Argentina: La lucha continúa
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"Pese al Infierno, Dios da la victoria"
Por M. D.
Desde Mar del Plata
Paroxismo,
un estado indefinido entre la euforia y la rabia, descontrol, ¿cómo describir el
entusiasmo de un grupo de unos sesenta jóvenes, la mayoría de ellos blancos y
bien vestidos –incluso de saco, a pesar del domingo a la tarde– que cantaban
como desquiciados: "Un minuto de silencio, para el diablo que está muerto, ea,
ea, ea"; o "Dios me da la victoria aunque el infierno se oponga"? Fue un momento
violento, hay que decirlo, porque estaban decididos a poner el cuerpo,
literalmente. Avanzaron a los saltos, al ritmo de sus cantos, hasta chocar
contra las mujeres que salían de los talleres más conflictivos, relacionados con
la despenalización del aborto.
Al mismo momento que los muchachos se desgañitaban y tiraban panfletos con fotos
de embarazos a término con la leyenda "no lo mates, es tu hijo" o "podría tener
tu sonrisa", tres mujeres salieron de la escuela Número 6, en Gascón y Mitre,
hacia la comisaría segunda de General Pueyrredón. Allí las recibió el sargento
Mario Cárdenas, quien escuchó cosas como: "Nos tienen secuestradas, nos
golpearon, no nos dejan entrar a los talleres y cantar cánticos contra de las
instituciones (sic). Hay tres que parecen locas, para mí que están drogadas".
Cuando este diario les preguntó a esas mujeres quiénes las agredían, la
respuesta fue vaga: "Las que tienen pañuelo verde".
Cárdenas confirmó que desde las ocho de la mañana habían recibido denuncias.
¿Sobre qué? "Que las agredían verbalmente, que no las dejaban discutir, cosas
que ameritaron que enviáramos a un móvil hasta última hora". A última hora se
definía si se iba a dar intervención a la fiscalía o no, ya no que se terminaron
de constatar las agresiones, a pesar de que las mujeres llevaron sus testigos,
todos varones que aportaban datos aun cuando su presencia hubiera sido imposible
dentro de los talleres.
Pero mientras el intento de que interviniera la fuerza pública hacía agua, los
muchachos de los estribillos celestiales seguían presionando contra el grupo de
mujeres que terminaba de debatir y se reunía para ir juntas a la marcha de
cierre. En ese momento no hubo móviles policiales, a pesar de que hubo dos
camionetas que atravesaron a toda velocidad el grupo de mujeres y que estuvieron
a punto de causar accidentes. De las camionetas bajaron otras mujeres, que se
mezclaron en el grupo de los devotos y desde allí pedían perdón por las
"asesinas".
Lo cierto es que el enfrentamiento se produjo en el momento en que intentaban
cerrarse las conclusiones. Algo que parecía imposible ya que muchos talleres se
habían desarmado en discusiones cabeza a cabeza sobre el modo en que se
redactarían, y si las dos posturas quedaban en igualdad de condiciones o no,
aunque más del noventa por ciento ya vestía sus pañuelos verdes y la minoría
sólo se podía ocultar detrás de la lectura de las conclusiones, hoy, cuando la
mayoría de los micros que viajan a las más diversas provincias ya hayan
emprendido el viaje.
La pregunta que atravesó el Encuentro es cómo volver a reunirse sin tener que
repetir las mismas escenas año a año. Esta vez, por ejemplo, las voces
fundamentalistas se callaron hasta último momento, como para incluirse en los
escritos sin haber debatido. Pero los ENM, por definición, son abiertos a todas
las mujeres. La marcha final, de todos modos, parece un buen modo de saldar una
discusión que en estos espacios, más allá de algunas puestas en escena, tiene
suficiente consenso.