Nuestro Planeta
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Biotecnología: La revolución verdulera
Federico Kukso
Transgénicos y vacunas comestibles
Ultimamente, la ciencia y la comida suelen posar cada vez más cerca. No sólo
en las fotos de libros de cocina sino también en las revistas dominicales (y del
corazón también) que no dejan escapar la posibilidad de retratarlas en el mismo
cuadro (aunque casi nunca lo consigan exitosamente) así como la oportunidad de
divagar sobre las bondades de deglutir ciertas frutas y no otras. Así, por
ejemplo dicen –y lo peor es que muchos les creen– que el aroma de las almendras
induce la pasión femenina; que el anís potencia la sexualidad masculina; que la
canela actúa como un fuerte afrodisíaco y que hace tiempo en España al membrillo
se le atribuían virtudes para atraer el amor por haber sido dedicado alguna vez
y hace tiempo a la diosa Venus. Como se ve, la ciencia no salió en la foto.
Que estas revistas naufraguen al exhibir los encuentros científico-culinarios no
quiere decir que estos cruces no existan. De hecho, hace tiempo que en los
laboratorios se metieron con tomates, bananas, zanahorias y soja para ver qué
pasaba si quitaban un gen y sacaban otro, a través de ingeniería genética. A lo
que salió de todo eso, le encajaron la etiqueta de "alimentos transgénicos", dos
palabras que juntas gozan de muy mala fama aunque ellas mismas no hayan hecho
mucho para merecerlo.
La verdulería biotecnológica cada día es más grande. Ya hay cultivos que
resisten plagas, enfermedades y suelos inhóspitos. También son cada vez menos
exóticas las plantas que producen alimentos ultranutritivos y las que sobreviven
cada vez más a sequías, nevadas, suelos de alta salinidad y lluvias granizadas.
Y no son pocos los cultivos modificados genéticamente (tal es su nombre
propiamente dicho) para retrasar su "fecha de expiración" y así dilatar el
tiempo de almacenamiento y transporte.
Los adictos a la cerveza deberían estar agradecidos con estos nuevos
emprendimientos. Su figura no se verá alterada (o agraciada con la "barriga de
bebedor") en el caso de degustar cervezas dietéticas fermentada con levaduras
mejoradas genéticamente.
Ensalada de frutas
La biotecnología y sus cultores no son tan nuevos. Y sus ideas, menos. Hace
varias décadas, por ejemplo, un grupo de productores de California (Estados
Unidos) crearon luego de miles de intentos (y sin tocar un solo gen) un híbrido
de naranja y pomelo que bautizaron "orangelo". Pocos tuvieron la suerte de
hacerse un jugo de esta neofruta, pues los horticultores no lograron cultivarlo
masivamente como para venderlo en los mercados. El mismo destino corrió la "tomapa"
o "jitopapa", una planta en cuya parte de arriba crecen tomates y en sus raíces,
papas. Pese a su atractivo "2 en 1", muy pocas tomapas terminaron en ensaladas o
tortillas. La nueva fruta que tuvo mejor suerte fue la "chironja" que apareció,
sin que ningún ser humano haya jugado con sus semillas, en una zona montañosa de
Puerto Rico y fue descubierta por el especialista en frutas Carlos G. Moscoso,
cuando entrevistaba a un puñado de hacendados en noviembre de 1956. La nueva
variedad surgió de la combinación –se cree accidental o espontáneamente– de
naranjas (llamadas "chinas") y toronjas (pomelos). No tardó en ganarse su lugar
en los mercados fruteros del mundo. Al fin de cuentas, las chironjas son más
coloridas, más dulces y más fáciles de pelar que los pomelos.
Frutilla nao tem carozo
La moda de las frutas es tan ciclotímica como la moda de ropa. Hay meses en los
que las mandarinas se llevan todos los mordiscos, y otros días en que para el
postre apetecen más las manzanas. Pero al parecer, la que quiere hacer comer el
polvo al resto de las frutas es la banana. Para hacerla más apetitosa y más
interesante, a los de la empresa estadounidense Chiquita Internacional se les
ocurrió algo fuera de este mundo: vender bananas con gusto a frutilla. Fernando
Aguirre, presidente de la distribuidora, anunció que el año que viene empezarán
a comerciar las nuevas bananas. Incluso, agregó que planean probar también con
otros siete nuevos sabores, tamaños y texturas. "Ahora necesitamos saber qué les
gusta a los consumidores", comentó. Cómo lograrán tales sabores, no lo dijeron.
Lo que todos se preguntan es por qué mejor no se dedican a vender frutillas y
listo.
Las vacunas silenciosas
Además de volcar sus productos en los mercados, las biofábricas vegetales
también dentro de muy poco proveerán a farmacias, que, si quieren sobrevivir,
deberán empezar a contratar verduleros. Es que la industria agrobiotecnológica
promete causar estragos con la segunda generación de cultivos transgénicos, a
ser llamados "alimentos funcionales". No sólo no engordarán ni caerán mal a los
estómagos más frágiles sino que curarán de un solo mordisco a los enfermos. Poco
publicitada, esta nueva revolución silenciosa ya ve en la mira bananas y
tomates-vacunas. A eso apuntan los científicos de la Universidad de Cornell
(Estados Unidos), que ya anunciaron su pretensión de desarrollar bananas-vacunas
contra la hepatitis, aunque no hicieron comentarios sobre las formas de regular
la dosificación.
Muchos dudan de que la transpolación del "modelo Dolly" al mondo banana (la
segunda fruta más popular en el mundo detrás del tomate) arroje resultados a
corto plazo. Lo que sí es seguro es que habrá protestas para rato.