Argentina: La lucha continúa
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Mas de 30 mil mujeres de todo el pais marcharon en mar del plata al finalizar su encuentro nacional
"Ni una muerta más por el aborto clandestino"
La marcha del Encuentro Nacional de Mujeres que se efectuó en Mar del Plata
reclamó en forma masiva por el derecho a un aborto "legal, seguro y gratuito".
Hubo polémicas fuertes en los talleres con grupos religiosos y antiabortistas y
también hubo una pequeña contramanifestación.
También repudiaron la próxima presencia del presidente norteamericano George
Bush en la reunión de mandatarios iberoamericanos.
Marta Dillon
Desde Mar del Plata
"Por
el derecho a un aborto legal, seguro y gratuito", decían los pañuelos verdes; y
lo cierto es que no hubo un solo centímetro en los muchos metros cuadrados que
ocupó la marcha de cierre del XX Encuentro Nacional de Mujeres –más de ocho
compactas cuadras de manifestantes– sin ese distintivo que unificó las voces más
diversas. La disidencia a esta consigna, que quisieron meter como una cuña
grupos de mujeres católicas evidentemente organizadas –sus argumentos se
calcaban de taller en taller– en las conclusiones de cada debate, desapareció
literalmente cuando la marea verde empezó a avanzar por el centro de Mar del
Plata. Y aunque el coro de voces gritó también su repudio a la visita de George
Bush a esta ciudad, se hizo agitando los mismos pañuelos, para que no haya "ni
una muerta más por abortos clandestinos", como decía la bandera detrás de la que
todas se encolumnaron.
Sólo sobre el final de la marcha, después de haber bordeado el centro de la
ciudad en un recorrido que no todas entendieron por lo periférico, se produjo un
encuentro paralelo, que parecía inminente desde el principio y que cruzó los
primeros escarceos por la tarde (ver aparte). En las escalinatas de la Catedral,
justo en el momento en que empezaba a escucharse el carnavalito que dice que si
el "Papa fuera mujer, el aborto sería legal", unas ciento cincuenta personas, la
mayoría varones adolescentes, empezaban a rezar el Padrenuestro casi como si
quisieran pronunciar un conjuro, un exorcismo. Los turistas –que también
llegaron de a miles en el último fin de semana largo– soltaban carcajadas
sonoras, aunque era imposible saber si se dirigían a la Iglesia o a los extraños
modos en que las mujeres del Encuentro ataban sobre su cuerpo los pañuelos
verdes. El fraseo de las oraciones empezó a perderse a medida que llegaban más y
más mujeres; las más jóvenes se arrodillaron, aerosoles en mano, a los pies de
las dos filas de policías federales que custodiaban a los feligreses para pintar
consignas, también históricas, "Iglesia, vos sos la dictadura", entre otras más
directas.
Pero no hubo más incidentes que los verbales. Lo mismo sucedió cuando la
manifestación, en la que se calcula que participaron más de 30 mil mujeres, pasó
por la puerta del Hotel Hermitage donde la Guardia de Infantería había redoblado
el cerco. Petardos, algunos papeles encendidos, y una sola voz que acusaba a
Bush de terrorista, parecía que lograrían desarmar la tranquilidad con la que se
había marchado desde hacía diez cuadras. Tampoco pasó a mayores, del interior de
la corriente de mujeres salieron quienes se ocuparon de evitar provocaciones.
Pero fue una oportunidad para cantar otro de los grandes éxitos de la marcha,
una que le daba un destino escatológico para la "cajita feliz" –icono de
McDonald’s, icono a su vez de los Estados Unidos– y que se "vayan los yanquis de
mi país".
Una ciudad difícil
La recorrida de las mujeres por las calles de la ciudad, a pesar de que evitó
los puntos más conflictivos hasta el final, como la Catedral, y evitó pasar por
la puerta de cualquier otra iglesia, sirvió para hacer visible no sólo el
reclamo unánime a favor de la despenalización del aborto –y más, para que sea
gratuito– sino también la potencia del Encuentro. Que si bien se pudo medir a la
hora de la apertura, esto fue posible sólo para quienes estaban allí. El
Polideportivo, desbordante de mujeres de edades, condiciones, orígenes y
formaciones diversas, queda tan alejado del centro de la ciudad que sólo es
posible llegar en algún tipo de transporte. Y esto sí fue un contraste con los
Encuentros de Mendoza –en 2004– y Rosario –2003–, donde la apertura y el cierre
se instalaron en los lugares más emblemáticos de la ciudad, mostrando la
potencia de esta reunión anual de mujeres aun a quienes no querían verlo.
Para las asistentes históricas a los ENM, también la distribución de los
talleres, en escuelas que distaban al menos 20 cuadras una de otra, también
dificultó la comunicación. Sobre todo porque los pases libres para viajar en
colectivo no eran tan libres. O no los reconocían los conductores o muchas
mujeres eran invitadas a bajar cuando algún inspector pedía boletos.
Y el mar, hay que decirlo, era un hechizo para muchas participantes. De las
miles que llegaron de barrios populares, después de haber juntado el dinero en
peñas, rifas y todo tipo de actividades, muchas no habían visto nunca la playa.
