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Medio Oriente - Asia - Africa

Vivir en Gaza

La travesía

Eyad el-Sarraj
Comité de Solidaridad con la Causa Arabe


"Vivir en Gaza es excitante, doloroso, complejo, frustrante, gratificante y alegre. Gaza se ha convertido en una prisión bajo la ocupación israelí; pero Gaza es un hogar y acoge con alegría a los que quieren visitarla para explorar este lado de la alambrada"


Rami Heilbronne me llamó ayer. ¡Estaba tan feliz por Vanunu, cuya salida de la prisión israelí le había dado una victoria moral a la comunidad internacional de la paz y los derechos humanos..! Pero Rami, que es un luchador e incondicional activista por la justicia, estaba consternado por no poder entrar en Gaza. Rami es como un hermano para mí, y me resulta desesperante que no nos permitan vernos. Su único delito es ser israelí, y el mío, ser palestino y vivir en Gaza.
Vivir en Gaza
Vivir en Gaza es excitante, doloroso, complejo, frustrante, gratificante y alegre. Gaza se ha convertido en una prisión bajo la ocupación israelí; pero Gaza es un hogar y acoge con alegría a los que quieren visitarla para explorar este lado de la alambrada.
Conducir a través de multitud de personas y coches por carreteras agujereadas es un viaje de exploración a la pobreza y al caos. A lo largo de los destrozados pavimentos se topan contigo caras adustas, unas con miradas desafiantes, otras con abatida humildad.
Las mujeres, modestamente vestidas, pasan desapercibidas. Para el ojo extranjero pueden parecer todas iguales. Muchas llevan la cabeza cubierta, pero algunas van veladas. ¿Están oprimidas o están reforzadas por una desafiante identidad?
Los niños que juegan se detienen para dirigirte una penetrante mirada, algunos curiosos, otros enfadados y con una extraña sonrisa. Si sales del coche para mirar más de cerca, quizás te preguntes por qué un niño parece que tiene ocho años cuando realmente tiene 12. Puedes preguntarles qué les hace ver a Arafat como un padre, y si es porque está tan desamparado como ellos.
Viniendo de Israel no escaparás a la tentación de comparar. Te asombrará cómo en una minúscula parte de la tierra hay dos mundos diferentes. Si sigues adelante y penetras en Gaza, sentirás la desesperación de vivir en los campos de refugiados, en la sordidez y el sufrimiento. Si te atreves a visitar Rafah, te conmoverán escenas de devastación: demolición de casas, campos arrasados y vida destruida. Es abrumador.
Inmensa dignidad
Puede que te sientas humilde cuando descubras que bajo las cenizas hay un destello de inmensa dignidad. Estas personas tienen firme fe en la justicia divina. Creen que Dios es más grande que Sharon e incluso que Bush.
Te sentirás pequeño y enojado con los políticos que han permitido 60 años de tragedia humana. Y, para hacerlo aún más evidente, ahí están los asentamientos israelíes erigidos sobre las playas de Gaza como un trozo de la Ribera Francesa. A los palestinos, naturalmente, no les está permitido vivir allí, ni siquiera entrar, excepto como mano de obra barata. Siete mil colonos israelíes controlan más de un tercio de la tierra y el agua. El resto lo dejan para millón y medio de palestinos.
La ira contagiosa
Rápidamente te darás cuenta de que la ira es dominante en esta tierra. Te preguntas si la ira es la raíz que causa las bombas suicidas junto a la inhumanidad de la ocupación israelí. Mejor que tengas cuidado porque puede ser contagioso. Puede que te vuelvas desafiante o puede que te vayas apesadumbrado. Muchos han pasado antes que tú por esta carretera y algunos no lo harán otra vez. A muchos otros que se atrevieron a intentarlo Israel les impido hasta eso.
Gaza está sitiada. Nadie puede entrar o salir sin la previa aprobación israelí. El cerco ha estado impuesto durante los últimos 15 años y si ocasionalmente fue relajado, mucho más a menudo ha sido intensificado. Ahora es severo. Sólo los diplomáticos y los periodistas pueden obtener el permiso previo; los demás pueden estar horas esperando hasta que les persuaden para que se vuelvan.
John Van Eenwyke, sacerdote y psicólogo de Olympia, y su mujer judía estuvieron todo un día en la frontera de Eretz. Les dijeron que podían pasar allí al menos siete días, esperando una respuesta antes de poder entrar en Gaza. No les permitieron pasar. John es un viejo amigo y profesor de nuestros estudiantes.
Otro amigo, Ted Rynearson, experto en muertes violentas y también estadounidense, fue obligado a volverse.
