Argentina: La lucha continúa
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República Cromagnon
Masacre mercantil en tiempos de agotamiento estatalMartin Krymkiewicz
Las respuestas que se vienen gestando luego de lo ocurrido en el incendio de
República Cromagnon conjugan elementos que merecen ser tenidos en cuenta a la
hora de entender los efectos de las profundas transformaciones contemporáneas
que estamos viviendo
En principio lo ocurrido puede pensarse como una masacre que deja en evidencia
una vez más la lógica hegemónica y despiadada del mundo de los negocios. Como a
principio del 2004 en Asunción (Paraguay) donde los dueños de un shoping
cerraron las puertas en medio de un incendio para evitar que se llevaran
mercancías sin pagar, la formula se repite: la ganancia a cualquier precio no
tiene límites, ni siquiera la vida.
Por otro lado lo que ya se sabe de las instituciones estatales, queda en
evidencia. El andamiaje institucional que en otros tiempos brindaba (algún)
amparo a la ciudadanía está cada vez más desmantelado. Protección, previsión,
seguridad, pertenencia, amparo, todas las operaciones que se desprendían de un
conjunto de prácticas y discursos que producían ciudadanía van cesando
progresivamente.
Anteayer fue un ajuste, ayer un "corralito", hoy un incendio mortal, mañana el
encarcelamiento de los que defienden su dignidad, pasado mañana un robo, y cada
vez con mayor intensidad se impone una obvia sensación de inseguridad que corroe
la base misma de la democracia representativa: la confianza en los
representantes.
Estos últimos, asumiendo cada vez más una cínica tarea de administradores de la
miseria que de gestores de la política –lo que antes se llamaba gobernar- vienen
intentando resignificar la inseguridad que genera el agotamiento institucional
contemporáneo, como un medio para aumentar las herramientas de control social
represivo -el recurso de la fuerza que se impone cuando se agota el consenso. En
pocos meses hemos sido testigos de un endurecimiento represivo del código penal
y la instalación del nuevo y brutal código contravencional.
Pero a pesar de la pacotilla paranoica anti-delincuencial –que dicho sea de
paso, de nada han servido para evitar y castigar el crimen en República
Cromagnon- nos volvemos a encontrar en la pista de lo que se intenta disimular:
se agota la ciudadanía cuando las instancias que antes amparaban, redistribuían
la riqueza, hacían justicia, se desvanecen. Cuando no hay ley para todos, no hay
responsables y en ese vacío se evapora el pacto social y la categoría de
ciudadano subsidiaria
Como efecto de lo anterior desde Ibarra hasta Kirchner se ven obligados a
responder. A la falta de amparo generalizada, responde el establishment en su
conjunto. El aparato judicial, las fuerzas de seguridad internas, los organismos
de control, el gobierno de la ciudad, la presidencia, todo el endeble andamiaje
institucional opina, acusa, responde. Y si tienen que ponerse a hablar es porque
saben de su fragilidad, porque saben que entre las fisuras de ese edificio
podrido que administran (y donde entre otros jugosos negocios, lucran con la
noche porteña) se les cuelan en una noche casi 200 muertes, que el cinismo de
estos tiempos podría caracterizar como daños colaterales del negocio
gubernamental-mercantil.
Ante la consabida impotencia de los partidos y organizaciones políticas
tradicionales ante este tipo de situaciones, vuelve a aparecer la manifestación
de las víctimas –que algunos dinosaurios añorantes de las sagradas instituciones
no dudarán en apodar de espontaneista- pero que tiene todos los visos de las
movilizaciones post 19&20 de diciembre de 2001.
Estas son manifestaciones con una cabeza colectiva y generalmente difusa, que
busca más que un protagonismo individual u organizacional, la visibilización de
algo que no podrá ser jamás articulado por un partido político u otra
organización que se jacte de participar en el negocio institucional-electoral,
pues lo que ataca es el aparato en su conjunto, el andamiaje corrupto que hoy
produce negocios, muerte y –no está demás decirlo- representantes. En este
sentido resulta interesante como esta "multitud" autoconvocada por la masacre,
capta la intención de apropiación que hacen habitualmente tanto los partidos
políticos (de izquierda a derecha, pasando por Blumberg) y cuando aparecen para
la foto con sus banderitas, los rechaza enérgicamente.
En estas circunstancias, no resulta extraño volver a escuchar en Buenos Aires el
batir de cacerolas. Como un fantasma que recorre el mundo, el mutante espíritu
quesevayatodista vuelve a aparecer. Y Kirchner tiene que interrumpir sus
vacaciones.
