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Medio Oriente - Asia - Africa

12 de febrero del 2004

Palestina: La larga sombra de un muro

Amira Hass
Haaretz
Traducido para Rebelión por L.B.
El 50% de las familias palestinas al oeste del muro han quedado separadas de sus familiares, igual que el 37,3% de las familias que viven al este del muro.

Jaffar Omar tiene 15 años. Todos los días, al salir de clase en la escuela de la aldea de Azoum-Atma, al sur de Kalkiyah, se dirige hacia el invernadero familiar situado en la misma aldea y cuida las plantas de tomate. Normalmente es la única persona que trabaja en el invernadero. Los 11 miembros de su familia viven en la aldea vecina, Beit Amin.

Hace unos 15 años la familia de Jaffar Omar adquirió tierras en Azoun-Atma e invirtió decenas de miles de shekels para hacerlas aptas para el cultivo y para criar millares de gallinas. El 60% de la tierra de Azoun-Atma es propiedad de los habitantes de las dos aldeas vecinas -Beit Amin y Sabiriya. Ahora todos ellos tienen prohibido el acceso a sus tierras. El 30 de octubre del 2003, en preparación para la construcción del muro de separación en esa área, la aldea de Azoun-Atma fue declarada zona militar cerrada, en la que sólo las personas registradas como residentes pueden entrar y salir. No obstante, los estudiantes de la escuela que, como Jaffar, viven fuera de la aldea, tienen permitida la entrada. Es así como Jaffar acabó siendo reclutado para salvar la única fuente de ingresos de la familia.

El muro de separación rodeará Azoun-Atma, convirtiendo esa localidad en un enclave cerrado que permitirá que los dos asentamientos judíos situados al sur, Etz Efraim y Shaarei Tikva, y el asentamiento judío de Oranit, situado al oeste, queden "fuera" del muro. Incluso ahora, sin muro, el acceso a la aldea solamente es posible a través de una única entrada situada en la parte norte, que está también bloqueada por una puerta, una torre de vigilancia de cemento y soldados que controlan la documentación.

Hace un año la familia de Jaffar se deshizo de los gallineros que poseía, después de que al padre, Abu Bashir, los israelíes le impidieran acceder a ellos durante varios días consecutivos. Muchas gallinas murieron.

Incluso sin el negocio de los huevos, el trabajo en el invernadero resulta una pesada carga para un chico de 15 años que se ve obligado a trabajar en lugar de estudiar y jugar por la tarde. El director de la escuela de Jaffar informó a los empleados de la UNRWA (Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados) que al menos 20 de sus alumnos van a trabajar a las tierras de sus familias después de clase debido a que sus familiares adultos tienen prohibido el acceso al terreno. Esta circunstancia repercute necesariamente en su rendimiento escolar.

Debido a los retenes de carretera y a los demás obstáculos existentes la comercialización de los productos en las ciudades de Cisjordania se ha encarecido. Los agricultores, entre ellos Abu Bashir, están absorbiendo el incremento incesante de los costos. La dependencia de la familia con respecto al trabajo que el muchacho realiza en el invernadero no ha hecho sino aumentar.

El muro de separación afecta ya a 875.600 personas. Azoun-Atma es una de las 81 localidades palestinas (sin incluir a Jerusalén Este) que se han convertido o se convertirán en enclaves cerrados y aislados a medida que prosiga la construcción del muro. Estas cifras provienen de cálculos realizados a fecha de enero del 2004 por B'Tselem, el Centro Israelí de Información para los Derechos Humanos en los Territorios Ocupados. En esas localidades viven 263.200 personas que se encuentran atrapadas entre la Línea Verde (la frontera anterior a la Guerra de los Seis Días) y el muro, entre profundas barreras físicas (trincheras y similares) y el muro, y en el interior de meandros del muro como el que rodeará a Azoun-Atma. En total, esto supone el 11,4% de la población palestina de Cisjordania. Hay 402.400 personas residentes en 102 localidades palestinas al este del muro de separación -como Beit Amin- que están directamente afectadas por él. Esta cifra representa el 17,5% de la población de Cisjordania.

Si sumamos los 210.000 habitantes de Jerusalén Este cuyas vidas se ven afectadas de una u otra forma por el muro de separación, la proporción de palestinos afectados por el muro alcanza según B'Tselem el 38% (875.600 personas).

