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Argentina: La lucha continúa


Noche negra en buenos aires.
El día después el lado oscuro de la política

Por: Federico Corbière
de la Redacción de ARGENPRESS.info


Una vez más Argentina asiste estupefacta a un escenario de muerte y horror provocado por un incendio en una discoteca. En tanto el gobierno porteño minimiza su responsabilidad por la falta de control efectivo sobre el mal funcionamiento de centros nocturnos, familiares y amigos de los jóvenes atrapados continúan la búsqueda desesperada por distintos hospitales.

La Ciudad de Buenos Aires amaneció vestida de luto con la noticia de 175 muertos y 714 heridos, víctimas de las flamas y de la desidia empresaria y municipal durante un recital de rock de la banda Callejeros. Hasta el cierre de esta edición más de 100 internados continuaban en estado delicado.

Si bien el local perteneciente al excéntrico Omar Chaban tenía la habilitación correspondiente, pudo comprobarse que el espectáculo fue sobrevendido en su capacidad, con el agravante de tener clausurada su única salida de emergencia, bajo pretexto de evitar el ingreso de espectadores sin entrada.

Se calcula que en el momento de incendiarse el entelado que decoraba el cielorraso, por el impacto de un elemento de pirotecnia, había entre 4500 y 6000 seguidores del grupo, en un predio cerrado y autorizado para concentrar hasta 1300 concurrentes (algo menos de un metro cuadrado por persona).

Lo curioso de la mal llamada catástrofe por algunos medios, fue que un similar principio de incendio pudo sofocarse a tiempo durante un show realizado el sábado previo, por lo cual el domingo la misma banda tocó sin el revestimiento inflamable.

De igual forma y enterados de los peligros, los responsables de la seguridad prefirieron colocar nuevamente la llamada 'media sombra' y alertar por micrófono sobre el uso de bengalas y cañitas voladoras.

No había matafuegos ni mangas de bomberos para ser manipuladas a tiempo. Pero el mayor agravante fue la creación de un jardín de niños informal en el baño de mujeres con el objeto de que los padres pudieran ver el espectáculo con mayor comodidad.

El tercer Aníbal

Esta vez el protagonismo no fue del dinámico dúo del gabinete presidencial, sino del gobernador reelecto de la Ciudad de Buenos Aires, que rápidamente lanzó públicas declaraciones para desligar a los inspectores bajo su conducción de cualquier carga criminal y cobro de gabelas, echando culpas exclusivas sobre el público presente que lanzó los elementos de artificio, y calificando tal hecho maldito como una fatalidad propia de la imprudencia.

Lo cierto es que la norma impide la presencia de niños en locales bailables después de las 22 horas, que las madres sabían de la guardería y, curiosamente, esa práctica no había llegado a oídos de quienes deben ejercer el poder de policía municipal, así como desconocían la habitual colocación de cerrojos en puertas alternativas.

Durante la tarde un desfile de funcionarios públicos se presentó a dar explicaciones y resaltar la eficiencia de la tarea realizada por los bomberos, a quienes no pocos jóvenes agradecieron por su auxilio.

Entre los que no pudieron escapar a la asfixia y el fuego, fueron los propios familiares del grupo musical de Villa Celina, que según diversos relatos mantuvieron una actitud heroica en el socorro mutuo hasta el último momento.

Pesares

A diferencia del pasado 19 de noviembre, el presidente de la nación decidió no viajar por unas horas a Buenos Aires y transitar su estupor desde Río Gallegos. Esta no era una reunión iberoamericana de jefes de Estado ni había un pedido expreso del rey de España por estrecharle la mano. Tampoco se trataba de una razón humanitaria que requiriera de su firma, como las gestiones a través de Cancillería para el reencuentro de una familia cubana.

Ayer hubo más decesos que en los atentados terroristas contra la Embajada de Israel y la AMIA. ¿La burocracia y su corrupción latente será una nueva forma de terrorismo de Estado de naturaleza omnisciente?

Este fin de año completa un balance en rojo, con la reaparición de los mismos vicios del poder político clientelar y de sus eternos representantes, sumada la consecuente corruptela estructural que permite irregularidades con destinos trágicos.

Once años atrás murieron diecisiete estudiantes secundarios en un boliche de Olivos. Ninguno de los imputados fue declarado culpable. Por eso Omar Chabán eligió por unas horas ser prófugo de la justicia. Probablemente, para reaparecer luego de obtener un salvoconducto o negociar una caución juratoria de la misma forma que lo hiciera días atrás el ex presidente Carlos Menem. Pero Chabán no es un ex mandatario ni un hombre poderoso ni está sindicado por tráfico de armas, y lo apresaron.

En su primera aparición Aníbal Ibarra, preocupado por preservar su ya devaluada imagen mediática al desligar responsabilidades, olvidó algo: los 175 muertos, los familiares y los amigos. Mantuvo el mismo gesto distante y postura retórica de la política cotidiana. Un gesto propio de la indolencia inherente a su condición oculta.

El presidente fue más precavido. No apareció frente a las cámaras.