Nuestro Planeta
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Los señores de la genómica
Silvia Ribeiro
Aunque las corporaciones farmacéuticas se presentan como los ángeles
cuidadores de la salud y repiten continuamente que hacen enormes esfuerzos de
investigación para hallar la cura de las enfermedades que aquejan a la
humanidad, la realidad es que la mayor parte de su investigación y ventas están
dedicadas a producir drogas para gente sana. La lógica de la inversión es que
las personas enfermas o se curan o se mueren, pero, en cualquier caso, dejan de
ser clientes. La gente sana, en cambio, además de ser la mayoría, siempre puede
"mejorar", sobre todo si se manipula el concepto de qué es lo "normal".
Según estadísticas de Estados Unidos, la fabricación de fármacos para la
diabetes en 2000 representó 2 mil 900 millones de dólares, mientras las ventas
de las mismas drogas, pero para bajar de peso, son de 33 mil millones de dólares
anuales. Y este último mercado crece a razón de 8 por ciento anual. La venta de
fármacos para tratamiento de Alzheimer se calcula actualmente en 3 mil 600
millones de dólares. Pero reformulados como drogas "inteligentes" o de
"mejoramiento cognitivo", supuestamente para aumentar la memoria, la
concentración, disminuir el cansancio, etcétera, vendieron 94 mil 500 millones
de dólares en 1995. Las medicinas para la disfunción eréctil diagnosticada
médicamente se calculaban en 70 millones en 2000; sin embargo, Viagra sola vende
más de mil millones de dólares por año, y ya han surgido varias otras similares
que, como dice la propaganda, "no son para los que no pueden, sino para los que
quieren más".
El entusiasmo de la industria farmacéutica por las drogas para gente sana tiene
una larga historia. Parke Davis (ahora Pfizer) dedicó en 1892 un libro de 240
páginas para convencer a los médicos de los usos benéficos de la cocaína.
Bayer fue uno de los más tempranos entusiastas de las anfetaminas, y en su larga
historia trajo al mundo dos de los éxitos comerciales más grandes de la
historia: la aspirina y la heroína. Sandoz (ahora Novartis) inventó el LSD. A
mediados del siglo XX, la industria mezclaba regularmente barbitúricos y
anfetaminas en las drogas para dietas, para que los pacientes se mantuvieran en
la dieta y siguieran consumiendo sus productos.
Pese a que han cambiado los productos, la filosofía sigue siendo la misma, pero
ahora con un nuevo empaque que está dando enormes dividendos a la poderosa
industria farmacéutica, bajo nuevos conceptos como el "mejoramiento del
desempeño humano" y lo que llaman "medicina personalizada".
La base es la genómica, o sea, el mapeo de los genes de los organismos vivos y
el conocimiento de sus funciones, por ejemplo posibles asociaciones de
determinados genes con la mayor o menor disposición a enfermedades. Ya se han
identificado cientos de genes vinculados con dolencias. Uno de los métodos de
identificación de mayor o menor resistencia está en las variaciones genéticas
que tienen todos los seres de una misma especie, por ejemplo, en los seres
humanos, lo cual ha llevado a la "caza de genes" de los grupos humanos que por
razones geográficas, históricas o culturales mantienen ciertos tipos de genes, y
que en su mayoría son grupos indígenas.
Lejos de ser un tema "científico", la investigación genómica está ampliamente
dominada por los intereses comerciales y la industria trasnacional: actualmente
42 por ciento del sector de biotecnología y genómica a escala mundial está en
manos de sólo 10 empresas, estrechamente ligadas al sector farmacéutico.
La posibilidad de desarrollar fármacos ligados a ciertos genes daría en teoría
la posibilidad de "diseñar" drogas específicas para cada ser humano, bajo la
condición de que además entregáramos -o tomaran- nuestra información genética,
lo cual tendría un amplio espectro de consecuencias éticas, pero también
económicas y políticas, por muchas razones, entre ellas la base que establece
para la discriminación genética.
"Mejorar el desempeño humano" a partir de los genes, y de fármacos ligados a
éstos, abre perspectivas comerciales inmensas, sobre todo porque si entregamos
la definición del concepto de ser humano a la industria farmacéutica nunca nadie
será "normal": siempre podemos ser mejorados para seguir consumiendo sus
productos.
Es imposible separar la investigación científica hoy en día del contexto
empresarial global y sus intenciones, ya que la abrumadora mayoría de ella, aun
en instituciones públicas, está financiada por estas mismas empresas. México y
Brasil, los dos países latinoamericanos que tienen proyectos de investigación en
medicina genómica, no son excepciones. El Instituto de Medicina Genómica en
México está estrechamente ligado a estos intereses, por ejemplo a través de
Funsalud, que integran varias de las empresas farmacéuticas más grandes del
mundo. Un folleto de esta institución, titulado Oportunidades para la industria
farmacéutica en el Instituto de Medicina Genómica de México (traducido al inglés
por cortesía de Novartis), aclara para las industrias farmacéuticas globales que
el trabajo de este instituto pone a su disposición "60 diferentes grupos
étnicos" presentes en la población de México, "lo cual anticipa una sólida
plataforma para el desarrollo exitoso de la farmacogenómica en México".
Estos aspectos vitales han estado ausentes de la discusión pública, opacados por
una dicotomía falsa sobre el uso de las células troncales: no hay contradicción
de intereses de fondo entre quienes quieren limitar la libertad de elección de
las mujeres a concebir o no, y quienes quieren controlar esas mismas células
para limitar la libertad de todos a manos de las empresas trasnacionales.
* Silvia Ribeiro es investigadora del Grupo ETC