Nuestro Planeta
|
América Latina
Eduardo Gudynas
Tercer Mundo Económico
Una integración regional alternativa requiere comenzar a analizar nuevos temas,
como la generación de políticas productivas comunes, el establecimiento de una
normativa supranacional y la redefinición de la soberanía. Una nueva integración
regional no puede repetir relaciones de asimetría y subordinación, y por esa
razón es indispensable atender estos nuevos desafíos.
En los últimos meses se ha multiplicado el interés en analizar estrategias
alternativas para generar otro tipo de integración regional en América Latina.
Existen buenas condiciones para hacerlo: el Area de Libre Comercio de las
Américas (ALCA) sigue estancada, los recientes acuerdos en la Organización
Mundial de Comercio (OMC) en realidad apuntan a continuar las negociaciones y el
Mercosur ha logrado superar varios conflictos internos. Además, las
negociaciones de "tratados de libre comercio" continúa incentivando la
movilización ciudadana. Estos y otros factores indican que existen oportunidades
para avanzar hacia otro tipo de integración regional. Pero también existen
problemas. Algunos son muy evidentes y pueden resumirse en las resistencias de
los actores convencionales a cualquier proyectos de integración que redefina las
estrategias de desarrollo, la equidad en el acceso a la riqueza y el papel de
los ciudadanos. Más allá de estas fuertes limitaciones, también existe una
dificultad con aquellos análisis que si bien defienden una "unión" sudamericana
apelan a pocos argumentos, tales como asumir que basta la presencia de los
presidentes Néstor Kirchner, de Argentina, Luiz Inacio Lula da Silva, de Brasil,
o Hugo Chávez, de Venezuela, para generar esos cambios. Muchas de esas
posiciones son simpáticas, algunas de ellas tienen elementos que todos
compartirían, y que esperamos se concreten, y por lo tanto es difícil
desgranarlas y cuestionarlas. Pero lo cierto es que sus propias debilidades
hacen que tengan poca utilidad para elaborar una propuesta alternativa de la
integración. Por lo tanto, es necesario profundizar el análisis y el debate
sobre los contenidos de una integración alternativa.
Políticas comunes regionales
Un primer punto es la necesidad de generar "políticas comunes" entre grupos de
países. Posiblemente los dos casos más urgentes, especialmente en el Cono Sur,
son una "política agropecuaria común" y una "política industrial común".
Especialmente Argentina y Brasil compiten en varios terrenos productivos, no
sólo en el comercio recíproco, sino además en las exportaciones hacia terceros
países. Esa situación desencadena regularmente conflictos (los más recientes han
sido sobre el comercio de electrodomésticos y autopartes). Pero también se
compite hacia fuera en rubros como soja y carne vacuna, sin lograr ventajas
regionales y en algunos casos deprimiendo los precios internacionales. Es
importante disipar esas fricciones y pasar a una mejor articulación productiva,
bajo una estrategia común que permita un uso más eficiente de los recursos
nacionales, posturas más ventajosas en los mercados internacionales, y evite el
continuado dumping social y ambiental o la caída de los precios internacionales.
Obviamente las estructuras y mecanismos de Mercosur no están diseñadas para
lograr ese objetivo (el tema no se encuentra en la agenda de sus órganos de
decisión, no existe un espacio de negociación específica con ese fin, no está
claro cómo pueden participar los gobiernos junto a empresarios y sindicatos,
etc.). Por lo tanto, son necesarios cambios en la estructura y funcionalidad de
los organismos del bloque, de manera de incorporar una articulación productiva,
la planificación territorial de los sectores a promover, mecanismos recíprocos
de apoyo, etc.
Soberanía y supranacionalidad
El establecimiento de "políticas comunes" requiere de una nueva actitud entre
los gobiernos que permita generar un marco supranacional, un cuerpo normativo
acordado por los países miembros y que obliga a cada uno de ellos. Una de las
razones de la ausencia de "políticas regionales comunes" es precisamente carecer
de un marco supranacional. No se cuenta con esos mecanismos debido a la
resistencia de los países, en algunos casos abierta y en otros más silenciosa.
