Argentina: La lucha continúa
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"La última vez, casi me muero"
Por M. D.
Desde Mar del Plata
En cada escuela donde funcionaron talleres había una mesa, dispuesta en el
marco de la Campaña Nacional por el Derecho a un aborto legal, seguro y
gratuito, que suscriben casi cien organizaciones –entre ellas Católicas por el
Derecho a Decidir, CTA, Ctera, Suteba, Fuba, y varios partidos políticos– y a la
que adhieren desde el ministro de Salud, Ginés González García hasta personas de
la cultura. Ahí estaban las planillas para seguir sumando firmas a este reclamo.
Hubo una mujer, maestra del conurbano, que quiso hacerlo enseguida. "Sabés que
pasa, que yo en el último aborto casi me muero." Después de la intervención,
precaria, sin anestesia, se sintió mal, tuvo hemorragias y fue al Hospital de
Wilde. "Pero cuando dije que me había hecho un aborto no me quisieron atender."
Fue hace 20 años, dice, pero se acuerda perfecto.
Marlene tuvo una ventaja esta vez: llegó tarde a los talleres de Estudios de
género y quedó fuera de los tres primeros. Pero como no fue la única se abrió un
cuarto, inesperado, en el que ella, como todas, se sintió cómoda. Pudo plantear
su duda sobre si no sería necesario hablar de géneros y no de género. Es una
chica trans, pero a diferencia del año pasado, esta vez a nadie se le ocurrió
pensar que podría estar fuera de lugar.
En los otros tres talleres de Estudios de Género, los que se reunieron en tiempo
y forma, la discusión a vez parecía de otro tiempo. La palabra "natural"
insistía en aparecer, sobre todo a la hora de imponer el rol materno como
sinónimo de mujer, y cuando tocaba hablar de la familia, el bastión conservador.
Pero por momentos algunas preguntas, de tan esquemáticas, parecían perder el
eje: "¿Alguien me puede explicar por qué la opresión varón-mujer es un esquema
de poder?", dijo una mujer de cruz al cuello. Y al instante se contestó: "Bueno,
claro, si hay opresión, hay poder".
Espasmódicamente, los postes de la peatonal aparecían envueltos en afichetas con
imágenes estremecedoras de neonatos dañados, no se sabía por qué, o de panzas
felices –y muy voluminosas– pero amenazadas de muerte. Con la misma tenacidad,
las participantes más jóvenes del ENM se dedicaron a quitarlas. El ritmo se
alteró con una tercera presencia, inexplicable: dos grupos de patovicas vestidos
con remeras negras que decían, de frente, "No a la violencia", y de espaldas,
"Dios es nuestro líder".
Fue tenso el momento en que la marcha pasó frente al Hermitage, además de la
cantidad de policías, y del furor de los cantos en contra de la presencia de
George Bush en Mar del Plata, se sumaron al desconcierto, un grupo numeroso de
jóvenes atléticos y en cuero que arengaban a las mujeres y gritando a favor de
la despenalización del aborto. Eran miembros de equipos de waterpolo de todo el
mundo que ahora mismo juegan un campeonato.
Cuando la discusión parecía haberse agotado por completo, la mujer que se
reivindicaba como militante pro vida la quiso cerrar: "No sé para qué joden
tanto si nunca van a conseguir que se despenalice el aborto". Y alguien le
contestó: "Entonces nosotras tenemos más fe que vos, porque estamos seguras de
que lo vamos a lograr".