Medio Oriente - Asia - Africa
|
Nuevos tiempos en la reforma china
Xulio Ríos
Pueblos
El Parlamento chino, reunido como es habitual a primeros de marzo, ha adoptado en su segunda sesión anual de esta legislatura algunas decisiones de cierta trascendencia que apuntan al inicio de una nueva etapa en la reforma. El interés, más allá del profundo debate registrado acerca de la profundización de las desigualdades entre el campo y la ciudad, se ha centrado en las modificaciones constitucionales, las cuartas del texto revisado en 1982, que han afectado sustancialmente a tres cuestiones: el reconocimiento de la propiedad privada, la protección de los derechos humanos y la constitucionalización de la teoría de la triple representatividad.
El mayor reconocimiento de la propiedad privada aparece asociado, en primer
lugar, a dos nuevas ideas, la aceleración de la reforma económica y un nuevo
concepto de desarrollo. No obstante, el significativo paso auspiciado por los
dirigentes chinos obedece a la necesidad de propiciar una acomodación progresiva
a las exigencias derivadas de su ingreso en la Organización Mundial del Comercio
(OMC), estableciendo garantías jurídicas de máxima protección, homologables con
las existentes en los países que forman parte de dicha entidad; y, por otra
parte, más pragmáticamente, para ganar la mínima confianza de los muchos que hoy
evaden sus capitales del país ante la incertidumbre y la inseguridad respecto a
la protección de sus bienes.
La integración de China en la OMC exige cambios y adaptaciones constantes, a los
que Beijing parece sumarse con entusiasmo e iniciativa. Se anuncia, por ejemplo,
la próxima apertura a gran escala de los servicios públicos tanto a capital
foráneo como privado, liquidando progresiva y parcialmente el monopolio estatal
en servicios como el suministro de energía, agua, gas y transporte público. En
las principales ciudades del país se han puesto en marcha reglamentos y
licitaciones para liberalizar estos sectores, con el objetivo declarado no solo
de conseguir capital externo que alivie la insuficiencia de recursos para
modernizar muchas de las infraestructuras que han quedado obsoletas, sino
también de modificar la estructura de capital del sector, liquidando los
monopolios públicos.
Pasados veinticinco años del inicio de la reforma, parece llegado el momento de
hacer efectivo un anuncio reiterado en numerosas ocasiones en la última década
pero reiteradamente aplazado. Oficialmente se sigue negando el proyecto de una
privatización en masa, poniendo el acento en la descentralización de los
monopolios estatales en muchos sectores a los que se facilitará el acceso a los
inversores privados extranjeros y chinos. Pero si antes era prácticamente
imposible materializar cualquier inversión en las grandes compañías estatales,
Li Rongrong, presidente de la Comisión de Supervisión y Administración de
Activos Estatales, ente recientemente creado para dirigir y controlar el
proceso, ya ha dejado claro que a partir de ahora no solo se autorizarán las
inversiones en los negocios de poca monta. Buena parte de las empresas estatales
reestructurarán su capital y el Estado renuncia de antemano a poseer la mayoría.
Para acompañar ese proceso se apuesta igualmente por fortalecer las garantías
legales y modernizar los mecanismos financieros.
Numerosos académicos han advertido sobre los riesgos de esta nueva etapa,
especialmente en dos dominios: el de los efectos especulativos de las fusiones y
adquisiciones entre compañías, y la capacidad de la red china de seguridad
social para asumir el desafío que va a suponer una nueva incorporación de
desempleados al mercado de trabajo. En cualquier caso, a diferencia de los
primeros años noventa, cuando tantos se opusieron a la propuesta de
transformación de las empresas estatales en meras sociedades anónimas porque
suponía una desviación del camino socialista y un regreso al capitalismo, ahora,
después de que el Partido refrendara en 1997 que el sistema de acciones es "una
forma de estructura del capital que puede aplicarse tanto en el marco del
capitalismo como del socialismo", se habla de las consecuencias pero no se
cuestiona el entusiasmo reformista chino.
En paralelo, se plantea un reajuste en la estrategia de desarrollo, compensando
la obsesión por el rápido crecimiento, constante de las últimas décadas, con la
atención al progreso social. En esta nueva formulación han pesado las numerosas
llamadas de atención acerca de la excesiva explotación de los recursos y el
notable incremento de las desigualdades sociales y los desequilibrios
territoriales. La nueva orientación ha supuesto la fijación a la baja de las
previsiones de crecimiento para el próximo año (7 por ciento).
Asimismo, se trata de afianzar la idea de la "prosperidad común", no de la
"prosperidad igual", como enfatiza el economista Hu Angang, de la Universidad
Xinhua. El igualitarismo erradicado por Deng al permitir enriquecerse a unos
antes que a otros no regresará, pero la estabilidad social exige hoy a todos
establecer fórmulas de equilibrio que permitan que todos los ciudadanos se
beneficien de la mejora de la situación económica del país. De nada sirven las
altas tasas de crecimiento si los ingresos de los campesinos no aumentan o si no
se fomenta el empleo.
Zhao Zhenhua, subdirector del Departamento de Economía de la Escuela del
Partido, asegura que la brecha entre los ingresos individuales se ha ampliado,
tanto en el ámbito rural como en el urbano, constatando la presencia en ambos de
una pobreza más estructural. Igualmente se ha profundizado la brecha entre los
residentes rurales y urbanos, la más notoria debido al lento aumento de la renta
campesina. Otro tanto puede decirse de las diversas regiones del país, con
crecimientos muy dispares de este a oeste. Por último, entre las diversas
industrias también tiende a ensancharse la disparidad de ingresos. Zhao Zhenhua
reconoce que ningún otro país del mundo arroja una diferencia tan elevada como
la existente en China entre los residentes urbanos y rurales.
