Argentina: La lucha continúa
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A propósito de 513 años de la conquista española
Emilio Marín
La Arena
Algunos se empeñan en negar ese genocidio
La España actual no está tan preocupada por los debates sobre su conquista
de América. En estos días realizará en Salamanca la XV Cumbre Iberoamericana y
allí tendrá a varios presidentes de sus ex colonias mendigando inversiones. Pero
a nivel de pueblos el debate se reactiva cada 12 de octubre con quienes aún hoy
niegan la barbarie cometida por la civilización.
LOS HECHOS
La realidad mostró que españoles y portugueses se repartieron la
colonización de esta parte del mundo con la bendición de la iglesia y sus bulas
papales.
El rol "evangelizador" de esa institución es refutado por este dicho popular: "Vinieron.
Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron:
Cierren los ojos y recen. Cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y
nosotros teníamos la Biblia".
Las legiones conquistadoras estaban nutridas por aventureros e inspectores de
Isabel La Católica para que no la pasaran al cuarto con las ganancias. También
se acomodaban en las naves unos cuantos presidiarios que cambiaban su condena
por estas misiones de negocios peligrosos.
¿Qué cultura podía impartir ese contingente, siempre listo para alzarse en
motín contra sus jefes o robar todo a los indígenas? Lo suyo fue usar lengua de
serpiente para los pueblos originarios y luego quedarse con sus tierras y su
trabajo, basándose en la violencia, la armadura, la espada, el caballo y los
perros de caza.
Sumando las guerras traicioneras, las nuevas enfermedades traídas por los
europeos, el trabajo esclavo en las plantaciones del Caribe y los socavones de
las minas, instituciones como la mita y el yanaconazgo, etc, fueron muertos más
de 70 millones de indígenas.
Eduardo Galeano fue impiadoso con el genovés: "en su diario del
Descubrimiento, el almirante escribió 139 veces la palabra oro y 51 veces la
palabra Dios o Nuestro Señor. Y el 27 de noviembre profetizó: ´Tendrá toda la
cristiandad negocio en ellas´. Y en eso no se equivocó".
Falsificando la historia, Madrid y el Vaticano inventaron el concepto de
"Encuentro de dos culturas" para recibir el 12 de octubre número 500, que en
España llaman directamente "Día de la Hispanidad". Al menos es más franco que el
nada científico "Día de la Raza" con que Hipólito Yrigoyen lo instituyó como
feriado entre nosotros en 1917.
VIEJOS Y NUEVOS CRUZADOS
Los historiadores pro hispánicos le buscan mil justificativos al mal llamado
"Descubrimiento de América". En esencia, un país adelantado había hecho ingresar
en la era del progreso a pueblos bárbaros. Con esa interpretación nada dicen de
las toneladas de oro y plata remitidas a la península y que sirvieron para la
acumulación primitiva no tanto de la atrasada España sino de sus acreedores
holandeses, franceses, italianos, etc.
Aunque uno busque y rebusque en los archivos, difícilmente encontrará una
definición más ajustada a esos valores colonialistas que los expresados el año
pasado por el cónsul de España en Córdoba. Pablo Sánchez Terán expresó:
"mucho peor estaríais o estaríamos, bajo las civilizaciones incaicas, aztecas,
sioux, apaches o mapuches, que han sido idealizadas por algunos historiadores y
antropólogos, cuando es bien conocida su división de castas y su carácter
imperialista y sanguinario".
En oposición a la visión mitrista de la historia del país y Latinoamérica,
algunos autores revisionistas hicieron sus aportes. Pero incluso algunos de
éstos, progresistas, como Enrique Lacolla, que parece abrevar en Arturo
Jauretche y Jorge Abelardo Ramos, pone énfasis en el peligro que supondría el
indigenismo para una supuesta rebalcanización de nuestra América.
Los derechos de los pueblos originarios siguen conculcados en Guatemala, México,
Ecuador, Bolivia, Argentina, EE.UU., etc. Su resistencia, tomando como ícono a
los descendientes de mayas en Chiapas que se levantaron en armas en 1994, sólo
pueden ser vistos como un peligro por el Departamento de Estado y los
latifundistas.