Entre las perspectivas futuras de este hecho, detengámonos en al menos dos
líneas que merecen nuestro análisis: por un lado la demanda de justicia de las
víctimas y por otro la inscripción de la masacre como un hecho político y no un
mero capítulo policial más.
Respecto del reclamo de justicia se impone una observación que no por obvia
resulta más evidente: en la misma demanda se está asumiendo que existiría
alguien en posibilidad de responderla.
Es interesante observar como este nuevo tipo de protestas llegan a un punto de
agotamiento (o encuadre institucional) cuando se quedan ancladas únicamente en
el reclamo, pues la misma demanda necesariamente apela a alguien que podría
estar en posición de responder. La demanda instituye la autoridad, exige una
autoridad.
Esto es hábilmente interpretado en toda la cobertura mediática y política del
asunto donde a través conferencias de prensa, comunicados y opiniones todo el
arco de "representantes" intenta producir el sujeto que respondería esa demanda.
Pero es cierto también que ante la demanda de justicia, lo que queda en
evidencia es un vacío: lo que caracterizamos como el agotamiento estatal.
Por otro lado no sería de extrañar que a la demanda de justicia se responda con
una cadena de encubrimientos legales que encontrará su perejil de turno en algún
funcionario de mala muerte.
Ante el agotamiento de la demanda a instituciones "vaciadas" (nombre que
consideramos más adecuado que el de "corruptas" pues apela a alguien que las
podría "limpiar") resulta mucho más interesante seguir la pista de la
inscripción colectiva del hecho, que si bien asume como básica la demanda de
justicia, va más allá y como en la noche del 19 de diciembre busca enunciar de
manera original su visibilidad.
En este sentido resultará fundamental aprender de la capacidad creativa de la
multitud para producir estas acciones, donde al estilo de los escraches ya no se
apela a la justicia institucional, ni se delega en representantes, sino que se
inscribe en la calle misma la sanción moral del hecho.
En esta línea se juega lo que viene ocurriendo hasta hoy en Buenos Aires, donde
cada semana aumenta exponencialmente la convocatoria y los distintos
"representantes" se hacen blanco del escrache mientras se escucha –cada vez con
más fuerza: "Que Se Vayan Todos".
En este punto difieren esencialmente la estrategia de los partidos políticos que
se esfuerzan en subirse al escrache para "negociar" sus propios intereses en sus
ámbitos institucionales y la dinámica de la multitud que encuentra en este
espacio la posibilidad de presentarse como un sujeto autónomo capaz de engendrar
un nuevo tipo de justicia, de hacer algo por su cuenta más allá de la demanda a
carcazas institucionales agotadas.
Sabemos que la posibilidad de ampliación de este tipo de acciones no tiene
límite, aunque ello dependerá del tipo de estrategias que se planteen más allá
de la demanda específicamente: desde acciones directas, hasta tomas de espacios
públicos, la escalada puede ser auspiciosa para ver la acumulación de prácticas
de desobediencia civil que se vienen cultivando en nuestro país sobre todo
después del 19&20 y que otra vez se encuentran en franca divergencia con los
rígidos encuadres partidistas con los que se las pretende encorsetar y
disciplinar.
También es sabido que el establishment buscará la violentización de la protesta
para por un lado propagar el miedo mediaticamente y disuadir la afluencia de
nuevos interesados, y por otro legitimar el uso de la represión para poner orden
(ya se escucha hablar de la anomia que tanto los aterroriza). En este
andarivel, habrá que seguir atentamente que estrategias se dan los manifestantes
para aislar los hechos de violencia que legitimen la represión, sin por ello
renunciar a la inscripción de su acto, cuidando de ese modo la afluencia a la
situación de protesta que vienen construyendo. Quizás de nuevo el ingenio sea la
clave que dirimirá el futuro de este acontecimento político que hoy nos toca
vivir.
La masacre en Republica Cromagnon nos muestra que en Argentina queda poco de
república y luego de una década y media de discursos que postularon en el
progreso económico un desarrollo equivalente de la humanidad, nos confrontamos
cada vez más con una cruda regresión a la edad de las cavernas.
En las respuestas a este hecho vuelven a ponerse en evidencia la impotencia y
conservadurismo patético de los partidos políticos y otras organizaciones del
circo electoral (que de izquierda a derecha están cada vez más desacreditados
que nunca por su política oportunista, cómplice e insensible) mientras que por
otro lado, a tres años del histórico 19&20, la vigencia del que se vayan
todos que en este tipo de acontecimientos vuelve a mostrar su potente fuerza
rebelde.
5/1/05