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Medio Oriente - Asia - Africa

Reimaginar la desobediencia civil
La India radiante y la India verdadera

Arundhati Roy
La Jornada

Voz imprescindible del movimiento por la justicia global, Roy presenta un lienzo de los dos pa�ses que conviven en la India. En la siguientes l�neas desfilan el terrorismo de Estado, las violencias �tnica y religiosa atizadas desde el poder, los abusos policiales, la revisi�n de la historia para favorecer a los poderosos, la exclusi�n de millones, el hambre.

Escrito antes de los recientes comicios en aquel pa�s, en este texto Roy rechaza la v�a electoral como soluci�n de fondo de esta situaci�n, aunque no lo hace como un quisquilloso clasemediero que considera que "todos los pol�ticos son corrruptos", sino que, a su entender, "las batallas deben ser libradas estrat�gicamente desde posiciones de fuerza, no de debilidad". Con todo, tras la derrota de la derecha, la autora escribi� en The Guardian que los resultados electorales fueron una derrota para el comunalismo y las reformas neoliberales . "Celebramos porque una oscuridad ya pas�. �O no?"

Recientemente, un joven amigo me contaba de su vida en Cachemira. Acerca del pantano de venalidad pol�tica y oportunismo, de la insensible brutalidad de las fuerzas de seguridad, de las osm�ticas e incipientes fronteras de una sociedad saturada de violencia, donde los militares, la polic�a, los agentes de inteligencia, los servidores p�blicos, los hombres de negocios y hasta los periodistas se encuentran y, gradualmente, despu�s de un tiempo, se convierten el uno en el otro. Habl� acerca de tener que vivir con matanzas sin fin, cada vez m�s "desapariciones", cuchicheos, miedo, rumores, la insana inconexi�n entre lo que realmente est� pasando, lo que los cachemir saben que est� pasando, y lo que al resto se nos dice que est� pasando.

Dijo: "Cachemira fue un negocio. Ahora es un hospital psiqui�trico".

Mientras m�s pienso en este comentario, m�s me parece una descripci�n apropiada para toda la India. S�, Cachemira y el noreste son alas separadas que albergan a los sectores m�s peligrosos del manicomio. Pero en la regi�n central, el cisma entre el conocimiento y la informaci�n, entre lo que sabemos y lo que nos dicen, entre lo que es desconocido y lo que es aseverado, entre lo que es escondido y lo que es revelado, entre los hechos y las conjeturas, entre el mundo "real" y el mundo virtual, tambi�n se ha convertido en un lugar de especulaci�n sin f�n y una locura potencial. Es un venenoso brebaje que se bate y se hierve a fuego lento y se usa para los m�s feos y destructivos prop�sitos pol�ticos.

Cada vez que hay un llamado ataque terrorista, el gobierno se apura a intervenir, entusiasmado en asignar culpas, tras poca o ninguna investigaci�n. El incendio del tren expreso Sabarmati, en Godhra, el 13 de diciembre de 2001, el ataque al edificio del parlamento, o la masacre de los sikhs perpetrada por los llamados terroristas en Chittisinghpura, en marzo de 2000, son unos cuantos publicitados ejemplos. (Los llamados terroristas, que despu�s fueron asesinados por las fuerzas de seguridad, resultaron ser inocentes aldeanos. M�s tarde, el gobierno estatal admiti� que sus muestras de sangre sometidas a un examen de ADN eran falsas.) En cada uno de estos casos, la evidencia que eventualmente sali� a la luz p�blica plante� preguntas realmente inquietantes, as� que inmediatamente fue congelada. Tomemos el caso de Godhra: en cuanto sucedi�, el ministro del Interior anunci� que era un complot del ISI [Servicios de Inteligencia de Pakist�n, N de la T]. El VHP [Vishwa Hindu Parishad. La organizaci�n integrista Consejo Mundial Hind�, N de la T] dice que fue obra de una muchedumbre musulmana que arroj� bombas de gasolina. Las preguntas serias permanecen sin respuesta. Las conjeturas no tienen fin. Todos creen en lo que quieren creer, pero el incidente es usado c�nica y sistem�ticamente para despertar un frenes� comunal.

