Medio Oriente - Asia - Africa
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La tragedia del mundo árabe
El largo invierno de nuestro descontento
Mohamed Hassanain Heykal
A lo largo de diez programas semanales- transmitidos por Al-Jazira desde el 7
de julio al 9 de septiembre de 2004- Mohamed Hassaneim Heykal, el más conocido
analista y comentarista político del Mundo Árabe, evaluó la nueva y tumultuosa
situación de los países árabes. A continuación se transcriben algunas de sus
intervenciones:
La elección de Al-Jazira
Creo que lo mejor es empezar por dar respuesta a dos preguntas. La primera es
¿qué ha ocurrido para que hoy me encuentre aquí?; la segunda, ¿qué tengo que
decir?
Hace un año, tras el último artículo de una serie sobre el imperialismo
estadounidense, me despedí de mi lectores. Entonces advertí que la despedida no
significaba una retirada definitiva. Más bien, quería distanciarme en todo lo
posible de la actual situación...
Tras mi despedida, comencé a reflexionar sobre las muchas ofertas de
colaboración que había recibido y, he de confesarlo, me llevó mucho tiempo
resolver por cuál me decidía. En principio, desde luego, hubiera preferido la
televisión egipcia pero, a pesar de lo mucho que la aprecio, esa televisión
tiene que adaptarse a ciertos condicionamientos ya que tiene una línea política
determinada. Así que quedaban las otras televisiones árabes. Y aunque no me
preocupa demasiado el lugar donde voy a hablar, la pregunta permanecía sin
contestar- ¿dónde?
Un día, al leer los periódicos de la mañana, me encontré con que todos en
portada reproducían la alocución- o discurso- de Bush al Mundo Árabe en un
intento de explicar- o cuando menos apaciguar la indignación de los árabes- las
imágenes difundidas de Abu Ghraib. Entonces, tras ojear el resto de las primera
páginas, encontré una noticia en la que se informaba de que Bush, de forma
explícita, declaraba que su única condición había sido la de que no quería
aparecer en Al-Jazira. Así que pensé que había sido Bush- y le estoy muy
agradecido por ello- quien me había abierto los ojos. Cualquier lugar que Bush
considere inadecuado es precisamente en el que, imagino que cualquier árabe- y
yo soy sólo uno de entre millones de ellos-, pensaría de inmediato: bien, ese es
el sitio en el que quiero hablar. Así que me puse en contacto con mis editores
en El Cairo- Dar el-Shuruq- y les dije, vayamos a Al-Jazira.
Nos pusimos de acuerdo en que debería empezar con algunos de los asuntos
actuales más candentes por diversas razones. La primera, el complejo que tenemos
en el Mundo Árabe cuando tratamos con Estados Unidos; en segundo lugar, la
crisis de Irak; en tercero, porque tenemos un problema insoluble en Palestina y,
para finalizar, porque nos estamos enfrentando al peligro de deterioro en la
periferia del Mundo Árabe tal como ponen de manifiesto los sucesos en Sudán.
La desaparición de los árabes
En el Mundo Árabe, estamos entrando en una nueva fase cuyo análisis resulta de
vital importancia. A mi juicio, lo que está pasando es que los países árabes
están adoptando una posición individualista y cada uno pone sus asuntos por
delante. Jordania lo dice, Arabia Saudí y Egipto, Líbano, todos afirman que lo
primero son ellos. Todos están desapareciendo de los escenarios regionales,
echando el cerrojo de sus casas y, durante el proceso, creando un vacío. Pero
cuando leo las noticias y establezco las relaciones entre ellas aparece un
panorama claro: el conflicto en la región en los próximos diez años estará
centrado en la carrera por la dominación de la zona. Y los países árabes se han
retirado de la carrera; desde detrás de los cerrojos de sus puertas se dicen:
mira, ese no es mi problema, yo estoy quieto en mi casa y no tengo nada que ver
con lo que está pasando fuera. Así que, ¿qué queda de la región? Si interpreto
bien las señales, y es lo que estoy decidido a hacer, en los próximos diez años
veremos una lucha entre Israel y Turquía para dominarla.
Desde la época de Bandung y la constitución del Movimiento de Países No
Alineados hasta la fundación de la Organización por la Unidad de África, es
decir, durante la época de las independencias nacionales, los árabes tenían una
voz en el mundo que hablaba con claridad y se escuchaba. Así que, ¿qué es lo qué
ocurrió? ¿Por qué la India de repente, nos reprochaba, nos preguntaba qué estaba
pasando? Nosotros, decían los indios, éramos los más fieles aliados; avanzábamos
juntos codo con codo en la industrialización, el comercio, la investigación
científica, la fabricación de armamento, la aviación, y una lista interminable
de asuntos. Pero llegó un momento en que dijisteis que Oriente ya no era
importante para vosotros, que lo verdaderamente importante era Occidente.
