Argentina: La lucha continúa
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Reflexiones sobre la cobertura mediática en Argentina a tres meses de los bombazos en Londres
Natalia Vinelli
Red Nacional de Medios Alternativos
Piloto: Tengo muchos individuos en la calle. ¿Quiere que los elimine?
Oficial de Armas: Elimínelos.
Tercero: ¡No es un buen día para ellos! (risas).
Piloto: Diez segundos.
Oficial de Armas: Entendido, cambio.
Piloto: ¡Impacto!
Fallujha, Irak. Un misil aire/tierra se estrella sobre los cuerpos desarmados de
unos 40 hombres, mujeres y niños. Todos ellos son parte del cortejo que acompaña
a una joven pareja en su ceremonia de casamiento. Ahora no quedan más que restos
esparcidos por todas partes. "¡Paren, en nombre de Dios!" ¿No es éste un
atentado contra la humanidad? No. Se trató de un "error". De un "problema de
cálculo". De un "efecto indeseado" o, cuanto más, de un "daño colateral"
producto de la "guerra": casi un resultado tan desgraciado como inevitable que
no mereció la tapa de ningún diario.
Londres, Inglaterra. "Otra vez el terror". Durante el mes de julio la ciudad de
Jack el destripador amaneció envuelta en el drama. Las empresas periodísticas
anunciaron la muerte en sus primeras planas, con formato catástrofe y redacción
edulcorada, y aseguraron que "se esperan más ataques" del "peor enemigo de la
humanidad": las "democracias occidentales", "críticas o no" de la invasión a
Irak, están "amenazadas". La civilización está amenazada. La sociedad toda
(menos los árabes, los asiáticos, los inmigrantes, los negros y los pobres) está
en "alerta máxima internacional".
Buenos Aires, Argentina. La cobertura mediática de los atentados en Londres no
se salió, en términos generales, del esquema tradicional al que la prensa nos
tiene acostumbrados: todo ataque contra el "mundo libre", es decir, contra los
valores y el modo de vida occidentales, se construye como un ataque universal
fundado en un odio irracional siempre minoritario. Admitiendo diferentes estilos
y matices, desde La Nación hasta Clarín, desde Ámbito Financiero hasta Infobae,
las bombas fueron presentadas como ataques contra la humanidad.
La interpelación al lector que forma parte de esta humanidad construida se
asienta en el mito de la independencia periodística. Y, aunque esta fábula hace
agua por todos lados, no deja de ser efectiva al dibujar a la prensa como cuarto
poder vigilante, objetivo, desinteresado portador la verdad. La independencia,
justamente, es el discurso mediante el cual las empresas informativas ocultan la
dependencia al proyecto de su propia clase. Por eso no todos los atentados
adquieren el mismo estatuto: por ejemplo, la lluvia de misiles que ha hecho de
Bagdad un enorme cementerio.
En este sentido, mientras algunas víctimas son justificadas en nombre de la
libertad y la democracia, otras sufren, según La Nación, "la lógica infernal que
proponen las bestias asesinas, que gozan diseminando el terror en el mundo".
Parece un panfleto pero es una editorial de la prestigiosa tribuna de doctrina.
Clarín, por su parte, contrabandea nuevos demonios con la comparación entre los
"missing" londinenses y los desaparecidos argentinos, y señala que la política
de tirar a matar "inaugura" una era de gatillo fácil en una isla "que una vez
estuvo orgullosa de sus Bobbies desarmados". Por supuesto la cronista olvida,
sólo por citar un caso, la larga tradición de persecuciones, cárcel y torturas
para miles de irlandeses acusados... de ser terroristas responsables, otra vez,
de cruentos "atentados contra la humanidad".
Claro que esto puede irritarnos, pero no debe sorprendernos. Es lógico que las
páginas de los diarios y los flashes televisivos, parte constitutiva del bloque
de poder, nos ofrezcan su única y estrecha interpretación de términos tan
ambiguos como democracia, violencia, terrorismo, seguridad. El tema es que la
mirada de las clases dominantes se presenta como natural y legítima, única
perspectiva posible que se expresa en toda su desnudez en la distancia
evidenciada entre "la guerra que se viene", la volanta que acompañó las horas de
ultimátum yanqui a Saddam Hussein, y el "Paren, en nombre de Dios" con que
Clarín hizo propias las palabras del Papa.
Por si esto fuera poco, los periodistas argentinos se quejaron del "silencio
oficial" de los primeros momentos y de una obediencia "muy parecida a la
autocensura" de las grandes cadenas internacionales. Infobae y Clarín, incluso,
se acordaron que Internet puede traer al instante las novedades de los puntos
más alejados del globo. Aunque, claro, dejaron de lado en el análisis la lógica
de la invasión y el papel que juega la prensa en términos militares porque, como
señalábamos más arriba, no se trata de periodismo independiente sino de
periodismo dependiente de un proyecto que, en el caso británico, incluye la
ocupación violenta de un país con mucho petróleo. Y en situaciones de crisis
como la vivida en julio esta dependencia se vuelve bastante evidente.
Con todo, pese al tibio reclamo de las "imágenes más duras" y la exigencia de
una precisa contabilización de los muertos, el esquema básico nunca se
cuestionó. Si bien los cinco tiros en la cabeza de Jean Charles Menezes
merecieron algunas líneas de compasión, el hecho no superó el límite de la
representación de un doloroso "error" de la policía británica, hasta ayer
insospechada de abusos, obligada casi al paso en falso producto de la gran
presión que el terrorismo le impone. Ni ese cuerpo destrozado, ni las decenas de
miles de civiles iraquíes muertos, ni la ceremonia hecha pedazos en Fallujha
fueron presentados como atentados contra la humanidad: es que por fuera de la
humanidad invasora, no hay humanidad posible.