De criminal a terrorista

El gobierno estadunidense us� las mentiras y la desinformaci�n generada en torno al 11 de septiembre para invadir no s�lo un pa�s, sino dos -y s�lo Dios sabe qu� m�s nos espera.

El gobierno de la India usa la misma estrategia, no contra otros pa�ses, sino contra su propia gente.

Durante la �ltima d�cada, el n�mero de personas asesinadas por las fuerzas de seguridad asciende a miles. En Cachemira, en una situaci�n que raya en una guerra, unas 80 mil personas han sido asesinadas desde 1989. Miles simplemente han "desaparecido". Seg�n los registros de la Asociaci�n de Padres de Personas Desaparecidas, m�s de 3 mil personas fueron asesinadas en 2003, de las cuales 463 eran soldados. En esta era de hipernacionalismo, si las personas asesinadas son etiquetadas como bandidos, terroristas, insurgentes o extremistas, sus asesinos pueden pavonearse de ser cruzados a favor de los intereses nacionales y no tienen que rendir cuentas a nadie. Aunque fuese verdad (que seguro no lo es) que todos los asesinados eran bandidos, terroristas, insurgentes o extremistas, esto simplemente nos confirmar�a que hay algo terriblemente mal con una sociedad que lleva a tanta gente a recurrir a medidas tan desesperadas.

La proclividad del Estado indio a hostigar y aterrorizar a personas se institucionaliz�, se consagr�, con la promulgaci�n de la Ley de Prevenci�n del Terrorismo (POTA, por sus siglas en ingl�s), que se promulg� en 10 estados. Una somera lectura de la POTA les dir� que es draconiana y ubicua. Es una vers�til ley que podr�a aplicarse a cualquiera -desde un agente de Al-Qaeda sorprendido con explosivos hasta un adivasi tocando la flauta bajo un �rbol neem, o t� o yo. Lo genial de la POTA es que puede ser lo que el gobierno quiera que sea. Vivimos bajo la indulgencia de aquellos que nos gobiernan. En Tamil Nadu, la POTA se ha usado para ahogar la cr�tica al gobierno estatal. En el este, en Uttar Pradesh, se usa para frenar a aquellos que se atreven a protestar contra la alienaci�n de su tierra y por su derecho a un sustento. En Gujarat y Mumbai, se usa casi exclusivamente contra los musulmanes. En Gujarat, tras el pogrom [genocidio] efectuado con ayuda estatal en 2002, en el cual se calcula que 2 mil musulmanes fueron asesinados y 150 mil sacados de sus hogares, 287 personas fueron acusadas bajo la POTA. De �stos, �286 eran musulmanes y uno era sikh! La POTA permite que las confesiones extra�das bajo custodia policiaca se admitan como evidencia judicial.

En marzo de 2004, fui miembro de un tribunal del pueblo sobre la POTA. Durante dos d�as escuchamos estremecedores testimonios sobre lo que acontece en nuestra maravillosa democracia. Les aseguro que en nuestras estaciones de polic�as hay de todo: desde personas que son obligadas a tomarse su orina, a ser desnudadas, humilladas, a recibir choques el�ctricos, a ser quemados con colillas de cigarros, a que les introduzcan barras de fierro en el ano, hasta golpeados y pateados hasta morir.

En el pa�s, cientos de personas acusadas bajo la POTA, incluyendo algunos ni�os peque�os, han sido encarcelados y mantenidos en prisi�n sin derecho a fianza, y esperan juicios en cortes especiales de la POTA que no est�n abiertos al escrutinio p�blico. La mayor�a de los acusados bajo la POTA son culpables de uno o dos cr�menes. O son pobres -la mayor�a dalit y adivasi [las castas inferiores en la India. N de la T]. O son musulmanes. La POTA invierte el aceptado dictado de la ley criminal: que una persona es inocente hasta que se pruebe su culpabilidad. Bajo la POTA no tienes derecho a fianza a menos de que pruebes que eres inocente -de un crimen del cual no has sido formalmente acusado. T�cnicamente, somos una naci�n en espera de ser acusada.

