Medio Oriente - Asia - Africa
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La mano de Israel tras los últimos enfrentamientos
Costa de Marfil es víctima de una guerra de intereses ajenos
José Daniel Fierro
El pasado 4 de noviembre, fuerzas armadas de Costa de Marfil bombardearon
Bouake, capital de los rebeldes. El país se halla dividido en dos desde el
inicio de la guerra civil hace dos años: rebeldes al norte y fuerzas
gubernamentales al sur. Según indicó el Coronel del Ejercito, Philippe Mangou,
«no es una declaración de guerra, sino que estamos intentando reunificar nuestro
país». En el comunicado emitido por los rebeldes, este ataque provocó «unos
cincuenta heridos, tanto civiles como militares». La semana anterior, la
guerrilla se había retirado del proceso de desarme, porque –según declararon- el
Gobierno no había aplicado las reformas políticas previstas en el Acuerdo de
Accra III, de julio de 2004.
Dos días después, 9 soldados franceses de las fuerzas de paz murieron a
consecuencia de otro bombardeo llevado a cabo por el ejército de Costa de Marfil
sobre Bouake. Tras este nuevo acto de violencia, el presidente francés, Jacques
Chirac, ordenó represalias militares contra el gobierno del país africano, por
lo que la fuerza Licorne en la ex colonia francesa, que apoya a tropas de
Naciones Unidas, destruyó dos aviones de ataque y unos cinco helicópteros en el
aeropuerto de Yamusukro (toda la fuerza aérea del país), ocupó el aeropuerto de
Abidján, bombardeó el palacio presidencial y disparó contra miles de
encolerizados manifestantes que asaltaron locales y oficinas de franceses. Por
la noche helicópteros franceses trataron de disolver a tiros a las miles de
personas que marchaban hacia el aeropuerto de Abidjan para "recuperarlo". Hubo
64 muertos y más de 1.000 heridos civiles.
Chirac, que acusó al gobierno del presidente marfileño Laurent Gbagbo de haber
roto la frágil tregua existente, resolvió además enviar al país africano dos
compañías adicionales, como refuerzo a los 4 mil 500 soldados que ya tenía
desplegados, para garantizar la seguridad de sus 14 mil ciudadanos en su antigua
colonia.
Reacción internacional
Aunque la comunidad internacional apoya al presidente Laurent Gbagbo, tanto
Francia como los rebeldes del norte pugnan por destituirlo. Esa fue una de las
causas de la guerra civil iniciada hace tres años, y ha sido el detonante de los
nuevos ataques. El gobierno de Gbagbo acusa a Francia de colaborar con la
guerrilla. Francia se vio desplazada en 2002 del escenario económico de
hegemonía que mantenía desde 1960, cuando la Unión Europea y organismos
multilaterales de crédito le brindaron ayuda financiera a Costa de Marfil a
cambio de que abriera su economía a otros países, lo cual perjudicó al monopolio
que mantenía el régimen neocolonial francés.
Hubo condenas internacionales contra el gobierno de Costa de Marfil, pero ni una
declaración que criticara la venganza francesa. En Nueva York, el Consejo de
Seguridad de la ONU decidió por unanimidad una declaración de condena al ataque
del gobierno del presidente Gbagbo contra las fuerzas francesas, al considerar
que se violó el cese el fuego del 3 de mayo de 2003. A la par, hubo condenas
contra el régimen marfileño por la Unión Africana y la Unión Europea.
Según el portavoz de la Embajada de Costa de Marfil en Italia: «Costa de Marfil
proclamó su independencia el 7 de agosto de 1960, pero el 6 de noviembre se
puede considerar la fecha de la verdadera descolonización. El papel de los
militares franceses tenía que ser la defensa de Costa de Marfil, pero no lo han
hecho». Estas palabras amargas han mostrado el sentir de muchos marfileños que
se han visto traicionados, una vez más por Francia, a la que se considera
responsable de armar a los rebeldes y de la división del país desde septiembre
de 2002.
El pasado lunes (13 de diciembre), el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la
imposición de un embargo de armas que tuvieran como destino Costa de Marfil. La
medida fue una ofensa camuflada contra el actual presidente marfileño Laurent
Gbagbo, quien juró reconstruir su aviación militar.
