Argentina: La lucha continúa
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Comunicado de la correpi
La masacre de once
En reiteradas oportunidades señalamos que la 'seguridad' no se circunscribe a
la reducción del índice de delitos callejeros (en especial los cometidos contra
la propiedad), sino que es un concepto mucho más amplio, que incluye la garantía
de acceder y gozar cada uno de los derechos humanos (vida, salud, educación,
trabajo, etc.).
Esta semana hubo dos noticias que pusieron de relieve la inseguridad reinante en
dos aspectos poco considerados por las campañas de prensa, debido a su
vinculación con el lucro comercial de algunos en detrimento de la vida y la
integridad física de muchos. En primer lugar, algunos medios publicaron las
estadísticas acerca de accidentes de trabajo, que demuestran que están en
aumento. En otras palabras, los trabajadores están cada vez más inseguros debido
a que sus patrones pretenden maximizar la ganancia a costa de las mínimas
medidas de seguridad.
Luego, el jueves, de forma impactante, el incendio en República Cromagnon
demostró el nivel de inseguridad existente en los boliches bailables, que sólo
preocupaban a las autoridades (muy de vez en cuando) por los crímenes cometidos
por los patovicas en las puertas. En un sólo hecho catastrófico, producido por
la 'lógica empresarial' y la falta de adecuadas medidas de seguridad, hubo más
muertos que en la totalidad de los hechos de homicidio no cometidos por personal
estatal en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires (según los datos publicados en
Internet por la Dirección Nacional de Política Criminal, el total de homicidios
dolosos en la Ciudad de Buenos Aires fue de 53 en 2004, y los culposos fueron
76, o sea, 129 homicidios en todo el año frente a 182 muertos seguros hasta este
momento a raíz del incendio en República Cromagnon).
El nombre del local designa de forma ideal la barbarie del capitalismo y de sus
representantes, empresarios y funcionarios del estado. Por una parte, la bestia
del comerciante, que disfrazado de artista, siguió vendiendo entradas superando
ampliamente la capacidad del local con las puertas de emergencia cerradas con
candados para que no hubiera colados. El que para mejorar el sonido puso
materiales baratos, que son puro petróleo, en lugar de gastar unos pesos más en
elementos ignífugos, justo con una banda cuyos seguidores suplantan la necesidad
de usar la violencia contra los que los han puesto en una situación de
desesperación y desprotección social con el lanzamiento de bengalas fabricadas a
mansalva para las fiestas por comerciantes que se movilizaron para apoyar a
Blumberg en sus campañas para matar con la bala policial a estos mismos chicos.
Un tipo tan hijo de puta que para no perderse las entradas de tantas chicas
solteras con hijos las deja entrar con los niños o les pone una guardería a unos
metros de las telas de petróleo. Los hijos de puta de SADAIC que supieron
anticipadamente que se había entrado en colapso con la cantidad de público, por
el cuentaganado con el que controlan el superimpuesto con el que se alzan para
esa empresa paraestatal y corrupta.
El jefe de calle de la Comisaría 7ª, ¿qué va a decir? ¿Que nunca entraron? ¿Que
nunca vieron los problemas de la sala? ¿Que nunca pidieron una coima para
permanecer mudos y no mirar?. ¿Y los inspectores municipales, que ahora resulta
que no fueron en todo el año? ¿Y los bomberos de la PFA, que dieron su
consentimiento al funcionamiento de un lugar que era una trampa mortal?.
¿Y el Gobierno Nacional, Kirchner y sus ministros?, ¿Acaso el tema no es de esa
envergadura? Ya lo dijo el Ministro del Interior con el mayor cinismo, típico de
los que pueden dejarle a la madre que les esconda un cadáver en el ropero: 'eso
era una ratonera'.
Después vinieron nuestras tristes noticias, el primo de Sabrina internado, las
vecinas de Rodolfo, el sobrino de Tito, los compañeros de la murga de Cucú, la
salvación increíble del hijo de Lidia. Tristeza absoluta.
La muerte de 182 jóvenes y 750 heridos en el recital del Once es un problema
político de primer orden y no simplemente una desgracia o un tema judicial.
Denunciar al estado, a la dirigencia política y a los capitalistas. Comprender
que no nos salva nadie: Sólo los explotados movilizados por su derecho.