Medio Oriente - Asia - Africa
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Por diferencias con EU, Médicos sin Fronteras deja Afganistán
Ataque en Ghazni causa la muerte de dos personas
Reuters y The Independent
Kabul, 28 de julio. La organización francesa Médicos sin Fronteras (MSF)
anunció que se retira de Afganistán tras 25 años de permanencia en el país, por
considerar que las tácticas del ejército estadunidense han generado un ambiente
peligroso para el funcionamiento de entidades humanitarias.
Esto coincidió con el estallido de una bomba en la provincia afgana de Ghazni,
en el sur del país, que causó la muerte a dos personas que se encontraban en una
oficina de registro de ciudadanos montada por la Organización de Naciones Unidas
(ONU), en preparación de las elecciones programadas para octubre próximo.
MSF atendió durante un cuarto de siglo a comunidades marginadas y combatientes
heridos durante la ocupación soviética en los años 80, así como la posterior
anarquía tribal y la represión del régimen de los talibanes, en los 90.
En un comunicado, el grupo se quejó de tener que compartir el trabajo de auxilio
médico con las tropas estadunidenses, porque "enturbian" los lazos entre el
trabajo militar y el humanitario.
Muchos de los militares de Estados Unidos involucrados en esas labores trabajan
sin uniforme, denunció MSF.
Después de la invasión estadunidense en octubre de 2001, con la cual fueron
expulsados del poder los talibanes, la ONU aprobó el envío de una misión de paz
y reconstrucción, formada por unos 5 mil soldados. Otros 20 mil militares de la
fuerza invasora permanecen en el país.
MSF adujo también la ausencia de una investigación sobre la muerte de cinco de
sus miembros -un belga, un noruego, un holandés y tres afganos- en una carretera
de la provincia de Badghis, en junio anterior.
En Washington, un portavoz del Departamento de Estado, Adam Ereli, lamentó el
retiro de MSF, pero rechazó "categóricamente" las acusaciones de la
organización.
En el último año, según la agencia Reuters, han muerto 900 personas en
Afganistán por efecto de enfrentamientos entre remanentes del talibán y el
ejército gubernamental, sostenido por los estadunidenses.
Atentados como el de Ghazni se han incrementado a medida que se aproximan los
comicios. La guerrilla talibán ha señalado que intentarán impedir el proceso
electoral, porque lo consideran un "drama" or-questado por Washington.
El ataque de este miércoles ha sido el más grave desde que el 28 de junio tres
afganas involucradas en los preparativos de las elecciones murieron en la
localidad occidental de Jalalabad
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=========================================================== OPINION
****************************** Los cojos andamos mejor con muletas
****************************** Santiago Alba La Magalla (FCONGD) Para poder
humillar y torturar hasta la muerte a prisioneros iraquíes, crimen que con razón
nos ha escandalizado tanto en estas últimas semanas, era necesario cometer un
crimen mayor que, sin embargo, nos ha escandalizado un poco menos: detener y
encarcelar sin pruebas y sin juicio a decenas de miles de iraquíes en su propio
país. Pero para poder cometer este crimen mayor que nos ha escandalizado menos
había antes que cometer un crimen aún más grave que, sin embargo, nos ha
escandalizado incluso un poco menos: había que ocupar Iraq, bombardear sus
mercados y sus niños y destruir su espinazo social y cultural. Pero para poder
cometer este crimen aún más grave que nos ha escandalizado incluso un poco
menos, había que cometer antes un crimen todavía más grave, un crimen que afecta
al orden mismo del mundo, y que sin embargo nos ha escandalizado un poco menos
aún: había que violar el frágil orden jurídico internacional establecido tras la
II Guerra Mundial y reventar la institución que lo representaba. Con todo, para
poder cometer todos estos crímenes del que sólo el más pequeño nos parece
odioso, de manera que nuestro escándalo borra o incluso legitima los más graves
y peligrosos; para poder torturar prisioneros iraquíes después de haber
encarcelado a ciudadanos libres e inocentes después de haber destruido y ocupado
un país soberano después de haber declarado la ley de la selva contra las
instituciones internacionales; para poder cometer todos estos delitos y para
poder, al mismo tiempo, justificarlos o, más allá, presentarlos como buenos y
necesarios, había que cometer primero y seguir cometiendo ininterrumpidamente el
delito más grave que imaginarse pueda, un delito de lesa humanidad que cuestiona
las condiciones mismas de todo contrato social, un crimen nefando, primario,
originario, frente al cual palidecen las torturas y los bombardeos y que sin
embargo no nos ha escandalizado nada porque tiene que ver precisamente con los
medios de nuestra sensibilidad y de su expresión. Para que EEUU -con sus
gobiernos y medios de comunicación aliados- pudiese cometer todos estos crímenes
en cadena tenía que cometer, en efecto, el más grave e imperceptible de todos
los crímenes y el de más irreparables consecuencias: la corrupción del lenguaje,
la malversación de las frases, la muerte de las palabras.