Las organizaciones palestinas e internacionales están tratando de calcular y evaluar las consecuencias sociales y sanitarias a largo plazo que el muro tiene hoy y tendrá en el futuro. Un efecto peligroso es el que ilustra el caso de Jaffar, es decir, daños por varios motivos a los estudios de los alumnos de escuelas primarias y liceos. Según cálculos de la Oficina Central Palestina de Estadística, sólo el 1% de las 890 familias que viven el área del muro han informado que sus hijos han dejado la escuela como consecuencia de las dificultades de desplazamiento causadas por el muro, pero en octubre del 2003 la Oficina analizó los efectos sociales y económicos del muro sobre la población en cuyo seno está siendo construido. Según cálculos realizados a partir de las respuestas aportadas por las familias encuestadas, se trasluce que en el ínterin las familias han venido haciendo todo lo posible para garantizar que sus hijos continúen yendo a la escuela, incluso a pesar de que el 15,2% de ellas informaran que al menos uno de sus hijos estaba teniendo dificultades para acudir a la escuela o a la facultad (29,4% de los que viven al oeste del muro, 13,9% de los que viven al este). El 45,9% manifestó utilizar rutas de circunvalación alternativas y más largas, usadas por los estudiantes para llegar a la escuela. En el 7,6% de las familias los estudiantes han cambiado de escuela a causa del muro; el 2,4% de los hogares han cambiado su lugar de residencia. El declive progresivo de los estudios es el objeto de otros trabajos de investigación.

Los resultados de la encuesta fueron publicados en diciembre y sirvieron de base para una discusión que tuvo lugar la pasada semana en la Oficina Palestina de Estadística acerca de una eventual transformación de los patrones sociales [causada por el muro]. Todavía es demasiado pronto para determinar la forma en que esos patrones se consolidarán a largo plazo. Es posible que el ratio de abandono escolar aumente a medida que el continuado perjuicio económico provocado por el muro obligue a más familias a enviar a sus hijos a trabajar o haga imposible que los estudiantes concluyan sus estudios secundarios, por no hablar de los estudios superiores, que se están volviendo cada vez más caros debido a que los estudiantes deben alquilar alojamiento en las ciudades en las que estudian como consecuencia de las dificultades que tienen para desplazarse de un sitio a otro.

Golpe para las mujeres

Otro temor constante es que las personas afectadas abandonen sus hogares para ganarse el sustento más fácilmente y se trasladen a otras localidades de Cisjordania. Cerca de 4.000 de los 45.000 habitantes de Kalkiyah han abandonado la ciudad en el curso de los últimos tres años. Incluso antes de que la ciudad fuera rodeada por el muro, ya se encontraba aislada de las aldeas de su entorno y de los lugares de trabajo en el interior de Israel; al cabo, quedó completamente cortada de otras ciudades de Cisjordania y perdió sus mercados.

¿Contribuirá el acumulativo declive económico ocasionado por la construcción del muro de separación en el interior del territorio palestino a generar oleadas migratorias similares más hacia el interior de Cisjordania en un futuro no demasiado lejano? En octubre, sólo el 5% de los hogares encuestados que viven al oeste del muro y el 4,9% de los que viven al este informaron que han cambiado o van a cambiar de lugar de residencia. De éstos, el 54,6% dijo que se han trasladado o se van a trasladar movidos por la inseguridad o por el miedo; el 49,8% mencionó el muro como motivo de su traslado; el 26,3%, la demolición de su casa; el 72,4%, los obstáculos para sus desplazamientos; el 48% dijo haberse trasladado o planear trasladarse debido al emplazamiento de su puesto de trabajo y el 17% por causa de sus estudios. La inmensa mayoría --el 95% de los hogares encuestados a ambos lados del muro-- dijo que no tenía intención de marcharse. Es decir, existe en estos momentos una tendencia generalizada a permanecer en el lugar donde se vive. Hay quienes piden al ejército israelí y a la administración civil permisos para desplazarse a la zona de los enclaves (como Azoun-Atma) a fin de trabajar la tierra. Pero es difícil saber lo que estas familias harán en los próximos dos o tres años.

Se preguntó a las familias si tenían suficientes ingresos para satisfacer sus necesidades. A esta pregunta el 17,8% respondió que en estos momentos, después de la construcción del muro, tenían suficientes ingresos; esta cifra contrasta con el 62,8% que respondió que tenía suficientes ingresos antes de la construcción del muro; el 52,7% respondió que sus ingresos eran insuficientes ahora que el muro está construido.

