Argentina: La lucha continúa
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El agua de San Juan tiene los días contados
Javier Rodríguez Pardo
Renace
El Manifiesto de San Pablo para el Primer Encuentro Latinoamericano por una
Nueva Cultura del Agua proclama que "mil trescientos millones de personas no
tienen garantizado el acceso a agua potable, cada siete segundos muere una
persona por falta de agua y seguimos destruyendo y degradando ríos, lagos y
humedales, a menudo de forma irreversible" y fundamenta que "la deforestación
masiva, la contaminación sistemática de las aguas por vertidos industriales,
mineros, agrícolas y urbanos, la desecación de humedales, la expansión del
agronegocio, la navegación comercial a gran escala, el cambio climático, entre
otros, están quebrando la salud de los ecosistemas acuáticos. Ante esta
creciente tragedia ecológica y social, las instituciones públicas suelen
mostrarse impotentes, cuando no complacientes, bajo la justificación de
favorecer el crecimiento económico". Con reiteración hasta el hartazgo,
exclamamos que las tres cuartas partes de la superficie del planeta se compone
de agua, pero sólo el 3% de ella es agua dulce, y de esta cantidad sólo podemos
acceder al 0,7%, la que está al alcance del hombre. Los datos son alarmantes y
conviene refrescarlos: La renovación de las aguas se estima en 43.000 km3
anuales, descargada en los ríos, mientras que el consumo total se estima en
6.000 km3 por año. Pareciera que sobrara el agua pero no es así, gran parte está
contaminada y distribuida de manera desigual: el 60 % se encuentra en 9 países
mientras otros 80 sufren escasez. Dos mil cuatrocientos millones de personas no
tienen acceso a condiciones de salubridad decentes. O sea, a condiciones
sanitarias consideradas necesarias por la Organización Mundial de la Salud; dos
mil doscientos millones de personas mueren por año, en el mundo, debido a
enfermedades vinculadas con aguas contaminadas. En su mayoría son niños. Cada
siete segundos se pierde una vida humana en el mundo por esa causa. Las
corporaciones agrarias, la producción industrial consumista y la actividad
minera, se reparten el uso del agua dulce del planeta. Menos del 10% de aquel
0.7% de agua dulce de la que dispondríamos y a la que tenemos acceso, es para
consumo humano. El mundo anuncia su escasez y los países desarrollados
monopolizan su explotación con un puñado de corporaciones que intentan
repartirse el botín, compitiendo por el futuro control de los acuíferos. Se
lanzan sobre el agua con la misma ferocidad que para el resto de los recursos,
pero en este caso tendrán a la población mundial cautiva, extorsionada por
quienes dominen los grifos y con mayor sometimiento que en el caso de los
combustibles. No obstante, la importancia y valor metálico que tiene y tendrá el
agua, no impide que su escaso volumen disponible sea precisamente el que utiliza
la nueva minería de manera alarmante, porque gran parte de los minerales que
ansía el mundo del norte y que también presentan escasez, se hallan diseminados
en la Cordillera de los Andes, precordillera y estribaciones. Allí, en las altas
cumbres, paradigma de las nacientes de las aguas, asiento de los glaciares,
cientos de empresas mineras transnacionales acceden al festín de los recursos no
renovables, irrepetibles -aunque de baja ley- diseminados en enormes
extensiones. Cuanta más baja es la ley del mineral, mayor cantidad de agua se
requiere para lixiviar las rocas, molidas después de derribar cerros y montañas.
Un siglo atrás, Estados Unidos obtenía cobre de 5% de ley y en la actualidad es
inferior al 0,4% de ley. (En todos nuestros artículos recurrimos a esta relación
porque es la mejor referencia al saqueo que la minería del norte le ofrece a los
pueblos del sur y es, también, la causa y motivo del método extractivo). Las
notas sobre Los Glaciares de Barrick, publicadas anteriormente, nos ubican ante
el daño que ocasionarán las transnacionales mediante una extracción perversa, a
tajo abierto y por lixiviación de una sopa química que potenciará la
contaminación al liberar los metales encapsulados en los cerros de la cordillera
andina. Daño inmediato y drenajes ácidos a posteriori, contaminación directa en
acuíferos y arroyos, consumo masivo de agua que habrá de inutilizar, y
destrucción de glaciares, suelos y nacientes del vital elemento, más un cóctel
de ácidos por gestión de los reactivos usados, confirma una realidad
indiscutible. Cifras que no pueden ocultarse y que surgirán del holocausto
hidráulico de un solo caso estudiado: la provincia de San Juan.