Lo más nuevo de la nueva situación, lo más terrible, es que parece muy vieja:
nuevas potencias, nuevas economías, nuevas tecnologías, pero los mismos viejos
recursos. Cuando se trata de imponer como natural una posición de fuerza, se
trata ante todo de impedir pensar tanto a amigos como a enemigos. Pensar es
hacer diferencias. Impedir pensar es, pues, destruir de hecho y de derecho todas
las diferencias: civiles/militares, guerra/paz, inocentes/culpables,
verdad/mentira, resistencia/terrorismo. Una combinación de bombas y propaganda
suele ser infalible: las bombas indiscriminadas destruyen, junto con las vidas
de niños y ancianos, el imperio formal de las Leyes y Convenciones; las francas
mentiras de la propaganda destruyen, junto con la verdad y sus matices, el marco
de toda credibilidad ("miento en la ONU no para que me creáis sino para que, a
partir de ahora, no podáis creer a nadie"). El resultado es un mundo en el que
las palabras no sirven para nada, ni de hecho ni de derecho, y en el que la
violencia adopta la forma de una de esas "profecías autocumplidas" en virtud de
las cuales -como decía Kafka- "lo más temido ocurre siempre". Pero un mundo en
el que las palabras no sirven para nada y en el que "lo más temido ocurre
siempre" sólo conviene al más fuerte o al que cree serlo: su propia fortaleza
sin límites está generando ininterrumpidamente las respuestas que justifican su
intervención y que ayudan a nivelar en el miedo y el dolor todas las diferencias
de la política y el pensamiento; y en medio de este horror la fortaleza se erige
como la única diferencia posible contra el caos, la más primitiva y visceral de
la naturaleza humana: la seguridad. Este, creo, es un buen resumen de la obra de
Robert Kagan, el principal ideólogo de Bush: "europeos, hemos destruido ya tanto
que nos necesitáis más que nunca". Y los europeos han comprendido el mensaje.
¿Y los otros? Los otros son, por definición, terroristas o, más exactamente,
"terroristas islámicos". En un mundo en el que las palabras no sirven para nada,
las palabras son etiquetas y sirven para borrar todas las diferencias y marcar,
al mismo tiempo, una separación absoluta: el equivalente lingüístico de un
juicio militar sumarísimo. ¿Por qué "terrorismo"? ¿Por qué "terroristas" por
igual Al-Qaida, ETA, Hizbullah, Hamas, las FARC, Cuba, Corea del Norte, Irán y,
si se me apura, Arafat, Martxello Otamendi, José Bové y Hebé de Bonafini? Porque
de esa manera se puede tratar sanitariamente, sin hacer diferencias, un abanico
de motivaciones e historias diferentes como una fuerza homogénea agotada en su
salvaje actualidad, una irrupción destructiva desprovista de razones, privada de
lenguaje, excluida de la humanidad, una violencia gratuita con la cual no se
puede negociar y frente a la cual, por eso mismo, todo está permitido ("limbos
legales", "asesinatos selectivos", "guerras preventivas"). ¿Y por qué, sobre
todo, "terrorismo islámico"? ¿Por qué no "patriótico" o "soberanista" o
"ideológico"? Porque si se trata de introducir una diferencia esa diferencia
debe ser cultural o religiosa, una diferencia inscrita en la idiosincrasia del
otro con independencia de nuestras acciones, de manera que sólo pueda ser por
tanto asimilada o exterminada.
"Terrorismo islámico", en fin, es un rótulo muy funcional mediante el cual se
borran radicalmente las huellas de la economía y de la política de la que Europa
y EEUU son los responsables, se deja fuera la historia de nuestra
responsabilidad y se induce la aceptación de todas esas medidas de fuerza, sin
proporción legal, que son en realidad la causa -"profecía autocumplida"- de la
interesada inhabilitación de las proporciones, las leyes y la razón.
Cuidado: lo que quieren es impedir la política.
Debemos tener mucho cuidado tanto los occidentales como nuestras víctimas -así
como las víctimas de nuestras víctimas. Cuando nos han cortado las piernas, nos
quedan aún las muletas: las palabras, la capacidad de razonar y hacer
diferencias. No consintamos que nos las sierren ni las arrojemos al suelo
llevados por el miedo o por la ira porque sin ellas ni podemos huir ni podemos
alcanzar nuestro objetivo. Los que han prohibido la vida en Iraq y Palestina,
los que han prohibido la luz y el aliento un poco por todas partes, querrían
prohibirnos también defendernos. Pero resistir es un derecho y, en determinadas
encrucijadas históricas, también un deber. Las muletas deben servirnos al menos
para comprender que desgraciadamente nos encontramos hoy en una de se esas
encrucijadas.