Argentina: La lucha continúa
|
Un pueblo que agoniza de sed
Castelli y un trasplante de corazon
Adriana Vega
Provincia del Chaco, República Argentina. A doscientos setenta y cuatro
kilómetros de su capital, Resistencia, se halla la localidad de Juan José
Castelli agonizando de sed en estos momentos por una sequía de más de ocho meses
que asola su tierra árida y escasa de vegetales y frutos, en tanto su principal
alimento, la carne, también se limita debido a que los animales mueren de hambre
por sequedad, desecamiento, aridez. En tanto, los burgueses marplatenses se
preparan para incrementar sus ganancias en la Cumbre de Presidentes alquilando
departamentos y telescopios para avizorar a los mandatarios, y conocer, al menos
por medio de larga vistas a la marioneta descerebrada de Bush.
He viajado mucho por mi país y lo conozco bastante. En los años ochenta y cinco,
luego de la huida de la Dictadura Genocida, los escritores nos dábamos el lujo
de ofrecer Talleres Literarios por todas la provincias en un proyecto generado
por la Dirección Nacional del Libro que dependía de Cultura Nacional. Creo que
fue la única vez en la vida de Argentina que el dinero de cultura se gastó en
cultura. No importa si la Directora fue radical,(la Historiadora Hebe Clementi,
una excelente persona ) lo cierto es que el Plan de Lectura se desparramó por
todo el país con objetivos de conocimiento y estética. Fue entonces cuando viajé
a Castelli debido a una casualidad ya que la profesora designada se enfermó, y
también a Hermoso Campo, otra localidad cercana. Ambos lugares me impresionaron
muchísimo justamente por la escasez de agua. Sus habitantes expresaron, entre
amables y avergonzados que el vital elemento arribaba cada tanto en un tren
cisterna y los reservorios se cargaban cuando aparecía el agua. En el modesto
hotel, un gran cartel anunciaba la prohibición de baño para los escasos
viajantes entre los que me incluía y antes de irme a descansar el encargado me
indicó que dejara la "taza servida" expresión, que aún siendo provinciana nunca
había escuchado y pude conocer cuando me dirigí a un baño repleto de desechos
orgánicos a los que de ninguna manera se podía despedir.
A la mañana siguiente fui a la escuela que estaba situada frente a una amplia
plaza colmada de personas que parecían vivir allí porque, siendo muy temprano,
todavía dormían en el suelo arropados con frazadas, cubiertos con periódicos y
algunos reposando directamente sobre la cáscara agrietada de barro que servía de
improvisada cama. El Director del Establecimiento me explicó que se trataba de
cosechadores aguardando el tren del agua para montarse ni bien arrancara, porque
mientras estaba detenido no les permitían ascender. Trabajadores golondrinas que
iban de cosecha en cosecha para poder subsistir. Durante el invierno sus
viviendas ocasionales eran huecos resecos armados en la tierra yerma a los que
abandonaban vacíos hasta su vuelta, si tenían la suerte de regresar. A la hora
del almuerzo, a pesar de estar las actividades suspendidas porque el curso era
para maestros, los alumnos acudieron al comedor y los escuché golpetear
suavemente las mesas. No les ponían vasos para beber. Ni más está decir que los
esperé en la puerta del merendero con el balde que colgaba del pozo repleto de
agua, al que todos se abalanzaron a saciar la sed natural en niños de esa edad
después de haber comido un buen guiso de arroz. Las maestras me respetaron
porque era su profesora y amablemente dieron su explicación: no se ponía agua en
la mesa para no desperdiciarla. Este relato ocurrió hace veinte años.
Cuando vivo esas experiencias límites no puedo dejar de pensar en mi burguesa
familia o en amigos que viajan y escucho criticar los hoteles que les asignan ya
sea en la Costa o en Paris. Ellos nunca han visto nada semejante sufrido por
nuestro pueblo. Los humildes habitantes de Castelli, (ojalá todavía viva alguno
de aquellos que conocí), continuaron durante todo este tiempo sufriendo de sed y
las prometidas obras hidráulicas del RIO BERMEJO jamás se cumplieron.
Hoy Castelli debe de estar pasando uno de sus peores momentos porque se menciona
en los periódicos y alguna que otra nota de televisión. Ellos, los sedientos y
hambreados habitantes de esa zona que bordea la selva chaqueña del Impenetrable,
son argentinos y también seres humanos. Desde entonces hasta hoy ha acontecido
el neoliberalismo de Menem y sus continuadores, todos apóstoles del pensamiento
único, catequistas de la globalización económica y predicadores de la abdicación
a un Imperio que no sabe cuidarse ni a sí mismo. Sólo invade y mata de cualquier
manera ya que después de los efectos y calamidades ocurridas en su propio
territorio continúan imperturbables y muy bien posicionados en sus empeños
guerreros.
¿Y usted, señor del telescopio? Usted seguramente es de los que se organiza para
recibir la Cumbre de Mar del Plata adonde llegarán todos los Presidentes menos
el no invitado mal ejemplo socialista, el que dice la verdad.
Usted, señor, podrá observarlos a la distancia comer bien, planificar cómo
entregar (o recibir) el agua del Acuífero Guaraní, violar el territorio soberano
con tropas mercenarias, explotar nuestra mineralogía, saciarse del oro cuya
extracción envenena Cuyo, todo en nombre del "libre comercio".
También espiará complacido cómo se vende Latinoamérica al mejor postor y notará
la alegría que los embarga cuando brinden con champagne porque pronto
democráticamente asesinarán a Chavez, y Fidel no llegará a los ciento veinte
años que su salud tiene planificada.
Porque ustedes, señores veraces, nobles y perfectos egoístas, siempre vivirán
burlándose de los pobres de Castelli, Hermoso Campo, África, Irak, el mundo
entero y se sienten realizados por el hecho de votar en un pluripartidismo
mentiroso que los moviliza para seguir gozando de su fantasía de libertad,
convertidos en esclavos-amigos de los omnipotentes.
Señores, las palabras huelgan. Sigan alquilando telescopios. Me avergüenzo de
ser vuestra compatriota y considero apremiante, necesario e inaplazable
recomendarles un urgente trasplante de corazon a quienes piensan como ustedes.
* Escritora argentina