El estudio de un caso
"La cuenca endorreica más importante de Argentina, en cuanto a su superficie, es
la del río Desaguadero, que pertenece a la vertiente Atlántica. El intenso
aprovechamiento de sus aguas hace que en la actualidad su caudal superficial se
agote antes de desembocar en el río Salado, tributario del río Colorado, que es
quien entrega en el Atlántico". La introducción de referencia, le permite al
ingeniero en minas, Hugo González, sostener que "esta conexión continúa a través
del subsuelo y que, aunque no se cuente con documentación que lo avale, sabemos
que los ríos San Juan y Jáchal pertenecen a esta cuenca y toda la provincia de
San Juan se concentra en estos dos colectores, cuyos regímenes se asocian
estrechamente con la disponibilidad hídrica de las precipitaciones líquidas,
sólidas y los glaciares de la alta cordillera". Los proyectos mineros de Barrick
Gold, de Veladero y Pascua Lama, se hallan asentados sobre las nacientes del río
Las Taguas que con ese nombre se une al río Valle del Cura, luego Blanco, hasta
el dique Cuesta del Viento y a partir de allí nace el río Jáchal, que se
extiende hasta las "Ciénagas Verdes". Desaparece de la superficie y su cauce
seco transporta agua en forma esporádica, integra la subcuenca subterránea del
Río Bermejo (Superior e Inferior) hasta el Desaguadero del Bermejo (barrales o
lagunas temporarias) y pasa a formar parte del río Desaguadero. Así escurre la
vertiente norte. El caudal sur, en cambio, origina el río San Juan, y en sus
nacientes también pretenden explotar dos proyectos mineros mediante el método a
tajo abierto por lixiviación de compuestos químicos con cianuro y ácido
sulfúrico, como los de Barrick, pero en esta ocasión se trata de Pachón y El
Casposo, los más avanzados en la cordillera, entre otros casos aún en etapa
exploratoria o de factibilidad. La cadena de arroyos y ríos menores que se verán
afectados es de importancia: los arroyos Pachón, Mondaca y Mondaquita tributan
en el río Santa Cruz y éste en el río de Las Lagunas para formar el río Blanco,
que entrega su caudal al río Los Patos, afluente del Castaño -precisamente donde
se halla el proyecto minero El Casposo- formando el río San Juan. El río que
lleva el nombre de la provincia concluye en el Desaguadero del Bermejo, pasando
a formar parte del río Desaguadero. "He aquí como confluyen ambos surcos de
agua", recuerda nuestro buen amigo, el ingeniero en minas Hugo González, y vale
como introducción al debate central: dos cuencas cubren la provincia de San
Juan, río Jáchal y río San Juan y, en sus nacientes, en las altas cumbres de la
Cordillera de los Andes, se anuncian emprendimientos de mega minería metalífera
para extraer oro, plata, cobre, molibdeno y, en menor cantidad, plomo, mercurio,
y otros minerales críticos y estratégicos que las transnacionales de la minería
suelen ocultar sin hacerlos figurar en el motivo de la explotación. Nos
referimos al lado argentino, no olvidemos que los minerales se hallan en ambos
límites y serán capturados mediante un Tratado de Implementación Conjunta
Argentino Chileno, que cede el territorio en una extensa franja en la cima de
los Andes, a las corporaciones del norte. Chile padece lo mismo, pero con otras
cuencas, ríos y glaciares. La actividad que generarían los dos gigantescos
complejos mineros de San Juan (y de Chile) que hemos nombrado, Pachón-Pelambres
y Veladero-Pascua Lama, nos permite afirmar que el agua de esta provincia tiene
los días contados. Para ello debemos reconocer que Barrick altera
deliberadamente cifras y datos y presenta un informe de impacto ambiental (IIA)
cuestionado por múltiples instituciones intermedias, de los dos países. Barrick
afirma en sus presentaciones de factibilidad que el principal insumo de sus
proyectos Veladero y Pascua-Lama es la cal y en segundo lugar el cianuro de
sodio. Creemos oportuno decir que estamos siendo ofendidos y estafados, porque
el principal insumo de estos emprendimientos es el agua y el segundo corresponde
a la energía. Pero está visto que al no pagar por ellos, no los tiene en cuenta,
al mismo tiempo que tamaña omisión le permite eludir que se repare en los
consumos del agua y de la energía. Barrick usará energía en los complejos
Veladero y Pascua-Lama (incluido el proyecto contiguo, Penélope) equivalente a
la que produce la central nuclear de Atucha; más de 300 MW de potencia
instalada; la obtendrá de una línea minera que transportará la energía en 500 Kv.,
