Argentina: La lucha continúa
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Planeando rebeldías
Crónica de una actividad de formación en el Movimiento de Trabajadores
Desocupados Oscar Barrios
Javier Di Matteo
SUR, centro de educación popular
Desde que recuerdo la primavera se anuncia primero en los almanaques y el clima
acompaña tarde. Pero este jueves de setiembre el sol estuvo en la quinta reunión
del taller sobre trabajo de base en el Movimiento de Trabajadores Desocupados
Oscar Barrios y se puso duro cerca del mediodía. La sombra falta y la reunión se
va moviendo siguiéndola. Suele pasar en los asentamientos jóvenes, donde los
árboles son todavía flaquitos y las construcciones más bien bajas; así son
también las cosas en este asentamiento de Barrio Parque Jardín, en José C. Paz.
Quince compañeros, y además Francisco, son los que andan buscando sombra esta
mañana y los desplazamientos no logran quebrar el nivel de implicación y de
concentración con que las conversaciones se vienen dando. Francisco si, se
desconcentra y desconcentra por un momento a algunos otros, deambulando, con
paso riesgoso.
Cargados de tareas, los participantes son responsables de alguna cosa en el MTD
y se desempeñan "de la 197 para acá". Los de la 197 para allá ya pautaron hacer
el mismo proceso formativo ni bien termine este, porque hay que sostener tareas
y este grupo, de la 197 para acá, se vuelve a reunir en dos semanas para un
nuevo capítulo. Vienen de cinco barrios, algunos distantes y se pusieron de
acuerdo en tratar el trabajo de base como eje central de esta etapa y de las que
vienen. Acordaron también dar continuidad a las tareas de formación y no dejarla
a pesar de las urgencias, que se cuentan al por mayor. El tema viene a
contracorriente de lo que se escucha normalmente como una preocupación en los
espacios donde las organizaciones populares se expresan, pero es más urgente que
otras urgencias, es una urgencia de fondo: "multiplicar militantes" le dicen los
compañeros que no se llamaban a sí mismos de esa manera hace uno o dos años,
cuando se sumaron al movimiento buscando un plan
estatal miserable, y donde descubrieron la dignidad en la rebeldía, la
posibilidad de futuro en la autogestión y la capacidad de expresarse, en la
calle y en los espacios deliberativos del movimiento.
En esta quinta reunión los compañeros discuten un texto sobre la planificación
de acciones y hay que verlos. Después, planifican en grupos chicos la solución
de un problema delimitado.
El que coordina sabe que cuando la tarea es difícil los compañeros están
aprendiendo, y hay que verlos. No alcanza con escuchar y un grabador puede ser
un mecanismo muy infiel para quien quiere reconstruir algún debate. Hay que
verlos porque los gestos, las actitud corporal, y claro, el tono, dicen tanto
como las palabras, porque así son los compañeros responsables de algo, menos
acostumbrados a la oratoria y más a poner el cuerpo y con él expresarse.
Sin mirar, uno puede pensar que cuando un compañero afirma "hacer un diagnóstico
es fijarte cómo te está yendo" está dando una sentencia y en realidad los gestos
nos ayudan a ver que esto es más bien una pregunta, en el mejor de los casos un
pensamiento en voz alta, y ayudan también cuando otro compañero responda con
otra alternativa para explicar el asunto y lo haga con tono más bien de
pregunta. O cuando enseguida otro afirme preguntado y se meta en el brete de
confundir diagnóstico con estrategia, como le marca un cuarto compañero. Y ya se
armó discusión y al rato el coordinador se afirma en la importancia de separar
las dos cosas, porque si no se conoce el problema, la estrategia puede ser
equivocada.
El coordinador, que no tiene demasiadas credenciales -probablemente no junte
ninguna- pero si bastante experiencia, sabe que no pude afirmar con
contundencia, porque a fin de cuentas no sirve para nada. Sabe que puso un
criterio justo para encaminar la discusión, y que a veces eso debe hacerse, pero
hacerse de tal modo que el problema vuelva a ser pensado por todos y no sólo
aceptada una solución que viene de la mano de alguien que "sabe". Ahí nuevamente
los gestos y el tono son cruciales. Sabe que este espíritu sintético tiene sus
razones y que los compañeros son más de hacer que de pararse a planificar y que
de ahí nace la confusión, la síntesis entre diagnóstico y estrategia, y sabe que
"hay poca abstracción" y ni hablar de la poca experiencia de lectura.
El que duda afirma y el que está seguro pregunta, los compañeros aprendieron,
entre otras cosas, que no hay que tener ni miedo ni vergüenza a la hora de
arriesgarse y equivocarse. La desvergüenza es un indicador enorme de la calidad
que el grupo alcanzó como ámbito de trabajo intelectual: lo importante es
aprender, no mostrarse. Como Francisco, para caminar no hace falta ser un
experto, sólo coraje y capacidad de aprender del desacierto.
