Medio Oriente - Asia - Africa
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El muro
Miguel Ángel Ferrari
"Esto se parece mucho a lo que les sucedió a los negros en Sudáfrica. He
visto la humillación de los palestinos en los lugares de paso y en los controles
camineros, sufriendo como nosotros cuando jóvenes policías blancos nos impedían
circular". De este modo, el obispo sudafricano Desmond Tutu, premio Nobel de la
Paz, relataba su visita a Jerusalén.
Hay muchos paralelos —y también diferencias— entre la actual situación en
Palestina bajo el dominio colonial israelí y la Sudáfrica sojuzgada por los
colonialistas blancos. En ambos casos, los ocupantes se instalaron en un suelo
donde ya vivía otro pueblo. Los colonizadores de Africa meridional, al igual que
los colonizadores de Palestina, expulsaron a una porción importante de la
población nativa. En el caso de la colonización judía, dos tercios de los
habitantes originarios fueron expulsados —en 1948— cuando se constituye el
Estado de Israel y los países árabes vecinos deciden atacar al nuevo Estado.
Estos habitantes árabes emigrados perdieron sus tierras y sus bienes y fueron a
parar a regiones palestinas dominadas por el reino de Transjordania (actualmente
Jordania) y de Egipto, con sus monarcas títeres de las grandes potencias
occidentales, como el rey Abdullah y el rey Faruk, respectivamente. Allí fueron
víctimas de la discriminación, del mismo modo que les ocurrió a los palestinos
que permanecieron bajo el control israelí en el nuevo Estado judío.
Luego de la Guerra de los Seis Días, librada en 1967 entre Israel y varios
países árabes, el gobierno de Tel Aviv intensificó sus reivindicaciones sobre
los territorios ocupados.
Diez años después —en 1977— el derechista Likud desplaza del poder al laborismo
gobernante. El nuevo primer ministro Menahem Begin emprendió una nueva y
compleja política consistente en una integración territorial, acompañada de una
separación demográfica. Se procedió, en Gaza y Cisjordania, a expropiar tierras
palestinas para posibilitar el asentamiento de colonos israelíes. Mientras en
las zonas palestinas se establecen una serie de normas destinadas a regir los
asuntos civiles, económicos y jurídicos de los habitantes originarios; en los
asentamientos judíos tiene vigencia el derecho israelí.
Estas colonias fueron creciendo en proporción geométrica en todos los
territorios ocupados. Su proliferación trata de neutralizar el crecimiento
demográfico palestino, que presenta tasas superiores a la de los ocupantes
judíos. Estos establecimientos afianzaron una suerte de fragmentación de los
territorios de Gaza y Cisjordania. Nuevamente nos encontramos aquí ante una
similitud con la modalidad adoptada por los colonialistas sudafricanos; esto es,
la creación de "bantustanes", encalves aislados entre sí con el propósito de
limitar tanto sus lazos nacionales, étnicos o religiosos; cuanto sus
posibilidades económicas. Hoy, los territorios ocupados por Israel en Palestina,
presentan una textura similar a un rompecabezas. Si a ello le sumamos la
construcción del muro ordenado por gobierno colonial israelí en territorio
palestino, tendremos un panorama cada vez más distante de lo establecido por la
Resolución 181/2 de la Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas,
adoptada el 29 de noviembre de 1947, denominada Plan de Partición de Palestina,
que contemplaba la creación de un Estado judío y un Estado palestino.
Los sucesivos gobiernos israelíes, poniendo de relieve una escasa voluntad de
dar cumplimiento a la mencionada resolución e innumerables resoluciones
posteriores, como la 242 votada en el Consejo de Seguridad de la ONU el 22 de
noviembre de 1967, que establece la restitución de los territorios ocupados por
Israel durante la Guerra de los Seis Días y el reconocimiento de todos los
estados de la región; actuaron con la política de hechos consumados destinados a
crear cada vez más dificultades para la creación del Estado palestino, tal como
lo establece la primigenia resolución de la ONU.
Recordemos que el Estado de Israel, luego de su creación en 1948, solicitó su
admisión a las Naciones Unidas aceptando —como es lógico— su Carta y todas las
resoluciones aprobadas hasta ese momento. La historia de los gobiernos de
Israel, es la historia del incumplimiento de todas y cada una de las
disposiciones del alto organismo internacional. En más de una oportunidad,
cuando el desconocimiento de la norma internacional estuvo a punto de colocar a
Israel en la más absoluta ilegalidad, irrumpió su aliado estratégico —los
Estados Unidos— para socorrerlo con su derecho al veto en el seno del Consejo de
Seguridad.
Esta historia está a punto de repetirse. Como todos sabemos la Corte
Internacional de Justicia, con sede en La Haya, Holanda, máximo órgano judicial
de las Naciones Unidas, fue meridianamente clara en su dictamen: el muro que
Israel construye en Cisjordania, con el argumento de incrementar su seguridad,
contraviene el derecho internacional. La Corte no solo exhortó a detener la
construcción y proceder a su desmantelamiento, sino también a devolver los
terrenos expropiados con tal fin y a indemnizar a los palestinos que hayan
sufrido perjuicios. Sobre todo porque el cerco conculca la libertad de
movimiento de los habitantes palestinos y se halla en franca violación de la
Cuarta Convención de Ginebra que protege los derechos de la población civil en
tiempos de guerra. El dictamen asegura que este vallado no respeta los derechos
a la educación, sanidad, trabajo y autodeterminación de los palestinos.