Ser�a ingenuo imaginar que la POTA es "mal usada". Al contrario. Se usa por las razones que fue promulgada. Claro, si las recomendaciones de la Comisi�n Malimath son puestas en pr�ctica, la POTA pronto se volver� redundante. La Comisi�n Malimath recomienda que en determinados rubros la ley criminal normal deber�a de ser alineada con las provisiones de la POTA. As� ya no habr�a criminales. S�lo terroristas. Qu� genial.

Nos Sentimos Bien

Hoy, en Jammu y Cachemira y muchos estados del noreste de la India, la Ley de Poderes Especiales de las Fuerzas Armadas permite no s�lo que los altos oficiales, sino tambi�n los oficiales de bajo rango y los suboficiales del ej�rcito, usen la fuerza (y hasta maten) a cualquier persona sospechosa de alterar el orden p�blico o de portar un arma. �Bajo la sospecha de! Nadie que viva en la India puede abrigar alguna ilusi�n sobre ad�nde lleva esto. La documentaci�n de casos de tortura, desapariciones, muertes en custodia, violaci�n y violaci�n tumultuaria (llevada a cabo por fuerzas de seguridad) es suficiente para hacer que se te hiele la sangre. El hecho de que, a pesar de todo esto, la India mantenga la reputaci�n de ser una leg�tima democracia entre la comunidad internacional y entre su propia clase media es un triunfo.

Yuxtapuesta a este indecoroso entusiasmo por reprimir y eliminar personas, est� la apenas escondida renuencia del Estado a investigar y llevar a juicio los casos sobre los cuales hay bastante evidencia: la masacre de 3 mil sikhs en Delhi en 1984 y las masacres de musulmanes en Bombay en 1993 y en Gujarat en 2002 (a la fecha, no hay una sola condena); el asesinato, hace unos a�os, de Chandrashekhar Prasad, ex presidente del sindicato estudiantil de la Universidad Jawaharlal Nehru; y el asesinato hace 12 a�os de Shankar Guha Nyogi de Chattisgarh Mukti Morcha, son s�lo unos ejemplos. Los testimonios de testigos y un mont�n de evidencia incriminatoria no son suficientes cuando toda la maquinaria estatal est� contra ti.

Mientras tanto, los economistas echan porras desde los peri�dicos empresariales y nos informan que la tasa de crecimiento del PIB es fenomenal, sin precedentes. Las tiendas rebosan de bienes de consumo. Los almacenes gubernamentales se desbordan de granos. Fuera de este c�rculo de luz, los granjeros, cargados de deudas, se suicidan por cientos. Los informes sobre hambruna y desnutrici�n llegan de todo el pa�s. Utsa Patnaik, conocido economista agr�cola, calcula que entre principios de los noventa y 2001 el consumo de granos cay� a niveles m�s bajos que durante los a�os de la Segunda Guerra Mundial, incluso por debajo de la Hambruna de Bengal, en la que 3 millones de personas murieron de hambre.

Pero en la India urbana, adonde quiera que vayas, tiendas, restaurantes, estaciones de tren, aeropuertos, gimnasios, hospitales, hay monitores de televisi�n en los cuales las promesas electorales ya se hicieron realidad [este texto fue escrito antes de las elecciones celebradas entre el 26 de abril y el 10 de mayo]. Una India Radiante, Nos Sentimos Bien. S�lo necesitas cerrar los o�dos al nauseabundo crujir de la bota de un polic�a en las costillas de alguien, s�lo necesitas levantar la vista de la miseria, los barrios bajos, las harapientas y quebrantadas personas en las calles, y buscar el amigable monitor de televisi�n y estar�s en aquel otro bello mundo. El mundo del baile y canto de los permanentes movimientos p�lvicos de Bollywood, de los permanentemente privilegiados, permanentemente felices indios que ondean la bandera tricolor y Se Sienten Bien. Cada vez se vuelve m�s dif�cil distinguir entre el mundo real y el virtual. Leyes como la POTA son como botones en la televisi�n. Las puedes usar para apagar a los pobres, a los molestos, a los no queridos.