que paga actualmente el pueblo de San Juan en sus boletas de luz, y verterá y
quemará gasoil a 0.40 centavos el litro, porque una de las tantas leyes que
benefician a las transnacionales la exime de impuestos a los combustibles. Por
lo visto, para Barrick la energía no es un insumo relevante. En el IIA apenas
dice que "la energía eléctrica será abastecida a través de una línea de alta
tensión", sin mayores alusiones. ¿Y el agua? Otro caso indignante, las mineras
no pagan por ella. Barrick dice que consumirá en el proyecto total de Veladero,
110 litros de agua por segundo, cuando la literatura académica advierte que para
semejante proyecto el consumo ronda el metro cúbico, es decir mil (1.000) litros
por segundo. La demanda máxima de agua en Pascua Lama -dice Barrick- fue
estimada en 350 litros por segundo y será abastecida desde el río Las Taguas, en
Argentina, para uso minero industrial del proyecto, procesamiento del mineral y
en el depósito de colas, además de otros usos menores (IIA de Knight Piésold
Consulting de Pascua Lama, Sección 3.2.8), pero conforme a nuestras
observaciones, ratificadas por el Manual de la Oficina de Minas de Estados
Unidos, datos calculados para la magnitud del complejo que nos ocupa, Pascua
Lama utilizará más de tres metros cúbicos de agua por segundo, es decir tres mil
litros por segundo. Cuando funcionen a pleno los proyectos Veladero, Pascua Lama
y Penélope, la empresa Barrick debería responder por un consumo de agua superior
a los cuatro mil litros por segundo. Sabemos que cada vivienda del Gran San Juan
promedia un consumo de 2,3 metros cúbicos por día, es decir, 2.300 litros por
día (cada habitante del Gran San Juan consume diariamente 0,560 litros). Una
simple comparación nos lleva a estimar que el agua que consume una familia tipo
en un día, Barrick lo gastará en un segundo. Utilizará el agua que fabrica la
cordillera, dejará sin agua a la provincia de San Juan, contaminará el resto que
pueda escurrir laderas abajo y, además, no pagará lo que consuma ni la
descomunal destrucción de los ecosistemas. En cuanto al coste del insumo agua,
el Manual de la Oficina Minera de Estados Unidos es concluyente: "el costo del
agua debe considerarse como mínimo a razón de 0.10 dólares por metro cúbico"
(valor de 1978 que deberá actualizarse); es decir, treinta centavos de nuestra
moneda por cada mil litros de agua. Al cabo de 20 años Barrick debería abonar
más de 746 millones de pesos por el agua que consumió (para ser justos: $
746.496.000), pero esto es tan utópico como impedir las multas al desaprensivo
ciudadano sanjuanino puesto a dilapidar agua fuera del horario permitido, ni qué
hablar de la sanción al agricultor que intente desviar el riego cuando no le
corresponde. Ellos deberán pagar, Barrick no. La Oficina de Minas del
Departamento del Interior del Gobierno de los Estados Unidos ha creado un Manual
del Sistema de Estimación de Costos y Capital para la Minería con la garantía de
confianza de STRAAM Engineers Inc., mediante datos obtenidos de compañías de
Estados Unidos y Canadá. Barrick parece ignorar esas recomendaciones. Nuestra
intención consiste en invitar al lector a que, sin temeridad alguna, proyecte a
futuro las cifras del agua de este caso estudiado. Citamos un solo ejemplo, pero
la provincia de San Juan se ve amenazada por muchos emprendimientos mineros de
semejante magnitud al de Pascua-Lama. De aceptarse la invasión mega minera habrá
que estimar el impacto de Pachón y de Casposo, y los casi cuarenta complejos
extractivos que se anuncian en esta provincia cuyana. Con los proyectos de
Pachón, Casposo, Veladero, Penélope y Pascua Lama, los habitantes de esta
provincia se quedarán sin agua, e imaginar el daño multiplicador de una
treintena de nuevos proyectos que esperan en las gateras, en esta región, supone
un ejercicio masoquista, aunque inevitable. No hemos calculado aquí el agua que
requiere la actividad agrícola de San Juan. No fue necesario. Priorizamos
demostrar que estamos a tiempo de impedir el despropósito multiextractivo porque
con estos datos y un poco de sentido común, vemos cómo la agricultura cederá su
espacio al desierto minero. En realidad, las transnacionales del saqueo
usurparán el espacio de la agricultura y de los asentamientos humanos. La
incompatibilidad de ambas actividades es evidente y sería inmoral la pasividad
del pueblo si sólo se moviliza al comprobar, tardíamente, que el agua en la
provincia de San Juan tiene los días contados.