Argentina: La lucha continúa
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Hacer desaparecer la voz de Dios
Eduardo de la Serna
El pasado domingo fue la celebración -en la Iglesia de la Santa Cruz, ¿dónde
si no?- en memoria de Ángela Auad y las llamadas "monjas francesas" a raíz de la
aparición del cuerpo de aquella y de una de estas, la hermana Léonie.
La experiencia de lo vivido no fue muy diferente de la vivida unas semanas atrás
en la celebración por la aparición de algunas de las primeras fundadoras de las
"Madres de Plaza de Mayo". Sin embargo, algo me parece que fue diferente y creo
que merece una reflexión:
1.. Personalmente me molestó la intervención del embajador francés.
No sólo por la pregunta: "¿qué crimen cometieron para merecer semejante
castigo?", que me resultó preocupante (¿algún crimen sí, lo merecería?); no sólo
por el reclamo por "los franceses" (y la lista de franceses nombrados, como si
fuera una celebración organizada por la embajada); sino porque me parece que si
estamos señalando y celebrando las luchas que los desaparecidos y también las
monjas levantaron, habría que haberle recordado al gobierno francés el reclamo
de tarifas del grupo Suez, la venta de aviones Mirage a la dictadura, el reclamo
de deuda externa (que sabemos injusta y suficientemente pagada, por si fuera
poco), el entrenamiento francés a los torturadores con la "ideología de
Argelia", y el silencio por la participación de Kissinger y gente de la CIA en
la dictadura (¿o acaso Francia juzgó en ausencia a Kissinger como lo hizo con
Astiz?). La apariencia de "imperialismo" no logran evitarla. Ni parecen querer.
2.. No me causa ninguna gracia que se
las siga llamando "monjas francesas". No porque no lo sean, sino porque es
evidente que en la Argentina es donde eligieron vivir y dar vida, antes de dar
la vida. Creo que son parte de una Iglesia argentina que logra mostrar un rostro
totalmente distinto al rostro cómplice que la mayoría de la jerarquía
eclesiástica ha dado y sigue dando.
3.. Creo que esa jerarquía
eclesiástica, con su silencio, ha vuelto a hacer desaparecer las hermanas
desaparecidas-aparecidas. Es notable su silencio, su ausencia, y su seguir
hablando de temas sin importancia; su organizar cosas menores y seguir
mostrándose junto a los poderosos o a los responsables de la miseria, el dolor o
la muerte; los que lo fueron ayer, los que lo siguen siendo hoy. No hubo obispos
en la misa, ni mensajes episcopales.
En realidad no los esperaba, pero ¿no debieron haber estado o hablado? Creo que
la jerarquía eclesiástica volvió a hacer desaparecer a las re-aparecidas, en
especial a las que fueron miembros activos de la Iglesia, como las monjas, y
-entonces- su viejo "pedido de perdón" sigue siendo hueco y falso.
La celebración mostró que el tema está vivo. Y
eso es bueno. El clima era coherente con lo que celebrábamos, aunque la carga de
tensión parecía menor que la primera, lo que era lógico. Pero esta celebración,
obviamente, era más "eclesiástica" (y por eso esta vez hubo misa) y eso aumenta
el dolor de muchos por la actitud de tantos de la "institución eclesiástica".
Los mártires son una voz de Dios, un camino que
Dios marca a su Iglesia.
Es lamentablemente comprensible que un sector de la Iglesia, que repudia esos
caminos, no quiera reconocer a quienes los señalaron, pero sería de esperar que
lo haga la Iglesia en su integridad, y no sólo un pequeño grupo que aparecemos
como marginales. Es terrible que públicamente la jerarquía manifieste que no le
interesa escuchar a Dios; y es terrible porque después nos tocará -mañana-
escucharla hablar de aquellos que están contra la Iglesia, como de "campaña",
como de "secularismo" o de "idolatría del demonio". Mientras tanto Baseotto
seguirá celebrando misas con el ritual de Pio V, Aguer seguirá de garante de
delincuentes, otros harán silenciosas campañas para cargos vaticanos, mientras
se preparan nombramientos episcopales, y una monja "franco-argentina" está
enterrada en silencio en una simple iglesia, mientras su hermana parece seguir
en el fondo del mar. Ambas desaparecidas, todavía. Nuevamente.