La campaña electoral se caracteriza una vez más por
la utilización de artilugios publicitarios y acusaciones cruzadas en reemplazo
del debate político. Las organizaciones de la izquierda, lejos de diferenciarse
ante la sociedad, se han embarcado en una competencia insensata por empapelar la
ciudad aun más que los candidatos que resultarán ganadores. Ya que las
diferentes fracciones del partido único del sistema y las diezmadas
organizaciones de izquierda, no representan una posibilidad de cambio
sustantivo, la respuesta a la coyuntura se encuentra por fuera de ellas.
La campaña electoral
La actual campaña electoral transcurre por una vía ubicada en la antípoda de
lo que el país necesita: la participación es reemplazada por la utilización de
aparatos políticos que difunden caras, nombres y apellidos, y no propuestas. La
discusión programática es reemplazada por un recetario de marketing político.
Los ciudadanos no somos considerados como sujetos protagónicos de la democracia
sino como un conjunto pasivo, objeto de seducción publicitaria.
Lamentablemente, muchos de nuestros compañeros, aquellos que desean sinceramente
un cambio y que luchan a diario por conseguirlo, participan de organizaciones
que llegadas las elecciones, reproducen métodos similares a los que debemos
desterrar.
Mientras las avenidas del conurbano amanecen empapeladas con carteles de Hilda
González de Duhalde y reciben el atardecer con la sonrisa de Cristina Fernández,
las principales arterias de la Capital cambian de color mientras las agujas
avanzan: Pitrola, Vanella, La Porta, Etchegaray, Castillo y muchos otros se
alternan en una puja inútil, percibida por la aplastante mayoría de la sociedad,
como una competencia entre individuos oportunistas por ocupar un pequeño resorte
en los mecanismos de poder.
Los partidos que se embarcan en este curso, participan de una carrera
desquiciada por tapar los carteles de las organizaciones que más se le asemejan.
Dilapidan los esfuerzos de sus militantes y los modestos recursos económicos que
poseen como producto de los aportes que trabajadores honestos hacen a la
organización. Copian las practicas de los aparatos de la burguesía e introducen
en la militancia hábitos y valores nocivos. Y tal vez lo mas grave, no
contribuyen a la condición indispensable sin la cual no habrá cambio ninguno:
avanzar hacia la unidad política y social del conjunto de los perjudicados por
las políticas en curso. En su lugar contribuyen a lo inverso: propagar la
confusión y fragmentación, y como producto del rechazo que muchos sienten hacia
esas prácticas, la pasividad en lugar del protagonismo.
Todo en pos de una variación decimal en el resultado de unas elecciones en las
que no pueden sino resultar perdedores.
Participación electoral o abstencionismo
Para Bases Socialistas, participar o no de las elecciones y la campaña
electoral, no es una cuestión que se dirima en el terreno de los principios sino
en el de la estrategia y la táctica política.
No nos contamos entre aquellos que descartan a priori la lucha en el plano
electoral, ni tampoco entre los que consideran bajo cualquier circunstancia, que
participar es positivo.
Creemos que se trata de un terreno en el cual es posible avanzar en el sentido
de sentar bases para una fuerza capaz de disputar la hegemonía a los aparatos de
la burguesía. Creemos también que la construcción de una fuerza capaz de llevar
adelante el cambio de raíz que el país imperiosamente necesita, no se reduce a
la presentación de una fórmula en las elecciones.
La batalla que debemos dar abarca todas las esferas. Incluye las elecciones,
pero consideramos imprescindible que las discusiones trasciendan a las
candidaturas, que abarquen propuestas y programas, que se implementen las formas
para que los debates y la participación puedan abrirse al conjunto de la
sociedad y no solo a pequeños círculos de militantes.
Abarca la recuperación de los sindicatos como espacios de discusión y
participación, donde unos pocos no expropien las decisiones del conjunto, y se
recupere la asamblea como ámbito de debate y construcción.
Contiene una esfera ética, entendida como reflexión y construcción de nosotros
mismos, de nuestros valores y de los modos de relacionarnos con los demás. Una
lucha permanente por construirnos como aspiramos a ser, por hacernos mejores
cada día y por no conformarnos con lo que somos, por enfrentar a diario los
prejuicios y las practicas perversas que están encarnadas en cada uno y que una
sociedad en permanente caída, impulsa a que asumamos como propias y naturales.
Comprende también una lucha cultural. El mercado a través de sus medios de
comunicación, crea y difunde productos artísticos para consumo masivo, regidos
por la lógica de la maximización de la ganancia, donde pocos son los que hacen y
muchos los que pasivamente consumen. Un proyecto alternativo de sociedad no
puede transcurrir por la misma senda. Debemos promover la participación y
apostar a que seamos todos los que nos apropiemos de la expresión y la palabra,
de las artes y los conocimientos.
