'La vida no vale nada
si ignoro que el asesino
cogió por otro camino
y prepara una celada.
La vida no vale nada
si se sorprende a mi hermano
cuando supe de antemano
lo que se le preparaba'
Pablo Milanés
Casi dos centenares de muertes se produjeron en las tierras argentinas en
solamente algunos minutos. Estas no son muertes debidas a una catástrofe natural
sino producidas por un asesinato perpetrado en masa, en un hecho criminal que
tiene como ejecutores a políticos, funcionarios y empresarios.
Ellas se produjeron cuando en un recital de rock el fuego tomó las instalaciones
de un local privado denominado República de Cromagnon en el barrio de Once en la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En su interior la mayoría eran jóvenes, esos
mismos que el Estado se ha encargado de arrojarlos al desamparo, en su mayor
parte también, por el imperio del capitalismo neoliberal que encuentra
únicamente en el lucro su lacerante justificación de existencia.
Que se hayan sobrevendido entradas es 'un detalle de muerte' que permite estimar
que por lo menos se triplicó la venta de localidades a la capacidad autorizada
en la habilitación del local realizada hace siete años atrás.
Que se encontraran en el interior del local menores de edad y bebes es 'un
detalle de muerte' alarmante debido a la prohibición existente de que ello sea
así de acuerdo a la normativa legal.
Que la salida de emergencia se encontrara bloqueada -con candados, cadenas y
barras- es 'un detalle de muerte' que solamente puede ser producida desde la
irresponsabilidad de sus propietarios y la falta de control público. Unicos
responsables de esa trampa para la muerte.
Que no existieran las medidas de seguridad y emergencia apropiadas ante esa
multitud de personas es 'un detalle de muerte' que permiten y autorizan las
autoridades gubernativas y de contralor siempre tan bien adornadas por las
coimas de la corrupción endémica.
Que mueran personas que merecerían seguir vivas, aún desde la visión capitalista
de haber pagado su entrada, es 'un detalle de muerte' sobre el cual las
autoridades de la ciudad y del gobierno nacional solamente saben responder con
decretos que establecen unos cuantos días de duelo ordenados desde sus despachos
y retiros de descanso. Esos que el día del crimen y posteriores no fueron
abandonados por miedo a recibir el desprecio y condena popular.
La realidad es que miles de personas, algunos por su fallecimiento, otros por su
hospitalización y otros por la consternación y el dolor humano, no han podido
proseguir con su habitual y normal ritmo de vida por la desidia de un puñado de
sinvergüenzas que son nuestros representantes y exitosos empresarios. Muchos de
ellos jamás podrán volver a ser las mismas personas después de la vivido y
sufrido.
Debemos entonces preguntarnos cuales son los límites que una sociedad le pone a
todos los que no cumplen con su obligación ejecutiva, política y empresaria
rentística. La respuesta oficial ya la conocemos y es la misma de siempre que
deja en manos de la justicia las investigaciones y las teóricas futuras
sanciones que sabemos nunca llegan. Y si por vergüenza algún día no tienen más
remedio que juzgar permitieron que se acomoden las circunstancias a efectos de
dar el menor castigo. Eso ya lo conocemos.
Si pretendemos tener una convivencia solidaria, fraternal y políticamente
democrática lo sucedido no debe terminar siendo un dato menor y anecdótico.
Tampoco 'un detalle de muerte' en la historia de un pueblo y que será recordado
alguna vez en los tiempos futuros.
Nuestro inconsciente colectivo permitirá que el dolor y el asesinato de cientos
de personas, con el trauma de por vida para miles víctimas, familiares y amigos,
haga olvidar esta tragedia humana. Ya sabemos la capacidad del funcionariato
político de convertirse en simplonas y estúpidas personas que solamente anhelan
del poder que como en otros casos ahora también asesinó.
Es el desprecio a la persona, al ser humano sin más, el andamiaje necesario de
un sistema político y social que no considera los más elementales y mínimos
derechos y seguridades de sus ciudadanos. Sencillamente porque los desprecia en
momentos que no los necesita para que llenen sus actos políticos o para que
coloquen las boletas electorales cada dos años, ambos casos sirven para
confirmar que la democracia representativa sigue siendo una mentira.
Si creemos y queremos ser responsables como ciudadanos no debemos permitir que
de ésta tremenda experiencia no aprendamos nada. Debemos exigir no solamente la
renuncia de todo el funcionariato de la Ciudad, sino también de los responsables
en el ámbito nacional de los organismos encargados de la prevención, control y
seguridad. Indudablemente su procesamiento inmediato por la responsabilidad que
les cabe.
El mayor de los castigos y penas a los empresarios privados involucrados y
escondidos detrás de sociedades comerciales desde donde realizan indignos
negocios que ponen en riesgo la vida de los humanos. Como siempre sucede hay que
imposibilitar que terminen siendo prófugos y que utilicen las artimañas
judiciales que hacen posible que jamás llegue la justicia.
Muchos somos los que hoy sufrimos y sentimos estas muertes y lesiones
irreparables como propias, las siente todo un pueblo. Ojalá que seamos millones
que exijamos la inmediata acción de la justicia, sumaria e expedita, para que
todos los responsables directos e indirectos terminen presos inmediatamente.
Debemos ocupar las calles, las plazas y las dependencias públicas hasta hacer
realidad el inmediato juicio y castigo a todos los culpables y partiendo desde
las máxima autoridades, movilizarnos hasta lograr que los funcionarios públicos
y el empresariado nefasto, ahora convertidos en asesinos, paguen su culpa.
Si esto no sucede jamás existirá el debido escarmiento y lamentablemente del
olvido sabemos muchos los argentinos.
Ese será el mejor homenaje que le podamos brindar a nuestros muertos, esas hijas
e hijos del pueblo que un sistema corrupto les quito el mañana y porvenir en
minutos.
El juicio y castigo a cada uno de los responsables es imprescindible para que lo
sucedido no sea 'un detalle de muerte' de que la vida no vale nada.