India S.A. de C.V. est� camino a ser propiedad de unas cuantas empresas y grandes multinacionales. Los directores de estas compa��as controlar�n este pa�s, su infraestructura y sus recursos, y sus medios de comunicaci�n y sus periodistas, pero no le deber�n nada a su pueblo. No rinden cuentas, ni legal, ni social, ni moral, ni pol�ticamente. Aquellos que dicen que en la India unos pocos de estos directores son m�s poderosos que el primer ministro saben exactamente de qu� est�n hablando. Al votar en estas elecciones, elegimos al partido pol�tico que queremos investir con los poderes coercitivos y represivos del Estado.

El pasado es impredecible

Hoy, en la India, tenemos que negociar con las peligrosas contracorrientes del capitalismo neoliberal y el neofascismo comunal. Mientras que la palabra capitalismo a�n no pierde por completo su brillo, usar la palabra fascismo a menudo causa ofensa. As� que nos debemos preguntar: �usamos la palabra muy a la ligera? �Exageramos nuestra situaci�n, lo que a diario experimentamos califica como fascismo?

Cuando un gobierno m�s o menos abiertamente apoya un pogrom contra una comunidad minoritaria, en la que hasta 2 mil personas son brutalmente asesinadas, �se trata de fascismo? Cuando las mujeres de esa comunidad son p�blicamente violadas y quemadas vivas, �se trata de fascismo? Cuando las autoridades se coluden para asegurarse de que nadie sea castigado por estos cr�menes, �se trata de fascismo? Cuando 150 mil personas son sacadas de sus hogares, echadas a un ghetto, y econ�mica y socialmente boicoteadas, �se trata de fascismo? Cuando el gremio cultural que maneja los campamentos de odio en el pa�s le impone respeto y admiraci�n al primer ministro, al ministro del Interior, al ministro de Leyes, al ministro de Desinversi�n, �se trata de fascismo? Cuando pintores, escritores, expertos y cineastas que protestan, sufren abusos, amenazas, y cuando queman, proh�ben y destruyen sus obras, �se trata de fascismo? Cuando un gobierno promulga un decreto que exige la arbitraria alteraci�n de los libros de texto de historia, �se trata de fascismo? Cuando las muchedumbres atacan y queman archivos de documentos hist�ricos antiguos, cuando todo pol�tico menor se hace pasar por historiador medieval y arque�logo profesional, cuando la meticulosa erudici�n es descartada al preferir aseveraciones populistas sin base, �se trata de fascismo? Cuando el partido en el poder y su cuadrilla de intelectuales de siempre consienten el asesinato, la violaci�n, el incendio provocado y la justicia de las masas como una respuesta apropiada a un mal hist�rico verdadero o percibido que fue cometido hace siglos, �se trata de fascismo? Cuando la clase media y los ricachones hacen una pausa por un momento, tut-tut, y luego siguen con sus vidas, � se trata de fascismo? Cuando el primer ministro, quien preside sobre todo esto es aclamado como un hombre de Estado y un visionario, �no estamos poniendo los cimientos para un pleno fascismo?