El gobierno de Israel reaccionó inmediatamente con un fuerte repudio hacia este
fallo de la Corte de La Haya que, si bien no tiene carácter vinculante, posee un
alto contenido ético y político. El primer ministro Ariel Sharon, célebre por
sus actitudes terroristas desde la masacre de Qibya en 1953, pasando por las de
Sabra y Shatila, en 1982, hasta llegar a nuestros días; desestimó el dictamen de
la Corte y anunció que continuará con la construcción del muro. El ministro de
Justicia, Yosef Lapid, se manifestó en igual sentido argumentando que la Corte
Internacional de Justicia "está compuesta por jueces europeos sin simpatías
hacia Israel". En tanto que un asesor del premier, Raanan Gissin,
manifestó con soberbia que "esta resolución encontrará su lugar en el tacho de
basura de la historia. La Corte ha emitido un fallo injusto negando a Israel su
derecho a la defensa propia".
A propósito del ministro Lapid, a fines de mayo de este año el escritor israelí
Uri Avnery publicó un artículo denominado "La Abuela de Tommy" que comienza de
este modo: "A veces una persona «compra su mundo en un momento» como dice el
antiguo dicho hebreo. Esto es lo que hizo el ministro de Justicia, Yosef ("Tommy")
Lapid, cuando profirió las palabras «¡Esta anciana mujer me recuerda a mi
abuela!»".
"Esta anciana mujer —prosigue el escritor israelí—, habitante del campo de
refugiados de Rafah (Gaza) cuya casa fue demolida por el ejército israelí, fue
inmortalizada por la cámara mientras revolvía intensamente entre las ruinas de
su casa en búsqueda desesperada de sus medicinas. Dos días después, los
periodistas la encontraron en el mismo lugar y todavía buscaba sus medicinas
bajo las ruinas".
"La abuela de Tommy —aclara Avnery— pereció en el Holocausto. Él nació en una
región húngara en el norte de Yugoslavia y sobrevivió al Holocausto en el barrio
judío de Budapest. Cuando él mencionó «mi abuela», estaba bastante claro que
quiso citar a una víctima del Holocausto".
Esta reflexión humanista, realizada por el ministro de Justicia en una reunión
de gabinete, concitó las miradas fulminantes de sus pares y del terrorista
Sharon. Todo indica que esas miradas fueron suficiente para disciplinarlo.
Regresando al muro, digamos que es altamente probable que la Autoridad Nacional
Palestina presidida por Yasser Arafat llevará este dictamen a la próxima reunión
de la Asamblea General de las Naciones Unidas, con el propósito de lograr su
tratamiento en el Consejo de Seguridad. Aunque todo indica que el representante
permanente de los Estados Unidos en ese alto organismo, ejercerá su derecho de
veto ante la posibilidad de que el referido Consejo adopte una resolución de
cumplimiento obligatorio. En definitiva, un actitud absolutamente coherente de
desconocimiento del derecho internacional, como la adoptada en la oportunidad en
que la misma Corte Internacional de Justicia condenara a Washington —en 1984—
por el minado de los puertos nicaragüenses y ordenara la indemnización
correspondiente. La respuesta de la Casa Blanca en ese momento fue la misma que
la de Tel Aviv ahora: la tiraron a su abominable tacho de la basura, al mismo
tacho donde va a parar la convención sobre la tortura, al mismo tacho donde
vierten los acuerdos de no proliferación de armas nucleares, al mismo tacho
donde arrojan las convenciones de Ginebra tan perjudiciales para su accionar en
Guantánamo, en la cárcel bagdadí de Abu Grahib o en el "Establecimiento 1391",
donde se aplican las torturas permitidas por la Corte Suprema de Justicia del
Estado de Israel.
El muro que pretenden concluir tendrá 700 kilómetros y su costo alcanzará a los
dos mil millones de dólares, dos tercios del dinero que Tel Aviv recibe
anualmente desde Washington para sus gastos militares. Para construirlo ya se
han arrancado más de 80 mil olivos pertenecientes a campesinos palestinos.
Muchos de estos árboles fueron trasplantados en las residencias de nuevos
colonos israelíes.
Más de 300 mil campesinos palestinos perdieron todo medio de subsistencia,
puesto que sus tierras quedaron del otro lado del muro. Este despojo corre el
riesgo de convertirse en irreversible. "En virtud de la ley otomana —señala el
académico Gadi Algazi, en Le Monde Diplomatique, Edición Cono Sur, de julio de
2003— todavía vigente en Israel, muchas de esas tierras llamadas miri,
pertenecen al sultán; y si los campesinos no llegan a cultivarlas durante tres
años, vuelven de nuevo a aquél, es decir a su sucesor, el Estado de Israel. Por
ese motivo la mayor parte de Cisjordania fue declarada «tierra de Estado» y
utilizada para construir colonias".
En momentos como éstos cobran vigencia aquellas palabras escritas por el Mahatma
Ghandi, en 1946, cuando —con tono crítico y profético a la vez— se refería a los
dirigentes israelíes: "...uno está dispuesto a pensar que la adversidad les
habría enseñado lecciones de paz. ¿Por qué, entonces, ellos dependen de los
dólares norteamericanos y de las armas inglesas para forzar su entrada en una
tierra en la que no son bien recibidos? ¿Por qué deben recurrir al terrorismo
para hacer posible su expropiación de Palestina?
<>Esta nota editorial fue emitida el sábado 10 de julio de 2004, en la
columna "Con los Ojos del Sur" del programa radial "Hipótesis", que se irradia
por LT8 Radio Rosario, Argentina. También fue publicada en el sitio