."
Candido señala al otro lado del cuarto una caja fuerte bastante grande en una
esquina. Ésta tiene hasta arriba el nombre de Gaglianone. Él se ríe y niega con
la cabeza: quizá aquí era donde el viejo jefe atesoraba todo su dinero. "Ahora",
explica Candido, sacando una botella, "aquí es donde guardamos el whisky."
Benjamin Dangl trabaja actualmente como periodista independiente en
América Latina. Es el editor de www.UpsideDownWorld.org, una revista en línea
sobre activismo y política.