En Rusia dicen que el pasado es impredecible. En la India, a partir de nuestra reciente experiencia con los libros de texto de historia, sabemos lo cierto que es esto. Ahora a todos los "seudo-secularistas" no les queda sino esperar que los arque�logos que escarban bajo el Babri Masjid no se encuentren las ruinas de un templo Ram. Pero aunque fuese cierto que hay un templo hind� bajo cada mezquita en la India, �qu� hay bajo el templo? Quiz� otro templo hind� dedicado a otro dios. Quiz� una stupa [templo] budista. Probablemente un lugar sagrado adivasi. La historia no comenz� con el hinduismo savarna, �verdad? �Qu� tan profundo escarbaremos? �Qu� tanto tenemos que volcar? �Y por qu� mientras a los musulmanes -que son social, cultural y econ�micamente una parte inalienable de la India- se les llama forasteros e invasores, y cruelmente se hace de ellos un blanco, el gobierno est� ocupado firmando acuerdos empresariales y contratos de apoyo al desarrollo con un gobierno que nos coloniz� durante d�cadas? Un fascismo exitoso es un trabajo duro. Tambi�n lo es Crear un Buen Clima de Inversi�n. � Funcionan bien juntas? Hist�ricamente, las empresas no le han rehuido a los fascistas. Empresas como Siemens, IG, Farben, Bayer, IBM y Ford hicieron negocios con los nazis. Tenemos el m�s reciente ejemplo en nuestra propia Confederaci�n de la Industria de la India (CII), que se rebaj� ante el gobierno de Gujarat tras el pogrom en 2002. Mientras nuestros mercados est�n abiertos, un poco de fascismo hecho en casa no se interpondr� en el camino de un buen acuerdo comercial.

Es interesante que en la misma �poca en que Manmohan Singh, entonces ministro de Finanzas [y que ahora es el nuevo primer ministro, N de la T], preparaba los mercados de la India para el neoliberalismo, LK Advani hac�a su primer Rath Yatra [festival-procesi�n religiosa con carruajes, N de la T], avivando la pasi�n comunal y prepar�ndonos para el neofascismo. En diciembre de 1992, desbocadas muchedumbres destruyeron la mezquita Babri Masjid. En 1993, el gobierno del Partido del Congreso, de Maharashtra, firm� un contrato de adquisici�n de energ�a con Enron. Era el primer proyecto energ�tico privado en la India. El contrato de Enron, aunque haya resultado desastroso, arranc� la era de la privatizaci�n en la India. Ahora, mientras el Partido del Congreso se queja desde la banca, el Partido Bharatiya Janata (BJP) le arrebat� la batuta de las manos. El gobierno dirige un extraordinario concierto dual. Mientras un brazo est� ocupado en liquidar a pedazos los bienes de la naci�n; la otra, para distraer la atenci�n, organiza un aullador y desquiciado coro de nacionalismo cultural. La inexorable crueldad de un proceso alimenta directamente la locura del otro.

La orquesta dual tambi�n es un modelo econ�micamente viable. Una parte de las enormes ganancias generadas por el indiscriminado proceso de privatizaci�n (y las acumulaciones de "la India Radiante") financia el vasto ej�rcito de Hindutva -el Rashtriya Swayamsevak Sangh, el VHP, el Bajrang Dal, y la mir�ada de otras caridades y fideicomisos que dirigen escuelas, hospitales y servicios sociales [Hindutva es una organizaci�n de derecha hinduista, N de la T]. Entre todos estos hay decenas de miles de shakhas [secciones] alrededor del pa�s. El odio que predican, combinado con la inmanejable frustraci�n generada por el incesante empobrecimiento y despojo del proyecto de globalizaci�n empresarial, aviva la violencia de los pobres contra los pobres -la perfecta cortina de humo para mantener las estructuras de poder intactas y sin ser cuestionadas.

Ya Basta

Sin embargo, dirigir las frustraciones de las personas hacia la violencia no siempre es suficiente. Para Crear un Buen Clima de Negocios, a menudo el Estado necesita intervenir directamente.