Junto a trogloditas tan añejos que parecen recién bajados de las carabelas,
opinan los que se han remozado un poquito. Es el caso de "La Nación", que
ayer se indignó por un despacho de Télam que calificaba la conquista como
"el genocidio más grande de la historia" y añadía que "con la llegada de los
conquistadores se inició un exterminio que arrasó con 90 millones de pobladores
de la región y quebró el desarrollo cultural de este lado del Atlántico".
La Gaceta Ganadera inició una pesquisa para saber quién había autorizado esa
nota en la agencia pública, algo dignamente contestado por su director Martín
Granovsky: estaba firmada con nombre y apellido por una periodista. Quizás los
propietarios del matutino, con mentalidad hispánica y policíaca, hayan deseado
vivir en época de la Inquisición para que esa cronista y su hereje jefe fueran
lamidos por el fuego.
DEFORMACIONES HISTÓRICAS
En apoyo a sus tesis pro conquista, el vocero de la Sociedad Rural y la
Bolsa de Comercio citó a cuatro historiadores, entre ellos Félix Luna. El
cuarteto sonó imperial y de argumentos limitados pues sólo pudo rescatar que el
desembarco aportó el caballo, la fe cristiana y la lengua. De los tres
elementos, para nosotros el más importante es la lengua común. Para los pueblos
originarios lo único importante debe haber sido el cuadrúpedo, pues ellos tenían
sus propias deidades y dialectos.
Se dirá que 513 años después de esa destrucción, esa reflexión no tiene sentido
práctico. Y es verdad, pero no se debe presentar el genocidio como caridad.
Sería como el violador que consuela a su víctima diciéndole: "lo nuestro fue
amor, mirá que linda pancita vas a tenés".
Uno de los maestros en el arte de la deformación histórica es Mariano Grondona.
Unas semanas antes del estallido de esta polémica, y refiriéndose a la historia
argentina, escribió: "la técnica de los historiadores improvisados no
consiste en indagar rigurosamente el pasado según fue vivido por los
protagonistas, sino en describirlo livianamente como si fuera el reflejo hacia
atrás de sus propias concepciones ideológicas. Roca, por ejemplo, ¿no conquistó
el desierto y nos dio la Patagonia? No, dicen los historiadores improvisados.
Roca fue un genocida como los represores de los años setenta. ¿No era después de
todo un militar? Así es como deforman la memoria colectiva, al no conectarla con
los problemas de ayer, sino con las proclamas de hoy" (La Nación 25/9).
Grondona ensalza los "historiadores profesionales" como García Belsunse y Luna,
aunque en su fuero íntimo cree que Bartolomé Mitre es insuperable. Y como
"improvisados" castiga –sin nombrarlos- a Felipe Pigna o Jorge Lanata pero
también a quienes trabajaron más de cuatro décadas en estos temas, como Osvaldo
Bayer.
El autor de varios tomos de "Los vengadores de la patagonia trágica" replicó al
admirador del general Julio A. Roca con citas de diarios de la época sobre el
reparto de niños y mujeres indias tras la conquista de un "desierto" que no era
tal.
El contraataque de Bayer fue letal: "Claro, cuando uno tiene en cuenta la
biografía del indignado ´historiador´ Grondona se da cuenta por qué. Apoyó a
todos los golpes militares desde 1962. Ocupó altos cargos, entre ellos embajador
del triste dictador Onganía, conspiró y fue asesor de la Fuerza Aérea en la
dictadura de la desaparición de personas, amén de haber sido director de
Visión, la revista de los dictadores más sucios de la historia americana:
los Somoza. Además fue banquero en 1980 con un altísimo sueldo" (en el quebrado
BIR, NDA).
El caso del profesor de posturas griegas y pasturas ganaderas en Pehuajó es
clarificador de que no hay una historia sino dos. La de los privilegiados que
ganaron la partida, al menos por un tiempo, y la de los que perdieron pero
buscan su revancha.