Era lógico que hacia allí fugaran a las horas del almuerzo, con sus chicos, que
esta vez se multiplicaron en cada una de las escuelas donde se acomodaban las
delegaciones de los distintos barrios. Esas experiencias, de todos modos, desde
la ansiedad por el mar como la dificultad para viajar sin los niños a cuestas
fueron puestas en común y esto, seguramente, es de la cosas más valiosas que
suceden en los ENM.
¿Cómo podría estar tan cohesionado el reclamo por el derecho al aborto, la
educación sexual y la libertad de Romina Tejerina si la mayoría no reconociera
en su cuerpo y en sus historias las razones de ese reclamo? Porque los talleres
fueron diversos, no en todos se habló de aborto. Pero a la hora marchar, no hubo
dudas, todas querían su pañuelo verde.
Contra la violencia
Cuando se pedía la "cárcel ya para los violadores" y la "libertad para Romina"
–la joven condenada por matar a su hija, producto de una violación, en el
momento del parto–, las ocho cuadras de marcha parecían una especie de animal de
una sola voz. La historia de la chica jujeña se repitió en distintos talleres y
sirvió para reflexionar sobre la violencia, no sólo la espectacular y claramente
visible como la de los golpes y el abuso, si no esa subterránea, que se teje en
miradas de condena como las que describía Romina: "que usaba la pollera muy
corta", "que le gustaba andar con varones", "que salía mucho a bailar".
En los talleres de sexualidad, por ejemplo, el tema atravesó el debate cuando se
habló de la iniciación sexual: "No sé si forzada, pero sí presionada", se
escuchó más de una vez, en referencia a la primera vez. "Porque ellos te
convencen, te dicen que no los podés dejar así o que si de verdad lo amás tenés
que hacerlo", dijo una adolescente de La Matanza.
Y por supuesto, apareció en los talleres que habían debatido en torno de la
familia, uno de los reductos de las militantes católicas más organizadas, ya que
éste parece ser un tema que preocupa a este sector. "Hay cosas naturales,
lugares para el hombre y la mujer, ¿a qué le llaman patriarcado, a que un hombre
y una mujer se amen toda la vida y críen a sus hijos?", resonó en un aula de la
Escuela N° 5, mientras algunas mandíbulas caían al piso. Es que para muchas de
las asistentes, algunas discusiones están saldadas desde hace rato, como esa que
hace referencia a "lo natural". "Que ser mujer sea igual a madre, nutriente,
sensible, y hombre sinónimo de fuerte, racional, poderoso, no es natural, es una
construcción social que se necesita desestructurar porque nos condena a todos",
contestó a desgano una mujer de Rosario. "¿Y entonces por qué luchamos por las
mujeres y no por los hombres?" Después de veinte años de Encuentros en los que
se supone que se reflexiona sobre estas cosas, es necesaria mucha paciencia para
poder seguir adelante.
El derecho al aborto
El Encuentro Nacional de Mujeres, desde hace dos años, el momento en que miles
de ellas se muestran, en amplísima mayoría, reclamando la posibilidad del aborto
como un derecho para poder decidir sobre sus propios cuerpos. Y por eso también,
en el mismo lapso de tiempo, los sectores fundamentalistas de la Iglesia
Católica se preparan para dar la pulseada, convirtiendo los talleres que debaten
sobre la anticoncepción y el aborto en verdaderos campos de batalla. Aunque la
única manera que encuentran de imponerse es tratar de incluir su oposición por
minoría pero sin dar cuenta de ese detalle. "Si las conclusiones se sacan por
consenso y no lo hay, tienen que figurar las dos; y como no se vota, no sé para
qué van a contar", decía una joven ofuscada que no quería dar su nombre y
aseguraba que no era católica, si no "militante por la vida".
La otra estrategia que también fue fácil advertir el año pasado en Mendoza, es
judicializar la discusión. Si el año pasado consiguieron que se labraran actas
para denunciar lo que consideraban agresiones y exclusiones en los talleres,
ahora fueron por más. María Petraccaro, coordinadora de uno de los talleres de
Anticoncepción y Aborto, fue una de las amenazadas con juicios por apología del
delito, por haber permitido que se hablara del uso correcto del misoprostol, una
droga popular que puede producir abortos en las ocho primeras semanas de
gestación. Aunque tampoco se privaron de denunciar diversas cosas (ver aparte)
con relación a los talleres, antes de que los mismos hayan empezado a sesionar.
Lo cierto es que la fuerza del Encuentro para reclamar el derecho a un aborto
legal, seguro y gratuito es capaz de inundar las calles de una ciudad como Mar
del Plata, que se despereza en el segundo día de un fin de semana largo. Más de
30 mil mujeres, de distintas partes del país y de la más diversa condición
social, son un caudal de voz único que quiere hacerse oír. Y que midió, esta
vez, las posibilidades para la próxima marcha por el derecho a la posibilidad
del aborto: el 25 de noviembre, el Día Internacional que denuncia la violencia
contra las mujeres.