En a�os recientes, la polic�a ha abierto fuego en repetidas ocasiones contra personas desarmadas, sobre todo adivasis, en manifestaciones pac�ficas. En Nagarnar, Jharkhand; en Mehndi Kheda, Madhya Pradesh; en Umergaon, Gujarat; en Rayagara y Chilika, Orissa; en Muthanga, Kerala. Matan a personas por usurpar tierras forestales, al igual que cuando tratan de proteger la tierra forestal de las presas, operaciones mineras, plantas sider�rgicas.

La represi�n sigue y sigue. Jambudweep, Kashipur, Maikanj. En casi todos los casos de fuego policiaco, aquellos contra quienes abren fuego, inmediatamente son llamados militantes.

Cuando las v�ctimas se reh�san a ser v�ctimas, les llaman terroristas y los tratan como tal. La POTA es el antibi�tico de amplio espectro para la enfermedad del disenso. Hay otros, m�s espec�ficos, pasos que se toman -fallos de la corte, que en realidad restringen la libertad de expresi�n, el derecho a huelga, el derecho a la vida y a un sustento.

As� que, �c�mo puede la gente com�n y corriente contrarrestar el asalto de un Estado cada vez m�s violento?

El espacio de la desobediencia civil no violenta est� atrofiado. Tras luchar durante varios a�os, varios movimientos de resistencia no violentos se han topado con una pared y sienten, con raz�n, que tienen que cambiar de direcci�n. Los puntos de vista sobre cu�l deber�a de ser esa direcci�n est�n profundamente polarizados. Algunos creen que la �nica avenida que queda es la de la lucha armada. Dejando de lado Cachemira y el noreste, enormes trechos de territorio, distritos completos en Jharkhand, Bihar, Uttar Pradesh y Madhya Pradesh, son controlados por personas con este punto de vista. Otras comienzan a sentir que deben participar en la pol�tica electoral -entrar en el sistema, negociar desde dentro. Lo que hay que recordar es que si bien sus m�todos son radicalmente distintos, ambos lados comparten la creencia de que, puesto llanamente, es Suficiente. Ya Basta [en espa�ol, en el original].

No hay debate m�s crucial en la India en este momento que �ste. Su resultado, para bien o para mal, cambiar� la calidad de vida en este pa�s. Para todos. Ricos, pobres, rurales, urbanos.

La lucha armada provoca una masiva escalada de violencia desde el Estado. Hemos visto el pantano al que ha llevado en Cachemira y en el noreste.

As� que, �deber�amos de hacer lo que sugiere nuestro primer ministro? �Renunciar al disenso y entrar a la lucha electoral? �Unirnos al espect�culo itinerante? �Participar en el estridente intercambio de insultos sin sentido, que s�lo sirve para ocultar lo que de otra manera es un consenso casi absoluto? No olvidemos que en todos los asuntos importantes -bombas nucleares, presas gigantes, la controversia en torno a Babri Masjid, y la privatizaci�n- el Partido del Congreso sembr� las semillas y el BJP entr� a recoger la espantosa cosecha.

Esto no significa que el parlamento tenga poca trascendencia y que las elecciones deban ser ignoradas. Claro que hay una diferencia entre un partido abiertamente comunal, con tendencias fascistas, y un partido comunal oportunista. Claro que hay una diferencia entre una pol�tica que, abiertamente, orgullosamente, predica el odio, y una pol�tica que astutamente enfrenta a la gente entre s�.

Pero el legado de uno ha llevado al horror del otro. Entre los dos han erosionado cualquier opci�n real que se supondr�a que la democracia parlamentaria proveer�a. El frenes�, la atm�sfera de parque de atracciones que se crea alrededor de las elecciones, pasa a primer plano en los medios de comunicaci�n porque todos est�n seguros de que, gane quien gane, en esencia, el status quo se mantendr� sin ser cuestionado. (Tras los apasionados discursos en el parlamento, repeler a la POTA no parece ser una prioridad en la campa�a de ning�n partido. Todos saben que la necesitan, de una u otra manera.) Lo que sea que digan durante las elecciones o cuando est�n en la oposici�n, ning�n gobierno estatal o nacional y ning�n partido pol�tico -derecha, izquierda, centro y de lado- ha logrado detener la mano del neoliberalismo. No habr� ning�n cambio radical desde "dentro".