Sabemos que somos miles las personas y los espacios existentes que intentamos
transitar por estas y otras huellas, similares y diversas. Decimos huellas
porque no se trata de un camino demarcado, se trata de crearlo, mientras
caminamos. Tenemos algunas certezas y muchos mas interrogantes.
A pesar de que sabemos que somos millones los que compartimos muchas
disconformidades, algunas preguntas y menos certezas, experimentamos a diario
que la dispersión y la fragmentación, nos hacen sentir pocos y más débiles de lo
que en realidad somos. Analizar las causas de la situación, es el primer paso
para superarla.
La etapa en curso
Desde la asunción de Duhalde a la presidencia, la burguesía aplicó un plan
sistemático y exitoso para recuperar la iniciativa política, que había perdido
por la agudización de la lucha entre las distintas fracciones del capital y por
el surgimiento de un movimiento popular heterogéneo y espontáneo que la
desafiaba. El objetivo prioritario era desincentivar la creciente participación
política que se expresaba en las asambleas, fábricas recuperadas y
manifestaciones culturales, y fracturar la confluencia con sectores de
desocupados.
Con la asunción de Néstor Kirchner, el plan de recomposición continuó su marcha
con nuevos objetivos: rescatar la credibilidad de las instituciones, superar la
crisis de representatividad que se expresaba en el desprecio social por los
políticos, reconstruir un esquema de poder y dominación sustentable en el
mediano plazo. Para conseguirlo se implementaron un conjunto de medidas en
diversas esferas pero con lineamientos coincidentes. La política de derechos
humanos, la eyección de los peores elementos de la Corte Suprema, el paso a
retiro de mandos militares y comisarios, el giro en las relaciones diplomáticas
del país, son algunas entre otras. Su contenido común puede describirse como un
desplazamiento en cada caso de los elementos que concitan mayor rechazo social y
su reemplazo por nuevos y más legítimos.
Las elecciones de octubre son un paso en ese camino y el armado de las listas
que responden al presidente están guiadas por ese criterio. De allí, no
deducimos que no haya elementos repudiados o repudiables. Lo contrario es
cierto.
Cada uno de estos pasos tiene un significado doble y en apariencia
contradictorio: por un lado se trata de pasos positivos reivindicados y apoyados
por todos aquellos que deseamos un país mejor. Por el otro de un fortalecimiento
en las columnas sobre las que se sostiene el sistema capitalista que cada vez
más, nos golpea a todos. Los pequeños cambios tiene la función de desviar el
reclamo por otros mayores.
En ese punto radica la debilidad de la maniobra de recomposición. En cada caso,
los cambios emprendidos alcanzaron para producir un vuelco importante en el
ánimo social. Pero ocultan una realidad mas profunda que no logran revertir: por
debajo continúan actuando las causas que condujeron a la crisis que se quiere
superar. Con prescindencia de los individuos, su honestidad, su voluntad, y su
conciencia, el conjunto de los partidos políticos del sistema y sus operadores,
reinciden en las practicas rechazadas que los condujeron al desprecio social. No
es solo un acto de torpeza. Son las fuerzas sociales y las concepciones que se
expresan a través de ellos, las que los conducen al absurdo de un comportamiento
que conlleva al suicidio político.
De otro modo no es posible entender la paradoja aparente de que en un escenario
despejado, sin fuerzas sociales que se expresen como opositoras al sistema, con
toda la iniciativa política en manos de la burguesía, y en una coyuntura
económica favorable, reincidan en activar conductas que a mediano plazo se
transforman en base para su repudio. Vedettes y personajes grotescos en las
listas, una campaña sin propuestas pero prolífica en acusaciones cruzadas que no
son llevadas a la justicia (el propio presidente acusó a Duhalde de haber mal
utilizado el Fondo del Conurbano Bonaerense, nada menos que 600 millones de
dólares por año, pero no radicó la denuncia), actos prefabricados con métodos
clientelares y alianzas inverosímiles son algunos de los ingredientes que
condujeron, que a mediano plazo no pueden sino conducir, a una nueva crisis
política, cuando
reaparezca con toda su crudeza la crisis económica, que por motivos
coyunturales, no se expresa en la superficie.
Las corrientes de izquierda
Las denominadas organizaciones de izquierda que apuestan por sus
candidaturas, se diferencian poco y nada de los aparatos del sistema para los
ojos del ciudadano común.
