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Argentina: La lucha continúa


Después de la masacre: en la ciudad Cromañón

Sebastian Hacher ((i))
sebastian@riseup.net

Hace menos de dos meses atrás, un trabajador del subterraneo decía que "hasta que no haya una desgracia grande, nadie se va a interesar en serio por como viaja la gente". Su preocupación era que muchos trenes trabajan con sistemas diseñados en 1901, 1913 o 1934, y que cualquier desperfecto permitiría que, por ejemplo, todas las puertas se abriesen en medio de un viaje. Las consecuencias podrían ser trágicas, "pero esto –decía el conductor- es como todo en el país".

El incendio del boliche República Cromañón es parte de ese todo igual a si mismo que reina en la ciudad y en el país. Fue una masacre que golpeó la urbe, una señal de alarma de lo que puede pasar en cualquier momento y en cualquier lugar.

Reicén ahora, después de una tragedia evitable, sabemos que el 85% de los boliches de la ciudad no reune las condiciones mínimas de seguridad. Esas reglas son muy sencillas: una salida de emergencia cada 300 personas recibidas, instalaciones eléctricas protegidas para evitar chispazos por cortocircuitos, matafuegos y barrales antipánico en las puertas. El informe, confeccionado por la Defensoria del Pueblo, estaba disponible hace siete meses. ¿Por qué nadie hizo nada antes?.

Ejemplos similares abundan en todos los rubros. Hace casi 25 años (!!) se descubrió, gracias a una explosión, que la estación de servicio Shell de Lima e Independencia tenía perdidas de nafta, contaminando el suelo y generando un permanente peligro de hacer volar todo. Desde esa época, varios estudios vienen señalando que para terminar definitivamente con el peligro, hay que remover "el contenido de unos 100 mil camiones cargados con tierra contaminada, que deben retirarse y llevarse para ser tratados como un residuo peligroso".

Frente a esa estación de servicio pasan diariamente 25 mil personas por el subterraneo, 14.000 estudiantes que van a la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) y alrededor de 60 mil coches.

Un accidente allí sería un genocidio. Pero a pesar de eso, la única medida conocida y publicitada fue la colocación de bombas ilegales para ventear los gases sobre la avenida 9 de Julio.

¿Y si algún día explota?. Seguramente, luego de decretar un duelo nacional por tres dias, en la tapa de los diarios se publicará otro informe, fechado en Abril del 2003, que señala que de 400 estaciones de servicio que hay en la ciudad, solamente dos, en aquella fecha, tenían iniciado el trámite de evaluación de impacto ambiental, sin el cuál no se sabe cuan peligrosas son para la población.
Los recitales que se precien de ser populares y juveniles son fiestas de cuerpos mezclados en un ritual pagano, poseídos por una libertad efimera, pero intensa y energizante a la vez. Es una cultura juvenil, recreada desde hace años en los bordes del mercado, comparable solamente con el futbol en cuanto a la pasión que despierta, pero mucho menos mediatizada que aquel deporte.

Después de la masacre, no pocos periodistas salieron al ruedo para tratar de apuntar los cañones contra la jóvenes. Lo mas radicales hablaron de la "culpa del rock", el "descontrol juvenil", y hasta acuñaron lo del "rock bengala", para referirse a una supuesta cultura suicida, que dentro de poco, seguramente, emparentarán con las "tendencias asesinas" que despertaría entre los púberes las melodías de Marilym Manson.

Los mas moderados, en cambio, hablan de una "cadena de responsabilidades" que comienza en los inspectores municipales, y cuyo último eslabón son las propias víctimas de la masacre, a pesar de que los propios jóvenes fueron los principales y más arriesgados socorristas durante el incendio.

Ese discurso busca, como siempre, utilizar la tragedía para criminalizar a la juventud. Pero sobre todo, lo que los medios de comunciación intentan hacer es diluir las responsabilidades políticas de la masacre. Centrando la culpa en la figura de Omar Chabán (cuya responsabilidad es indiscutible), y en el supuesto "descontrol juvenil", se intenta salvar de la ira al gobierno porteño.

Las razones para hacherlo son bien prácticas. Es sabido que la ciudad de Buenos Aires mantiene grandes anuncios en todos los medios de comunicación. Oficialmente, el gasto previsto para publicidad en el 2005, creció un 100% con respecto al año que terminó, alcanzando los 50 millones de pesos, pero la cifra –disfrazada dentro de los gastos generales de cada sector- podría ser mucho mayor.

Cualquier periodista que se haya topado con alguno de los tantos temas que rozan a Ibarra (desalojos, negocios inmobiliarios, de la basura, con la contaminación y un largo etcetera) sabe que, en la mayoría de los medios, criticar al intendente de Buenos Aires está casi prohibido. Esa subordinación, muchas veces se esconde bajo el viejo truco de que "no hay que hacerle el juego a Macri", slogan con el cual se pretende que soportemos y callemos cualquier fechoría progresista.

No es extraño, entones, que hasta último momento los medios de comunicación hayan intentado ocultar la convocatoria y la realización de la movilización que se dirigió a la jefatura de gobierno porteño y después a Plaza de Mayo.

Como no podía ser de otra forma, el grito de "Ibarra, Chabán, la tienen que pagar", se hizo escuchar en una convocotaria espontánea, organizada por los mismos boca a boca que suelen convocar al abrazo de la festividad pagana que son los recitales del rock..

Los empresarios del a comunicación, no tienen nada que envidiarle a Omar Chabán.

 

Mas informacion y fotos en:
http://argentina.indymedia.org/news/2005/01/251769.php