Personalmente, no creo que entrar en la lucha electoral sea un camino hacia la pol�tica alternativa. No por esa quisquillosidad clasemediera -"la pol�tica es sucia" o "todos los pol�ticos son corruptos"-, sino porque creo que las batallas deben ser libradas estrat�gicamente desde posiciones de fuerza, no de debilidad.

Los blancos del asalto dual del fascismo comunal y el neoliberalismo son los pobres y las comunidades minoritarias. Conforme el neoliberalismo divide a ricos y pobres, a la India Radiante y la India, se vuelve cada vez m�s absurdo para cualquiera de los principales partidos pol�ticos pretender representar los intereses tanto de los ricos como de los pobres, porque los intereses de unos s�lo pueden ser representados al costo de los de los otros. Mis "intereses" de acaudalada india (si aspirara a ellos) dif�cilmente coincidir�an con los intereses de un pobre campesino en Andhra Pradesh.

Un partido que represente a los pobres ser� un partido pobre. Un partido con escasos recursos. Hoy no es posible luchar en una elecci�n sin recursos. Colocar a un par de conocidos activistas sociales en el parlamento es interesante, pero no es realmente significativo pol�ticamente. No es un proceso al que valga la pena canalizar todas nuestras energ�as. El carisma individual, las pol�ticas de personalidades, no pueden lograr cambios radicales.

Sin embargo, ser pobre no es lo mismo que ser d�bil. La fortaleza de los pobres no est� dentro de los edificios de oficinas y de las cortes. Esta afuera, en los campos, las monta�as, los valles, las calles de las ciudades y los campos universitarios de este pa�s. Ah� deben llevarse a cabo las negociaciones. Ah� es donde se debe librar la batalla.

Hoy, esos espacios han sido cedidos a la derecha india. Lo que sea que se pueda pensar de su pol�tica, nadie puede negar que est�n all� fuera, trabajando extremadamente duro. Conforme el Estado abroga sus responsabilidades y retira recursos de la salud, la educaci�n y los servicios p�blicos esenciales, las bases del Sangh Parivar han puesto manos a la obra. Junto con sus decenas de miles de shakhas que difunden propaganda mortal, dirigen escuelas, hospitales, cl�nicas, servicios de ambulancias, c�lulas de manejo de desastres. Comprenden la impotencia. Tambi�n comprenden que la gente, y sobre todo la gente sin poder, tiene necesidades y deseos que no s�lo son necesidades pr�cticas rutinarias, sino tambi�n emocionales, espirituales y recreacionales. Han dise�ado un odioso crisol en el cual el coraje, la frustraci�n y la indignidad de la vida diaria -y los sue�os de un futuro distinto- pueden ser decantados y dirigidos a un prop�sito mortal. Mientras tanto, la izquierda tradicional a�n sue�a con "tomar el poder", pero se mantiene extra�amente inflexible, renuente a afrontar estos tiempos. Se ha sitiado a s� misma y retrocedido a un lugar intelectual inaccesible, donde se ofrecen argumentos antiguos en un lenguaje arcaico que pocos pueden comprender.

Los �nicos que presentan algo parecido a un reto al ataque del Sangh Parivar son los movimientos de resistencia de base esparcidos en el pa�s, que luchan contra el despojo y la violaci�n de los derechos fundamentales provocado por nuestro modelo de "desarrollo".

Muchos de estos movimientos est�n aislados y, a pesar de las incesantes acusaciones de que son "agentes financiados por el extranjero", trabajan pr�cticamente sin dinero o recursos. Son magn�ficos bomberos. Tienen la espalda contra la pared. Pero tienen los o�dos en el suelo, y est�n en contacto con la dura realidad. Si se juntaran, si fueran apoyados y fortalecidos, podr�an crecer a ser una fuerza considerable. Su batalla, cuando sea librada, tendr� que ser idealista -no r�gidamente ideol�gica.