John, Ted y Rami son todavía, sin embargo, afortunados, como otros estadounidenses, canadienses y europeos: ellos pueden volver a hoteles y apartamentos en Tel Aviv o pueden volar de vuelta a sus casas. No pasa así con los palestinos, aquellos que pertenecen a un mundo diferente en esta minúscula parte de la tierra. No pueden cruzar la frontera a menos que sean mano de obra barata o pertenezcan a la categoría de palestinos autorizados que llevan ignominiosas tarjetas VIP. Aquellos a los que se les permite pasar han de esperar muchas horas en la barrera y tienen un número exacto de horas para volver a la jaula.
No solamente las personas, sino también los alimentos y las mercancías, son obligadas a esperar en la barrera durante horas, días y semanas.
Los colonos israelíes tienen prioridad
Ir a Rafah es una aventura en sí misma. Puedes esperar durante horas en un puesto de control en medio de Gaza antes de que te dejen pasar. Los colonos israelíes tienen prioridad. Si algún israelí de los que viven en los asentamientos decide cruzar a Israel, entonces la carretera principal se corta para miles de nosotros. Pueden ser horas. Y hay veces en que los israelíes cierran el paso sin razón aparente, solamente para castigar a los palestinos.
Esta mañana, yo estaba en una larga cola de coches, para iniciar mi viaje a España a través de Rafah y vía El Cairo. La larga fila de coches iba creciendo cuando poco a poco nos fuimos dando cuenta de que la carretera a Rafah estaba bloqueada por tanques israelíes. No se permitía ningún movimiento, ni siquiera entre aldeas o ciudades de la franja de Gaza. La vida en la prisión se paralizó. Vapores de ira salían de los coches. Pasajeros y conductores estaban frenéticos. Estallaron algunas broncas. Parece que esta vez no voy a poder ver a mis amigos españoles.
Cruzar la frontera hacia Egipto es otra aventura; su nombre es espera, pero resulta gratificante. Israel ha prohibido recientemente a los palestinos entre 16 y 35 años cruzar a Egipto. Después de cruzar al Sinaí, se produce una ola de alegría y relajación. En cualquier caso, esto es lo que a mí pasa. El espacio abierto del desierto llena mi alma de una belleza casi romántica.
Volver a casa desde Egipto a través de Rafah puede suponer algo más que esperar. Puede ser brutal. Cientos de palestinos duermen en el suelo de la frontera egipcia, abandonados durante días, antes de que los afortunados puedan abrirse camino para apretujarse en un autobús que cogerá en sus 50 plazas a 150 pasajeros con sus equipajes para un viaje de 40 metros que lleva más de dos horas. Recuerda que puede ser invierno, puede hacer frío y no hay calefacción. Recuerda que hay niños y niñas.
Preguntas
Puedes empezar a ver la ironía de todo esto. Hoy los judíos controlan las fronteras y fortifican las empalizadas con el alambre de púas electrificado de las grandes prisiones. ¿Están castigando a los nazis?
Puedes preguntarte cómo la víctima ha ganado la guerra y se ha perdido a sí misma.
Puedes preguntarte por qué los niños palestinos piensan que lo mejor que les puede pasar en la vida es convertirse en mártires, morir.
Puedes preguntarte por qué los bulldozers israelíes aplastaron a Rachael Corrie y mataron al periodista británico Tomo Hurendle.
Puedes preguntarte por qué Arafat está encarcelado y el Sharon de "Sabra y Chatila" está libre.
Puedes preguntarte por qué hay tanto odio, y si Muros y guetos son la respuesta.
Puedes preguntarte qué habría que coger para hacer la travesía hacia la paz.

* Eyad el-Sarraj es psiquiatra palestino y dirige el Centro de Salud Mental de Gaza donde reside. A comienzos de mayo debía intervenir en el I Encuentro de Educación Solidaria: Acercando Diferencias, que se estaba celebrando en la Facultad de Sicología de la Universidad de Sevilla. Ya de camino hacia El Cairo para volar a Sevilla, se encontró con la frontera de Gaza bloqueada por tanques israelíes que le impidieron proseguir su viaje. Ya en septiembre de 2000, el-Sarraj no pudo participar en el Seminario sobre el Proceso de Paz árabe-israelí organizado por el CSCA porque las autoridades israelíes le impidieron salir de la Franja de Gaza. Este texto, traducido del árabe por María J. Lera y Clara María Thomas, es el mensaje que el-Sarraj remitió el 3 de mayo a los participantes en el encuentro.
CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 14 de julio de 2004 Eyad el-Sarraj (Gaza), mayo de 2004 Traducción del árabe de María J. Lera y Clara María Thomas