Así se van ligando los cinco pasos para planificar y algunos despiertan más
inquietudes que otros y los compañeros ponen ejemplos de la vida y de la lucha,
de la vida de lucha. Y su uso, el uso de los ejemplos, es la pauta de la calidad
de la comprensión del texto. Y viene siendo buena la comprensión, esta mañana de
jueves, soleada, con Francisco andando y quebrando lo estático del plenario. Y
polémica. Discuten qué significa analizar varias estrategias y no una sola y qué
significa la flexibilidad y los reajustes, y qué quiere decir eso de trazarse
metas claras.
Los compañeros aprenden lo que ya hacen desde hace un tiempo, dejar se ser
resultado de lo que nos pasa para poner cabeza y cuerpo en decidir qué queremos
que nos pase. Moldear la realidad, buscarle la vuelta, pensarla y abrir caminos
para cambiarla, por ahí pasa la vida ahora y de esto habla el texto pero sobre
todo, de esto les habla una experiencia nueva en tierras donde abunda el
presente perpetuo, en un país donde hay que aceptar la realidad, agachar la
cabeza, resignarse con sacro fatalismo.
La tarea que sigue es aplicar estos pasos a problemas concretos, en grupos
chicos. Cada uno de ellos elige un barrio y un problema apoyándose en el trabajo
de la reunión anterior: que se preguntaba como anda cada barrio respecto de la
participación, las conquistas, la disciplina, la coherencia y la mística, cinco
coordenadas del trabajo de base. Problemas simples ¿simples? El afano de
herramientas por una lado, la dificultades para hacer andar la panadería por el
otro. Los diagnósticos se discuten, que si faltan recursos ...
¿por qué faltan recursos?
porque nadie se pone las pilas para conseguirlos
y porque vas con la idea de hacer algo a la asamblea y nadie se prende
pero muchas veces se prenden si está claro
y además porque hay un compañero solo en la coordinación
y por qué está solo en la coordinación
y porque yo no puedo hacerme cargo de la coordinación
y por qué no se hacen cargo varios de la coordinación
nadie nació sabiendo hacer la coordinación
y cómo vamos a animar a los compañeros si nosotros no nos animamos
E inmediatamente a alguien se le ocurre preguntar si el problema es de falta de
recursos o de falta de participación y se arma el despelote, más que nada porque
todavía estamos en el diagnóstico y la hora se pasa y el objetivo, que parecía
ser "juntar los recursos para que ande la panadería" deberá ser otro. Vienen
varios idas y vueltas y la sensación de no avanzar. Hasta que se propone la
estrategia de conseguir recursos con mucha participación de los compañeros.
La estrategia se va complejizando, desdoblándose en acciones, las acciones se
discuten, se enriquecen, ninguna respuesta simple aparece, no hay magia en el
razonamiento, una cosa busca conducir a otra, y mejor todavía, no se apela a una
sola vía para el mismo resultado; la capacidad de proponer se despierta y que
haya tanto sol no afecta tanto o por lo menos no lo suficiente para que haya
moción de mudanza. La desazón quedó atrás y la sombra también.
La moción de mudanza llega cuando las cabezas ya están muy calientes (por afuera
que se entienda) y mientras se pasa en limpio la propuesta se va cubriendo de
nuevos detalles. Cuando se presenta frente al otro grupo se avisa que se va a
mejorar y presentar a la mesa y después a la asamblea del barrio. Hay aplausos
mutuos. Francisco cree que son para él. No es suficiente una hora para
planificar, en eso estamos de acuerdo, aunque fue bastante lo logrado. Francisco
no entiende por qué tanta solemnidad después de tanto bullicio, mira a la gente
con curiosidad.
Se viene después la evaluación del día y del proceso. Los compañeros hablan
sobre todo de la utilidad de lo que se aprendió, " a veces no pensamos mucho lo
que hacemos", dice uno, por ejemplo "y vas ciego" agrega otro; hablan también de
lo bueno de haber estado juntos y con continuidad. Prometen seguir estudiando y
aprendiendo. Prometen reunirse en dos semanas, y prometen ir poniendo en
práctica lo aprendido y lo planificado. Mientras se saludan se van ajustando
cosas, se pactan y se recuerdan encuentros y tareas. Se pregunta algo, se va
conversando.
Y mirarlos alcanza para pensar cuánto más prometen y para preguntarse si saben
cuánto nos hacen falta y cuánto de importante tiene para nosotros, militantes de
hace más tiempo, que no haya más afanos de herramientas y que la panadería
funcione, cuánto nos hace falta que sus desafíos se resuelvan y se festejen una
vez resueltos. El pensamiento viaja rápido y entreverado casi como Francisco
camina, y sigue: ¿sabrán los compañeros cuánto tenemos para aprender de ellos, y
cuánto más que a planificar aprendieron hoy?, ¿tendrán claro cuántos esfuerzos
hay puestos en que no nos propongamos dar forma al futuro o que el futuro,
simplemente desaparezca de nuestras cabezas? ¿Y sabrán cuánto a ellos mismos y
su práctica y no a la cartilla y al coordinador, se debe lo que aprendieron? Y
dan ganas de decirlo pero sólo aparece, como gesto, una sonrisa y un saludo.
Habrá que aprender mejor ese idioma.