El miércoles, la Unión Africana convocaba una reunión de urgencia de su propio
Consejo de Seguridad y de Paz, con el fin de evitar un nuevo estallido del
conflicto civil. En su declaración, el organismo multinacional se comprometía a
«estudiar los últimos acontecimientos desarrollados en Costa de Marfil y a
acordar las medidas necesarias que contribuyan a la restauración de la seguridad
y de una paz duradera».
Acuerdos de paz
Este deterioro de la situación ilustra la fragilidad del proceso de paz que se
estaba llevando a cabo en Costa de Marfil. Los acuerdos de Marcoussis (enero de
2003) nunca llegaron a ser verdaderamente aceptados por Gbagbo, que ve en ellos
un dictado de París y la conculcación de la constitución marfileña. Dos acuerdos
posteriores (marzo y julio de 2003), firmados en Accra (Ghana) con el respaldo
de la Unión Africana, de la Comunidad de Estados de África del Oeste (Cedeao) y
de las Naciones Unidas habían impuesto un reparto de poder entre los actores
políticos (gobierno de unión y primer ministro aceptado por el norte), el
desarme de las fuerzas rebeldes, así como una reforma del código territorial y
del código de la nacionalidad.
El politólogo senegalés Babacar N’Diaye ha denunciado recientemente que los
acuerdos de paz de Marcoussis son una "ayuda para la rebelión". En un clima
favorable para la balcanización de África, "los intereses económicos de Francia
son una de las causas principales de la crisis político-militar que sufre Costa
de Marfil desde hace diez años". Francia juega un papel ambiguo en el país, pero
su política es la de preservar sus intereses económicos, militares y políticos.
Intereses enfrentados
Según se ha podido conocer la semana pasada, traficantes de armas israelíes
ayudaron al ejército de Costa de Marfil en el ataque llevado a cabo contra la
base militar francesa de Bouake. Este hecho ha encendido de nuevo las tensiones
entre Israel y Francia.
El pasado miércoles (15 de diciembre), el periódico francés Le Monde
publicaba la noticia de que "un grupo de 46 consejeros israelíes dirigían un
centro de vigilancia electrónica al servicio del ejército de Costa de Marfil",
el cual parecía haberse vuelto contra las fuerzas de pacificación francesas,
después de que hace dos años fueran invitadas expresamente por el gobierno del
país africano. El mismo día, el canal francés TF-1 informó que
«mercenarios israelíes ayudaron al ejército marfileño a manejar un avión sin
piloto, el cual permitió guiar el bombardeo aéreo sobre una base francesa, en
Costa de Marfil», el pasado 6 de noviembre. Pero el semanario Le Point
aún fue más allá, al publicar un reportaje en el que se decía que las tropas
francesas habían confiscado varios de estos aviones en el aeropuerto de Abidjan,
y después de "su examen en Francia, se había verificado que el sistema
fotográfico de estos aparatos contenía tomas aéreas" de la base francesa, a la
que se había "fotografiado por los cuatro costados". Según Le Point, los
técnicos israelíes estuvieron presentes "no sólo en el Hotel Marfil [donde al
parecer se alojaban], también en el Centro de Comunicaciones de la capital e,
incluso, en algunos locales de la presidencia".
La radio israelí, citando a una fuente del ministerio de Defensa del gobierno
Sharon, desmintió esas informaciones. También lo hizo el Jerusalem Post
citando fuentes del ministerio israelí de Asuntos exteriores.
Sin embargo, en septiembre pasado, el gobierno francés ya había pedido
formalmente al de Israel que aclarara cuál era el papel que estaba desarrollando
en Costa de Marfil. El 9 de noviembre, el director general del ministerio
israelí de Defensa, el General Amos Yaron, prometió –con el cinismo que le
caracteriza- acabar con el envío de equipamiento militar a este país del África
occidental. «Esta decisión ha sido tomada a la luz del desarrollo de los
recientes sucesos ocurridos en este país, y a la petición del gobierno francés»,
señalaba en un comunicado, y añadía que esa decisión permanecería «en vigor
hasta que la situación, en ese país, haya sido clarificada».