Este aspecto central no ha recibido la atención adecuada, tanto desde los
sectores convencionales como desde muchos analistas progresistas. En ese terreno
hay que admitir que uno de los principales obstáculos para la supranacionalidad
se origina en el gobierno de Brasil, donde se defiende un concepto de soberanía
convencional. El gobierno de Lula coquetea con la idea de un "parlamento" del
Mercosur o alude a una mayor coordinación, pero no da pasos concretos hacia la
cesión de soberanía en un mecanismo supranacional. Mientras Brasil se resiste,
otros países aprovechan la circunstancia sin hacer aportes constructivos para
cambiar esa situación. Este es un problema central, y cualquier propuesta
alternativa de integración debe considerarlo seriamente. Como estos países no
avanzan en un proceso de integración regional político, entonces insisten en
firmar acuerdos de libre comercio entre ellos. De esta manera, el Mercosur lanza
acuerdos de libre comercio para sumar asociados: ha incorporado a Perú y
próximamente se espera a Venezuela. Del mismo modo, las negociaciones entre la
Comunidad Andina de Naciones y el Mercosur también son a nivel de libre
comercio. Este proceso tiene un efecto paradojal: está creando un acuerdo de
libre comercio sudamericano, repitiendo muchos de los problemas que se han
denunciando en el ALCA auspiciada por Estados Unidos. Es evidente que si existe
una crítica ciudadana a un convenio de libre comercio tipo ALCA, también se debe
observar con la misma preocupación la reproducción de ese esquema a nivel
sudamericano. Por lo tanto, es necesario cambiar la cualidad de los actuales
convenios dentro de América del Sur. La relevancia del problema comienza a ser
admitida. Por ejemplo, dos destacados diplomáticos brasileños, Botafogo
Gonçalves y Carvalho Lyrio admiten que en el Mercosur se "está agotando el
espacio de maniobra para la mentalidad de mantener la integración a media
marcha, con bajas concesiones de parte a parte y escasos resultados concretos"
("Alianza estratégica entre Brasil y la Argentina". Archivos del Presente,
Buenos Aires 2003, 31: 13-34). Incluso reconocen que desde los "principios del
Mercosur, Brasil ha adoptado una posición refractaria a las propuestas de
ampliación de la estructura institucional". Agregan que el argumento era
mantener una estructura pequeña y ágil pero que en realidad "la motivación
fundamental de la resistencia brasileña es una preocupación muy justificada con
el riesgo de que el establecimiento de estructuras independientes y
supranacionales en el Mercosur limite la libertad de actuación del país más
fuerte del bloque y lo subordine a los intereses y posiciones dictadas por los
países menores". Esta confesión, brindada por una persona clave en la diplomacia
brasileña como Botafogo Gonçalves, es fundamental para entender los reales
problemas del Mercosur actual. Los aspectos políticos en redefinir la soberanía
en una integración supranacional son enormes. Muchas propuestas alternativas en
este terreno todavía son insuficientes, ya que es necesario redefinir la
soberanía nacional de cada uno de los países. Surgen inmediatamente varias
preguntas: ¿cómo se construye políticamente una nueva "unión" regional? ¿Serán
decisiones únicamente de los presidentes? ¿Se instalará un parlamento regional?
¿Cómo se determinan los procesos de elecciones y representatividad en ese
parlamento regional? ¿Cuáles son las facultades de ese legislativo regional? Y
así sucesivamente se abren preguntas críticas sobre la generación de un marco
supranacional. Este aspecto político está asociado, además, con permitir un
espacio de "ciudadanía" regional donde puedan actuar las organizaciones sociales
y los movimientos populares.
Democracia, desarrollo y ciudadanía
Está claro que ese marco supranacional debe contar con algunas condiciones
clave, y deseo destacar algunas de ellas. La primera tiene que ver con una
estructura y mecanismos que sean genuinamente democráticos, potenciando la
participación ciudadana. Por lo tanto, se debe evitar que la "democracia
delegativa" de cada uno de los socios del Mercosur se transmita a toda la
estructura, donde se debe potenciar un "legislativo regional". Las relaciones
entre los países también se deben democratizar. En los últimos tiempos se han
repetido en público frases que aluden a que es mejor una región bajo el poder de
Brasil que bajo la dominación de Estados Unidos. En realidad, los países no
pueden estar dominados por ningún otro país, y se debe luchar contra un proceso
de vinculación entre países que esté basado en relaciones de asimetría y
dependencia. Justamente por eso es importante la dimensión política de la
soberanía: ofrece la posibilidad de construir mecanismos y amortiguadores para
lidiar con las tentaciones de cierto "subimperialismo" regional. Un segundo
factor tienen que ver con un nuevo balance entre soberanía y autonomía. La
redefinición de soberanías nacionales tiene que darse de la mano con mejores
niveles de autonomía regional. Es indispensable que el debate sobre la
integración regional alternativa ponga como uno de los puntos centrales la
autonomía para romper con las ataduras de la dependencia. También se debe
considerar la necesidad de redefinir los estilos de desarrollo en una
integración regional. Podemos llegar a tener una cierta "unión" entre países, al
estilo europeo, y por lo tanto con un fuerte énfasis en las corporaciones
regionales, donde en lugar de luchar contra la Shell, sería Petrobras la que nos
origina dolores de cabeza por su mala conducta laboral, social y ambiental. Por
lo tanto, una estrategia de integración alternativa necesariamente debe avanzar
paso a paso con la generación de un nuevo estilo de desarrollo. Finalmente, es
necesario que los debates sobre una integración alternativa permitan elaborar
poco a poco la idea de una "ciudadanía" regional. Cualquiera de los puntos
anteriores necesitan de una base de sustentación democrática ciudadana, donde
las personas valoren los espacios regionales como caminos potenciales hacia una
mejor calidad de vida.
Eduardo Gudynas es analista en D3E (Desarrollo, Economía, Ecología, Equidad
América Latina).