Recuperar el romance

En un tiempo en el que el oportunismo lo es todo, cuando parece que la esperanza est� perdida, cuando todo se reduce a un c�nico acuerdo comercial, encontremos la valent�a para so�ar. Para recuperar el romance. El romance de creer en la justicia, en la libertad y en la dignidad. Para todos. Debemos hacer una causa com�n, y para hacer esto debemos entender c�mo funciona esta gran m�quina vieja -para qui�n trabaja y contra qui�n trabaja. Qui�n paga, qui�n obtiene ganancias.

Muchos movimientos de resistencia no violenta que luchan aislados, batallas de un solo asunto, en todo el pa�s, se han dado cuenta de que su tipo de pol�tica, con un inter�s espec�fico, que tuvo su momento y su lugar, ya no es suficiente. El hecho de que se sientan acorralados e inefectivos no es raz�n suficiente para abandonar la resistencia no violenta como estrategia. Es, sin embargo, suficiente para realizar una seria introspecci�n. Necesitamos visi�n. Necesitamos asegurarnos de que aquellos de nosotros que decimos que queremos recuperar la democracia somos igualitarios y democr�ticos en nuestros m�todos de funcionamiento. Si nuestra lucha va a ser idealista, no podemos simplemente hacer advertencias acerca de las injusticias internas que perpetramos unos contra otros, contra las mujeres, contra los ni�os.

Por ejemplo, aquellos que luchan contra el comunalismo no pueden hacerse de la vista gorda ante las injusticias econ�micas. Aquellos que luchan contra las presas o los proyectos de desarrollo no pueden eludir asuntos de comunalismo o de pol�tica de castas en sus propias esferas de influencia -aunque el costo sea no obtener un �xito de corto plazo en una campa�a inmediata. Si nuestras creencias pagan el precio del oportunismo y la conveniencia, entonces no hay nada que nos separe de los pol�ticos institucionales. Si queremos justicia, debe ser justicia y derechos iguales para todos -no s�lo para grupos con intereses especiales, con prejuicios de intereses especiales. Esto no es negociable.

Hemos permitido que la resistencia no violenta se atrofie y se convierta en un teatro pol�tico para hacernos sentir bien, que, a lo sumo, es una oportunidad para la foto en los medios, y a lo menos, simplemente es ignorado.

Necesitamos mirar hacia arriba y discutir urgentemente estrategias de resistencia, librar batallas reales e infligir da�o real. Recordemos que la Marcha Dandi [la Marcha de la Sal, de 1930] no fue s�lo teatro pol�tico fino. Fue un golpe al sost�n econ�mico del Imperio Brit�nico.

Necesitamos redefinir el significado de la pol�tica. La oenegizaci�n de las iniciativas de la sociedad civil nos lleva precisamente en la direcci�n opuesta. Nos despolitiza. Nos hace dependientes de la ayuda y las limosnas. Necesitamos reimaginar el significado de la desobediencia civil.

Quiz� necesitemos un parlamento sombra electo fuera de Lok Sabha [la C�mara Baja], sin cuyo apoyo y afirmaci�n el parlamento no pueda f�cilmente funcionar. Un parlamento sombra que mantenga un ritmo subterr�neo, que comparta la inteligencia y la informaci�n (la cual cada vez es m�s dif�cil de encontrar en los principales medios). Sin miedo, pero sin violencia, debemos inutilizar las partes que hacen funcionar a esta m�quina que nos est� consumiendo.

El tiempo se agota. Ahora mismo, el c�rculo de violencia nos est� encerrando cada vez m�s. De cualquier manera, el cambio vendr�. Puede ser sangriento, o puede ser hermoso. Depende de nosotros.


Texto le�do por su autora el 6 de abril en Aligarh Muslim University, India.
(Traducci�n: Tania Molina Ram�rez. Copyright Arundhati Roy 2004)



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