El 15,1% afirmó disponer de insuficientes ingresos incluso antes de la construcción del muro. Muchas comunidades de la zona occidental de Cisjordania gozaban de una relativa prosperidad hace no demasiado tiempo. Sus principales fuentes de ingresos eran dos: el trabajo en Israel y la producción agrícola, que era comercializada en Cisjordania y en Israel. La dependencia con respecto a la agricultura en las zonas fértiles creció inmediatamente después de estallar la Intifada, cuando las carreteras de acceso a Israel comenzaron a ser bloqueadas con mayor frecuencia. Pero los mercados se han encogido y desaparecido, y enormes extensiones de terreno han quedado engullidas por las fortificaciones del muro. El 11,8% de todos los hogares encuestados declaró haber perdido confiscadas todas sus tierras; el 16,7% informó haber perdido confiscadas una parte de sus tierras. En el 21,9% de los hogares un miembro de la familia se vio obligado a cambiar de actividad a causa del muro y el 8,7% necesitó cambiar de lugar de trabajo (pero sin cambiar de actividad). Debido a las dificultades para llegar a la escuela donde trabajaban originalmente, el 4,9% de los profesores ha tenido que cambiar de escuela. Sólo el 1,9% cambió de lugar de residencia.

Muchas de las personas que trabajan en el sector de la enseñanza son mujeres. Ocho de los 14 profesores que entran al enclave de Bartaa al Sharkiyah, en el norte de Cisjordania, son mujeres. En la puerta de acceso situada al oeste de Bartaa al Sharkiyah hay un detector de metales que a veces no funciona. En consecuencia, los soldados tienen que registrar manualmente a quienes franquean la puerta. Las mujeres se niegan a ser cacheadas por hombres y, a veces, según relatan a los empleados de la UNWRA, esperan durante horas hasta que llegan mujeres soldado para registrarlas. En el norte de Cisjordania cientos de mujeres trabajaban en talleres de costura (propiedad de ciudadanos palestinos de Israel) en ciudades que han quedado afectadas por el muro: Bartaa, Nazlay Issa y Baka al Sharkiya. A menudo estas mujeres aportan la principal fuente de ingresos de la familia. Debido a las restricciones de movimiento provocadas por los retenes de carretera, algunos de esos talleres han cerrado y cerca de la mitad de las mujeres que trabajaban en ellos han perdido su empleo. Otras duermen en las fábricas como "residentes ilegales" en una localidad palestina declarada zona militar cerrada. En el momento en que se casen, estas mujeres dejarán de trabajar.

De las personas encuestadas por la Oficina Palestina de Estadística, el 78,1% declaró que el muro ha reducido la movilidad de las mujeres en el seno de la familia, así como sus salidas del recinto en el que viven (77,4% de las mujeres residentes al este del muro y 86,6% de las que viven al oeste del muro).

En la Oficina Palestina de Estadística se preguntan si a largo plazo el muro no acabará dando al traste con los procesos naturales de expansión del ámbito de independencia de la mujer palestina, y si no provocará una reducción del número de mujeres que trabajan fuera del hogar y que estudian en universidades y politécnicos.

La construcción del muro que separa a las aldeas de sus vecinos ha dañado ya los vínculos sociofamiliares tradicionales. De las familias que viven al oeste del muro, el 51,9% han quedado separadas de sus familiares, igual que el 37,3% de las que viven al este del muro. De las personas encuestadas al oeste del muro, el 90,6% dijo que tienen dificultades para visitar a sus familiares (comparado con el 63,5% de los que viven al este del muro). Una parecida proporción de encuestados respondió que sus lazos sociales y diversas actividades de ocio han quedado dañadas.

Muchas familias, informan los expertos de la Oficina de Estadística y los trabajadores de campo de la UNWRA, expresaron su temor de ver afectadas sus expectativas de matrimonio y sus tradiciones nupciales: los padres temen casar a sus hijas con hombres que viven en enclaves al oeste del muro, aunque éste no esté a más de tres o cinco kilómetros de distancia. "Nadie quiere enviar a su hija a una cárcel", dicen en el enclave de Bartaa. Las familias piensan que el muro les impedirá visitar de forma libre y regular a sus hijas y a sus nietos, así como ayudarles y recibir su ayuda cuando sea necesario. ¿Se verán agravados estos problemas por el fenómeno de los matrimonios consanguíneos, que tanto médicos como elementos de la sociedad palestina han tratado de desalentar durante muchos años por los efectos perniciosos que tales matrimonios conllevan para la salud de las personas?

040204