Los factores naturales, el déficit ecológico de la reforma, forman parte también
de ese nuevo esquema de la vulnerabilidad china, hasta ahora carente de análisis
sobre la deficiencia de sus recursos a este nivel. El coste de dilapidación de
recursos y medio ambiente debe formar parte del cálculo del PIB, asegura Ma
Zhong, profesor de la Universidad del Pueblo Chino, quien reivindica un PIB
verde y el paso de un modelo de crecimiento extensivo a otro intensivo,
caracterizado por un bajo nivel de consumo.
La triple representatividad
Frente a la concepción que muchos definen como cosmética y justificada casi
en exclusiva por la necesidad de dar satisfacción a Jiang Zemin, quien desea
verse equiparado a Mao o Deng en los anales de la histórica contemporánea china,
Xu Xianming, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Beida, asegura
que conceptos como la triple representatividad o los derechos humanos disponen
del potencial ideológico suficiente como para dar un vuelco en los valores
sustentados por el Estado.
La triple representatividad, formulación teórica que fue dada a conocer por
Jiang Zemin en febrero de 2000, tiene por objeto establecer un vínculo de
representación del Partido Comunista de China (PCCh) con las fuerzas más
avanzadas de la sociedad, ya sea del ámbito de la producción, de la cultura o,
en general, de la mayoría del pueblo chino. En esencia, de lo que se trata es de
afirmar la condición dirigente del PCCh, no ya como fuerza de vanguardia de la
clase obrera, sino de todo el pueblo, incorporando a los nuevos estratos
sociales que emergen como consecuencia de la evolución del socialismo con
peculiaridades chinas. Según Jiang Zemin, esa transformación,
constitucionalizada como un desarrollo del marxismo-leninismo, debe garantizar
en el futuro la posición preeminente del Partido en la sociedad y en el Estado.
Esta mención a la triple representatividad debe ser contextualizada también en
el marco de otras precisiones "menores" que se han incorporado a la secciones
del Preámbulo y los principios generales y que abundan en ideas como la de que
China estará en la etapa primaria del socialismo durante mucho tiempo, que la
cooperación entre partidos bajo la dirección del PCCh y el sistema de consultas
políticas existirá y se desarrollará por mucho tiempo, o la adopción de un
sistema de economía de mercado socialista, con la propiedad pública como sector
dominante y las otras formas de propiedad como opciones paralelas.
Por lo que respecta a los derechos humanos, su entronización en la Carta Magna
es inseparable del compromiso por afirmar el impulso de las tres
"civilizaciones", es decir, la material, la espiritual y la política, de forma
coordinada, asumiendo que a partir de ahora el Estado debe aplicarse en mayor
grado a la construcción de una sociedad más sana y más equilibrada respetando la
ley, referencia que debe ser irrenunciable para todos los estamentos del Partido
y del Estado.
El debate previo a la reforma constitucional no ha sido del todo pacífico. En
una conferencia del Comité Central del PCCh celebrada en Zhongnanhai, del 26 al
28 de agosto de 2003, se manifestaron algunos rechazos a las propuestas, aunque
también se formularon iniciativas de revisión general de la Constitución, como
ya se había hecho en 1975, 1978 y 1982, al entender que el actual texto, aún con
las modificaciones introducidas desde los años ochenta, no refleja la realidad
de la sociedad china.
Algunos analistas, como Wang Yukai, atisban en estos cambios los inicios de una
reforma cautelosa en lo político, que debe avanzar en la supervisión de los
niveles superiores del Partido, haciendo hincapié en la limitación de los abusos
de poder. Pero es, en todo caso, una reforma dentro del sistema, asegurando la
estabilidad, y por ello debe ser de arriba hacia abajo y debe condicionarse al
avance de la reforma económica. ¿Es ello posible en un momento en que aumentan
las influencias del mundo exterior? El Partido sigue decidiendo en China sobre
las políticas fundamentales. Pero también el Partido deberá tener en cuenta las
reglas de la OMC a la hora de decidir sobre cualquier política y por lo tanto su
capacidad de maniobra se puede ver limitada. Es el centro del poder pero no
tiene ya todo el poder. Y todos, Partido y Gobierno, deben aceptar
restricciones. Pero no es lo mismo que la iniciativa provenga del propio régimen
que de fuerzas exteriores al sistema. Por ello, la mejora del sistema
jurídico-político será el espejo de la reforma en los próximos años.
El ritmo de Hu Jintao
Son signos de otro tiempo que Hu Jintao parece abrazar con decisión. El
nuevo hombre fuerte de China ha cancelado las reuniones de verano en el
balneario marítimo de Beidahe, tradicionales desde tiempos de Mao; ha propiciado
que el Comité Central pueda controlar el Buró Político; y no hace ascos a la
idea de un mayor control de los funcionarios, especialmente en el nivel
provincial, acogiendo con interés las propuestas de celebración de elecciones
con candidatos rivales -en vez de designaciones- a ciertos niveles del Partido y
a titulo experimental. Algunas de estas ideas estaban ya presentes en su
discurso con motivo del 82º aniversario de la fundación del PCCh y fueron
recogidas en un artículo aparecido en Qiushi, la principal revista teórica del
Partido. Pero para abrirse camino tendrá que vencer las resistencias internas y,
probablemente, esperar a la retirada definitiva de Jiang Zemin, su antecesor en
el cargo y presidente de la Comisión Militar Central.
-------------
Xulio Ríos es director del IGADI (Instituto Galego de Análise e Documentación
Internacional) y miembro del Consejo Asesor de Casa Asia.
Pueblos (www.revistapueblos.org),