Analicemos también nuestras relaciones con Rusia, que fueron increíblemente
especiales. El ex Primer Ministro ruso, Yevgeny Primakov, en cierta ocasión me
recordaba que nuestros dos países tradicionalmente habían sido amigos y que
Egipto había llevado a cabo la Guerra de Octubre equipado en su totalidad con
armamento ruso. Pero, una vez finalizada la guerra, Moscú descubrió que Egipto
había girado hacia Estados Unidos. Primakov me dejó bien claro que no ponía
objeciones a nuestra elección, que comprendía las circunstancias de Egipto, pero
lo que no podía entender era que, al optar por los estadounidenses, hubiéramos
excluido a los demás. Su opinión era la de que, al igual que ocurre en las
relaciones personales, los países pueden ser amigos un día, y al siguiente
producirse una ruptura pero que en cualquier caso es importante mantener un
nivel de credibilidad en las relaciones internacionales, incluso aunque sean
antagónicas.
Algunos países árabes actuaron de manera todavía más anómala al facilitar a los
estadounidenses información secreta sobre armas soviéticas. Los estadounidenses
se apresuraron a hacer saber a los rusos que sus aviones habían volado a
capitales de países árabes para recoger tanques rusos- como el TU-62- para
llevarlos a Estados Unidos donde podían desmontarlos y examinarlos pieza a
pieza. También facilitamos a los estadounidenses modelos de misiles anti-tanques
y anti-aviones que habían sido tan eficaces durante la Guerra de octubre.
Al adoptar la opción estadounidense de forma tan excluyente dimos la espalda al
resto del mundo. Los países africanos, por razones en las que no voy a entrar
ahora, enseguida se distanciaron de nosotros. Asia, Europa, y una Rusia ya
herida, también nos lo reprocharon. Pero, a pesar de ello, el mundo todavía
tenía que contar con nosotros porque éramos importantes. Lo éramos
históricamente debido a nuestra situación geográfica, tanto si la controlábamos
como si no, y por nuestra contribución a la civilización. Éramos también
importantes en términos económicos debido a las enormes reservas de petróleo de
las que el mundo dependerá en los próximos 50 años, y porque habíamos hecho todo
lo posible por mantener unos precios bajos y un suministro sin interrupciones.
Pero existe una enorme diferencia entre tenernos en cuenta por razones
históricas, estratégicas y económicas y contar con nosotros en términos
políticos. Y el mundo, así de sencillo, ya no cuenta con nosotros políticamente.
Recientemente, un Alto Funcionario de Naciones Unidas dijo a un numeroso grupo
de diplomáticos árabes- durante un reunión en la que yo estaba presente-, que
los árabes ya no constituían un interlocutor político, ni el en plano individual
ni el colectivo. Y que la razón de que ello hubiera sucedido era nuestra
incapacidad para llevar a cabo reformas para ponernos a la altura del resto del
mundo, y nuestro fracaso incluso para analizar nuestros defectos y tomar medidas
para corregirlos.
Creo que nadie ha prestado suficiente atención a las recientes declaraciones del
G-8 ni a sus diversos anexos sobre las reformas en el Mundo Árabe que afectan a
los sistemas parlamentarios, legales, judiciales, educativos y de los medios de
información, y a las reformas de los derechos de las mujeres y de los derechos
humanos, todos los cuales necesitamos y deseamos. Pero lo que resulta
significativo es el hecho de que allí se atribuye a países determinados
responsabilidades concretas. Francia, por ejemplo, debe supervisar la reforma
administrativa y judicial en Siria; Italia será responsable del sistema judicial
en Afganistán; El Reino Unido se encargará de la reforma de los medios de
información árabes mediante la colaboración de la BBC con la Liga Árabe para
ofrecer cursos de formación a periodistas árabes, etc. En resumen, las reformas
en el Mundo Árabe se han dividido en áreas de especialización y los miembros del
G-8. se han distribuido las responsabilidades entre ellos.
Quieren también que otros países se impliquen en responsabilidades concretas, en
particular aquellos países árabes que se supone capaces de asumir ciertas
tareas. Egipto, por ejemplo, se prevé que asuma la responsabilidad en Gaza, pero
dada la situación allí, Egipto sólo podría desarrollar tareas de seguridad. Y la
pregunta obvia es, ¿qué clase de seguridad? Porque no se trata, ciertamente, de
proteger al pueblo de Gaza: es demasiado tarde para ello. Sus gentes han sido
bombardeadas, se han demolido sus casas, se ha diezmado a sus líderes y la idea
de unas fronteras seguras es grotesca. Lo que necesita Gaza es una masiva
reconstrucción y desarrollo, algo que excede las posibilidades de Egipto.
Así que, en téminos reales, no existe un papel que pueda desempeñar Egipto en
Gaza. Y los árabes ya no son interlocutores válidos porque todos ellos se han
retirado a sus fronteras, dejando el campo libre para la competición entre los
dos miembros de la OTAN, Israel
[1] N.T.: Israel no es miembro de la OTAN. El autor puede referirse simbólicamente a Israel como brazo armado de Estados Unidos que sí lo es.