Basta recordar el papel y desempeño de estas organizaciones en medio de la peor
crisis de la historia del país (elecciones de octubre de 2001, el posterior en
las asambleas durante el 2002, las elecciones del 2003 en las cuales hubieran
debido crecer pero en su lugar fueron reducidas a su mínima expresión, y el
permanente en lo referido al tipo de construcción realizada con los
desocupados), para concluir sin necesidad de lucidez alguna, que no son idóneas
para potenciar y encauzar, ni en las calles ni en las urnas, la disconformidad
existente.
El arco puede ser dividido en dos tipos. Están aquellas que impulsan políticas
sectarias y aventureras, autoproclamadas revolucionarias, pero en los hechos,
solo vanguardistas. Estos proyectos que desde el apogeo del MAS no han hecho mas
que fragmentarse y degradarse, no son opción porque anteponen el crecimiento del
aparato propio al desarrollo político del conjunto. Por ese motivo, mas allá de
que sea positiva la existencia de un diputado que denuncie las maniobras
legislativas o acompañe las luchas extraparlamentarias, su buen desempeño
electoral no constituye un avance.
Otras, que los primeros llaman reformistas, creen que es posible mediante la
acción parlamentaria, convencer con buenos argumentos a los responsables de la
debacle para que no sean tan codiciosos y otorguen, por ejemplo, aumento de
salarios y mejores condiciones laborales. Adolecen de un análisis consistente
para explicar las causas que llevaron a la situación actual y como revertirlas,
carecen de base social sólida, no participan de las luchas populares cotidianas,
y no tienen, intentan ni necesitan según su estrategia, inserción en la clase
trabajadora. Se trata de una visión voluntarista de la política que le permite
al capital desviar a estas organizaciones de sus buenas intenciones mediante dos
recursos combinados: primero la cooptación para luego quebrarlas mediante
relaciones de fuerza desfavorables. El ejemplo mas claro es Chacho Álvarez
operando el desembarco de Cavallo en el gabinete de De la Rua.
Una variante de esta línea, la constituyen algunas de las organizaciones
"peronistas de izquierda" que ahora les toca cumplir la triste tarea de encauzar
al movimiento popular a los pies de Alberto Fernández, jefe de gabinete y ex
operador, del ex ministro Cavallo.
Táctica electoral
Es de este cuadro, de donde partimos en nuestro análisis, para encontrar una
respuesta a la pregunta por la táctica electoral, apropiada en la actual
coyuntura, para todos aquellos que apostamos a un cambio social desde la raíz.
La burguesía aplica un plan sistemático para recrear aparatos electorales
relegitimados que le permitan mantener su statu quo. Por lo tanto las tácticas
de las organizaciones populares, deben estar destinadas por un lado a
neutralizar la maniobra, y por el otro a construir una perspectiva propia, capaz
de unificar al conjunto del pueblo.
Puesto que el sistema mantiene activa causas profundas que provocan el
descreimiento y la desconfianza, de lo que se trata es de encauzar y dar
expresión a ese sentimiento.
Existe un nivel de descontento mayor del que se expresa en las organizaciones
opositores. Es decir, estas no representan, no son capaces de representar, ese
sentimiento.
Si existiera una organización amplia y democrática, con base social en los
trabajadores y los desocupados; con independencia política; en la que convivan
corrientes con diversa definición ideológica, unidas en torno a un programa
antimperialista; que presente como candidatos a representantes honestos y
genuinos de los trabajadores y los desocupados; que incentive y motive a la
participación y el debate, y que centre su accionar en el desarrollo político
del conjunto y no en el aparato, el escenario seria muy distinto al actual. Si
ese fuera el caso integraríamos esa organización, impulsaríamos su participación
electoral y haríamos campaña por ella.
Estamos dispuestos a trabajar con todos aquellos que coincidan en la necesidad
de construirla, pero lo cierto es que esa organización hoy no existe.
Por eso creemos que no hay que engordar falsas opciones que se convertirán en
una dificultad mayor para su concreción.
Anular el voto, votar en blanco, introducir una boleta programática; y al mismo
tiempo impulsar un debate nacional sobre como avanzar en la construcción de una
nueva organización política de masas, superadora de las existentes, con
definición programática de signo antimperialista, capaz de unificar al conjunto
de los perjudicados por las políticas en curso, que promueva la creación de una
nueva cultura política, amplia, pluralista y democrática, son los modos en la
actual coyuntura de quitarle base social a la maniobra de la burguesía y a las
opciones inconducentes del campo popular.
No ignoramos nuestra carencia de la fuerza mínima para impulsar esta táctica en
sectores significativos de la población. Proponerla, difundirla, debatirla con
aquellos que lo quieran, es, apenas puede ser, nuestro aporte para el momento.