Costa de Marfil es el primer exportar mundial de cacao, y sus recursos naturales
se encuentran desde hace tiempo en el punto de mira de los intereses
occidentales. Francia mantiene importantes inversiones y antiguas vinculaciones
con el país. Por un lado, todos sectores clave de Costa de Marfil están
dominados por 240 filiales de empresas francesas: petróleo (Total),
electricidad (Bouygues), agua (también Bouygues), obras públicas
(de nuevo Bouygues, Vinci, Setao, Colas), transporte
marítimo (Bolloré), recursos naturales (también Bolloré, Castel),
telecomunicaciones (France Telecom) y banca (Générale, Lyonnais,
BNP-Paribas). Estos grupos franceses poseen el 27% del capital social de
las empresas marfileñas. Francia es el principal proveedor y cliente del país.
Pero por otra parte, los Estados Unidos están intentando desplazar a Francia de
su zona de influencia en África. Las multinacionales norteamericanas ya se han
apoderado del cacao, la riqueza de Costa de Marfil y lo van a intentar con el
petróleo, pues al Golfo de Guinea (en donde se hallan las aguas jurisdiccionales
marfileñas) ya se le conoce como el «Golfo Pérsico africano». A eso hay que
añadir el papel que podría estar desarrollando el apéndice sionista de los
EE.UU. en este país africano. Israel fabrica algunas de las más sofisticadas
aeronaves (sin piloto) de vigilancia y/o espionaje del mundo, y desde hace más
de 35 años es uno de los principales exportadores de armas en la zona del África
subsahariana. Muy probablemente, Israel esté realizando el trabajo sucio que los
EE.UU. querrían llevar a cabo contra los intereses franceses en Costa de Marfil.
Sin embargo, en las tensas relaciones entre Israel y Francia se dan algunas
circunstancias paradójicas. Es claro que el gobierno del genocida Ariel Sharon
defiende unos intereses que coinciden bien poco con los del gabinete de Jacques
Chirac. Recientemente, el primer ministro israelí sacó de sus casillas a su
homólogo galo cuando animó a los judíos franceses a que emigraran a Israel, pues
allí tendrían garantizada su seguridad personal. Y a pesar de ello, Israel no
quiere que la comunidad judía en Francia (la más numerosa de Europa) desempeñe
el papel de víctima propiciatoria ante los nacionalistas franceses moderados, a
causa de los 9 soldados muertos en Costa de Marfil. Además conviene recordar que
ningún país ayudó tanto a Israel, durante sus primeros 20 años de existencia,
como Francia.
Francia prepara la secesión
Por su parte, el periódico Notre Voie (de Abidjan) publicaba, también el
15 de diciembre, la noticia de que, según fuentes francesas que preferían
mantener el anonimato, el gobierno de Jacques Chirac "se prepararía para apoyar
a los rebeldes que quieren declarar la secesión de la parte del territorio
nacional que actualmente controlan". La misma fuente aseguró que los
diplomáticos franceses destacados en la capital, Abidjan, conocen el propósito
de los rebeldes de proclamar de inmediato una secesión de hecho y convocar un
referéndum apoyándose en el artículo 35 de la constitución. "Pero lo que me ha
parecido curioso –añadía el mismo informante- es que los diplomáticos parecen
aprobar esta decisión que tomarían los rebeldes. Algunos de ellos afirmaron que
los rebeldes se encuentran en su derecho ya que el presidente ha dado pruebas de
mala fe al querer someter el artículo 35 a referéndum, pero tal consulta es
imposible según ellos en la situación actual del país".
Este nivel de injerencia fue calificado de "una extrema gravedad" por el
periódico marfileño, que solicitaba a la comunidad internacional que abriera los
ojos ante las intenciones del gabinete de Chirac, que desde el inicio de la
crisis son los causantes del sufrimiento cotidiano de los marfileños.
Otra circunstancia interesante, dada a conocer hace unos días, fue un informe
sobre varios ciudadanos franceses susceptibles de haber organizado la "defensa
mediática" del presidente marfileño Laurent Gbagbo. Entre ellos se encontraría
Lorrain de Saint-Affrique, antiguo consejero de comunicación de Jean Marie Le
Pen, presidente de la organización francesa de extrema derecha Frente
Nacional. Preguntado por el semanario Le Point, L. de Saint-Affrique
afirmó desarrollar una "amistad activa" hacia los marfileños y consideró que el
presidente Gbagbo estaba siendo "demonizado".